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viernes, 27 de junio de 2025

Crónica intraducible de mi viaje a Zhungguó - parte 2

 


Una en un millón

Marco Polo cuenta de sí mismo en ¨El libro de las maravillas del mundo¨ que ¨el hijo de micer Nicolás aprendió tan a la perfección la lengua y costumbre de los tártaros (así les decía a los mongoles) y su literatura, que a todos causaba maravilla. Pues desde su llegada a la corte aprendió a escribir y a hablar cuatro lenguas¨. Cuando el libro fue publicado en Venecia, sus compatriotas se lo tomaron a risa y le apodaron ¨Marco miglione¨, Marco millones… de mentiras. Pero lo cierto es lo evidente que los siglos demostraron a los de la pequeña islita de mercaderes de Ta Qingguó, como así conocían en Catay a los occidentales. Todo eso se me cruzaba por la mente cuando me sorprendió la gran estatua de Marco Polo que se erige en uno de los patios de ingreso a la Universidad de Lenguaje y Cultura de Beijing. Ahí estaba él, vindicado como uno de los primeros artífices de la apertura al mundo de China, embajador de las lenguas, traductor universal de la más inmensa curiosidad mutua. Quería brincar de alegría y llamar en ese justo momento a Guillermo Díaz, allá en la Sabanagrande donde, hace muchos años, leímos juntos ¨El Viajero¨, de Gary Jennings, justo la novela histórica sobre los Polo y su llegada a Khanbaliq, luego llamada Dadu y finalmente Pekín. Por la noche le escribiría y le contaría de este inesperado encuentro y él me respondería al mensaje con un efusivo ¡salúdeme a Kublai! Y caramba, le saludé todo después, a los patos de los estanques en el bellísimo parque de las flores allende mi hotel, le saludé al trono del último emperador en la Ciudad Prohibida (Zǐjìn Chéng 紫禁城 ) y saludé a la eternidad justo cuando ponía mis manos sobre las escamas del dragón infinito de la Gran Muralla. Tenía esa necesidad de saludar, agradecer y palpar, poner polo a tierra a todo aquello que se desbordaba vertiginosamente desde los libros que fui leyendo en la infancia. Debía sentirlo en mis manos, la aspereza de la piedra gris, las hojas caídas de los mil árboles recién trasplantados en Beijing, las gotas de agua de la mariposa que irrigaba el patio al lado del Pabellón de la Armonía Suprema. Al fin sentía la traducción exacta en el lenguaje del tiempo y se lo iba contando a mi abuela, a mi madre, a mi tía Lauren, que aparecían desdobladas entre imágenes de nuestros viajes a Esquipulas, Guatemala, cuando llegábamos a aquel parque escuchando las innumerables lenguas mayas antes de entrar al santuario.

Y es que, también, no pude dejar de crear una imagen acrónica sobre cómo se vería el esplendor de México-Tenochtitlán de haberse mantenido la continuidad civilizatoria y se hubiera conservado el Recinto Sagrado destruido hasta los cimientos porla barbarie religiosa de los invasores. Así lo percibí en el primer golpe estético, al entrar a la plaza de la Ciudad Prohibida por la Puerta del Midi. Construidos ambos alrededor de la misma época (entre 1409 y 1420 la Ciudad Prohibida, y el Recinto Sagrado tenochca entre 1325 y 1519), nos hemos perdido de tener en Mesoamérica un incalculable centro de peregrinaciones continentales gracias a la devastación de los invasores ibéricos y sus aliados. Si Teotihuacán se mantiene en conservación y ampliaciones de recuperación ¿cómo debió sentirse la vibración arquitectónica de haber sobrevivido Tenochtitlán con todo y el Palacio de Moctezuma y sus canales? ¡pues así! ¡justo así!, me decía, y miraba la amplitud en dos dimensiones superpuestas, y lastimosamente, veía con los ojos de Bernal Díaz del Castillo para poder acercarme a esa coincidencia posible de estupor inexplicable que se alzaba en pabellones rojos, tejados vertiginosos coronados por dioses monos conjuradores de las tormentas y la avalancha de turistas internos, la mayoría llegados desde las provincias más lejanas de Zhungguó, muchos de ellos con la banderita roja en su mano de campesinos victoriosos que, contrario a aquellos invasores de 1519 en México, sustentaron el mandato de conservación de las autoridades para que el antiguo palacio que esclavizó y humilló ahora solo sea parte de un museo vasto, solo presente en la voluntad de no regresar jamás a él como vasallos.

Subí las gradas de mármol a comprobar el tiro de cámara de Vittorio Storaro, el fotógrafo de ¨El último emperador¨, de Bertolucci. Medí el plano con un ojo cerrado y encuadrando la palma de mis manos, como instruye el divino mandato de los que amamos el cine y, en seguida, me dirigí a la barda que separa la plataforma de acceso del Trono Imperial, el mismo donde el Pu yí de la película escondiera el grillo. Miré hacia atrás y pude ver la llegada de mis compañeros de Seminario, todos con el rostro iluminado más allá del inclemente sol que daba sobre ellos. Casi todos repetían lo que también yo me decía, como un tantra: ¨Esto es increíble, no me lo van a creer¨. Y sí, Marco Miglione regresaría a Honduras, y con seguridad le costaría un mundo, si no dos, detallar todo lo que vio. Mientras tanto, por todos los rincones del patio exterior, las más hermosas jóvenes vestidas con el hanfu (vestido tradicional que vive un resurgimiento luego de tres mil años de uso) buscan el mejor spot para sus fotos a publicar en sus redes sociales. Una hora antes, desde el autobús, miraba intrigado a las muchachas vestidas con hanfu dirigiéndose a los accesos del Gùgōng Bówùyùan  (宫博物院, Museo del Antiguo Palacio).

Creo que la pregunta más acuciante en mí era sobre el cómo no se contradecía la idea de una China Popular comunista con estas muestras de atracción hacia la cultura cortesana del imperio. Aquellas muchachas estaban en todas partes, en el metro, sobre motos eléctricas, caminando celular en mano y atravesando los pasos de cebra, todas ellas emocionadas por su inminente sesión de fotos. Y la respuesta estaba en la consigna del rejuvenecimiento de China dentro del cultivo de la tradición y el incentivo de la innovación regulada por las políticas centrales del Politburó. ¨China es nueva cada día, tanto que nos cuesta seguir su ritmo¨, nos decía el director del Centro de Sinología Mundial en su charla de bienvenida. Y es que el tiempo socio histórico que regula la Asamblea Popular Nacional actúa similar a la normativa de una China con un único huso horario (son las 5: am en Beijíng y son las 5:00 am en Kashi, ciudad en la provincia más occidental del país, aún y cuando para todos los demás países del área transcurra el sol del atardecer, pero en China sea el sol del amanecer). Así, lo nuevo converge con el pasado y con la idea de un futuro firmemente anclado en la voluntad política y en el empuje de profesiones innovadoras que esas mismas muchachas vestidas con el hanfu ejercen. Todas marchando sincronizadas tras el mismo sol. De esta forma, al quitarse sus hanfu, las muchachas del Tik tok continúan imparables en su búsqueda diaria de futuro, sin vanagloria cortesana, solo la simplicidad de disfrazarse un momento de pasado, apropiarse de sus siglos rejuveneciéndolos y aceptar las muchas Chinas que fueron para que la Revolución sea hoy el fenómeno político y cultural más asombroso del actual siglo.

