Blancas piranhas
A vos, Zadick,
porque lo viste todo en slow motion
Tomen nota, prudentes y pías almas,
de la contracorriente en la vida
Edgar Lee Master
…las llevás en la piel.
Sos el río más contenido.
Las llevás como un río, entonces,
y todo aquello que caiga en vos o te atraviese
será devorado
sin dejar rastro.
Tips
para tu cita laboral:
No tengás miedo, ni dolor, ni nostalgia.
Sólo basta mantener el asco en su nivel de alarma y todo irá bien.
Demostrá un poco de lo mucho que has
caminado en círculos con Dante
y nada más.
Las llamas harán ceniza los
cuadros pero con calma y cinismo
podrás explicarlo.
Sos un santo al que nadie
reza,
un corazón de Jesús
trasplantado exitosamente.
El trabajo es tuyo.
¿Cómo nadar con pirahnas
confiadamente?
A: Evita encontrarte con pirañas desesperadas. Como suele ser, son tranquilas y tímidas. Muy raramente
atacan a un animal grande, a menos que estén hambrientas de verdad.
1
Instructivo para el primer día
de trabajo:
La espalda debe ocultar el
filo de las vértebras No debe crear pliegues en las mangas La mirada debe ser
la de un pobre perro hambriento
El perro hambriento debe
aparentar ser lobo El lobo debe aguantarse el gemido
El gemido no debe provocar
baba
La espalda debe tener la curva
de los templos vacíos Las manos deben rebosar de lana
Suave la lana
Suave el incorporarse
suave
sin manchar la alfombra
Please.
La primera impresión es la
que cuenta, mantenete presentable, no dejés la cara de náufrago, traete la
tabla rota y la sal seca en la frente.
No dejés a un lado el vapor
de recién horneado, mirá que sos el nuevo en la vida y lo de antes no cuenta.
Puro ensayo el antes, pura calistenia antes de los buenos toques. El antes era
un calendario enmarcado y una estampa de la virgen de los desamparados. Hoy sos
el póker de los que apuestan por vos y nada podés hacer, estás en el juego y
venís marcado.
Hace unos meses estabas
presentable, tranquilo, pero te faltaba el touch, te faltaba la reluciente
marca del lobo que no respeta a la ovejas. Hace tanto tiempo que esperabas
allá, bajo el sol, más parecido al Cabeza de Vaca en peyote que al rey de
lentejuelas que ahora brilla por cada poro… ¡Vamos! Mantenete en forma, no
perdás los despojos.
2
Por supuesto que he venido
hasta las puertas
giratorias
y he visto mi nombre
clavado entre colmillos que aprietan tiernos labios de sibilas.
Un tenue olor me ha
enseñado a reconocer
las manadas que recorren
las alfombras
como si fueran estepas
o una larga lengua de felpa
que conduce a la simpleza.
II
Sufre, bestia canalla,
huye entre los pastizales,
entre las uñas cortadas y el otoño minúsculo
de la piel que cae en los
escritorios.
Aúlla sobreponiéndote al
siseo de fotocopiadoras y al trepidante desgrane
de los teclados.
No cae la noche y ya se
oxidan las estrellas:
las ves diminutas como
punteros en la pizarra de tus ojos cerrados.
III
Ay, tierna cobaya,
oveja y liebre de todos los
mercados
¿cómo puedes compararte a
un Jaguar de titanio
con toda su fibra de vidrio
en tensión recorriendo el asfalto?
No temas, pequeña cría,
que tus gemas no brillen
dentro del pozo de lágrimas,
que tus gemidos se queden
afuera, en algún lugar del taxi,
o en la sombra nívea de las
cámaras de vigilancia.
III
Y por supuesto que he
llegado
y jurando, he respondido
que nada es más valioso que el trabajo.
He desgastado mis garras en
cientos de papeles,
he pulido la mirada
pasando largas horas,
lívido, ante las llanuras del vidrio.
Esférico y locuaz,
atestiguo al Prometeo que escupe fuego bajo el semáforo,
a la tristeza en las
mudanzas de familia pobre,
a sus camas encima de los
pick-ups, a sus floreros,
a sus peluches
polvorientos.
IV
Canto en la mañana de las
infinitas serpientes del tráfico,
a las cigarras que
encontraron salario sirviendo de timbres, al milagro de los murales una y otra
vez mudando de piel con palabras de fuego.
Dejo a los escritorios que
se aparean antes que enciendan la luz, dejo que se froten jóvenes gavetas y
picaportes voyeristas.
La ventisca de los relojes
no aparece en los pronósticos y sin embargo, de su escarcha entiendo lo que
deben sufrir los minutos, los segundos,
los días expuestos sin
ningún abrazo en medio de las estepas.
V
¿A que vengo?
¿Cuál es mi razón de ser en
este lugar?
3
Quizá, bajando de un avión en viaje directo desde
Nueva Zelandia pueda advertirlo.
Ni una sola casa está en pie: lo que vemos es la
forma de las casas en las nubes de polvo.
Nadie se ve.
