Houdini vuelve a casa
Fabricio Estrada
A
Francisco Ruiz Udiel
Sólo es libre aquello que existe por las necesidades de su
propia naturaleza y cuyos actos se originan exclusivamente dentro de sí.
Baruch Spinoza
Me
esforcé en esperar / Pero mi corazón ¿puede hacer esperar a mi corazón?
Husayn Mansûr al-Hallaj
Te he dado las llaves del reino
Beebe,
Arkansas. Cerca de la medianoche del jueves, durante el fin de año, miles de
mirlos muertos cayeron sobre esta localidad de 4 mil 500 habitantes, a 50
kilómetros al noreste de Little Rock.
El 30 de diciembre
cien mil peces aparecieron
flotando
muertos
sobre un río de Arkansas.
La gente iba a las orillas
a recordar la última vez que
vieron algo parecido,
rodearon a los ancianos y no
concluyeron en nada.
El 31 de diciembre
cinco mil mirlos alas rojas
cubrieron las planicies de
Arkansas,
cayeron en parvadas
como lluvia invocada por los
antiguos.
La gente salía hacia los campos,
miraba el cielo
y consultaba a los indios de las
reservas.
Los Ketoowaahs callaron
y no concluyeron en nada.
Muy lejos de ahí,
-en el centro de una Managua
voráz-
el poeta desataba el último nudo.
Se liberaba.
Se revelaba clave
de todos los sucesos extraordinarios
acaecidos durante esos días.
Pleamar
Hay tumbas que están cayendo al mar.
Hoy precisamente
hoy que recuerdo a mis muertos,
a mis muertos que imagino juntos
dentro de un autobús que se va de excursión
al mar
con la comida preparada
y la ansiedad de las olas.
Las islas Marshall serán engullidas por el Pacífico
y sus habitantes
tendrán que buscarse otras tierras,
emigrar en su canoas
de la misma forma en que un día
tomé mis cosas y me largué de la infancia
Un autobús me ha traído y llevado
siempre al mismo naufragio
a la misma orilla que recorro adentro
con muertos
que las olas
me
devuelven.
Album
Antipatrio mató a
Ares
Ares era su hijo
Antipatrio hijo de
Filemón
Filemón hijo de
Arcadio
Arcadio abuelo de Antipatrio.
Ares murió
desangrado
Ares hijo de
Antipatrio
Arcadio bisabuelo
de Ares
mató una vez un
ciervo
y bebió de su
sangre.
Filemón tuvo un
solo hijo
Antipatrio
Antipatrio lo
miraba regresar y se escondía
regresaba Filemón
padre de
Antipatrio
Filemón el sexto
hijo de Arcadio.
Arcadio mató una
vez a un ciervo
el ciervo era hijo
de Arcadio
salía con él a
cazar
todos decían que
Polifemo era como un ciervo
porque Polifemo
corría y no se dejaba agarrar
Polifemo era hijo
de Arcadio
Polifemo tío abuelo
de Antipatrio.
Polifemo se
interpuso entre su madre y su padre
Arcadio quería
golpear a Terencia
y Terencia
lloraba.
Polifemo dijo que
no
le agarró el
machete a Arcadio
y éste no lo
perdonó.
Ares soñó que
cazaba
junto a un viejo
que parecía su padre
Ares tataranieto
de Arcadio
Arcadio padre de
Filemón
Filemón padre de
Antipatrio
Antipatrio padre
de un ciervo
de sangre caliente
y espumosa.
Es
igual a sí misma
cuando
la vemos en los álbumes
Es como aguantar la respiración
es como tomarse una foto
posarla y repetirla y nunca salir bien.
Es como llorar
para adentro
como un corazón disecado
expuesto a los dardos de un niño.
Es como un niño
reflejado en una tuba
es como oler un ataúd
antes de pintarlo
es como seguir al acomodador
y de pronto perderlo
tropezar con las sombras
y ver pasmados nuestra silueta
agrandándose fuera de sí
liberada en un cielo blanco.
Es como la luz infartada
en las bombillas rotas,
es como el sabor del sepia
como la prisa de las nubes
que de pronto se congestionan
se tropiezan y llueve.
Es como los globos
sí, como los globos que se escapan de la feria
en un sorteo de tristezas,
es como sucede
cuando pasa
y ya.
Es extraña la muerte…
Es
De
la doble naturaleza del espíritu
Otro me va creciendo
bajo este nudo insoluble
me crece en las uñas
en el rostro que
como un jardín abandonado
se enmaraña de hierbajos.
