Poemas Contra el Miedo
Después de Sextos de Lluvia esperaba el silencio, tanto como algunos hubiesen querido. Pero qué necedad ésta de mantener en pie nuestras verdades a despecho de una sociedad fundada en la mentira y proyectada en sus consecuencias.
Estos textos han servido para hacerme digno de luchar por mi completa dimensión humana, esa empresa impostergable en la cual, la palabra, me sirvió fielmente como punta de lanza para defender la frágil plaza de la esperanza.
“No plegareis vuestras alas para que podáis pasar a través de las puertas, ni inclinareis la cabeza para que no se golpee en el techo, ni temeréis respirar a vuestras anchas por no crear cuarteadoras y derrumbes en los muros.
No morareis en tumbas construidas por los muertos para los que viven”.
(Gibran Jalil Gibran – El Profeta)
“Por dentro también mentimos, nos mentimos porque somos otros y no podemos dejar de serlo”.
(Max Aub – Jusep Torres Campalans)
Para Reyna y María:
mi madre, mi abuela
Revés de sueño
Estos son mis versos,
el revés de un sueño;
el abrir la puerta que da a la calle
para que todos pasen si preguntar primero.
Este es el día, sus primeras horas,
el misteriosos silencio
que tanto me han echado en cara;
el alarde intelectual,
el hablar por todos
el callar por nadie.
Estas son
las letras suaves y las escabrosas,
el perfil psicológico, las esperanzas,
mis vergüenzas.
Éste
mi amor
y el adiós inevitable,
el rescate de recuerdos
y el condenar al olvido las prisas,
ciertos nombres,
la amargura lenta
del angosto oficio.
Todos es posible
cuando los sueños niegan,
tal vez un día
mi voz se mezcle en el aire
y se respire,
y no sea yo quien hable
sino, la dignidad que espera,
cada uno de los que ahora
ven con recelo o con alegría
mi inusual confianza,
este anormal destierro.
Para creer en algo
Propongo creer en algo,
vivir
crear
no hay diferencia.
Que nuestras palabras
hablen cosas ciertas,
verdades inseparables
al organismo.
Nos hace falta lo esencial
lo necio
la necesidad.
Sin ella, nuestras manos no sueñan
ni proyectan figuras en las paredes.
lo esencial, amigos,
es vivir al borde,
alertas,
firmes como un abismo
y blandos como el fuego
que nos busca
nos limpia
y va carbonizando los huesos
hasta frenar junto al alma
infranqueable y absoluta.
Lo esencial
no es tener conciencia del trabajo,
ni la responsabilidad
o el beato placer
de sentir un lugar.
No,
lo esencial es lo imposible,
el vasto dolor
la pérdida,
la necesidad impostergable
de ser felices
a pesar de todo.
Entre la rueda y la harina
Vamos a hablar
de una rueda de molino,
de un brazo que es aspa
y del viento que horna lentamente.
Vuelta tras vuelta
los ojos circunnavegan,
las rodillas como poleas
elevan el pie a una altura necesaria.
Sobre el ombligo
que dejó caer su ancla,
la cóncava nave del pecho
sopla y enfila
hacia el corazón estandarte.
Vamos a hablar
de la harina del trigo,
de su resumen y de su numen,
los vapores atracan
en su blanco puerto
y descargan y revenden
en los bazares del sueño
lejos de la carne y sus atractivos,
piezas exóticas
que nos hacen hablar con brillo,
entre dormidos y despiertos
de lámparas y genios
de posibles y de nuncas.
Poema del hombre que despertó solo
¿Qué significa tener ambiciones?
¿Caer agotado
y boquear sin remedio,
correr de un lado a otro
elevando los brazos al cielo?
¿Sacudirse a los inoportunos,
estampar nuestros nervios en el papel?
¿Qué significa la austeridad y la recompensa?
¿Una larga y posible vida,
una calle por la cual resulta incómodo andar,
un autobús dentro del cual
resulta incomodo andar,
un niño demasiado molesto
porque pide,
porque mira en tu piel
la suave tersura de los que comen,
de los que al salir del baño
encuentran la leche sobre la mesa
y un periódico que informa
sobre la cumbre de los presidentes?
¿Qué significa tener los pies sobre el suelo?
¿Un reloj que al girar sus manecillas
abre un gran agujero en la espalda,
un pastel de cumpleaños,
el llanto y la histeria
porque hoy no se tuvo
para entrar a una pizzería
y sentarse holgado
y comer ensalada
y olvidar que mañana no se tendrá
ni siquiera para dar lo que nos sobra,
ni para sentir
el frío acostumbrado de las monedas?