Durante 400 años

los niños de Dadu

recortaron jirafas en papeles amarillos

esto gracias al cuarto viaje de Zheng He al Feizhou

Corría el año de 1414             sucedía algo histórico

y la primera jirafa no lo sabía

mantuvo alzado su cuello

hasta el mismo momento

en que fue obsequiada al emperador Yongle

quien la consideró altiva

por no inclinarse ante él

¨Así es su costumbre en las sabanas de Feizhou

no lo tome a mal, es como un dragón vegetariano¨

 -le susurró Zheng He

Los niños de Dadu

siguieron recortando la primera jirafa

que llegó a China

algunas veces con el cuello más corto

otras veces más largo

-del chirrido de las tijeras las urracas crearon su idioma-

pero el emperador jamás apareció en sus diseños

aun fuera él quien la nombrara qilin

buen presagio 

escalera para subir a la luna

luna en puntillas para mirar el mundo.


miércoles, 7 de febrero de 2024

Entrevista a Dark Barahona: Tegucigalpa como una milf

 


Tegucigalpa como una milf.

Dentro de un par de semanas Darwin Barahona (Tegucigalpa, 1980) presentará su libro Un dios underground, que es parte de la trilogía de la que también forma parte Uncle crazy y Sex devil, ambos inéditos.  Estaciones del hambre punk sería como su tour de force. Me ha dado la estafeta para que sea yo quien lo presente. Ya estamos buscando lugar, lo hacemos a lomo de caballo, disparando el arco a galope como los hunos o los cosacos de las estepas. Y de las estepas habla mucho Darko, incorregible viajero que se sumergió una buena temporada en Rusia, Ucrania y Alemania, para luego recalar en esta nuestra milpa, como tanto le gusta decir de Honduras.

Conocí a Dark (sí, tiene múltiples diminutivos: Dark, Darko, Xibalba Star…, así de polisémico como los apelativos que los eslavos le dan a sus seres cercanos) allá por el año 2002, cuando me invitaron a dar una charla creativa al Grupo literario ADAN, que también incluía a Carlos Palma, Dénnis Ávila, Carlos Ordóñez, Rodion Martínez, Guillermo Brune, Zadick Córdova y otros que, desde entonces, siguen siendo para mí piezas insustituibles de la realidad creadora literaria que me motiva a seguir haciendo memoria viva. Luego la noche fue el safari, la plática, el oráculo que hablaba a través de las amistades que convocaban y siguen convocando los bares del centro de Tegus. La narrativa de Darko está hecha de esta transhumancia casi dantesca y llena del abordaje gonzo que tanto apreciamos cuando se trata de darle crónica a la Tegucigalpa oscura que viaja con nosotros, hasta en las pesadillas.

Fabricio

Lo que tendremos ahora es una plática. Hoy es 4 de enero del año 2023, estoy con Darko, Darwin Barahona, narrador, cronista de crónica negra, así como su alias, un xibalba star.

Este término lo acuñaste en tus crónicas en Facebook, ¿verdad?

Darko

Claro, porque a mí me gusta llevarme mucho en el centro de Teguxibalba. Amo Tegus. Y una vez estaba en el Hoyo de Merrian y e poeta Novoa mencionó a Teguxibalba, y empecé a ver todas las escenas de un Xibalba Star… (risas, Rod Stewart en los parlantes de Paradiso: “Da ya think I’m sexi”) Y Florián… gracias que lo mencionés… Flor fue uno de los que más me apoyó, él me enseñó muchas cosas que yo no sabía cómo iba encontrar, libros como el de Christopher Bram, El padre de Frankestein. Digamos ese feedback que es importante para mí, a mí no me importa que seas millonario o no, si tenés un feedback conmigo todo va bien, porque sin crueldad no hay fiesta, como dice Friedrich Nietzche, y volviendo a remosntar ese tema de Xibalba Star es como… bueno, yo pensé que se lo había inventado el poeta Novoa, pero dicen que fue el poeta Vindel (Javier), nunca he hablado con él, pero es un término que ocupamos porque es un realismo sucio-patastera.

F.

¿La patastera por qué?

D.

Es que un día miré a mi padre en su camioneta. Por cierto, ese día lo chocaron, le pegaron por atrás y empezó aquella hecatombe de golpes y todo eso, porque le pegó un BMW y mi padre conduce una Ford tranquila, del año del culo y el tipo que lo chocó me deja sorprendido porque le dice a mi papá que él tiene un pijazo de títulos, y después los dos se perdonaron, entonces yo quedé pensando “wow, estos majes qué energía malgastada”. Es así. Patastera.

F.

¿Sos de Sabanagrande, del sur?

D.

Sacahuato, Sabanagrande, Los Infiernitos, inframundos y todo eso.

F.

Pues no tenías que ser diferente si venías de un lugar cercano a los infiernitos.

D.

Claro, Fab.

En ese momento interrumpen las cervezas, pero Darko también ha pedido un té. Tears for fears canta “Everybody want to rule de world”.

F.

Bueno, aquí estamos viendo la famosa combinación té con Piba (cerveza, en ruso), si los británicos le echan leche los rusos le echan cerveza -apunta Darko.

Contame como fue el proceso de Estaciones del hambre punk. ¿Está basada exclusivamente en Pio Rico (bar del centro, muy visitado por la movida del centro de la capital)?

D.

No necesariamente del todo, porque hay estaciones de cuando viví en Berlín, en Estados Unidos. Esa es una crónica de cómo era mi mundo… ahora soy más tranquilo.

Mientras sigue tomando su Piba-Té, hago la reflexión de que en las lecturas de Dark lo primero que se encuentra es una fragmentación de los tiempos y espacios en que él se mueve. A veces está hablando de un pub en Belfast, de una calle en Berlín, igual que de un estanco puro en el centro de Tegus. Le pregunto entonces ¿cómo asumís esa fractalidad?

D.

Mirá yo lo asumo como un camaleón. Yo soy un camaleón que agarra el color del momento, soy un escritor de método, me gusta experimentar, porque también ha sido muy curioso que he visto ultras, revos de todos los países (barras bravas de fútbol. En este caso se refiere a las barras de los dos equipos más importantes de la capital: Olimpia y Motagua), y hay un respeto que tienen conmigo por este libro de Estaciones del hambre punk.

En toda la entrevista nos acompaña silencioso Eddie Menzi, un músico de combate underground que por cierto momentos me escanea, como si Darko fuera el interrogador bonachón y él la oscuridad que me espera si trastabillo en una pregunta. Al final es un muy expresivo y entra en confianza comedida. Un gran artista. Darko lo mira cuando sube a su vaso de Piba-Té y lo mira de reojo. Lo presenta cuando le pregunto sobre sus relaciones o interacciones en Tegucigalpa.

D.

Eddie Menzi es uno de mis mejores amigos, es pianista (“estudio música clásica”, interviene Menzi), hace de todo.

No falta en ese instante mencionar a Zadick Córdova, el gran Valzak, duo dinámico de las noches de principios de siglo en la que junto a Darko y él nos embarcábamos en la noche de Tegucigalpa sin dejar de hablar de cuentos, zafaris y poesía mad max.

D.

Mirá, él es uno de los pilares, ha creído mucho en mí.

F.

Sí -le confirmo-, siempre te menciona. Me leyó hace mucho rato unas experiencias que tuvo en una plataforma petrolera en el Golfo de México. Decía que eso era bueno para agarrar carácter.

D.

No, es que lo que pasa, Fabri, es que cada quien sabe qué pedo.

