jueves, 31 de diciembre de 2020

Episodio 24: El 2020 se despide cantando


No hay otra forma. Con Esteban nos despedimos del 2020 en un mano a mano de gustos musicales, un repaso a los ritmos que escuhamos en el confinamiento, además de una reflexión sobre ello, en plática DJ... y con una canción final que produje estos días, por pura complascencia caprichosa de agarrar la guitarra y rockear. Muchas gracias a los que comenzaron a seguirme en esta aventura de mi Bitácora del Párvulo en podcast.


 https://drive.google.com/file/d/1WYklSNxgI_T4cLxaiNAkFmmZ6x_ME2GV/view?usp=sharing

sábado, 26 de diciembre de 2020

Episodio 23: Únanlo todo con el rock de Centroamérica

 


Quizá el brazo centroamericano del rock está demasiado extendido y no estamos en el centro de un continente. Quizá el centro sea otra cosa y sea invisible, pero en Rompan todo, el documental del rock en Netflix, simplemente borraron una región donde la contracultura ha existido -y en medio de un infierno- según el concepto que propone el documental ¿o el elemento político de cambio social con ayuda del rock solo ha sido un gancho de mercadeo para hacernos ver la serie? Centroamérica existe en la escena, y con Manuel Almeida, catedrático y podcaster puertorriqueño de Las Cosas de Losky nos vamos de lleno a dar nuestra opinión.


miércoles, 23 de diciembre de 2020

Cartonera Tica



El pasado 28 de noviembre, la Cartonera Tica presentó una colección de poesía latinoamericana en la que participé con la fotografía de sus portadas. Para mí ha sido feliz que Diego Mora, poeta tico que dirige esta editorial independiente costarricense, tuviera la confianza en mis imágenes y, aún más feliz que las imágenes hayan encontrado su nicho exacto, su función representativa. La poeta hondureña Karen Valladares está incluida con su poemario "Toca mi cuerpo".




 

Honduras: Mary Lester y su viaje al país, Rafael Murillo Selva

 

MARY LESTER Y SU VIAJE POR LAS HONDURAS HACE 140 AÑOS[1]

Una sombra de asombro cerró los ojos de Mary Lester cuando encima de su mula, terminó de abarcar la miseria del puerto. ¡Se lo había imaginado diferente!

Y es que cuando los cascos de las bestias se hundían en el fango, o levantaban polvo en la tierra reseca o se abrían camino en la maraña, en todas partes, por donde pasaba, desde Amapala hasta San Pedro Sula “la soltera” (Así se hacía llamar) observó cómo los macilentos y famélicos rostros de las gentes con la sola mención de dos nombres prodigiosos se transformaban e irradiaban una luz como solo sabe dibujarla la esperanza. Esas palabras “mágicas” se llamaban Puerto Cortés y el Ferrocarril Interoceánico.

 Se decían maravillas: Despegue hacia mejores tiempos, puerta dorada por donde entraría la riqueza. La fama del puerto y su ferrocarril trepaba hasta las crestas peladas de los cerros de tierra adentro. Para el pueblo hondureño ese riel milagroso que uniría los mares era la buena nueva que Dios enviaba al mundo con el nombre de Progreso. Al pueblo catracho, “el pueblo más macho” le tocaba también su partecita en ese gran “Proyecto Nacional”

Cuando se aseguraba que el préstamo estaba por llegar, que lo del proyecto era una realidad y que ya muy pronto... prontito el tren pasaría al lado de casas y de tierras, a los ingleses y al gobierno ya que esta vez, (era casi seguro) la pobreza se alejaría para siempre y con ello la derrota de un mundo ermitaño y pobre cuya semblanza tenía más parecido a la muerte que a la vida. La soltera acabó por consentir que vientos mejores se avecinaban para esta tierra que estaba recorriendo y que había anidado en su corazón.

Pero ahora que llegaba al puerto, una corriente de rabia cimbró su menudo cuerpo de maestra. Sus ojos no podían creer lo que miraban: chatarra amontonada, montañas de hierro en el muelle y en las calles, se asaban lenta pero seguramente bajo un sol que achicharraba. El milagroso riel, el ferrocarril interoceánico, dormían una siesta interminable. Pero no solo el hierro, la ciudad entera, al ritmo de un bostezo, se hundía entre el polvo y los pantanos. Eso era Honduras, el gobierno de Honduras, pensó Mary Lester. Este siempre quebrado país es un oasis para ladrones. Un ejército de buitres, prestamistas, ministros, licitadores, contadores y funcionarios de todas las calañas habían devorado casi la totalidad de los cinco millones, novecientos noventa y ocho mil libras esterlinas del crédito pedido a los banqueros de Londres y París. La construcción no podía continuarse y una deuda enorme, lastimaría como un fardo las espaldas de las gentes durante casi un siglo.

Sacudida todavía por la rabia, “la soltera” recordó los rostros buenos y sencillos que había encontrado en su dura travesía y pensó que una cólera más fuerte que la suya algún día les tendría que llegar. Para ese entonces cuando buscaba desde Puerto Cortés la manera de embarcarse hacia su lejana Irlanda, corría en el calendario el año de 1881.