Prefieren no delatarse con esa mirada acuosa de
las focas con su dulce grasa tentando a los arponeros.
Hace muchísimos años instalaron una enorme bocina
de alerta aérea en el Juana Lainez. Los bomberos la prendían.
Todos recordábamos que era hora de almorzar, y
los cadáveres esperaban su turno, cruzados de piernas en los muebles rojos.
Yo hacía la digestión subiendo al balcón para ver
los gatos. Amanecía, aunque tal vez, cualquier hora era amanecer.
Supe de la vida por los barriletes gigantes que
en noviembre volaban cerca del Estadio. Algunos tenían la forma de una manzana
encaramelada y los otros, revoloteban a su alrededor.
La alerta aérea se rompía las cuerdas avisando la
llegada del miedo y pronto, los bomberos corrían sin sentido alguno, apuntando
sus cañones a los niños bonzos.
Llovía. Era la primavera.
4
Tampoco es que las noticias
hacen que olvide mis crímenes primeros.
He sido recolector de
cadáveres como en Tiro, el pescador hambriento,
estrujaba púrpura para los
reyes.
No es la mañana suficiente
para un sol que lo desborda todo, así, el ardor de aquellos días cuando preciso
describía el músculo y el hueso la raíz y el nervio
el polvo resumido en los oídos
y el pensamiento anulado por el viento.
Quizá mi suerte fue lenta
arboleda que lo enreda todo y quizá he mostrado
demasiado deprisa mis claves.
Todos aman que el animal se
asfixie y que en su piel salten peces estremecidos.
Aman la certeza del último
paso pero mueren de sed
cuando el animal se libera.
La lengua desaparece de las
sonrisas
y los ojos se borran como un
mural antiguo que -oculto por miles de años-
recibe el oxígeno brusco de
alguien
o de algo
que disperso
ha comenzado a vivir.
5
La maquinaria se alimenta
obscenamente.
En los frigoríficos se
almacenan ojos de aquellos que miraron y miraron el enorme caudal de billetes
sin poseerlo. Cajeras de Burger King, cajeras de Credomatic, cajeros del On the
Run, bomberos de gasolineras, ejecutivas firmantes de contratos, cajeros de
Western Union, todos ellos y ellas con sus ojos ardientes e inflamados,
perdidos y cosechados.
Las mangueras succionan sin
prisa. La nube feliz chupada hasta el tuétano.
Las mangueras no escupen nada.
Bilis y lágrimas en el mejor coctel de temporada.
San Nicolás se aferra al tren
de los niños y cae, destrozándose las piernas. San Nicolás iba mojado para el
norte y los niños querían mimarlo.
Al hormiguero le rociaron
manzana raspada y no desperdician ni una caloría. Engordan, sudan... y las
mangueras succionan sin prisa.
Sigue sonando el delicioso fru
fru de los billetes.
Las oficinas se hinchan por la
tarde y luego sueltan a medio mundo. Llovió. Llovió y se alcanzó a ver algo
parecido a la lluvia.
Todos sabían que llovía,
pero era como en sueños.
B: Espera hasta la noche para entrar al agua. Si por alguna razón te aventuras a ir en aguas pobladas
por pirahnas en la temporada seca, espera hasta que caiga la noche antes de
tratar de cruzar un río o lago sin un bote. Las pirahnas cazan de día y duermen
durante la noche.
6
Cuesta un mundo reagrupar un
mundo que se había desatado, puesto en fuga. Imagino el galope de un caballo
sobre la noche de las pirahnas. Lo veo despedazado, segmentado por finos
acrílicos que le impiden a las vísceras irse con el río.
Es muy probable que en alguno
de estos cubículos se esconda un psicópata pulcro que ahora mismo se afila las
uñas con las teclas de su IMac.
Volver a levantar los
edificios de la vanidad, los bulevares de la indiferencia, volver a estrujar el
rostro contra el plasma del horario atroz.
Mantis, veo mantis por todos
lados. No es Matisse, no hay una sola pintura en el alma minimalista del corral
high tech. Afuera se planta digna una Llama del Pacífico, aunque de un momento
a otro lleguen a talarla en pro del Nuevo Diseño.
La mayoría de las veces reina
un silencio enorme en el cual gotea el pertinaz goteo de los teclados. Risas
aisladas, reticuladas, siseo de faldas finas y corbatas erectas.
La broma es un retruécano en
spanglish, y ya, comienza una magia fugaz que se deshace cuando llega el msn
con una fuerza implosiva descomunal. Brillan los dientes feroces.
Cada 15 minutos hay duchas de
perfumes. Zyclon-B para los restos de chusma que se pega a la ropa en los taxis
y buses.
Cuesta un mundo reagrupar un
mundo que huyó en desbandada hacia los montes, hacia el pasto azul del cielo.
7
Alguien vio en nosotros a los voluntarios capaces
de lanzarse del acantilado de Saipán.
Pero nosotros nunca creímos en los emperadores
que montan en caballos de lana. Preferíamos creer en los aros donde el tigre se
peina con látigos y fuego para luego terminar consumido, tan pequeño como el
carbón sobrante de una barbacoa.