Veo hacia la calle, reflexiono a profundidad sobre todo ese silencio que construye esta última frase. Dobo decir que he visto mi propia mirada en muchos cuando una comprensión inasible llega al grupo al decir esta frase lapidaria. “Cada quien sabe qué pedo” es una frase de sabiduría a la altura de un samurai que se apresta a dejar su familia para enfrentar su última batalla, o por igual, es un silencio íntimo que nadie puede indagar más allá, por pudor, por solidaridad. Algo así como en Saving Private Ryan el Cabo Upham -el peor soldado-aprende el trora [1]de la tropa (código cerrado, conjuro grupal para alejar amenazas o afianzar camaradería).

A mí me gusta tanto Teguxibalba, es mi ciudad -continíua Darko- , yo camino por todos lados aquí, nunca me ha pasado nada, “hey, ahí viene el Dark… pum!”, allá otro me saluda. Me gusta escuchar a los chikis. “¿Me puede regalar un libro?”, esto esto esto… ¡amo Teguxibalba! Para mí es como una Milf que quiere ser niña y anda con los ojos bizcos como Oh Fortuna. Mi abuelo siempre me decía este es tu país y a cualquier lado que vayás sentite seguro.

F.

Tegucigalpa termina aceptando a los seres de la noche, los protege de alguna forma ¿verdad? (Deff Leppard asume la música ambiente, “Hysteria”)

D.

Oime! La última vez estuve bebiendo ahí con los chikis, y me dijeron Darko… te protegemos.

No puedo dejar pasar la referencia de los chikis comentándole a Dark sobre los textos que abren mi libro de cuentos La Era Pre Schuman, Las crónicas del chiki. “Su lenguaje es autodeterminativo” -le digo- “una consigna espacial”.

D.

Ese es el futuro. ¿Por qué creés que cuando me dice un chiki, “hey Darko, mera pija, me gusta lo que hace”… yo siempre planteo un post. Me pierdo un mes y los chikis están de que u, hey Darko, qué pasó. Hacer lo que hago es como un acto de rebelión, es decir, hey, este es mi aporte a la sociedad. Anarquía, nihilismo. Hay momentos en que uno quiere desaparecer como Rimbaud, quiere ser como Gauguin. En post de Facebook he tirado tres novelas, en sincronía. No me quejo. He hecho otra reedición de mis tres libros. Flor (el poeta Edgardo Florián, ya fallecido) siempre me decía: puta maje, si yo vendo confites… lo extraño, porque si no hubiera sido por él no publico ni mierda.

F.

Contame, ¿Cómo se miraba Honduras desde el bar más perdido de Kiev?

D.

Hermoso. Sabés, Honduras significa nada en ruso. Y los majes me decían siempre Yuri, Yenka, Sasha… Sasha es un nombre privado, en público es Alexander… y me decían por qué putas no me llamaba Hugo, porque en ese tiempo estaba Hugo Chavez. La depresión que cargaban ellos es muy poderosa, pero yo sobreviví a eso. Yo los miraba leyendo a Pushkin, es un león… respeto mucho a Chejov y a Perlman, el creador de la ciencia ficción. (Suben el volumen en Paradiso, Guns n’ Roses toca las puertas del cielo}

F.

La intertextualidad es muy notoria en tu narrativa. Decime la intertextualidad que te brinda Tegucigalpa.

D.

Pues sí que tiene: ¡todas las personas con que me llevo… soy un ladrón de historias! Yo no puedo venir y ser puro, los chikis me dicen ¡ay, escribís sobre mí! Y tengo influencias de Waltz, hay que gente que dice de Bukowski, pero no, quizá Michel Houellebecq… Günter Gras también, leerlo en alemán es bien complicado. Yo estuve estudiando alemán por siete años, lo hablo. Y ni qué hablar de La Divina comedia. En mi círculo íntimo hablamos de cine, de música, pero tengo mis otros amigos que me van a llorar porque no saben ni pija, y tengo los otros que son buitres.

F.

Lo que has visto de cine ahorita ¿qué te interesa?

D.

Miré esa de Reptiles (dirigida por Grant Singer), me gustó. A mi me gusta el cine bien lento… sale Alicia Silverstone, y por cierto le mando un saludo a mi novia que se parece a Silverstone.

F.

Uy sí, el regreso de Alicia desde los video clips de Aerosmith, en su gran salto mortal de las musas resucitadas. Pues bien, Dark ha estado siempre presente en una generación muy mía. Puede ser como un Plutón del sistema solar, definirse si existe o no como planeta. Darko siempre ha estado en el circuito poético y narrativo de Tegucigalpa desde que yo tengo memoria. ¿Cómo te has sentido de no estar en el centro?

D.

Yo me siento complacido, porque crecí en un ambiente muy intelectual. Mis tíos les dieron clases a ellos. Mi tío poeta Fausto Maradiaga, Alexis Hernández, fueron profesores de ellos y eso marca un privilegio que tuve al crecer con las personas correctas.

Justo en este punto de la entrevista, por telepatía, Anita, la administradora de Paradiso, pone Crazy, de Aerosmith. Los retratos en las paredes del patio se estremecen, como hojas del árbol del bien y el mal enfrentando las ondas herzianas de aquello que no tenía previsto cantar Pablo Milanés, Serrat y todos aquellos que eran el fondo musical del Paradiso de los años noventa. Y no es que Aerosmith sea la moda hoy, es que cada quien carga su música, como si una ouija relevara la aguja de un viejo long play y a pura música adquiriera sentido este lugar de reecuentros y fantasmas. Darko retoma:

Crecer con mis tíos era increíble porque a mi primo Leo lo castigaban leyendo a Charles Dickens… pues entendí que no es que me sienta como Plutón, pero si entendí el mensaje. A mi me gustaba mucho leer a Dostoyevski, a Solyenitzin. Me gustan las maratones, no me gustan las carreras de cien metros, y yo nunca le dije a los amigos que seleccioné (que escribía), ellos se dieron cuenta por sorpresa.

F.

Definitivamente la literatura rusa es tu predilección.

D.

Davai, davai! Definitivamente tengo mi cultura vertebral en ellos. Me gusta mucho Mayakovski pero la mera V. es Pushkin. Leí El Doctor Zhivago de Pasternak, a Nabokov.

F.

¿Y cómo sentís cuando vas allá, a la aldea?

D.

Amo a Honduras. No publicaría en otro lado. Amo todo lo que produce Honduras, aunque sea gangrena. El Dios Underground trata de un tipo que es millonario y quiere estar en estado de coma. A veces creo que El Dios Underground son las drogas… el quiere estar en estado de coma y le pegan la vivida de su vida porque se encuentra a un doctor ruso, y lo engaña, y le roba los órganos. Entonces se vuelve un super héroe. Es el primer libro de la trilogía. Siempre está hablado en primera persona, como memorias.

F.

¿Qué necesidades ves en la literatura hondureña actual?

D.

Vivir. Vivir y viajar.

F.

Viajar no solo es imaginar, ¿no es así?

D.

Si vos tenés la oportunidad de ir a Tela debés imaginar la creatividad, porque sino te volvés operario. Ya porque sepás usar Photoshop o Illustrator no te hace diseñador gráfico, solo porque alguien te dice que sos mera V creando si no tenés feedback no tenés nada. Al viajar activás tu visión periférica, tu intuición se vuelve más tigre, más jaguar.

F.

Bueno, tenemos cuatro conceptos aquí: Tegucigalpa como una Milf, tenemos a Teguxibalba Star, tenemos el entender a Darko inseparable de la literatura rusa y alemana, y tenemos el sentido del viaje. ¿Cuánta de esa literatura que has leído has encontrado en Honduras?