Otro que palpa a oscuras
la cóncava fosa
me va creciendo
con los huesos encogidos
y el cabello incontenible
agrietando el silencio.
Cada mañana lo espero
en su palabra nueva
y apenas recibo una sombra
el imposible gesto
de explicarlo todo
en su desesperado abrazo.
Del
cómo un ejercicio de respiración nos lleva a Spinoza
"Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y
su sabiduría no es una meditación de la
muerte sino de la vida" (B.S.)
Y no vendrás a
decirme
que
la vida termina
con
un tordo que llega y se estrella
en
la claridad de los muros,
que
el tiempo es imán perfecto
para
destinos inefables
y
que el latido de dos amantes
nunca
nos traerá el eco
de
lo que alguna vez fue verdad
o
simplemente el atisbo medroso
de
flores eternas.
Nunca me será
necesaria La Enciclopedia
para
aceptar la simpleza
de
un pájaro derribado por mis piedras
o
un amor
que
arranqué de cuajo
para
empalarlo
ante
el romántico sol de un crepúsculo.
No
es suficiente lo que veo y soy
para
entender el accidente
que
hizo de la estrella
una
mala metáfora de lo infinito;
respiro
y hablo,
advierto
y predigo,
y
aun así nada es suficiente:
los
planos se despliegan
y
en ellos nadie explica
dónde
se borran las líneas
o
dónde comienza el filo
de
este papel imaginario
que
me tocó en suerte vivir.
De
cuándo toco a la puerta y me espero
a RigobertoParedes.
In memorian
Al lugar que fui con esta puerta a mi espalda
dando tumbos y midiéndome solo
en los cuartos más distantes
donde nadie tocaría a mis hombros
o miraría curioso el cerrojo del corazón.
Al lugar donde abrí a las calles mi encierro de espejos y huellas
mapas de otros que intenté borrar
como del vaho perfecto un nombre o trazo de alas,
no importa,
pero fueron tantas puertas a las que fui en silencio,
tantas llaves lanzadas al azar
a la fuente de las memorias,
las puertas, sí, las puertas a las que fui como a una tumba
asignada
con un ramo de llaves y una señal de auxilio o espanto
con un resplandor parecido
al que lanza un cazador aterrado
de frente al minotauro.
De las tantas puertas que fui
y de las muchas otras que vine
-las arrancadas, o las que hurtaron del naufragio-
ahora sólo me
quedan goznes, quicios,
herrumbrosas
aldabas con las que insisto todos los días
sin recibir
un tan solo eco
absolutamente
nada.
Prodigio
de un ángulo en el cielo
Afuera
el cerrojo de las nubes.
La luz -prisionera sedienta-
da vueltas conmigo en el patio;
ocho horas se afilan
y pienso en grandes bosques,
en el pequeño vuelo de los cetáceos
antes de ser engullidos por el mar.
Sólo quedan minutos
y puntas de flechas
dispersas,
breves laberintos en los que Ariadna
toma la forma del cielo
y deja un rastro de nubes para Teseo.
Afuera, existe sin horario
lo que pienso.
Crece la piedra, transparente
despaciosa, casi caracol
y se endurece.
Del
por qué se elige morir un día cualquiera
Es improbable saberlo
pero el día arde y pareciera nunca llegar la noche
su noche o la nuestra
no importa,
pero un árbol gira en redondo
y una familia
cae lentamente de sus ramas.
Sacar la mano a la luz y probarla
llevarse la boca al dedo
y decirle al mundo
que es la hora perfecta,
la conjunción de los astros
aliñados perezosamente
en el naranjo reseco del patio;
y así morir,
como yesca de palmera
bordado de hormigas y silencio.
Nadie importa porque en realidad
nada importa cuando la vida
sigue llena de mundo y de astros
y las ventanas miran arder los días
y para los pájaros somos
aquella vaga presencia que, como árbol,
se enrosca lentamente
y a nadie sufre.
Se es y
oilá!
después nada,
una pequeña vibración en el viento,
el cotilleo de los pájaros que graznan
¡un árbol se ha esfumado!
y nosotros como palmeras
como si importara
como si fuera cierto.
La
tardía vibración de los cables
Ya viene el invierno.
Cada árbol cruje
casi hombres golpeados que han caído
en dos espejos de arcilla y sílice.
La bruma impide mirarnos.
Tomo tus manos con sed
y el río de tus brazos sigue,
tomo y,
extraño animal de brumas soy
una especie que se guía por sombras
o por las siluetas de la ciudad engullida.