¿Y qué significa ser un poco serio?
¿Qué nunca se habló de revolución,
que nunca se imaginó
la puntería de los fusiles
y el recorrido de balas
que entraban por detrás del cuello
justo por el sitio
donde los sueños nos hierven
y se piensa en segundos
en miles de rostros y situaciones
o en algún abrazo que se dio
sin saber
que ese era el último
el de la última vez?
¿Pero qué significa tener ambiciones?
¿Una rosa y amar los ojos más bellos,
ir de frente espantando espíritus,
abrocharse los botones de la camisa,
corregir la sonrisa que se nos va de lado
con un dejo de tristeza inconfundible,
un brindis,
una copa de cristal que salta
estallando contra el suelo
y sus diez mil pedazos
con cada uno
de nuestros diez mil reflejos?
¿Pero qué significa tener ambiciones?
Sin embargo
Sin embargo
llega el momento en que se informa
que la vida de uno no sirve,
no interesa,
no es posible…
Qué ha habido un gravísimo error,
que tratadilla la experiencia
o que el adjetivo elegido
no conjuga con los patrones
de la sintaxis y la disciplina.
Se informa también
que las nubes
nunca muestran forma alguna.
Que del papel
no se pueden hacer aviones ni barcos,
que para eso está el hierro,
el antiguo metal de la guerra y las cadenas.
Y uno puede romper en blasfemias
o tomar café despreocupado,
puede creer
que aun es demasiado pronto
para que lleguen los grandes cambios,
que falta algo de tiempo,
el que espera agazapado
con un puñal que cierra el paso
implacable,
o una puerta que abre al todo
al universo,
muy lejos de esta silla
de sus cuatro patas
y sus clavos justos.
8:00 a.m.
Llego a la hora en punto.
De esta forma, el tiempo adquiere
matices históricos.
Marco tarjeta
y busco a tientas mi escritorio.
ya no dirán nada, he cumplido con llegar
y esto para ellos
es suficiente.
Ahora me verán callar
iendo del baño a la fuente de agua,
de la fuente de agua al baño,
y no sabrán que transito siglos atrás
por montañas del Ponto y ríos de Mongolia,
acompañando a Julio César
y exigiendo
un desfile con elefantes y timbales.
Luchas atrás,
con Gengis Khan por una larga estepa
y un buen caballo,
con Ibn Batutah y Marco Polo
junto a valkirias que me ungen
entre los muertos de Germania.
Y nadie sospechará,
me dejarán tranquilo
con mi rostro atento,
dirán que cumplo
y me pagarán por ello.
El maquillaje del vidrio
Al reverso de la formica
subsisten segundos de acuarela.
Los picaportes en las salas
extienden su cromo
y vigilan estoicos
como cíclopes divertidos.
En las páginas del día,
bajo el maquillaje del vidrio,
sobre el hastío:
las mujeres esconden
un mundo de gavetas
y de amores creados
en el reflejo.
Cuerpo único
¿Cuánto vale un hombre sin su sangre,
sin las cosas que olvida
en un rincón cuando sale de casa?
¿Cuánto vale el hombre
que alquila su alma
por un infinito de carne y hueso,
por ciertos minutos que son como el agua
o como los rostros que ven de lejos
enigmáticos
huyendo en las ventanas?
¿De cuánto silencio muere el hombre
al bajar del auto,
de cuál soledad se aferra
cuando se multiplica en vitrales?
¿Cómo sueña el hombre con los ojos abiertos,
cuando tropieza en el ascensor,
cuando pide disculpas,
cuando se sienta en su escritorio
y se levanta sobresaltado,
y vuelve a salir
confundido
entre los rostros
con su cuerpo único
entre todos?
Aquí duermen y se aventuran
Aquí duermen y se aventuran mis ojos,
como ciervos perseguidos
saltan y se lanzan
entre ramajes oscuros.
Materializo imágenes de latos muros
y agrietadas techumbres,
aquí mismo
los siglos convertidos en avenidas,
el viento exacto del verano,
las cuatro de la tarde
y un tropel de sonámbulos
apoyados en las paredes.
Algunos gritan,
niños semidesnudos espantan
a las picoteantes palomas.
El grito alto circula, expandiéndose
por los costados de la plaza:
un grupo de fuentes resecas
y los balcones decadentes
de una guerra intuida que jamás cuajó.
Aquí debieron tomar impulso muchos sueños,
conquistas,
una rosa lanzada al vacío
por una mano de mujer desencantada.