D.

Mirá, eso es lo hermoso de Honduras. Es como mirar a Picky Blinders desde el ángulo de Arthurs, estamos en esa época. Vos sabés muy bien que todos somos un barómetro social, cada sociedad va a tener su narco pijudo o su artista pijudo. Vos tenés al narco que refleja lo que sos en tu país, y también tenés al artista que refleja a tu país (Dust in the wind, de Kansas, inicia sus arpegios. Casi veo la ventisca de polvo entrar por el portón, como aquellos polvos del Sahara que atestigüé en Puerto Rico). Eso es Darko Barahona. Me gusta ser como yo. Sin límites, pero también pienso en los niños, en la juventud y todo eso. Porque decime vos, ¿Cómo se llamaba el man que llevó la nodriza hasta la luna? Todo mundo piensa en Armstrong. Una persona se hace famosa cada diez minutos en el mundo, no sé, tenés al Facebook. Yo he conocido gente que sacó un préstamo para sacar una Toyota Prado y vive en el Hato de En medio (residencial capitalina)… somos la patastera.

F.

Como los dandys de Nigeria vestidos de alta costura entre los charcos. Full guajeados.

D.

La ideosincracia de nosotros es un fenómeno. Yo que he viajado, que entro y salgo de aquí, lo olvidás. Ahora que hay mucho venezolano y haitiano seremos un montón de fucking razas mezcladas. ¡Amo eso!

F.

¿Has leído la ciencia ficción de Javier Suazo? (“Cuentos de ciencia ficción del tercer mundo”)

D.

No fíjate. Por eso te digo que hay que conocerse, hacer feedback. He leído un cuento de Calton Bhrul, de Albany. A Giovanni Rodríguez. A Darío Cálix… Gustavo Campos es la mera V. Sólo te digo algo más: mi chica sabe que Dark Barahona odia los calcetines blancos y las luces blancas. Ella sabe que mis bandas favoritas de Black Metal son Satyricon y Darkthrone. Ella sabe también que no me gusta la impuntualidad y para rematar le gusta que hable varios idiomas. Fanculo tutti! La ONU!

El cierre musical ambiental no es de Black metal en Paradiso, pero no hay duda que algo de nostalgia romántica hizo que Darko recordara a su novia, así que los herz que carga de sí mismo le han dicho a Anita que ponga Whitout whitout you, de U2. La cosa termina al suave, entonces, fiel al sabor de la Piba-Té. Indefinible underground.



[1] Trora es la frase de “desactivado” que utilizabamos los niños hondureños para igualar una acción o recuerdo compartido. Por igual neutraliza una penalización en el juego de la patada en el que se debe gritar la palabra trora para evitarla.

domingo, 22 de enero de 2023

Episodio 101: Cuando Héctor Lavoe fue Juan Gabriel


Esta es una historia de barbería que habla mucho del sentido del humor boricua y de las imágenes que se superponen, desde la cultura de salida, en un recién llegado, obligado a pura risa a terminar de aterrizar.

Bienvenidxs a la quinta temporada del podcast !donde tu memoria pone la música!


 

domingo, 13 de noviembre de 2022

Episodio 98: El momio de Puerto Rico

El 3 de abril del año 2021, 22 momias fueron trasladadas del viejo Museo Egipcio de El Cairo, a sus nuevos aposentos de descanso eterno en el nuvo museo ubicado en la explanada de Gizeh.  Este hecho causó no solo problemas de tráfico en El Cairo, sino que también puso de cabeza a la maquinaria burocrática de la Duat o como otros lo llaman, el Necher-Jertet, es decir, el inframundo, donde Anubis sirve de aduanero. Esa noche, Anubis se dio cuenta que debía pesar de nuevo los corazones porque algo no cuadraba en sus cuadernos contables…

Los invito a escuchar esta rocambolesca memoria del qué sucedió y cómo llegaron las momias a Puerto Rico.



 

domingo, 4 de septiembre de 2022

Episodio 92: España 82 y el grito más fuerte de Honduras


 De antemano, les pido disculpas por las omisiones en nombres de algunos importantes protagonistas. Algo tan portentoso como el primer mundial de fútbol para un país como Honduras hace que las neuronas salten de felicidad al recordar y se pongan delirantes (como ya lo comprobarán). Confío en que su memoria llene esos vacíos y que, por igual, me acompañen en la reflexión sobre nuestras taras identitarias. Buscar esas taras es lo mismo que la niña que se busca tras el espejo en el poema de Antonio José Rivas.

Bienvenidxs a esta máquina del tiempo donde su memoria es la que pone la música.

https://drive.google.com/file/d/1eIjUYpEGxVBIg2DCi6KTEJePRhHfaPsD/view?usp=sharing

martes, 25 de enero de 2022

Un día de estatuas


Estatuade Ponce de León derribada en el Viejo San Juan






 Hace dos días fueron liberadas. Doce años de encierro. Sin embargo, fue ricardo maduro quien las apresó por primera vez, así que han pasado entre libertad y cárcel 16 años, los mismos años que duró el cariato. Sabemos lo terrible de nacer estatua, pero lo es más serlo del pueblo. En San Juan acaban de derribar a un Ponce de León corazón de cañon inglés, lo vimos en las noticias, aunque en Suecia es muy difícil ver noticias de esta zona de la monumentalidad. "Nada más invisible que un monumento" -dijo Musil, pero sólo basta rompernos en pedazos para ser visibles. Entiendo que hay mucha mala calaña entre nosotras. Buen mármol, pero el alma cuarteada, dirían algunos. Buen bronce, pero de molde nefasto. Vinimos a Honduras porque nos llamó la atención que por fin se liberaban estatuas, aunque ya Colón y Bonilla tuvieran su tunda y en su lugar se plantara orgullosa la estatura en piedra de Lempira. Hay material de libertad por aquí, y por eso quisimos atestiguarlo.

Todos estos años hemos visto caer bronce esclavista en Estados Unidos, pero ese es bronce de otros cuentos. Nos interesan éstas que ahora ven de frente a los niños aquellos que ahora se suben al regazo del obrero marmóreo. Hemos pedido testimonios y todo mundo coincide en que se han sentido niños de nuevo ante ellas. "Yo venía con mi familia a verlas, hasta que llegaron ellos y las encerraron". "Mi papá me subía a las piernas de una de ellas y a mi me daba por mirarla a los ojos buscando más allá del mármol... ¿qué estarían pensando?" "Para mí son el progreso detenido", afirma otra muchacha que se toma selfies junto a esa tremenda fuerza hecha escultura de mujer.
Hay malos días para los monumentos -que lo diga Ponce de León en San Juan, Puerto Rico- y hay esplendorosos días para otros - grita gigantesca y desde lejos la estatua de la victoria en Stalingrado. También hay estatuas que se ocultan en identidades falsas, como así le pasa a la enorme Démeter que se hace llamar estatua de la libertad en Nueva York. Es Démeter, levantando la antorcha para alumbrarse en el hades en busca de su hija prisionera, Perséfone.
No podíamos quedarnos en el City Hall de Estocolmo, ahí comentando en los pasillos lo que ocurría en Honduras y Puerto Rico. Tomamos la decisión de organizar un grupo de corresponsalía y venir a presenciar la liberación. Hace muchos años fuimos carpinteros, albañiles, mujeres trabajadoras y por eso sentimos lo que ahora palpita en el silencio robusto de estas hijas e hijos de Zamora. Se ven las huellas hundidas en el piso en ruinas. Flota el edificio entero del Congreso para darle respiro a los pulmones de carrara. Todos bailan alrededor de ellas, hay canciones como aquella tarde en Suecia en la que fuimos honradas.
Seguiremos informando. Se nos hacen fisuras de emoción. Esperamos que se libere de sus rejas a Juan Ramón Molina. Que vuelvan al mar las sirenas.
(*Decenas de bustos se ubican en los pasillos del City Hall- Stadthuset de Estocolmo. A primera vista se creería que son gente de las élites políticas de Sverige. En realidad son los bustos de los obreros que trabajaron en la construcción del enorme edificio: albañiles, carpinteros, mujeres trabajadoras. Es una de las muestras de respeto hacia el pueblo de las calles más impresionantes de la historia de la estatuaria. El conjunto escultórico del maestro hondureño Mario Zamora, estuvo fuera del alcance de la vista desde que la narcodictadura de juan orlando hernández decidió enclaustrar el recinto legislativo)
Fotos: Lesvia Eguiguren