Cuando regresa el silencio
vamos a mirar las máquinas
el enorme agujero
del donde nacerá otro edificio.
Miramos las máquinas escarbar
y su hierro carga con la tierra
que nos sobra adentro,
tanta tierra
para cubrir otros sótanos.
Suben y bajan los cables
y tus ojos los siguen
como a un cielo prometido.
Ya viene el invierno –te digo-
y vos seguís viendo al fantasma
de un animal que busca
al fondo de las cosas
un hilo de agua en el cual reflejarse.
Pausema
Y vi que cada signo
cada rosa inventariada en la carne
las mañanas
el instinto de saberme vivo
en pie
en manada
de paso por los puentes
estremecidos y oxidados
que los ciegos
y los videntes
que el suspenso de los tristes
de las manos y sus monedas
que todo
todo era consecuencia del poema
y no de la vida
que la vida era solo pausa
del implacable fragor del poema
del irrenunciable estallido del poema
solo pausa la vida
un lento movimiento
que conduce invariable hacia otro poema
que se yergue
que se hunde
y mientras tanto aparece
queda su viento para habitarlo
su sol
su inminente presencia para respirar
e intentar el siguiente acto.
Acto
2
Sombras
que se pudren en el suelo
Pequeña danza en tus pasos
De pie
en tu primer equilibrio
en tu primera sombra.
Hubiera querido
soplar el vidrio de la mañana
para guardar tu luz.
Dos pasos,
cuatro ondas sobre un mar
inmóvil,
el guijarro botaba delicado
desde mis manos
sobre los árboles hundidos,
sobre las últimas bocanadas
de un ahogado.
El patio era gigantesco.
La soledad en vos
no tenía forma ni adioses.
todo pendía en su madurez
exacta:
los frutos, el sol.
Vos descubrías los mapas
en las paredes
desmoronadas,
el viejo color de otra
infancia
y suavemente
el puerto
se iba acercando
a los barcos.
Cada vez el mundo
Shine on you crazy diamond – Pink Floyd
Cada vez el mundo
retorna al destello.
Una inmensa urna, el mundo,
y entre velas
tus manos apretando monedas
que no quieres dar.
Deja que los demás se
maten,
cada vez el mundo
retorna del viaje al que no
has ido.
De algún lugar somos
desplazados.
De algún exilio hemos
regresado.
Trae viejas cartas, el
mundo,
cada vez más ilegibles,
del viaje viene el destello
que hace girar los
diamantes,
el ojo preciso que gira
gira sobre el diamante
y nadie lo pule
así queda,
tus manos apretándolo
entre velas –viejo, Baruch-
entre mundos que unen
las viejas cartas
consteladas.
1
Llueve.
Es el mar.
Cinco
veces la luz del mar.
Toda
su lluvia.
Quietas
las venas de cada árbol
se
desangran
cristalinas.
2
Así
será,
y
yo sabré
que
mi espalda se sostiene
en
la débil
columna de un helecho.
Te
habrás ido
como
en mis manos
dicen
adiós
rozándome
las
espigas de cada junio.
3
Lenta
va la gente.
la
sombra baja de una lenta nube.
un
árbol frondoso y gris
el
día
nublado.
La
sombra cae.
El
fruto verdadero del árbol
es
su sombra.
Hay
sombras que se pudren en el suelo
y
hay quienes las recogen
las
limpian y se las comen.
Lenta
va la gente
bajo
el inmenso umbral
de
un gigantesco árbol.
4
Cuando
me pida agua
tendré
que ir a las cuevas,
desviar
el río.
Volver
hasta no desviar el río
como
Liang Rui
desviando
en canales la tristeza de china.
La
sinuosa y amarilla tristeza.
Vengan
diez años
o
un segundo
no
volveré
hasta no desviar el río
y
con él
otro mar
y
con el mar otras profundidades
otra
sed profunda que el agua no calma
que
ningún canal
desvía.
5
A
tres cuadras está el mar
-me
decían-
y
comencé
a recorrer
más
de mil cuadras en mi memoria.
Pero
no en toda orilla se encuentra el mar
aunque
todo lo inunde
aunque
nadie levante los cuerpos
de
tanta Alfonsina por todos lados.
Aquí
vengo
a
limpiar mis cabellos
igual
que un guerrero antiguo
indiferente
a la muerte.
6
Vi
a los panaderos
escondiendo
vidrios en la harina.