Daría igual –no me sorprendería-
que cruzara tableteando
un carruaje tirado por caballos,
que el aeroplano del `24
siguiera bombardeando las calles del centro
y que al mismo tiempo
una fila de esclavos con tristeza cantara.
Aquí están la bóvedas de piedra y cal,
las palmeras mestizas
y los tejados de la octava
o la veinteava generación del XVII;
hermosas mansiones
con la sonrisa aún petrificada en las marquesinas;
aquí un héroe, transformado al bronce,
al mármol
o vuelto al barro que en todo septiembre
arrastra el río.
No importa, es suficiente
recordar las formas por sus posibles nombres:
que Los Dolores es Venecia
o que La Leona es Toledo;
que El Berrinche es Masada
o que el Juan A. Lainez
es aquella colina en Stalingrado
donde nunca murieron hombres
añorando maizales.
Qué importa
un pequeño parque y sus cuestas,
la sensación de estar en ningún lado
apenas
las palmeras mestizas
y los habitantes traídos a la fuerza
con los labios rajados y la distancia
delatante en sus camisas de manta.
Aquí mismo,
en esta ciudad de nombre tan raro,
sobre su adoquín irrepetible,
Tegucigalpa entre brumas y cerros decapitados.
La tristeza de sus muchos puentes,
el acento extraño
de las campanadas de las cinco en punto,
la María Auxiliadora ya sin vitrales
y con sus portales llenos de mercaderes…
La angustia,
la zozobra de un anciano
en medio del tráfico,
el temor al silencio,
el terror al olvido.
Aquí es donde regreso
cerrando mi cuerpo
al descanso de mis ojos.
Pájaros
Se disipa, impalpable abecedario,
La rápida escritura de los pájaros.
(Octavio Paz)
I
Hoy los he visto a centenares,
dormitando en los recodos
en los quicios,
soñando un batir de alas
como pájaros
los hombres que a duras penas
esconden
sus plumas y sus cantos.
Garzas errantes
que regresan alfabéticas del oeste,
aves de rapiña
colores del paraíso
colibríes,
aves que nunca se sabe dónde mueren.
Hoy se han dejado ver
hombres de picos largos
y miradas variopintas,
carnavalescas imágenes
que saltan
transfigurándose en el viento.
II
Cae el crepúsculo
en la ciudad de los nidos,
el tramonto
semejante al bochorno entre el cielo
y un zorzal solitario.
Hoy se han dejado ver
en sus nichos de cemento armado,
en los alerones derruidos
en lo desagües de los estanques vacíos,
cansados,
queriendo desfallecer
entre naranjos y fuentes.
Pájaros, hoy los he visto a centenares,
en su miedo al revés sin montañas,
verticales,
algunas veces sombríos y altivos,
fugaces
pájaros inmensos que briznan la noche
y sueñan volando
con ser hombres domésticos,
con paredes, escaleras,
con camas
y encierros.
Sol
Giraflor que sigues
la estela
de planetas silvestres
al crecer.
Giraflor en medio
del campo vacío,
que te incendias
que abres abismos
para hundirte siempre
con la memoria en fuego
sin perdernos de vista:
órbitas y espirales,
jardines incrustados
de asteroides y tiempo.
Giraflor, enana blanca,
novaflor sin tallo
que cortada flota
en el mar oscuro del silencio;
como un eje de una sola rueda,
como un fósforo haciendo equilibrio
sobre un dedo acusador,
solo
solo
te vas extinguiendo,
incandescente flor
en la solapa de la muerte.
Año cero
Recuerdo el día
que comencé a creer:
A mi alrededor no existía nada
y en la distancia,
en medio de un campo
sembrado de amapolas,
Dios y El Diablo
se divertían
danzando.
Artilugios
¿Y si la vida viene a ser todo aquello
en lo que morimos creyendo?
Es decir, que la muerte
huela a flores infestas
y que tenga un cielo de cuartos negros
yY ángeles obesos.
¿Y si vamos hacia atrás
viéndonos de pronto
dentro de una pirámide,
repitiendo sílabas de halcones
y soles que se alzan
desde el principio de los tiempos?
¿Y si la vida es una escalera
de piedra amontonada,
obelisco que apunta eterno,
columnatas y pasillos,
basílicas que nos llevan al veneno
y al puñal
y al complot?
Habremos de aprender a soltar la lengua
en oraciones y resurrecciones,
arrancarnos el alma
y sellar con nuestra sangre
la boca de dioses hambrientos
que huyen al paso de cometas
para luego alzarse infinitos,
cruz de cruces,
higueras, razones,
artilugios que sólo un arqueólogo
daría interés
entre los escombros.
