lunes, 5 de julio de 2010

Extracto 5

Prefiero las terrazas que están cerca de los aviones. Cierro el libro y pronto siento cómo aterrizan uno a uno en mi pecho.

Las garzas suben como blancas llamas en la hoguera de los cipreces y los aviones las arremolinan hasta hacerlas polvo.

En 1857 el Cosigüina echó cenizas durante muchos días. ¡Y tantos pájaros erraron sus rutas, atravesando el cráter, consumiéndose!

Cuando pasaron los temblores cayó nieve y Willian Welles escribió que no había conocido ciudad con tanto viento y gente tan curiosa por los acentos. Todo era superlativo: las comadronas, la tristeza de las calles, el enorme sentido de la vacuidad y del comer en el suelo, sobre la frescura del barro.

El Cosigüina lanzó polvo transparente durante muchas noches. Desde entonces, Tegucigalpa fue una especie de Pompeya, ruina hipócrita.


F.E.

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