Duele saberse partido en dos. Pocos lo confiesan, pero dentro de las
cajas del show la sierra del mago rasga, roe, sangra, y el traje queda hecho un
desastre y luego uno se tarda demasiado para subir los ascensores. Si entramos
a una iglesia vamos de rodillas, si entramos donde el jefe vamos humillados, si
subimos al faro somos simple mota que entorpece su luz, un indescifrable morse,
otra señal de auxilio pero nunca salvación, nunca puerto, nunca nada.
8
Zumba el salario, como un
cercano y esquizofrénico panal de abejas africanas.
No se pierde, en ningún
segundo, la cara de perfecto extraño al que se le caen las monedas bajo el
escritorio, y siguiéndolas, baja al tercer mundo de los escritorios y va
descubriendo, gozoso, la variación de colores en los distintos lodos de donde
provienen, se levantan y amanecen los fashion.
Hay manchas de la tierra roja
que se encuentra en la 21 de octubre, hay barro de las faldas del Picacho,
arenilla disuelta por los charcos de La Laguna.
Los fashion cruzan las piernas
cuidando no mostrar las suelas. La construcción del vestuario necesita de grúas
invisibles que deben encontrarse en algún rincón del baño.
Bajo los escritorios, se
acumula la broza de los malos acentos. Hay sacapuntas que le van sacando filo
al good morning y a la expression cool. Afuera suena una alarma aérea lejana.
La misma alarma que extiende los hilos por toda la ciudad, a partir de las 5:30
am.
Los fashion corren hacia sus
autos o a los taxis y procuran entorpecerse lo más puntuales en las aceras. No
admiten más sol del que roza las azoteas a esa hora. Cuando ya han logrado
llegar a las recepciones, el mundo desaparece.
Las calles proyectan el cierre
de una cremallera en slow motion.
Sin prisas. Sin nadie.
9
Nadie sale a ordeñar los
rebaños de niebla, por eso engordan y vagan perezosamente por los cerros. El
empleado alcanza a ver el enorme tráfico, como una cadena de montaje lenta cuyo
producto es la nada. Se suma a ella y se deja embalar, apretujar, ensalivarse
con las palabras atomizadas de los cobradores.
Una gigantesca bandera
invisible flamea en el centro de la ciudad.
Los androids desayunan viendo
hacia los monitores y así permanecen hasta que el bolo alimenticio resbala
aceitoso encima de sus corbatas.
En un pequeño espacio de
tiempo, cuyo resplandor es similar al de una iglesia que se incendia, muchos
voluntarios que sirven de estibadores, cargan al empleado y trasiegan con él de
esquina a esquina hasta depositarlo medio dormido, al pie de las puertas
giratorias.
Los rebaños de la niebla,
mastican lentamente los prados del horizonte.
10
En determinadas ocasiones se sufre un cansancio
de estatua. A pesar de ser un amaranto, el mundo pesa más que los rincones
vacíos.
En el desayuno me alimentaron con el polvillo
fino de las canteras. Avena de Carrara -me mintieron-, plumones de ángel
-insistieron-.
Bien pude crecer a las orillas del Estigio sin
embargo vino el viento y me llevó apretado a su pecho.
Cuando se iba la luz era la mayor alegría, era
como anunciar a lo grande un juego de escondidas eterno. Éramos sombras,
atravesábamos los patios, molestábamos murciélagos incesantes.
Yo tenía un sexto sentido para orientarme entre
las risas y así reconocer -en plena oscuridad- a los tristes.
Volvía la luz cuando yo estaba de frente con mis
preguntas, cuando las luciérnagas me acompañaban con su lenta suave y lenta
pirotecnia.
Entonces todo comenzaba a pesar y las piernas se
negaban a seguir
y despertaba.
En el desayuno, me alimentaron con panecillos
cortados de la santa cena. Desde ese día, el cuadro quedó incompleto. Roto.
Hueco.
C: No te desesperes. Estudios recientes han demostrado que las pirahnas se
sienten más atraídas por el movimiento que por la esencia misma de la sangre.
Así que para minimizar los peligros, nada con movimientos suaves y fluidos.
11
Tengo pequeños conflictos en
los cuales me es difícil razonar a tiempo.
Soy un perro rabioso entrenado
para detectar el olor de la policía.
Por años, he sido encerrado y
amordazado con la tela azul, entre pilas de uniformes y retazos de lona. En la
calle detecto cuando alguien se acerca, y entonces comienzo a echar espuma por
la boca y como araña, subo y espero en las paredes, como un grafiti cualquiera,
intermitente, como un rótulo de neón.
Tengo pequeños conflictos, la
mayoría de ellos inocuos.
Sentado frente al procesador
de la oficina hago detonar micro bombas de hidrógeno.
Toda la oficina es un atolón
en prueba perpetua.
No soy un perro en la oficina.
Soy esa luminiscencia que
irradia un calor benéfico y que, de vez en cuando, provoca bajones de
electricidad misteriosos.