Los
vi amasar.
Triturar.
Cuando
el mar es de estaño
los
grandes panes de Job
surcan
despacio las costas
y
todos elevamos sus salmos.
Cuando
el mar se funde
con
la placa inmóvil del cielo
en
las dulces chispas
que
agujerean la noche
los
grandes mendrugos de Job
son
picoteados por las gaviotas,
pulverizados.
A
esta hora
alguien
parte el pan.
Mi
niño tiene hambre.
Extiende
la mano
en
la misma forma
que
desliza sus barcas de papel
después
de la lluvia.
7
La
gente en las orillas
¿cómo habitan en esa velocidad?
La
gente que ve desde las orillas
¿cuánto ve desde esa velocidad?
Las
orillas que se alejan
a
una velocidad espantosa,
las
casas en la velocidad
los
ojos en los cables
deslizándose
y arrastrando pájaros
soles
banderas.
Las
orillas que se alejan
sobre
rieles gigantescos
y
yo creyéndome
vivo
en
movimiento
cuando
apenas soy
ese
ídolo
enterrado y borroso
que
vigila el mar
desde
una playa del sur de Pascua.
8
Mientras
llegan
las
fuerzas expedicionarias
de
la nada
limpiaremos
las armas,
reforzaremos
los accesos
y
de paso
hasta
nos matamos
con
nuestra propia mano.
9
Días brumosos,
noches asfixiantes.
El verano le hace un vaciado
en su molde
a la ciudad.
El mundo interior convertido en pavesas
y sólo resta ver
el ascenso de esa ternura
calcinada.
Me gustaría ver a los gatos
echando alas,
inusuales colibríes,
suavemente
feroces.
10
Lo
sé
no
me cortaría
una oreja
pero
segaría
campos de girasoles
para
que el mundo quedara sordo
y
sin ningún astro
que
brille vegetal
desde
ningún lienzo
en
mil siglos a la redonda.
11
Como
el pescador
o
como el rebaño invisible
que
observa desde los abismos
y
se deja llevar
hacia
las redes.
Vos
dirás.
Yo
espero.
12
Dejo
que
los arqueros ocultos
en
el árbol
lancen
pájaros
en
todas las direcciones.
Cada
herida
llena
de espanto.
Un
pálpito
y
el rojo enramado
esparce
sus gotas
salpicando
el cielo.
13
En
cada plaza vacía
he
sido siempre
el
último turista en pie
absorto
ante
tu estatua.
14
Lloverá.
Nadie
lo espera
(
una
vez
te
hice feliz,
nadie
creía
).
Lloverá.
15
Y
en definitiva
es
el silencio
al
que debo saber contener,
porque
lo que te dije
estuvo
hecho
de
todo el silencio
que
nunca digo a nadie.
16
Y claro que puede ser tu abrazo
la mitad del mundo,
una isla
donde duermen antiguas diosas,
una mitad completa.
17
Un temblor.
Es la hora que se hunde
suelta ya del tiempo,
desnuda
ya sin márgenes.
Hemos visto mundo
y el mundo
a través de nosotros
-voyerista cerradura-
ha puesto su globo intrigado
sobre la fuga de todo lo que fue.
Buques hundidos
se deslizan en lo insondable,
un temblor
crea la órbita
donde el dios se hace Dios
o ausencia
o quizá toda la arena
echada en puñados al viento.
Hubo
un momento en que vi un universo de nudos
Es que quién no ha dicho:
un circo más que se va sin mí.
Alfredo Trejos
Sólo han sido un par de golpes
y ya ves,
escupo sangre como una mariposa de jardín.
Ayer desaté cuarenta nudos de velero
y hoy, al levantarme
destrabé el misterio en los candados de Tebas.
Para un fans que compra cada boleto de la gira
nada es suficiente,
aún me escapara de las mazmorras de dios
sabe que ya lo ha visto todo:
las flexiones, las inflexiones,
las reflexiones del ahogo
y las venas hinchadas del último segundo.
Entiendo la revancha que se acumula en los puños
del empleado bancario;
entiendo que cada grabado en los billetes
debe ser su país deseado…
Y eso no lo soporta más,
y más cuando advierte que poseo las combinaciones,
las contorsiones,
todas las llaves que sueñan los ladrones.
Viene a mí, entonces, y golpea doble,
gana la apuesta:
no he sido más que un hombre desesperado.
Las cadenas sólo fueron metáforas,
serpientes de ilusionista,
pretextos para burlar la vida.
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