miércoles, 12 de enero de 2022

De vinos y pinos



 El fin de semana pasado fuimos de visita a un supuestamente destacado sitio de degustación de vinos en Utuado, Puerto Rico. Los tres primeros vinos pues bien, pero al avanzar la degustación se me vino a la memoria una anécdota vivida en la ciudad de La Ceiba, Honduras. Estaba en esos días del 2013 ofreciendo un diplomado en Fotografía Documental, para la Unitec, y en el descanso intermedio bajé al "Salón de Eventos" donde se desarrollaba una actividad inusitada: Exposición de Vinos Hondureños.

 Ahí en las mesas estaban las muestras de todo tipo de "vinos", desde papa a naranja, desde yuyuga a ciruela, en fin, en vasitos de plástico ofrecidos a granel se desgustaba de la oferta a la gente vestida de etiqueta. La maestra de ceremonias, en pompa formal, hizo el llamado para dar comienzo al evento, y en la acostumbrada bienvenida a los invitados de honor llamó al estrado a un especialista en vinos francés que la embajada de Francia envió en representación.

Se trataba de que el especialista hablara sobre las bondades de la muestra, pero sin irse por las ramas el honesto especialista dijo: "Merci por esta invitación, me siento honrado, y solo quiero iniciar felicitando a los encargados de esta exposición por su esfuerzo en socializar la cultura hondureña del licor... porque, permítanme expresarlo claramente, con el respeto debido, pero estas muestras no son vino. El vino proviene de la vid, de la uva, y esa es su categoría absoluta: que proviene de la uva. lo que aquí estamos probando es guaré afrutado, o mejor decir, liquor de frutas... por cierto muy bueno, pero no vino...". El especialista alzó su mano con el vasito de plástico y bridó con el público anonadado. La maestra de ceremonias, entre risitas avergonzadas, le dio un simulado codazo al especialista francés diciendo "ay, mister, qué divertido es usted".

Debo decir que me retiré de aquel salón muerto de la risa y muerto de la risa lo recordé cuando en la cuarta tanda de la degustación en Utuado, sirvieron otro guaré, aduciendo que era vino entre forzadas explicaciones de hacer del pitorro algo surgido de la tradición vinícola. "Esto es pitorré, no viné" me decía entre risas, exactamente igual que lo que me provocó cuando supe que los pinos que tenemos alrededor de la casa en Pugnado Adentro no son pinos, sino casuarinas australianas (árbol de la tristeza) extendidas por toda la isla bajo el nombre pino. Antes de comprar la casa, Iris Alejandra y yo mirábamos con suspiros "los pinos de la casa de Heidi", pero fue un doctor cubano el que nos sacó del engaño. No importa, las casuarinas nos siguen pareciendo pino como el pitorré y el vino de papa nos sigue pareciendo vin, wine, vid. Hay creencias que vale la pena conservar en su ilusión. Ahí reside el juego de algún tipo de poesía del autoengaño.

El asunto es que las fotos que acompañan esta entrada sí que son pinos, y son pinos hondureños en Utuado. La primera vez que escuché a un puertorriqueño hablar de pino hondureño fue a través de la radio, la madrugada del 20 de septiembre mientras el huracán María destrozaba a fondo la isla. La radioemisora WKAQ 105 FM logró trasnmitir por breves instantes la voz de un desesperado residente de Guaynabo. Entre estática y ruidos de turbina dijo: "Esto se chavó (se fue al carajo), ya el huracán arrancó los dos pinos hondureños que sembré hace años en mi patio"... El señor detalló la desgracia que estaba ocurriendo con la pérdida de dos valiosos ejemplares, de esos que son tan raros por aquí y que por ello se aprecian tanto cuando se logran sembrar y ver crecer. Al escucharlo cerré los ojos. Vi las frondosidades de bosques de pino entre los que crecí, y también vi a los pinares que el gorgojo descortezador arrasó como otro huracán de minúsculas manías. Sentí que esos dos pinos de Guaynabo que se unieron al vuelo de los húcares y meaitos y árboles Marías y Ceibas, eran los representantes de mi miedo en ese momento.

Hace un mes que estuve en Honduras, y junto a mi hijo acompañé al equipo de pelota maya hondureño a Copán Ruinas, sede del Campeonato Centroamericano que reunió equipos de Guatemala y El Salvador. Todo el camino vi ese despliegue de bosques de pino que siempre aparecen intactos en mis recuerdos. Ahí iban los pinares, a lo largo de 400 kilómetros desde Tegucigalpa a Occidente. De pronto se me vino una reflexión: ¿por qué en la iconografía maya clásica no aparece ni una sola mención a los densos pinares del territorio mesoamericano? ¿Por qué no hay un solo glifo que lo describa o utilice su metáfora de rectitud, frugalidad en su forma y tenacidad insondable? Se lo comenté a Balám, (David Franco), epigrafista consumado y éste me prometió ponerle atención a ese detalle. Al tomar estas fotos, no me reí como con lo del gauré y el pitorré. Quizá dije una oración al dios maya sin rostro o representación,  Hunab ku (el dios solitario). Quizá si yo hubiera sido escriba maya Hunab ku hubiera sido pino en un glifo.


F.E.

martes, 31 de agosto de 2021

Puerto Rico: de cómo aprender de la isla muriéndose de una pavera

 Héctor Lavoe me dio la bienvenida a "la isla" haciéndose pasar por Juan Gabriel. Era un sábado con parroquia llena en la barbería de Hirám, en Barahona, Morovis. Mi suegro, José Maldonado me llevó y desde ese momento, hasta ahora, es ahí donde me recorto el pelo. Pero cada pelo caído tiene su precio en la barbería de Hirám. Al preguntarme mi nombre le dije de inmediato soy Fabricio, a lo que él replicó, ¿Patricio?,no, Fabricio, le aclaré. Me quedó viendo de lado, como afinando el oído ¿Jauricio? ¿es así? No, respondió uno de los viejitos que ya se habían interesado en el asunto y que esperaban turno, Es Pagricio. Le ofrecí una sonrisa y lo corregí, pero otro de los parroquianos intervino, ya dirigiéndose al otro que estaba a su lado: acho! yo escucho Pauricio... no, no, no, es Jauricio, seguro que sí. "De ahí pa' bajo, Ayo escuchaba aquel debate melodioso donde la décima se mezclaba con la plena y ya no quise corregir a nadie. 