Responsorial
Señor, apártame de los amigos,
de ese rebaño blanco
que me conduce al matadero.
Estoy demasiado entre ellos
naufrago en sus yerros
y me provocan escalofríos sus ternuras.
Apártame señor
de los que me extienden su mano
sabiendo que voy manco,
de los que piden que no sea débil
aún viéndome vencido.
Ellos me persiguen
sin ver que lloro
de cuerpo entero cuando sudo,
que exprimo dolores
de agudas lanzas cuando lloro,
que deseo un lejano rostro
que no sea el mío,
confusas lengua, otros cielos,
otros sueños.
Señor,
como verdeantes espigas
me rozan y me cantan,
en carruajes de moda me llevan
y con prendas costosas me visten.
Líbrame Señor
de la sonrisa pétrea que nunca cede,
del refugio de los paraguas,
de la alegría fácil
y de las difíciles charlas de los cafés.
Apártame de sus rencores,
tibios como los rezos, fugaces
como las maldiciones en sus bocas santas;
arráncame de en medio de ellos
y hazme parecer intocable,
un ídolo de cuernos temerarios,
Señor,
un sin alma sin necesidad de tiempo,
sin necesidad de ti, incluso,
para que estas palabras
no las tomes como amigo
y quedar al fin de cuentas
sometido
a merced de tu indulgencia.
Casas del Guijarro
Estas son las casas incólumes,
las vírgenes,
las libres de pecado.
Son las que no vieron
la muerte y su ojo,
las que durmieron hasta tarde
y pidieron jugo de naranja
a la misma hora.
Éstas
son las casas del alba,
con persianas intactas y fantasmas
que escucharon óperas
mientras el cielo rugía.
Aquí la aspiradora
tragaba motas de hastío,
los perros jugaron a saltar los muros,
los teléfonos repitieron
la cita para el té
mientras las mujeres se estiraban
con su alma impermeable,
y los hombres discutían
sobre el atraso del vuelo
que los llevaría a Nueva York.
El hombre infeliz
Resulta fácil
reconocer a un hombre infeliz.
Su pecho gira como un cubo
de diversas dimensiones,
ángulos y vértices
los caminos hacia su alma
tienen el margen abismal
de los abrazos posibles.
Su casa es grande
y de fórmulas y alambres cubierta;
nada de ella con vida se escapa,
ni los ecos
ni la noche que dentro de ella
euclídica se fragua.
Es tan fácil golpear su mejilla,
una palabra de amor lo desbarata,
el paraíso se rompe
y caen pedazos
de sus guardias de bronce.
El hombre infeliz
engorda recuerdos
que saca a pasear por las tardes,
recuerdos rabiosos que muerden el aire
y que se van abriendo paso
a dentelladas tristes
y a torpes gemidos vanos.
La muerte de la caña
La muerte de la caña
es dulce y contagiosa:
basta rumiarle un poco su blancura
para comprender
que no fue de azúcar en la sangre,
ni de altivez
ni de insolación
ni de la tajante herida de la zafra.
La muerte de la caña
va más allá
de los cortes y escupidas,
de las vueltas que dan los bueyes
al exprimir su alma.
Basta que la mires
de pie y nudosa,
enjuta en bolsas plásticas o en venta,
sonriendo libre
-por fin libre-
de sus oscuras raíces
y del peso del cielo
sobre su espalda.
No son palabras
Nos son palabras las que me faltan,
son palabras las que me ahogan
y se vuelven silencios
rebullendo bajo la piel
con fragor de mares partidos,
y se hacen gigantes en los huesos
y crecen
y uno va creciendo con ellas
hasta no aguantar los dientes,
las fronteras de las puertas
el espacio sideral de las calles.
No son palabras
las que no pronuncio,
son tormentas que aniquilan
incendios
mil ejércitos que braman bajo el cielo,
mis palabras
las que nunca faltan
y me ahogan
cuando las vuelvo silencios.
Péndulo
Por la tarde
el sol afiebra los ojos
dándoles brillos extraños.
Uno tiende al sueño
con más frecuencia que los demás,
busca entre las nubes
minutos en vuelo
y cree sin dudarlo
que al perderse, adquieren forma de estrellas.
Esto inquieta.
Galaxias pendulares marcan
gigantescas tristezas.
Retumba el cielo.
Creo que algo se ha roto
entre el espacio y nosotros:
la felicidad
suele ser más frágil y pequeña
de lo que siempre
habíamos supuesto.
