El Oder, el Vístula y el Rhin se juntaron para enfrentar al Río de la Plata, y caramba, sí que lograron avasallarlo. Argentina quedó borrada del mapa futbolero con una fácilidad que aterra. La selección alemana mostró lo que será el fútbol en toda la plenitud del siglo XXI: borra arquetipos, borra nostalgias, borra sensiblerías.
A Messi lo convirtieron en un ser intrascendente y lo regresaron sin un sólo gol en su bolso. La aparición de Müller en el área chica recordó el aullido de los stukas sobre un fortín argentino cuyas batería antiaéreas se defendían al azar. Y Tévez, carajo, Tévez avanzaba, entraba, disparaba hacia el Serengueti, hacia las Cataratas Victoria, hacia Tumbuctú...
Cada vez que la cámara enfocaba a Maradona, yo cerraba los ojos, por respeto, como cuando se le apuesta a un amigo en una riña callejera que pierde con uno, con dos, tres, cuatro directos al ojo a la boca a los oídos a la nariz, a todos los sentidos perdidos.
Messi caramba, Messi.
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