12
Haz pensado en los ángeles de la guarda sin creer
una sola pluma de ellos. Tal vez existen los dinosaurios tridimensionales, tal
vez los héroes del Chinatown, pero los ángeles...
Apoyados en la barandas, los perdidos ven subir a la gente por las
gradas eléctricas. Las ven bajar. Quedarse inmóviles. Cada uno es un Jacob
arrobado que espera audiencia a mitad de la noche. Al pie de las gradas, y
durante todo el día, combates encarnizadamente con tu ángel.
13
Tengo la vista con más alta
definición del lugar. Casi puedo atravesar el simulacro.
Casi podría señalar las
grietas de lo invisible y bajar por ellas hasta encontrar la raíz tierna y
jugosa y masticar, masticarla ceremoniosamente.
No soy alguien que se deje
impresionar por los fragmentos. Jamás veo una ruina sin antes haber sentido el
terremoto o la guerra que redujera su orgullo a la mínima expresión de la
lástima.
Pues tengo la vista con más
alta definición del lugar. Abarca unas cinco columnas vertebrales de ancho por
tres aparatos digestivos de alto. Hay segundos en que cierro los ojos y al
abrirlos han pasado todos los trenes de alta velocidad.
Todos,
y no he tenido la rapidez de
elevar el pañuelo y decirles adiós.
Cada dos días hay menos
pájaros en quién confiar. Han pasado semanas, así que sólo me queda leer sus
vísceras, como buen augur, interpreto la forma de sus riñones y de sus
detritos. Mascullo oraciones incomprensibles para un espíritu del siglo XXI.
En ellas, existen nada más lo
mejores dioses, los más escépticos y enviciados con el video. Ellos se apiadan
de mí y comparten sus archivos.
Nos quedamos viendo a David
Lynch, toda la noche.
14
Mirando desde el brocal, no termina uno de
saciarse. La sed baja de la lengua y se va haciendo espiral espiral pozo.
El primer brazo esparce un cúmulo de estrellas
rojizas. Zumban los oídos mientras sigue el girar de asteroides, glóbulos,
grumos, broza inútil.
El pozo bebe luz.
Pronuncia la o más contundente del oso. La más
feróz.
La primera vez que fui al psiquiatra le pregunté sobre sus sueños y de
ahí todo fue llanto. Sueños húmedos -le dije- piense mejor en un desierto donde
usted sea el espejismo.
Así fue como regresé a casa con un cactus en lugar de un árbol de
navidad.
D: Mantente fuera del agua si tienes una herida abierta. Las pirahnas son sensibles a la sangre y por
consiguiente es más probable que ataquen a un animal grande si piensan que está
herido o muriendo.
Por consiguiente, no
las tientes con una herida abierta.
15
Al menos estamos muertos, y no
sentimos el enjambre de balas que zumban en nuestras heridas. Muchas veces, se
meten por la comisura de los labios como tábanos esplendidos, licuan plomo y
epidermis, y luego, saciadas hasta el asco, salen disparadas hacia el sol.
Todos los cuerpos tienen
colonias de balas bullendo entre sus huesos. Por la noches se multiplican,
rotan silenciosas en los túneles, se sacan chispas unas con otras.
Una bala es una palabra
impaciente. Su impacto desencadena crónicas brutales que van aglomerándose en
el papel hasta ser estrujadas por la multitud, vueltas bolas inmensas, noria
siniestra, nuevo santuario para el panal vibrante. Una bala supera las
sentencias de cualquier filósofo o profeta. Precisa. Encuadra. La perfecta y
última palabra.
16
Largamente posada, la postura es incómoda y no
deja ver por dónde entra el balazo de almidón. Te sorprende la curva que hace
correrse a las estrellas. Toda la galaxia corre hacia el rojo que nace en tu
costado, como un río manso, como una larga víscera que luego ovillan las
hormigas.
Haz sido demasiado impaciente en el conteo de las
nubes. Estas gotean y van abriendo un pozo verde en tus ojos. Ahí abrevan todos
los dibujos que mi pequeño guardó bajo tu almohada.
Para vivir, tendrás que sacar una ampliación de
cada fotografía donde aparezca la felicidad.
17
Nada he visto. Nada he visto
que no sea un monumento inagotable. Parquedad. Inexorabilidad. Un inmenso juego
escultórico para erigir la maqueta del diablo, demonio azul e infantil que
satisface su ocio con repulsa.
Tres niños pidieron dinero por
semanas para atiborrar de petardos su muñeco de Año Viejo, pobres niños, para
reventarlo, para meter en él toda la malicia y el vacío.
Milicia ingenua, pidieron
dinero por semanas, al pie de las gradas del peatonal, y nadie, nadie dio ni un
centavo.
El obeso muñeco de trapos se
inflaba por el viento mientras cientos aprovechaban para hacer su viaje al
norte, con una cantimplora y cientos de dólares marchitos.
Foto # 1: El obeso muñeco de
trapos junto a los niños.
Foto # 2: El caudal de
personas indiferente y los niños halándoles la costura de los pantalones.
Foto #3: Los niños se miran.