Aquello era una apuesta donde casi se tiraban los dólares en medio de la barbería. Ellos siguieron en lo suyo y fue entonces cuando alcancé a ver de reojo el cuadro que estaba al lado del espejo. Era Juan Gabriel pintado al óleo, solo que con unos lentes ochenteros y unas solapas doradas en su camisa de largo cuello en V. Unos días antes había fallecido el divo mexicano, así que comprendí que en cualquier barbería que se preciara de pertenecer al vibrar popular habría un homenaje muy sentido por la pérdida. Me sentí identificado, parte de una familia extendida donde los boricuas se hacían presentes en las alegrías o tristezas cantadas al pie de las belloneras (rocolas) más pérfidas. Sin pensármelo dos veces, y mienttras la discusión por mi nombre subía de tono, le pregunté a Hirám que si le gustaba mucho la música de Juan Gabriel ya que hasta un cuadro de él tenía en su trabajo. ¿Dónde está Juan Gabriel? me dijo, y todos los que alegaban por mi nombre callaron de tajo. Las tijeras quedaron en suspenso. Alcancé a escuchar el retumbo de los pelos cortados contra el piso. Señalé con mi boca, y todos vieron hacia el cuadro.

!Juan Gabriel! jajajajajajajajajajajajajaja...

Las carcajadas eran un aleteo de gallos, una banda de cokis borrachos a medianoche, era el boceteo perfecto en medio de una cabalgada. 


¿Juan Gabriel? dijeron todos a la vez, !a las millas que será Juan Gabriel! !Ese es Héctor Lavoe, chico! Yo sentí que me hundía en la silla. El viejito junto a la puerta se doblaba de la risa y se veía que estaba haciendo un esfuerzo considerable por no perder las placas dentales. ¿Pero quién te ha dicho a tí que Lavoe se parecía a Juan Gabriel, pana? Y las carcajadas continuaron. Ay Jauricio Jauricio, decía uno, ay Patricio Patricio, reía Hirám, te comprendo porque eres nuevo aquí y tu nombre se confunde tanto jajaja

Salí de ahí bien peinadito, jurando que pronto llegaría el día de mi suerte, y que solo hasta entonces podría habitar la isla sin equivocarme entre un lagartijo y una gallina de palo. Con Hiram nos seguimos riendo recordando ese sábado, y desde entonces, él se ha convertido junto a Pepito, mi suegro, en mis interminables fuentes para conocer el Puerto Rico profundo, sus voces, sus canciones, sus paveras incorregibles.


F.E.

jueves, 18 de febrero de 2021

Episodio 31, Florián el Yazztaman se ha ido

Foto: Fabricio Estrada. Background: fotografía de Dilcia Cortés

 Edgardo Florián, poeta y actor hondureño (1975-2021), yazztaman del underground de Teguxibalbá, aquí presente en un homenaje donde la música y la crónica que él le ponía a la ciudad son las que cuentan su adiós de palabrero.

https://drive.google.com/file/d/1dVI9w8l-FOX8oSBU-PlItlNJcsswL6uK/view?usp=sharing

jueves, 7 de enero de 2021

El Barrio Morazán que viví

La casa se me aparece en sueños desde que dejé de escuchar el silbido del viento en su techo. Horas y días asomándome a ese balcón con mis primos Alexis, Ricardo y Chepe (en la foto aparece Tita y Normi, Ricardo y Alexis sobre el mismo balcón). Desde él veíamos a la doña de los alborotos abriendo su tesoro apretado en miel y blancura. Recuerdo las canciones que llegaban desde el primer piso, de la radio de tía Gloria: Laura Branigan, París Latino, KC Sunshine Band y el anuncio de Totos Pizza. ¿Siempre hubo frío en el barrio o era el frío de la ausencia de Gali Galeano? Tegucigalpa zumbaba en el hastío ochentero alrededor de las dos de la tarde y se llenaba del olor a café molido que se expandía desde la fábrica de Café Maya en el Guacerique. Una mañana salimos a ver la huída de varios estudiantes que iban a ser reclutados, saltaron por el murito hacia la quebrada La Orejona como si fuera la escena final en Escape de Sobibor. Los soldados no dejaron de disparar. "La plaza" debía hacerse vivo o muerto. Es lo que aprendí desde muy temprano: el país era troglodita pero Chepe, mi primo, estaba prendido imitando a Michael Jackson y regresaba a la casa, luego, de la escapada del siglo, bailando Beat it, chasqueando los dedos: "así dejé a esos chepos basuras, Taco Baca". En otra mañana, mis primos fueron testigos, desde el mismo ángulo, de un asesinato en la casa del frente. Una mujer fue apuñalada por su "marido" y salió a morir a la acera. Un par de años después, vivió en ella Marisela, Ana y Norman. Subíamos al ático del segundo piso y nunca olvido cómo silbaba el viento, cómo olía a moho y cómo adquiría peso la presencia que ahí sentí, entre los gatos y las tablas clavadas caprichosamente. El mosaico de adoquines se colocó en 1983 y, desde entonces, el viejo Chevy rosado de don Tito se vio más lustroso, más cincuentero que nunca. Cuando la calle del barrio era de tierra fue solo un mastodonte de sueño, como ahora que lo recuerdo. Estoy hablando de la prehistoria del barrio Morazán. Todo era rosado en ese tiempo: la casa misma era de ese color, como la piedra de cantera característica que se veía en los mejores edificio de Tegus. Cuando la sueño, la casa me sueña traslúcido, como los muñequitos de cristal que perdí en sus rincones, los mismos en los que me perdía viendo sus entrañas de hielo, su laberinto de burbujas microscópicas. Quizá la casa siempre estuvo dentro de uno de esos muñequitos, como castillo de pecera, como artefacto onírico.



El círculo es de llamas en mi memoria: un enorme incendio  hizo escombros la fábrica del barrio. Los vecinos de aquel entonces recuerdan esa noche como el fin del mundo, uno muy privado y limitado a nuestro horror. Las llamas pudieron arrasar con el mesón donde estaban todos los amiguitos y quizá extenderse como borracho encandilado por las casas de madera vestidas de carcoma. Cuando leí "Estambul", de Orhan Pamuk, me sorprendió de que en realidad estuviera describiendo al barrio Morazán: los tejados, las fachadas de madera, los callejones misteriosos, el mismo ritmo de las potras barriales. La madera desapareció, hasta la carpintería color... rosado... frente al parqueo del Estadio, ahí donde se volaban barriletes en noviembre y el lugar donde se intalaban los circos gigantecos del Fuentes Gasca y los juegos mecánicos Play Land Park. Varias veces nos colamos en el Estadio cuando abría los portones al medio tiempo (el Galatasaray  del barrio Morazán era el Motagua), y cómo no, también cuando la selección mundialista de España 82 llegó subida sobre una rastra y se aprovechó a quemar un monigote de Gastón Pérez, el árbitro chileno que le regaló el penal a Yugoslavia "para descalificarnos". También entramos al Tiburcio Carías Andino para escuchar a Nikki Cruz y todo su testimonio ya escrito en su libro "La Cruz y el Puñal". Toda la tribuna de sol norte hasta los topes, toda la luna llena con la boca abierta de ver en vivo y en carne y hueso al protagonista de Jesucristo Superestrella que acompañaba a Nikki, ya converso y nada rockero. Nunca hubo mayor cantidad de biblitas azulitas en las casas del barrio.