Frente que roza otra frente
Pequeña:
invierno solar, gota de fuego que resbala,
transparente letra,
hilo de seda.
Frente que roza otra frente,
retorno del eco
palidez de niña bajo relámpagos.
Vas cortando las aristas del tiempo
y me dibujás en él con trazos blandos,
me considerás
y tratás de comprender la noche
por las estrellas
que van quedando sin brillo en mis sueños.
Pequeña,
agua sencilla y delgada,
cortina que el viento aprieta contra la ventana:
estás aquí,
rompiendo en minutos contra el reloj,
avanzando sigilosa,
resquebrajando y trasnochando
las cuatro esquinas de mi lecho.
Mano que apaga las luces,
que escribe en mis versos
que cae,
que cierra la puerta
que borra,
que se aferra absoluta
al trébol distante
de las mañanas húmedas de agosto.
Pequeña,
nieve de cuentos daneses,
tregua,
ventisca boreal y calma
de internos ríos;
ruta de los pájaros
que emigran al silencio.
Esta noche es un mar
Esta noche es un mar
oscilando sobre el mundo.
No son constelaciones,
es cardume de peces
en perfecta armonía,
son corales haciendo espirales,
algas por nubes,
mareas por vientos.
No es la luna en el cielo oscuro,
es la medusa cíclope desnuda,
la anguila relampagueando
y la ballena con surtidor de cometas.
No son estrellas fugaces las que caen:
son náufragos ahogándose
que aún les brillan los ojos,
es el mar nuestro de cada verano,
clamor de sueños
noche gigante sin continentes.
Jonás
Ves que voy saliendo
pez sacado del agua,
de sus entrañas blancas y espinas,
del miedo
la asfixia
la nada.
Ves que voy saliendo
perla intacta sin brillo,
luz de boca cerrada
ojos que no lloran ni miran.
Ves que estoy afuera,
acerca tu oído a mi boca,
rumor de océano y viento
caracol profundo y perdido.
Poema que la muerte espera
Nada es para siempre,
aceptémoslo,
lo eterno se inventa
para no vernos acabados.
Nada dura más tiempo
que una vida;
sólo las aves creen
que el planeta es infinito
sin imaginar que su vuelo
es inferior al de los astros
y que éstos, a la vez,
un día se opacan
y surcan vacíos el silencio
como el corazón de un hombre
que ha dejado de amar.
Por ello, cuando sé
que el amor es el primero en morir,
no dejo de sentir una extraña alegría,
saco una silla al patio
y entre las flores,
dejo a los gatos atrapar
y matar mariposas
en su juego.
El espejo
Por ahora
el grito,
la contundente arista de la piedra,
el visceral odio
y las plañideras formas de la ira.
Después
-ya lo sabemos-
el lavatorio de manos,
la contricción,
levantar los vidrios y formar de nuevo
el indolente espejo de la fábula.
El espanto
El hombre seguirá muriendo
aunque imagine,
seguirá perdiendo
sin importar su nombre,
trazará el camino
y sólo quedarán sus huellas.
El hombre ama para creer en algo,
esto es el tiempo,
nuestra comprensión,
el espanto.
Y todo queda atrás,
pudriéndose:
batallas, victorias
ojos que miran la noche,
tardes perfectas
letras,
la vida entera.
Puerta de tumba
Sobre un círculo de hojas secas
fijo con ardor mi ojo lupa.
De mi alma fuego
incesante juego,
las dejo correr aterradas,
las persigo sobre hojas blancas
silbando con ellas
para no verme
tan solo estatua,
punta de lápiz que levanta vientos
fríos, calientes,
olas bajo el pecho
que provocan remolinos
en mi ombligo
ojo sin iris
tercera mirada que negamos a luz,
puerta de tumba
caracol del miedo,
boca cerrada que nos habla
de hambres uterinas,
de palabras que un día
pronunciamos
a plena noche de feto,
con patadas bajo el vientre
de la madre
que nunca sospecha nada.
Alguien siempre nos espera
Alguien nos puede recordar
de manera perfecta,
esconder nuestra imagen
y guardarla con celo
bajo su almohada.
Alguien nos hace desaparecer
en segundos,
puede perdernos en estrellas
y cavar con nosotros
sus abismos.
Alguien nos mira
siempre que pasamos
y puede
-para asombro nuestro-
descifrar el morse de nuestros corazones.
Puede creer que somos
un poco de su aliento con figura humana,
una raíz pretenciosa
bajo sus muebles,
un agujero negro que no permite
que se le escape nada.
alguien nos roba
hasta el silbido de nuestras bocas,
se pasea con nuestros miedos
e infunde terror
con nuestros sueños.