En Segundo plano, el triste trapo antropomórfico sueña con un corazón de
mortero, con unos intestinos de metralleta, con un cerebro de cebollas que
reviente como punto y estruendoso final.
A esa hora y de nuevo, en
algún lugar de México, la diáspora es conducida a cautiverio. Sueño con el
Ezequiel que saldrá de entre ellos para cantar la nostalgia, el pavor. Sueño
con Daniel y no sé interpretar lo que veo. Nada he visto en los leones hambrientos
que lo rodean. Nada. Todo secuestro terminará en masacre y puedo ver en los
rostros que voy recolectando en la calle a los mismos que de un momento a otro
decidirán seguir la huella de los cautivos. Una aseadora con su trapeador en el
centro comercial, un mensajero con su moto bajo el semáforo, una
recepcionista intensa de mirada, un pálido cajero, todos, todas se irán
para el norte, en un momento cualquiera, sin aviso. Sólo se irán y regresarán
en avión pagado, deportados, felices de su primer vuelo, de regreso al vacío.
Los niños están en el
pasamanos del puente peatonal. A su lado, el raquítico muñeco de trapo tiene
vértigo. Ellos lo levantan en vilo. Piensan en la navidad, en la vanidad, en la
dádiva huraña. Pero no hay navidad ni vanidad en el acto que ahora realizan.
Hay rabia, hay desilusión.
Foto # 4: El muñeco suplica
por piedad.
Foto # 5: El tráfico de la
hora pico.
Foto # 6: El muñeco es
lanzado del puente y arrollado hasta sacarle sus viejas cobijas, sus almohadas
renegridas, las franelas limpia parabrisas.
Foto # 7: Los niños levantando
las manos con el anular erecto: fuck maldita navidad!
Titulares en la prensa: AÑO
VIEJO ES ATROPELLADO EN BULEVAR CAPITALINO.
18
No hay dos metros de recorrido
que no presente un cuadro para Fellini. Bastaría poner la cámara en la
ventanilla y dejarla correr. En ella registrarías a la banda de perros que
retozan después del frío, a su amo, sentado en una piedra, con la boca abierta
y el hilo de la saliva formando un espejo en su pecho. Luego la cámara te
enfoca, mirás por el retrovisor y te ves pasmado, con una frase de Bukowski que
de pronto ha hecho del libro un bloque de mármol. Querés volver a leer la frase
y no podés levantar tanto peso; las marmóreas páginas ya se metieron en tus
venas, y la frase, ¡por la gran puta! ¡la frase!: “Sus mentes están llenas de algodón . Se tragan a Dios sin pensar, se
tragan la patria sin pensar. Muy pronto se olvidan de cómo pensar, dejan que
otros piensen por ellos. Sus cerebros están rellenos de algodón. Son feos,
hablan feo, caminan feo. Ponles la gran música de los siglos y no la oyen. La
muerte de la mayoría de la gente es una farsa. No queda nada que pueda morir.”
Sigue la mirada, globular
cinta que aprieta hasta llegar al zumo lacrimal.
Barberías, estancos, polleras,
tortilleras, colegios de secundaría, tiendas de ropa usada, todo apretado en
una sola cuadra, 100 metros planos en el record de los mil negocios en una
misma calle. Queserías, puntos de taxi colectivo, hotelitos, parejas
clandestinas, asados de carne, secretarías high life, pateritos, gerentes
encumbrados, enumerados, parodiados.
Y nada de eso quiere
aceptarse, nadie quiere hablar que forma parte del casting, modelo en los grafitis,
en la pátina del olvido restregada donde se mean los perros y los deslumbrados
por el amanecer.
19
No sé cuánto se practica para
lograr esa cara de asco refinado.
Los android se broncean en
algún tipo de zen minimalista que escapa a mis rastreos.
Hay un asco para cada cosa,
para el cansancio de las dos, para el hartazgo del lunch, lo importante es
hacer el mohíno y desplazarse rápido por los pasillos, sin mirar a los lados y
con los nudillos del puño bien pegados a la costura del pantalón.
Unas veces se habla con total
camaradería y otras veces se odia, con una intensidad láser que desconcierta.
Estiro el cuello sobre el corral y puedo ver los puntitos rojos en la nuca del
vecino. El jefe es un francotirador avezado, con su pulso inconmovible bien
pudo disputarle un par de medallas a Vasili Záitsev. O sos el lobo o sos el
nazi caído con los pantalones abajo.
El decorado cambia
constantemente. Frío verde, pájaros que vienen, dan su charla en los cables y
se van. No hay noticias y si las hubiera, se recibirían con el sentido de
extrañeza que un astronauta percibe cuando, flotando en la estación espacial,
ve la tierra y se pregunta ¿existe la muerte? ¿to be or not to be?
El asunto es que la mueca debe
ser perfeccionada a diario, frente a todos, face off.
De lo contrario, se corre el
riesgo de que los espejos revienten y que los teclados se conviertan en blancas
piranhas tatuadas, alfabéticamente.
20
Cuando amanezca, tendremos al
sol en oferta.
Cuando amanezca tendrás
cuádruple saldo en tristezas, vida en red, satisfaction.
