viernes, 28 de diciembre de 2018

Karavan, Revista sueca de literatura, poemas Fabricio Estrada

El año va cerrando con hermosos ecos. Esta vez vuelvo a Suecia, porque esta traducción es como si volviera a aquel momento cuando leí Mi primer barco en la reunión de Global Reporting, en las oficinas de Gamla Stan, durante un taller de comunicaciones al que asistí. Henrik Nilsson, poeta sueco a quien conocí este año durante el II Festival de Los Confines, en Gracias, Honduras, me pidió algunos textos para traducirme y aquí están, ya publicados en la bella revista Karavan, de Malmo, Suecia, ilustradas de la mejor forma que pude imaginar.

Mi primer barco fue en Sabanagrande, es el verso que titula a la muestra. Bello signo en un día como hoy que recuerdo tanto a mi pueblo natal. La noticia me la ha enviado Bengt Berg, poeta y amigo sueco, quien compró la revista ya en circulación.




Pocos poetas y muchos locos - Salvador Madrid, Honduras





        Foto:de Gabriel Reyes, 
conversatorio sobre poesía hondureña durante el II Festival Internacional de Los Confines, Gracias, Honduras 2018.

He leído artículos con enunciados en contra de los poetas hondureños, especialmente sobre la generación que se consolida por su obra y que asumirá el relevo generacional en los próximos años.
Comprendo que no todos los poetas comparten formas de ver la vida, la política o la poesía. Pero eso es normal. Nadie debe asustarse: fue, es y será siempre así. Tampoco hay que escandalizarse por algunos excesos de esos seres un tanto anárquicos, odiados o amados, que aún en medio de las mezquindades ofrecen en sus palabras una posibilidad de lectura de nuestra circunstancia en el mundo.

La poesía hondureña contemporánea pasa uno de sus mejores momentos. Es difícil visualizarla a plenitud por el ruido y la broza que la cerca intencionalmente con la idea de suplantarla. Hablo de esas miles de almas decadentes que se autodenominan y se auto validan hoy en día como “poetas” y no sé que más cosas. Nunca antes ha habido tantos tecnicismos y tecnócratas para la poesía. La fiebre contemporánea del primer mundo, que allá es hermosa, llegó aquí y mutó en una peligrosa enfermedad tropical al mezclarse con el lumpen y los hipsters con plan prepago en el móvil, creando una generación de locos con causa, un movimiento digno de cualquier especialista en fenómenos bizarros.    

Pero decíamos que hay una generación que se establece con características diferentes a las generaciones anteriores, donde el canon y el proselitismo ideológico generaba un espíritu un tanto homogéneo que la volvía totalmente moldeable o predecible, y fueron muy pocos los casos (brillantes para suerte de nuestra historia literaria) que dieron un salto estético superior.

Es un país de pocos poetas; lástima que el abuso del enfoque sociológico, la falta de lecturas, la ideología y el proselitismo político, nos crearon una idea absurda: Honduras está llena de poetas. Eso es falso. Está llena de gente loca que se cree poeta. Lo que sí es cierto es que en Honduras hay poetas extraordinarios, no son multitudes, pero son esenciales y uno puede detenerse en cualquier lugar del mundo con sus obras, y es más que seguro, que saldrá bien librado de cualquier valoración.
En la actualidad, nuestra poesía es plural; se abre a otras experiencias, no sólo a las políticas; pues explora con otra óptica viejos temas literarios y nuevos afanes del mundo contemporáneo. La era digital, a la que de algún modo se resistió, le favorecerá en el futuro. La mayoría de estos poetas son migrantes digitales, algunos optaron por estudiar o vivir en el extranjero, poseen altos niveles académicos y los que no, son magníficos lectores y están enterados de cuánto sucede, no sólo en la literatura, sino en la política, en la filosofía y en la ciencia.