Alguien siempre nos espera
al cruzar la puerta,
cuando juramos estar solos
o cuando al llamar por teléfono
creemos
que esa voz desconocida
debe ser
la de un número equivocado.
Mis palabras multitud
Está bien,
mis palabras deben ser muchas
y así, infinitas veces como ellas
han debido olvidarse.
No te lo niego,
yo no puedo mandar a callar
las palabras que amo,
si ellas saltan alborotadas
presuroso
las animo con una cuerda.
Si ellas se asoman a mis labios
Y calibran la altura
y dudan por la altura,
yo vengo y les grito:
¡vamos, vuelen,
mi niña quiere verlas volar!
Y así hago,
igual con todas ellas,
las más caprichosas,
las que nacen de pronto
sin capullo alguno y sin embargo
se posan en tu frente
como cientos de mariposas.
Es cierto,
yo no hago más que abrir la boca
mi grandísima boca,
esta jaula con portezuelas abiertas
y corazoncillos de aves,
mi boca de ruinas antiguas
y murmullos de insectos
entre sus grietas.
Esta boca multitud
-pero acaso íntima-
que alberga la eternidad
de las formas silenciosas
o acaso
la fragilidad de las promesas
mientras tomamos el café.
Ludis
La vida en un juego
en una cuerda,
la vida en un juego
sin tiempo ni ganes.
Tabla y dados, apuesto mis manos;
poeseo mi corazón por última vez,
riesgo a riesgo
alguien podría arrancármelo del pecho
y hacer caras o cruces con él.
No importa,
conozco las reglas
que esconde el azar,
el tarot del nacer
y la certeza del morir.
Aquí no hay pérdida,
entre tumbos y puñales
mi sonrisa es más clara.
Dejo al viento
el resquemor de mis dudas:
Los pájaros que cruzan la mañana
-bien temprano-
las llevan sin prisa
donde nunca estorben.
Las leyes básicas
Iniciar otra vez
qué fácil, digo,
escribir ahora sin sospechar nada
y con la experiencia toda como tinta.
Pareciera, nada incómodo
ante el fuego
o nada sensibles
los muchos hombres
que menguaron y crecieron
sobre fondos blancos.
Pudiera, tajante decir:
hoy es un miércoles
que nunca existió,
miércoles sin frecuencias
lejos de todo el ritmo biológico.
Nunca ocurrió
nunca pasó nada,
qué fácil, qué fácil…
sin embargo
cada una de estas palabras,
como elementos del universo
expandiéndose, chocando
contra los renglones del vacío
y forzando un roce que saca chispas
a la punta de mi lápiz.
Big bang,
rompo leyes básicas
en cada palabra,
cuando escribo no hay futuro
a pesar de ir hacia delante,
cada coma en dirección contraria
amontonando pasados,
huellas, sueños soñados.
Cada silencio,
antimateria pura que describe
lo que ya ocurrió
y lo que ya presiento.
Punto de retorno
Jamás se regresa,
volver es un jamás
que nunca cede.
Veinticuatro horas después
somos otros
creciendo inéditos,
buscándonos de la misma forma
cuando niños nos buscábamos en sueños
y no lo podíamos explicar
al despertar,
cuando el sol era blanco
y la gente comenzaba a andar
y ya no estábamos perdidos.
A ese lugar nunca se vuelve
por más que lo intentemos,
somos gente vieja
aún recién paridos.
Sol que fue encendiendo
Se fue el instante,
la risa, el estrépito;
la pasión que ciertas cosas
provocan en uno.
Pasó el torrente,
el bramar de la lluvia
explotando en los cerros,
las banderolas,
los pulmones más capaces,
las piernas sin huellas
y el lodazal emergente.
se fue toda una tierra
en los cuentos de la infancia:
el verdor matutino,
la voz de la mujer
en un canto sin dueño,
el camposanto cercado
por el musgo y sin huesos.
Se marchó el camino
para andar en otros pasos,
la pequeña vertiente
del sonido claro.
se esfumó el instante
en los ríos ascendentes del árbol,
en el caballo solitario
empotrado en la hierba,
en la calle que va quedando atrás,
en la esquina que doblamos,
en la mirada resuelta que se vuelve
parpadeante
como un sol que va encendiendo
poco a poco
el algodón de los bosques
y las nubes resecas del cielo.
Tiempo después
Debí ser más original.
tal vez
la obligué a recordar
amores pasados
con mis únicos delirios,
con mis únicas palabras.