Has visto pasar 14 san
nicolases a dieta, 14 frentes fríos y todos los asedios de la melancolía en
ataque frontal o en movimiento de pinzas.
No hay oberturas ni cañonazos,
pero basta interpretar el vibrar de las hojas para entender la música de los
sordos. De esta forma, una arboleda arrancada de cuajo viene a ser como un
Vivaldi desatando el verano.
Cuando entre el día y el sol
aburra, promocionaremos la luna, sortearemos las estrellas.
Dulzura, dulzura, pequeña
dulzura, no existe niño al que no se le haya perdido su mejor juguete, por lo
general un trozo de madera, una caja insignificante, una cápsula de munición
que a sus ojos se presenta como el santo grial de los enanos.
21
Cuando busqué imitar a las casas, bandadas de
pájaros se estrellaron contra las ventanas. Era un firmamento lo que mostraba
en mi frente y los jardines levitaban sin remedio.
Mi hijo juega con su sombra toda la tarde. Yo le
he cedido amplios corredores para crear su reino y sin más, él incrusta
caracoles en los mapas de la humedad. Sus castillos resbalan o huyen. Algo vivo
quedó en el nácar que no se resigna a ser espejo de las maravillas.
Nada puede evitar que choque contra los postes
del alumbrado una vez que decido irme al bosque. Los pájaros me siguen, susurrándome
viejas nanas que escuché cuando era mi hijo quien jugaba en mí, como una
visión.
Un salto y han temblado las frutas en suspenso.
La mordida es un eclipse funesto que revela gusanillos blancos e irresistibles.
22
Ayer por la noche te vi,
escualo blanco, merodeándome. Algo sangraba en mí que te atraía
inexorablemente.
Te vi acercarte, detenerte. Sobre
ti, dos rémoras se aprestaron a bajar pero la corriente del golfo se hizo
poderosa y tortugas, mantarrayas y cangrejos pugnaron hacia adelante y te
obligaron a alejarte.
Mi herida coaguló.
Fui como un esqueleto de pez
abandonado en la arena. Te seguí con mis cuencas vacías y supe de pronto que
regresarías y así lo hiciste, girando sobre ti mismo, enfilaste de nuevo hacia
mi torpe rincón de mar. Bajaste la velocidad, mantuviste la sonrisa en tu
cromada dentadura y te marchaste.
Fui un patético esqueleto de
pez husmeado por el espanto.
E: Haz un sacrificio. Como último recurso, puedes intentar crear una
distracción al colocar el cadáver de algún animal o un gran pedazo de carne
corriente abajo del lugar por donde deseas cruzar.
23
De pronto es el desierto y su
vórtice invisible. De pronto las nubes, con sus lanzas retraídas, hacen el
círculo y nos dejan enfrentados, al sol y a mí.
El sol gira en su carruaje
chirriante, me azuza a escupitajos. Las nubes responden a cada estocada con
trompetas de luz. Ahora peso doble y me hundo hasta las rodillas.
No he pedido que me desnuden,
cuando abatido, converjan las hienas en mi carne.
No he pedido más pira que las
palabras atroces. No he pedido más podredumbre que mis palabras jamás dichas.
Algo sé del silencio que se
enrosca en las madrugadas y que luego salta, relampagueante, hacia el rostro de
las estatuas; algo sé del silencio, no me lo expliquen. Ya las nubes
reiniciaron la marcha.
El sol se sube a los cerros.
Grita enloquecido, exige un nuevo muñeco de sal.
24
Dos hombres con camisetas
naranja se cruzan en la esquina.
Ninguno de los dos tenía que
ver con el otro. Se apestan, como antiguos fantasmas egipcios.
Uno lleva un diario enrollado
bajo el brazo y el otro unos papeles de tramitador que le sirven de parapeto
contra el sol.
El de camisa naranja lleva
hambre. Y el de camisa naranja va saciado.
Ambos ven la explosión del día
y son empujados por su onda expansiva.
Su caminar es a media prisa.
Nadie los espera pero el asunto es caminar hasta el filo de la tarde y luego
sentarse. No reparan en la coincidencia.
No se imaginan el uno al otro.
Sus camisetas naranjas son de
segunda y las prefieren para los días de sol.
El periódico enrollado trae
malas noticias y algunas veces se empuña, como arma. Otras veces es una
estafeta para llegar en equipo a la muerte.
Dos esquinas no pueden reunir
tanto albedrío a la misma hora.
Cuatro esquinas no pueden
convertirse en cuatro espejos. Sólo el hombre se repite. Sólo dos tipos
desconocidos podrían vestirse igual y encontrarse y no suceder nada.
25
Cada día un nuevo plan.
Regresar río arriba, a contracorriente de los
árboles talados por la inmensa sierra del horario.
Salto de una rivera a otra y todo se va
acumulando en la sorpresa de verme, equilibrista magnético, con el libro de la
selva rehaciendo el descombrado.
Los troncos se van apretando y alzándose
alrededor de mis pies. La corriente los empuja y sin saberlo, forman un dique
de amplias luminiscencias, una pared para roer, agua y clorofila empujando,
empujando.