Es importante destacar que es tiempo de hacer revisiones a fondo de la historia de la poesía hondureña y darles su lugar a las poetas. Durante mucho tiempo fueron literalmente borradas. Más allá de las discusiones de género (que son importantísimas porque nos recuerdan la búsqueda de la justicia y la lucha contra la exclusión) son voces referenciales que permanecen y permanecerán, aunque haya un empeño intencional de determinarlas como hacedoras de orden menor.

Dentro de la generación joven, cuando se habla de poesía con mayúscula, con gravedad y seriedad, un buen lector o alguien que se precie de ser crítico y que tenga referencias universales de la literatura, dará una opinión asertiva sobre la poesía escrita por mujeres en Honduras. El hecho que no las tomen en cuenta no le resta a importancia a su producción, y al momento de hacer análisis literarios se debe ser más responsable. No se trata sólo de apuntar a la igualdad numérica, sino al reconocimiento de una sensibilidad que posee su propia fuerza y más allá de la caracterización, nos permite asumir un lenguaje que siempre ha estado ahí. No se debe negar que el canon se ha establecido para resaltar y marginar. Igual ha sucedido con la producción centroamericana marginada por el canon europeo; bueno, no digamos europeo, español al menos. Lo importante es generar reflexión desde un ejercicio crítico para alejarnos del maniqueísmo, que al verse descubierto, intenta, desde la estética del canon “dar un espacio a las mujeres”, eso es perverso y mediocre.

Cuando se trata de poesía, el tema también da para ser responsables. Es un país de muchas imposturas e impostores: la poesía no se salva de eso. Es un país de pocos poetas y de muchos locos, he dicho antes. Incuso los locos se podrían clasificar: hay algunos que estudian literatura, se vuelven profesores universitarios o de educación media y se transforman en tecnócratas.

No hay nada más complejo que una loca o un loco que se crea poeta (eso es peor que un poeta loco). Terrible cosa: exigen toda la atención posible, se suman a todas las causas, las posibles y las imposibles, se auto victimizan para validarse; cada mediocridad o estupidez que se les ocurre debe respetarse y celebrarse porque de lo contrario te etiquetan como un germen al que debe destruir la libertad inquisidora que prolifera en estos días.

Veo o escucho a "poetas" que dicen "mi obra" y ni siquiera han publicado un libro o al menos una muestra representativa en la web. No tienen ni un poema que sea trascendente. Veo que hacen hasta cien lecturas al mes, que hablan con una propiedad monumental e insisten cada día en banalizar la poesía como si este arte sólo requiere hipo inspirador, pujidos románticos, indignación a rajatabla, cuchicheo con música de fondo, mostrar las nalgas o proyectarse en la panza un video, enojo con espuma en la boca, enjuague ideológico, enlazar palabras, chisporrotear sinestesias baladíes y hacer piñatas de palabras a las que llaman poemas.

Cuando pienso en los grandes poetas de Honduras, los veo casi anónimos y silenciosos. Sus libros son piezas de culto, gente que trabaja y lee, con los que se puede sostener brillantes conversaciones. Sus lecturas son memorables, tienen una conciencia absoluta de sus habilidades y van más allá de ellas; son asombrosos y su rebeldía es resplandeciente, no sólo pueden escribir, sino que saben leer los libros y el tiempo que habitan. Paradójicamente no dan talleres de creación literaria, casi nunca leen en público sus poemas, no hacen proselitismo para ser invitados a festivales, no piden premios, pocos son docentes (no sé si admirarles o reprocharles, pues deberían estar en espacios culturales y educativos del país), no pierden el tiempo en naderías, no fotocopian el realismo sucio y saben que ser malditos va más allá de leer al buen Bukowski.

Tiempos raros estos donde si no eres poeta en facebook no eres nadie. Pero no hay que preocuparse; en el fondo las redes sociales pueden hacernos caer en un espejismo de la democracia. Si se piensa bien, apenas son un placebo de la libertad, y por supuesto ese universo placebo, permite a muchos locos creerse poetas.

Lo importante, estimado y culto lector, es que usted valore y conozca a los grandes poetas de Honduras, le aseguro que con un poco de reflexión y paciencia le será fácil, y lo mejor, le causará alegría y esperanza.