 



[1] Texto inédito escrito en 1979.

viernes, 18 de diciembre de 2020

Episodio 22: La generación cambiante ante el urgente cambio

 

Una reflexión sobre la adaptación a los formatos digitales y a lo adelantado que ya iba la generación actual en el giro que el confinamiento ha impuesto a la sociedad digitalizada. Me acompaña en este podcast el historiador hondureño Edgar Soriano.

domingo, 13 de diciembre de 2020

Ser - Fabricio Estrada, relato

 

                                                                     Foto: Fabricio Estrada


Ser

 

La necesidad es insoportable. La Piedra. Tiene que ir adonde está la piedra. Busca el martillo y algo parecido a un cincel. Pedazo de hierro. Tosco, migaja de antiguas minerías. Servirá. La piedra despunta roma y lo llama. Sube corriendo hacia la pequeña colina en medio de la urbanización y llega resollando frente a ella. Al primer martillazo espanta a los niños que elevan barriletes en la cima. Segundo martillazo y los barriletes se alejan sin sus niños. Tercer martillazo y muchas horas después, astillada la noche y la piedra de la piedra surge la forma de un rostro humano gritando. Quijada abierta, se traga cada martillazo y surge bello y terrible, el grito. Mudo, el grito.

Baja sudoroso y los vecinos siguen sus pasos a prudente distancia. Toda la noche los martillazos. Cualquiera haría de su rostro un pedazo de piedra para picar, destrozar, derribar lo humano de su gesto embrutecido. Se desploma en el sillón, cierra los ojos y de nuevo siente que mira hacia afuera. Un árbol de tallo grueso. La respiración empieza a tensarlo como vela en una balsa hecha de los restos de naufragio. Toma un hacha y siente del árbol, por primera vez, toda su exigencia de ser cortado. Corre hacia él. Mientras avanza ve las nubes, y desea alas para llegar a ellas y amasarlas. Alcanza a ver el río atravesando la colonia, allá abajo, puentes y grandes postes y cables. Mis tendones, piensa. Mis costillas. Sigue corriendo y los vecinos lo ven pasar con su hacha apuntando al centro del tronco. El primer hachazo. El segundo. Las primeras llamadas a la policía. El tercer hachazo y la hora siguiente haciendo un arco limpio en su espalda brillosa. Debe respirar y continuar luego de aguantarse todo lo que ve en la tierra. Quiere tener más de dos brazos y manos, escarbar, buscar el agua, moldear, hacer todos los objetos del barro pegajoso. Cántaros, ollas, estatuillas, una máscara para dormir tras ella. La tierra, ay, la tierra que se ofrece. Está muy agotado, pero ahora falta lo último. Otro hachazo y ofrece la primera idea de un hueco. Astilla por astilla se abre paso hacia la forma de un espacio exacto donde cabe de cuerpo entero. Mira a todos. Desde las puertas de sus casas murmuran y se van ocultando al ser vistos. Sus ojos empujan, remachan, hunden hacia las sombras sus presencias. Sombras. Ausencias -piensa-. Nunca estarán. Serán. Solo eso. Regresa a casa, toma el libro que lleva leyendo y releyendo una semana entera y con él llega al hueco del árbol derribado. Entra en el hueco y coloca sobre su pecho el libro abierto. La frase subrayada. Quiere dormir antes de pasar a la siguiente página. Antes de ver el mar y querer destrozarlo y abrirlo en canal. Dar un paso adentro de él. Correr dentro de él. Desecar el Pacífico.

Alguien se atreve y se asoma al hueco donde duerme. Lee con el rostro flácido. El libro es de un tal Heidegger -alcanza a medio gritar. ¿La frase? “Ser es explotar en el universo”.


F.E.

jueves, 10 de diciembre de 2020

Episodio 21: Una conversación en ciencia ficción

 

En estos días en que simpáticos monolitos aparecen por todo el planeta, traigo a mi podcast el chat-adaptación que hiciera para 2001 Odisea Espacial y Farenheit 451, un epílogo que publiqué en Blancas Piranas, en el 2011. Escuchemos a Arthur C. Clark y a Ray Bradbury en esta imaginaria conversa en la que colaboración especial de André Marcel, amigo boricua.

https://drive.google.com/file/d/1VwHpkxuGqDxgzFbk--UuepVntD3rNfhc/view?usp=sharing

domingo, 6 de diciembre de 2020

Carta abierta a Maradona de un guanaco - Antonio Cienfuegos

 Les comparto un sentido homenaje del escritor México-salvadoreño Antonio Cienfuegos. Hablado así, como al lado del asado, en el patio y viendo el partido del Boca contra el River, o aquel partido de México 86.

https://carajo.cl/carta-abierta-a-maradona-de-un-guanaco/

Episodio 20: Honduras, en la lista de espera


 Desde la lectura de Akropolis, de Valerio Massimo Manfredi, hago un contraste con la experiencia de desesperanza vivida actualmente en Honduras y, también, hago una pequeña crónica sobre mi propia experiencia en el 2012 -cuando fui candidato en las elecciones primarias para mi municipio- cuando yo les preguntaba a los campesinos ¿qué es Honduras para usted?