El mesón. El laberinto de madera en el que se escuchaban las mejores risas y regaños de las doñitas entre las palmadas a la masa de maíz para las tortillas. Doña Santos fue y sigue siendo una de ellas, la mamá de Carlitos y Chito donde íbamos por las tortillas y a jugar con las bolitas de masa que ella nos daba para "echar un par" al fogón. Chito ya salía con Chepe a las fiestas en el Centro Social Universitario y a las refriegas de Los Phantom, La Latina, La Mao Mao y La Siripuri con sus chacos Bruce Lee y los velocímetros vistos en The Warriors. Nosotros apenas alcanzábamos a llegar a la esquina del chino a ver los veleros Old Spice anclados en la vitrina o a presenciar la final de lucha más esperada de Titanes en el Ring: Martín Karalagián vs. La imbatible, la única Momia Blanca. Al ver que yo permanecía hechizado por un velero en miniatura que acompañaba a los perfumes, Alexis me hizo un juramento solemne que aún no me cumple: Fabri, cuando sea grande y trabaje yo le voy a regalar ese barquito. Hace unos meses vi cruzar un velero real frente al Morro de San Juan y escribí un poema para Alexis, reclamándole, claro. La piedra de ese muro es inolvidable: por ahí era donde nos asomábamos y por ahí mismo se escapaban Ricardo y Alexis. Allá al fondo, como visto por una cerradura, la casa de dos pisos de un niño que se llamaba Roberto, creo, y que nunca jugaba con nosotros porque no le daban permiso. Por años lo relacioné con Kiko, el de El Chavo de Ocho.

 Al final de la calle empinada sigue estando la iglesia San Martín de Porres, donde mi abuela decía que Dios nunca tuvo "casa tan moderna". Y es que la iglesia parece diseñada por Niemeyer como una especie de nacimiento con el cerro Juana Laínez de fondo. Nunca tuvo otro nombre el cerro: se llama como lo llaman. A mitad de la calle, en esa casa de tres puertas, vivió una muchachita que traía loco a Alexis. Al frente se "parquiaban" los camiones de "la jura" durante los reclutamientos forzozos, ya que media cuadra arriba estaba el billar hirviendo de chavos en edad de ser reclutados. Así que la calle era mitad ilusión y mitad tenebrosa. El tráfico de busitos del transporte público era ensordecedor a las 5 de la tarde, tanto como la alarma de las doce del mediodía que los bomberos hacían sonar siete cuadras en dirección al estadio. Era entonces como una guerra con bombardeo y llamas invisibles.


A tres casas de ese grafiti estaba el centro evangélico donde tía Gloria me llevó de vez en cuando. Cantaban bonito, y a mí me gustaba que tenían muchas revistas para hojear, incluidas de ovnis, que eran el furor en ese entonces de 1983. A la altura del carro estacionado que se ve a la izquierda pudo quedar una cruz de madera con mi nombre. No se lo dije a nadie, pero un bus por poco me mata cuando crucé de manera imprudente la calle. Mi vida hubiera durado 9 años y la última mirada que me dieran sería la de los dos focos delanteros de un Rosmo anaranjado ruta Lomas-Torocagua. Una cuadra más abajo, en diagonal a la casa de la brujita vivía y vive el poeta Edgardo Florián. Por alguna razón, la canción de Aniceto Molina representaba para mí el límite del barrio en dirección a la PC: en la curva, antes del puente, sigue en pie una casa con un portón de hierro. Su pasillo es estrecho y abre a un patio interior. Yo le tenía miedo con solo verlo: en la esquina de la vieja barriada, dicen que vive que vive una brujita, y yo quisiera que me saliera a mí...

La esquina de la escuela Manuel Bonilla (antes República de México). El enjambre y los campanazos. Sus aulas estrechas y su patio interior como un juego de damero. También ahí se dieron reuiniones y películas sobre ovnis y de Jesús caminando sobre el agua. En esa aviesa esquina estaba la rejilla de una alcantarilla donde una tarde se me cayó un avión de palillas que hice y pinté de blanco y azul celeste. Tía Gloria me llevaba a la universidad y yo la esperaba en los pasillos escuchando el silbido del viento (Tegus silbaba mucho aquellos días), creando rutas de vuelo con mi avión. De vez en cuando me escapaba al museo de ciencias naturales del edificio CB a ver los animales disecados. Aun me mira el venado decapitado, el ocelote con ojos de maule, el pobre puma universitario congelado en el tiempo. El asunto es que al lado de esa rejilla tía se detuvo a comprar pupusas y a mí se me cayó el avión. Ahí estuvo en el fondo. Veía su alas que decían Tan-Sahsa escritas con la peor letra que un escolar pudo hacer. Arriba sonaban las turbinas, los aviones reales parecían la banda sonora de todas las despedidas en Fellini.

Complejo deportivo La Isla, años 80


La entrada al barrio. Lo que ahora parece estar bajo las condiciones de una guerra civil sin barricadas era antes un barrio lleno de vida y colorido. Lo nuevo prometía estar siempre nuevo y doña Cristy vendía sorpresitas a granel en su pulpería de madera color... rosado, sí, ahí justo donde se aprecia la casa más alta. A dos casas hacia abajo estaba la casita donde vivió mi madre. Tenía una pila macabra en la que por poco se ahoga mi hermano Leonardo Arturo a los tres meses de edad. Siempre que pasaba por ella me daba escalofrío.. En esa casa leí mi primer comics, un Flash a todo color que mi madre me regaló. Frente al carro amarillo escuché por primera vez las más impresionantes "malas palabras" dichas por un niño en medio de un insulto a otro. Cuando regresaba a Sabanagrande lo contaba, porque nunca imaginé que al insulto hijodelagranputa se le pudiera potenciar con un "voscabezadepijahijodelamilpipiriputa"... no estoy muy seguro, pero ese trabalenguas sórdido tuvo algo que ver con la curiosidad que empecé a tener hacia las palabras y su potencia. Frente al siguiente carro estacionado mi tío Filito (Filadelfo) hizo estallar el mayor mortero de despedida de año que jamás se hubiera escuchado en la zona entera. Algunos juraron que fue más fuerte que el estallido de la cohetería en el parqueo del Estadio, que por ese entonces era la medida para imaginar cómo sonaba la guerra en las fronteras con Nicaragua y El Salvador.
El punto donde estalló el mundo era el lugar de la potra y la acera desde donde Alexis se cayó fracturándose la clavícula -si no me equivoco yo lo seguía queriéndole quitar unos confites-, algo que hasta doña Toribia lamentó, ofreciendo una breve tregua en su delicado oficio de rajarnos las pelotas de plástico que caían en su casa. También fue ahí que presencié la primera antiregla deportiva más brutal: "vaya pues -dijo Marcos a todos los chavos- cinco minutos de carne y hueso". Lo que ahí comenzó fue el absurdo más salvaje: patadas, mordidas, codazos y un gol hecho quebrándole los dientes al portero. Hasta mi tío Filo reía y entonces yo reí también porque tío Filo era el entrenador y organizador del equipo del barrio: el abigarrado y enjundioso Schalke 04, terror del campo Satélite y del campo de La Isla. Lo mejor de mis vacaciones en Tegus era ir a La Isla, a sus piscinas y a sus tacos de vendedor ambulante, de queso espolvoreado y rociados con salsa dulce de tomate. Mientras el Schalke 04 desataba a Moncho Pedoloco -el mejor volante que se perdió cualquier equipo de la liga nacional- nosotros nos sumergíamos jugando al Seaview y su Viaje al fondo del mar. Olíamos a cloro por días. Una corrección de enfoque: desde la perspectiva de la foto en mi memoria, los edificios al fondo parecen cosa de ciencia ficción. y si lo miramos bien, lo que ahí se siente es una mirada inquietantemente fija entre el barrio y el espejismo de las Lomas del Guijarro.