En unos minutos todo se probará demasiado frágil.
Arrastrado por el estruendo, estaré de nuevo en
la transparente cárcel de burbujas.
26
Prefiero las terrazas que están cerca de los
aviones. Cierro el libro y pronto siento cómo aterrizan uno a uno en mi pecho.
Las garzas suben como blancas llamas en la
hoguera de los cipreces y los aviones las arremolinan hasta hacerlas polvo.
En 1857 el Cosigüina echó cenizas durante muchos
días. ¡Y tantos pájaros erraron sus rutas, atravesando el cráter,
consumiéndose!
Cuando pasaron los temblores cayó nieve y Willian
Welles escribió que no había conocido ciudad con tanto viento y gente tan
curiosa por los acentos. Todo era superlativo: las comadronas, la tristeza de
las calles, el enorme sentido de la vacuidad y del comer en el suelo. Pero las
miradas, las miradas desde las ventanas como hervidero de pirahnas, eso sí que
llegaba hasta los huesos.
El Cosigüina lanzó polvo transparente durante
muchas noches. Desde entonces, Tegucigalpa fue una especie de Pompeya, ruina
hipócrita.
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Existen días especiales para descender
correctamente o para lanzarse en un boongie infinito. Cuando esos día llegan,
debe conectarse al sistema nervioso todo el aparataje de Pink Floyd y cortar
con las noticias, que en sí, se deciden siempre por lo viejo.
Hay mayores razones cuando se cae en un boongie;
el vértigo es, esencialmente, la velocidad del futuro, el carrete roto, el
rompecabezas que se arma en contra del viento.
Se han visto tiranosaurios rex entre los velos de
la caída, se han visto trenes repletos de indocumentados, clase palco, clase
voladora con máscaras de la lucha libre.
Con la fuerza centrífuga se pueden hacer hermosos
diseños. Con la sangre a borbotones y la fuerza centrífuga de todas las
mandíbulas.
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Esto de arrancarse los botones
del esternón y mostrar el forro de los pulmones.
Esto de romper el cinto de la
pelvis y deshilar la costura de los muslos e ir siguiendo la rotura y amarrar,
y crear el puente muscular a pura fibra, hilada tras hilada tejiendo la manta
cruda del invierno artificial.
Esto de imaginar al pescador
del Ulúa que no imagina, que sólo percibe la blandura de un cadáver que platica
con los peces, burbuja a burbuja en su morse triste, el pescador del Ulúa o de
la miasma del Choluteca, que se imagina regresando a casa con un cadáver para
el sembradío, espantajo descosturado, prócer de los pájaros, amuleto para
cuervos.
Esto de sacar la cabeza del
bolsillo y fumársela con cautela. Esto que amarga el almuerzo y es un grano de
arroz donde está escrito tu nombre, tu nombre en la feria antigua bajo la
rueda, la rueca, la perilla que abre todos los misterios.
Esto
es
impracticable.
Messenger entre
Ray Bradbury y Arthur C. Clark
(…holy
shit, conseguimos el password)
Moon Watcher (Clark): Hola Ray
Fénix (Bradbury):Qué cuentas Arthur?
Moon Watcher: estaba pensando en el mañana y
Fénix: muy raro en ti, no?
Moon Watcher: hey! recuerda que la imaginación se
desencadena libremente cuando se considera lo que podría ser la evolución
última de la inteligencia…
Fénix: sí sí sí: “no en diez mil años, ni en cien
mil años, sino en millones de años”, siempre lo repites…
Moon Watcher: ¡estás un poco escéptico hoy Ray!
Fénix: pues con tantos aviones tronando en el
cielo y con tanta guerra acumulándose es cómo para creer que no llegaremos a
mañana
Moon Watcher: si, te comprendo
Fénix: …
Moon Watcher: Ding Dong!!
Moon Watcher: ¡sí que puedo asegurar que tu silencio
lleva miles de años! te pasa algo?
Fénix: está bien, te contaré: ayer conocí a una
chica, me ha aturdido
Moon Watcher: biológica o mecánica?
Fénix: melancólicamente biológica
Fénix: regresaba del Ciervo Blanco, ya bastante
entrada la noche y, doblando la esquina hacia mi casa, una chica muy joven,
casi un fantasma, me preguntó de pronto si yo era feliz
Moon Watcher: tras cada hombre viviente se encuentran
treinta fantasmas, Ray
Fénix: noo Arthur, en un mundo en el cual uno se
despierta para ver la hora y descubre el reloj que le dice la hora, el minuto y
el segundo con un silencio blanco y un resplandor, se aprende a ver las cosas
con mayor lógica…no era un fantasma
Moon Watcher: desde el alba de los tiempos,
aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el
planeta tierra y ahora te viene a tocar a ti una que hace la pregunta más
antigua de todas!!!! a ver, continúa
Fénix: pues yo no he hecho más que parpadearle,
hubiera querido contestarle inmediatamente que sí, que era feliz, pero las
palabras se me quemaban entre el asombro y las sombras de anoche
Moon Watcher: sinceramente Ray, creo que ella debió
haber sido una máquina de nueva generación, inconturbada por las codicias y
pasiones de la vida orgánica te ha hecho esa pregunta con absoluta simplicidad
mental de propósitos
Fénix: ummmmmmm
Moon Watcher: ya comienzas a dudar, eso es más saludable
que aturdirte por tan sencilla pregunta
Fénix: escucha Arthur, en cierta época los libros
atraían a alguna gente, aquí, allí, por doquier. Podían permitirse ser
diferentes. El mundo era ancho. Pero luego, el mundo se llenó de ojos
Fénix: de codos y de bocas. Población doble,
triple, cuádruple. Films y radios, revistas, libros, fueron adquiriendo un bajo
nivel, una especie de vulgar uniformidad ¿me sigues?
