jueves, 29 de julio de 2010

Cardex - Fabricio Estrada


Cardex

La cómoda ocre, piedra miliar de los años,
el neceser, la pana para el pan;
el ya es tarde y la abuela no llega,
el derrumbe en la carretera y el retraso
de una cena de gala con pollo frito.

Los perotes, el romero,
el arreglo para el Santísimo y las pastillas McCkoy
tres veces consagradas durante el día.
Pasa un mes y mi madre llega.
Tegucigalpa debe quedar muy cerca de Siberia.
Los aumentos, el despido,
mi nuevo hermano mirándome un instante.
Las crayolas, el spam del Comisariato
y el animal en aceite de la Ayuda para el Progreso.

El motor del molino, vieja rueca del alba;
los martillazos de Julio
y el sol diario machacado en el yunque.
Las visitas, los mimos al gato
y el anuncio de la Lotería Chica:
Tino gana tres pliegos
y con ellos construye casa. Cosas del diablo.
Un mazacuate de nueve metros
anillándose en el pueblo,
la lluvia de piedras
con que el duende enamoraba a mi prima
y el cruce de fuegos en los compadres del cerro.

El chinero,
las semillas de marañón y el santo oficio
de asarlas pacientemente.
La igualdad, la libertad
la fraternidad de la sardina compartida en los ríos,
la piel tostada en todos por igual
y el no darse cuenta a tiempo
de lo fugaz de esa riqueza.

El fluor en la escuela,
la lluvia privada de la goteras,
la televisión de dos canales y el universo de imágenes
que ofrecieron las nubes.

El niño manso, el chifonier,
la intimidad de los canceles y el barroco de peluches
en las divisiones llenas de polvo.

El hijillo y la seriedad del muerto,
el pensar dos veces el entierro
en la resurrección del invierno.
La confesión y el pecado
La penitencia y de nuevo la delicia del pecado.

Los muertos del alumbrado
y el mango en suspenso entre las chispas del estío,
el tiempo de las moscas y sus alfombras inquietas,
el rocío de nances por la mañana
y el bando anunciando el cierre de estancos
y las multas impuestas a las bestias sonámbulas:
el caballo brujo, la yegua sin cabeza
y el gallo de oro de la mina sumergida…

Había mucho más, por supuesto,
pero vivir de nuevo y sentir las cosas
en su sol y en su viento
es algo imposible a puro recuerdo.


F.E.

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