 La escuela Manuel Bonilla que recuerdo estuvo pintada durante décadas en un color verde plomo que la hacía parecer una inmensa estación de la FUSEP (Fuerza de Seguridad Pública). Su energía era tétrica, como si la misma estatua de Manuel Bonilla impartiera clases de educación cívica a la medianoche.


Esta esquina era la barbería. Cuando estaba en Sabanagrande y escuchaba el programa radial "Platicando con mi barbero", imaginaba que era desde esa barbería que se producía, y de hecho, el barbero siempre tenía un viejo aparato de transistores encendid y sintonizado en Radio América. Al parecer le gustaba escuchar a rosuco decir que Honduras era un oasis de la democracia centroamericana y a la vez escuchar las amenazas de álvarez martínez de invadir Nicaragua y extirpar a todos los comunistas del país. El barbero vestía de estricta cubayera blanca y coleccionaba la revista La Pura Verdad, la misma que coleccionaba Franovski en Sabanagrande. "Leela -me dijo una vez Fran Rivera Franovski- porque en ella se detalla la conspiración mundial". Esa fue mi sorpresa al verla en la barbería. El barbero me vio fijamente a los ojos cuando le dije que ya la había leído. "Esas cosas no son para cipotes" me dijo en un gruñido. Cuando salía de ahí con "el vuelto que sobraba" me iba directo a comprar con Alexis y Ricardo coyoles en miel. La casa de "la señora de los coyoles" estaba en un callejón, al pie de la cuesta que bajaba hacia la otra calle que conectaba al barrio con el Guadalupe. Su casita era de madera pintada de verde y había que sumergirse en un callejón de tierra que nos llevaba hacia otra época. Viendo la película de Samy Kafati, "Mi amigo Angel" supe que ese era el tiempo en que estaba suspendida aquella casa a la que teníamos que ir con una taza de plástico. Dos coyoles sumergidos en miel semi quemada: 5 centavos. Al final de esa cuesta también hubo un solar baldío donde jugábamos. En esos juegos vi a la niña más bonita del barrio. Se llamaba Diana y recuerdo sus ojos claros y su pelo corto completamente liso cayéndole sobre la frente. Se fue para Estados Unidos y allá tuvo un trágico final a manos de su "marido gringo". Al conocer su destino la he imaginado queriendo que no salga de ese solar lleno de hierba alta y que nos siga buscando mientras se escucha y se huele la pólvora de aquel diciembre.

Pintadas de rojo, las tablas del Mercadito Popular eran el corazón comercial de la zona. "La Popular" era la dirección referencial para todo. Consistía en un solo piso que rebosaba de frutas y cajas o bidones de manteca que se vendía envuelta en papel estraza. Los sacos llenos de frijoles y arroz eran una muralla que daba hacia la calle. "Próxima en La Popular" se gritaba en el bus y el cobrador repetía "próxima en La Popular voo, bajan bajan... Hospital Escuela, Emisoras Unidas, Plaza, Kenide... súbale súbale". Ese era el canto que escuchábamos con mi abuela cuando íbamos llegando al barrio, directo desde el Mercado Colón, donde nos dejaba el bus que venía del sur, ahí, arribita de La Atómica. Al abrirse la puerta verde de la vieja casa de dos pisos, al abrazar a mi mamá o a mi tía o a tío y luego subir sus gradas de madera en busca de los muñequitos de plástico transparente que había dejado escondidos desde la última vez, entraba a unos años muy parecidos a este 2021, en el que estoy seguro que la soñaré de nuevo, dirigiéndome al balcón para sentir el silbido de aquel viento frío y su olor a café molido. Pero a veces no la sueño así: la mayoría de las veces se incendia. 

F.E.




NOTA: LE AGRADEZCO ENORMEMENTE A CARLOS PALMA ZERÓN (CARLITOS) POR HABERME ENVIADO LAS FOTOS QUE LE PEDÍ Y ASÍ CONSTRUIR JUNTOS LA MEMORIA COMPARTIDA.

 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Honduras: Mary Lester y su viaje al país, Rafael Murillo Selva

 

MARY LESTER Y SU VIAJE POR LAS HONDURAS HACE 140 AÑOS[1]

Una sombra de asombro cerró los ojos de Mary Lester cuando encima de su mula, terminó de abarcar la miseria del puerto. ¡Se lo había imaginado diferente!

Y es que cuando los cascos de las bestias se hundían en el fango, o levantaban polvo en la tierra reseca o se abrían camino en la maraña, en todas partes, por donde pasaba, desde Amapala hasta San Pedro Sula “la soltera” (Así se hacía llamar) observó cómo los macilentos y famélicos rostros de las gentes con la sola mención de dos nombres prodigiosos se transformaban e irradiaban una luz como solo sabe dibujarla la esperanza. Esas palabras “mágicas” se llamaban Puerto Cortés y el Ferrocarril Interoceánico.

 Se decían maravillas: Despegue hacia mejores tiempos, puerta dorada por donde entraría la riqueza. La fama del puerto y su ferrocarril trepaba hasta las crestas peladas de los cerros de tierra adentro. Para el pueblo hondureño ese riel milagroso que uniría los mares era la buena nueva que Dios enviaba al mundo con el nombre de Progreso. Al pueblo catracho, “el pueblo más macho” le tocaba también su partecita en ese gran “Proyecto Nacional”

Cuando se aseguraba que el préstamo estaba por llegar, que lo del proyecto era una realidad y que ya muy pronto... prontito el tren pasaría al lado de casas y de tierras, a los ingleses y al gobierno ya que esta vez, (era casi seguro) la pobreza se alejaría para siempre y con ello la derrota de un mundo ermitaño y pobre cuya semblanza tenía más parecido a la muerte que a la vida. La soltera acabó por consentir que vientos mejores se avecinaban para esta tierra que estaba recorriendo y que había anidado en su corazón.

Pero ahora que llegaba al puerto, una corriente de rabia cimbró su menudo cuerpo de maestra. Sus ojos no podían creer lo que miraban: chatarra amontonada, montañas de hierro en el muelle y en las calles, se asaban lenta pero seguramente bajo un sol que achicharraba. El milagroso riel, el ferrocarril interoceánico, dormían una siesta interminable. Pero no solo el hierro, la ciudad entera, al ritmo de un bostezo, se hundía entre el polvo y los pantanos. Eso era Honduras, el gobierno de Honduras, pensó Mary Lester. Este siempre quebrado país es un oasis para ladrones. Un ejército de buitres, prestamistas, ministros, licitadores, contadores y funcionarios de todas las calañas habían devorado casi la totalidad de los cinco millones, novecientos noventa y ocho mil libras esterlinas del crédito pedido a los banqueros de Londres y París. La construcción no podía continuarse y una deuda enorme, lastimaría como un fardo las espaldas de las gentes durante casi un siglo.

Sacudida todavía por la rabia, “la soltera” recordó los rostros buenos y sencillos que había encontrado en su dura travesía y pensó que una cólera más fuerte que la suya algún día les tendría que llegar. Para ese entonces cuando buscaba desde Puerto Cortés la manera de embarcarse hacia su lejana Irlanda, corría en el calendario el año de 1881.

 



[1] Texto inédito escrito en 1979.