Moon Watcher: creo saber por dónde vas
Fénix: pues bien, la mecanización llegó por esa
vía, por la falta de hacerse, la disciplina se relajó, la Filosofía, la
Historia y el lenguaje se abandonaron, el idioma y la pronunciación se
descuidaron gradualmente…
Moon Watcher: claro, la vida se volvió terriblemente
inmediata, sólo el empleo cuenta, el placer lo domina todo después del trabajo
Fénix: ¡claro! y no va a ser un robot quien me
haga esa pregunta de si soy feliz o no!
Moon Watcher: sin embargo cabe la posibilidad de que el
computador de la “ahora supuesta robot” haya comenzado a cometer errores…
Fénix: no Arthur, esa era una pregunta
deliberadamente humana, una pregunta que aún y cuando se hubieran quemado todos
los libros y la Filosofía jamás hubiera existido, igual se habría hecho en lo
más recóndito del ser
Moon Watcher: tienes razón, los homínidos, aunque no se
dieran cuenta de los parentescos familiares, a la hora de la pérdida de uno del
grupo debieron sentir un vago desasosiego que era el antecesor de la
pesadumbre…la presencia del “otro” o de “lo otro” siempre ha sido la identidad
de la felicidad.
Fénix: te lo juro que me quedé hecho un monolito
Moon Watcher: pero qué…te hizo la pregunta y se marchó,
así, sin más?
Fénix: me habló de otras cosas, del absurdo de
los turbo-reactores, de echar la cabeza hacia atrás y dejar que la lluvia
cayera en la boca…de observar los pájaros y coleccionar mariposas…
Moon Watcher: interesante chiquilla
Moon Watcher: habrá que observarla y a ver cómo
evoluciona
Fénix: te lo confieso: sentí un poco de temor y
un sordo resentimiento, era como si me estuviera faltando al respeto
Moon Watcher: despertó tu conciencia, eso fue, esas
manías no nos abandonan a pesar de todo el camino andado desde que inventamos
el lenguaje
Fénix: puede ser
Fénix: fue como ir en el metro leyendo un libro
prohibido y que de pronto alguien gritase: ¡Ea! ¡Ese hombre va leyendo! ¡llamen
al guardia!
Moon Watcher: o como si alguien te estuviera
probando…midiéndote…acechando tus progresos en humanidad básica
Fénix: ya veo que sigues creyendo que esa
muchacha era un sabueso cibernético
Moon Watcher: jajajajajaja
Moon Watcher: y tu eres un hueso difícil de roer!!!
Fénix: jeje, en serio Arthur, esta chiquilla hizo
que acudiera inmediatamente al diccionario para convencerme de que existía la
palabra felicidad
Moon Watcher: al igual que los nueve mil millones de
nombres de Dios la felicidad tiene nueve mil millones de rostros…tal vez esa
chica era uno de ellos…el diccionario de la vida es infinito
Moon Watcher: y a propósito, te dijo su nombre?
Fénix: Clarisse, Clarisse McClellan
Moon Watcher: bueno, también pudo llamarse TMA-1 o HAL,
una esfinge como ella es innombrable e indefinible
Fénix: me gusta más Clarisse
Moon Watcher: ok, así la llamaremos. Sabes, debo
desconectarme
Fénix: igual yo, debo ir a comprar unos cerillos
para la chimenea, hace frío. Ten cuidado y mañana no amanezcas dormido en un
hotel de Saturno
Moon Watcher: pero Ray, si de eso te quería hablar!!!!
mañana
Fénix: mañana será otro día, y ya nos
conectaremos
Moon Watcher: de acuerdo, mañana hablamos
Moon Watcher: entonces por ahora no queda más que decir ¡al
infinito y más allá!!
Fénix: jajajaja te gustó verdad! por algo te la recomendé!
Moon Watcher: las posibilidades de la inteligencia me
hacen imaginar que la vida alcanzará mayores niveles. Sí, es una buena frase la
de Buzz
Fénix: hay que cruzar los dedos para que nunca se
queme…si los humanos guardamos silencio y dejamos hablar a nuestras fantasías
es porque hay que pensar en todo y mucho que recordar
Moon Watcher: por supuesto Ray. Buenas noches
Fénix: Buenos días Arthur.
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