Tal vez
las palabras de un hombre
sean siempre las mismas
y seguramente,
las mujeres se cansan
de las mismas razones,
del mismo cielo arriba,
de atarse a sueños ajenos
y piensan en ello
y callan…
pero no olvidan.
Galileas
Volvés,
intentando un conjuro que arrase,
que suspicazmente destruya.
Volvés…
Orión inclina su constelado sueño
haciendo brillar un vientre
que conociste ya tiempos.
Kinnereth se llamaba,
agonizante
recontaba abalorios
de un amor perdido:
¿lo recordás?
Hace muchos años
y a despecho de Kefar Nahúm
su esposo,
vos sedujiste sus aguas,
las amansaste
hasta el punto de andar sobre ellas.
Responsorial
Señor,
Dios que te he conocido tanto
frágilmente
Señor: que jamás te conocí tanto.
Profundo,
como llega la luz a los huesos
en los brazos abierto
y vueltos hacia arriba,
profundo
desde la raíz convertida en copa
en ramas abiertas
y vueltas hacia arriba.
Señor,
Dios que me estremeces alto,
sutilmente
que jamás me acerqué tanto.
una noche de muchos años
arrastra los pies
llena de vacíos;
aquellas estrellas de cielo claro
sin hermanos, sin madre,
aquella noche sin padre
de ojos claros…
Señor: Dios que rechacé tanto
absurdo,
Señor que desvarié tanto.
Conducido de la mano
una piel rugosa y unos dedos blandos,
caminaba hasta el fondo
de la nave central,
perplejo
ante el dorado ornamento
ante el vía crucis
y la abuela hincada;
Señor,
habían columnas de blanco barroco,
cuadros antiguos
y un niño absorto
en laberintos sagrados.
Dios,
la tarde,
Señor,
los árboles secos
a través del ventanal,
un silencio continuo que reptando
bajo las bancas
llegó despacio hasta mis pies.
Dios
los coros,
Señor,
las empedradas calles
cubiertas de eucaliptos.
Y yo creía en la razón pura,
en la ausencia,
creí ajustado
al vaivén de mis pasos,
superficial,
un hombre que ignoró
la evolución creadora
y discutía
los millones de siglos,
los segundos de tierra.
¿Y cómo no tenía que dudar?
Los grandes saurios cayeron,
Francisco, el de Asís, murió;
pintemos un poco de viento,
clavemos al hombre común,
al vulgar,
al que no lleva fuego en los ojos…
Dios,
que jamás tropecé tanto,
Señor,
que la soledad es hoguera y quema tanto.
soy humano, es cierto,
propenso a emociones fuera de lugar,
un pequeño ente dispuesto a la diáspora,
al exterminio,
a morir devorado
bajo la burla de un circo.
Un hombre con gigantes en sus sueños,
pequeñísimo
por voluntad del prójimo,
insignificante,
apenas profundo
apenas superficial,
pero un hombre, Señor,
que jamás lo acepté tanto,
Dios,
que jamás me acerqué tanto.
Una isla
Una isla es inexpugnable,
a mar abierto o a cielos cerrados.
Deja a las olas
la furia del instante
y como el pájaro en el cielo
abandona a las corrientes
su cuerpo en vuelo.
Una isla es más grande que el mar,
por muy pequeña
un hombre podría llegar a ella
soñando mundos ignorados.
En lo inmenso, en lo turquesa
y en lo negro,
aguanta el clamor de las estrellas
y el silencio blanco de las caracolas.
Una isla,
una tan sola,
como el mundo, como el sueño,
va creciendo en las noches
y disminuyendo en los días
orgullosa, intacta, poderosa,
montaña exiliada,
una isla simplemente,
lomo de un mundo
que sumergido espera.
Rondas
I
Dicen
que los duendes se divierten
escuchando la historia
de una niña llamada Tegucigalpa,
que huyendo nerviosa
de los desmanes del invierno,
cayó destrozada
a los pies de El Picacho.
II
Cuando Honduras duerme
los niños guardan silencio
y le hacen rueda,
porque saben que ella
al soñar habla
y al despertar
enmudece.
III
Ella,
reina de las palomas
se evapora en mis silencios.
Ella,
mar sobre mí
que me deja lleno de sus olas.
Apocalipsis
Día tibio, buen paseo
por esta ciudad viva, casi muerta.
El fútbol baila y da sueño a muchos,
a cucharadas rebosantes
extiende rumbos e impone.
Entre el estribillo de una trompeta
la voz del hombre entre la gente,
por todas partes
el grito mayor y la estadística,
el diario, la limosna,
que la metáfora no existe,
que nadie necesita de ella.
Entre el frontal de la iglesia
y la espada de la plaza:
1732, 1815, 1910
los pardos orgullosos
firmaron la piedra
en la pila bautismal,
una burbuja de tiempo
que solo se rompe
cuando encienden la luz.
Entre el asombroso discurrir y venir,
como una hoja de metal
atravesando el agua
personas, hormigas,
avispero de bolsas plásticas,
manzanas de cuento,
uvas sensuales y eternas,
mujeres, Salomés que piden a coro
la cabeza del bautista,
el insomne de años
cuando no permitían a los indios y pecadores
pasar de la puerta.
Puertas de cedro, clavos y mitras enormes…
la multitud intensa, alegre, juglar, dominguera,
cestas de calzoncillos rebosantes,
calcetines en oasis de lana y poliéster.
Elías arrebatado en oro
por los carros de fuego,
mascar de hamburguesas
y ojos pequeños en ayuno de días.
Entre la Avenida Cervantes
abierta a pleno sol
un nombre, Lucía,
un apellido, Rosario,
tiendas de zapatos
y Tegucigalpa entre marcos
cuando era joven y esbelta,
irracional, nada frígida
se entregaba
entre Pacards y jumentos.
Las calles polvorientas,
la nostalgia en réplicas de vidrio y pino,
al por mayor y en blanco y negro,
el color original del latín
y del Quijote muerto.
Entre los coros de niños ricos
junto a san nicolases escuálidos
y afiches del Ché triste:
ojos de tierra adentro, variopintos,
tropicales,
sonrisas tímidas y sudorientas,
disfraz nórdico, rojo sangre,
blanco impacto,
vitrinas, escaleras, malos, feos,
árboles lumínicos,
estampas de la Time Square,
pelotas de fútbol, doradas,
nieve en durapax
que ni el sol perdona,
rimbombante, triste, algarabía,
triste,
un domingo en Tegucigalpa:
baraja, presagio, tarot de una carta,
guadaña…
entre las dos de la tarde
hasta la hora en que la luna se parte
y corta el cielo de un siglo yerto
y jamás concluido.
Reloj de agua y de arena
Cuánto tiempo viene
cuánto tiempo será,
cuánto tiempo nos queda
cuánto tiempo nos queda.
Tanto tiempo curvo
línea de tiempo y sueño
en las playas que rompen las olas
segunderas del tiempo océano.
Padre tiempo duerme
y nos sueña profundo el tiempo,
empuja y acelera
nos alarga y nos comprime,
tiempo refugio y sombra
tiempo de sangre y restas
que empieza a crecer inútil
y termina creciendo inmenso.
Inevitable tiempo abismo,
reloj de arena como el desierto,
tiempo de ser sediento
dunas y viento eterno.
Nada retengo
con esta mano abierta,
como el agua y la arena
pasa el hombre y su reflejo
lo que fue, lo que será,
lo que empieza a crecer inútil
y termina creciendo inmenso.
Pacto viejo
¡Adelante gente del pasado!
Hombres y mujeres de a pie:
bullangueros, trovadores,
esquineros, silenciosos
fumigados
exterminados, hijos del napalm.
¡Adelante!
Con nuestro peso derrumbando alambradas,
con nuestra luz de túnel,
con nuestros brazos, carboneros,
pendencieros, vendetodo,
armandamios,
peace and lovers, revolutsias,
estrellados, amantes, sofocados.
¡No hay lugar para el retorno!
¡Todos venimos empujando!
Apretujados, en vagones,
televidentes,
radioactivos, ametrallados,
sintéticos,
mendigos de los barrios,
menesterosos, hambrientos,
olvidados
realmente olvidados,
estrellas del vacío,
extras de la felicidad…
arriesgados, ignorados,
virtualizers, navegantes
solitarios, niños recién paridos,
úteros, óvulos, esperma,
gestación, largos meses, alegría,
adolescentes, solitarios, adultos,
mentirosos, arrastramasas,
incendiados,
recalcitrantes, asesinos,
bondadosos…
¡Adelante!
Porque este siglo es nuestro
a pesar de lo que piensen
del futuro,
de nosotros, de lo nuevo,
de los siglos por los siglos
amén.
Agradecimientos:
A Víctor, Rubén, Roberto Irías,
Indiano, Mayra, Cristian Sierra,
Wilfredo, Memo y a Pepe Luís,
Por creer, por hacerme ver mis debilidades
Y promesas.
Marzo, 2001