S.M.

Poesía hondureña: Breve reseña de Karen Valladares al poemario “Las palabras del aire “ de la autora Rebeca Becerra Lanza



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Nos vuelve el sueño.
Rebeca Becerra Lanza, siempre ha sido de las mayores influencias literarias en nuestro país. Es una de las voces femeninas que sigue incursionando en el campo literario en diferentes áreas, tanto narrativa como en poesía. En este libro Las palabras del aire, volvemos a descubrir a una poeta que se re descubre o nos habla desde su interior, desde su yo poético, pero hay otro instinto entre encontrarse y huir de ella misma y de buscar otros mundos. Veo el deseo intenso de ser, de estar en ese sitio que se vuelve su casa, su hogar, su refugio ese lugar imaginario lo vemos reflejado en su primer poeta “ soñé que estaba en un sitio, el punto exacto de una existencia que se debilitaba “ Aquí, repito, observamos la búsqueda del sitio, del lugar quizás al que si pertenecemos .
Vemos la inmovilidad, la permanencia de ser o no ser. Dos temas logrados en el primer párrafo de del poema antes mencionado. Y esto me recuerdo a lo que dice Hanni Ossotti: la casa, lo materializa cuando hace imágenes tangibles al respecto.
Sin duda la poeta Becerra Lanza, maneja todos los códigos sobre la construcción del lenguaje y la des construcción del mismo ( olvidando, claro está el discurso sobre la decontrucción del lenguaje de Derridá)” afuera el mundo” , la autora en este segundo poema, aclara su estado anímico, atípico a cualquier interioridad que la somete , la desolación, lo abrupto.
El uso de metáforas, acá, la poeta no la desliga en ninguno de sus textos, bien podemos percibirlos en los siguientes versos que tomaremos como ejemplos: “Yo era una roca que cantaba bajo la sombra de unos sauces”
• Fue duro ir al cementerio como una solitaria hoja “ pg 24
• Y me dolió la piel como si no fuera mi piel Pg 25 , “
• Soñá la sed de una risa marina” pg 28 .
Continuo diciendo que en este libro los poemas se vuelven un solo himno, la sencillez, la humildad la fluidez con la que la autora maneja el lenguaje poético y sigue sin error alguno . En su mayoría podríamos decir que el lenguaje cotidiano no es seguidamente usado en este conjunto de poemas ; aunque en algunos se desliga del tema inicial que es el deseo , y la búsqueda . La autora desde un monologo interior va dando las propias respuestas “ vamos a ver corazón por qué te hiciste demasiado solitario y dejaste de lado los fusiles “ pg 24, ella, la autora, exige al deseado, a lo perdido al intento que se vuelve así como una especie de batalla entre irse o quedase , una incertidumbre, quizá hasta una amenaza.
“ Háblame ahora que el se ha ido y tu te has quedado latiendo en mi pecho” pg 29. Seguimos viendo con claridad los temas que toca , el amor, el desamor, la búsqueda de lo que pertenecemos, , la noche, pero esta ultima no como simbología oscura , no como la muerte.
La muerte es un tema propio en este poemario.
Podría extenderme más y seguir hablando del sueño que tuvo la autora “ soñé que estaba en un sitio, soñé que atravesaba la oscuridad, soñé que era un río caudaloso, soñé los torbellinos…..
Este libro es un sueño, que todavía no termina de descifrarse . Pero ya lo dice Helen Umaña, la poesía nunca cesa de sorprendernos. Rebeca Becerra, reta a la propia soledad a la vida misma, a la muerte con sus propios discursos del yo interno.
Concluyo diciendo que es aquí donde encontramos lo sonoro, la plegaria, el antifaz , lo viceversa a todo al salto de la palabra, a las palabras del aire.
Honduras, 2018
Karen Valladares
Escritora gestora cultural, abogada.
Algunos de sus poemas de este libro a continuación:
Fue duro ir al cementerio
como una solitaria hoja
deshojada de la vida.
Escoger el hueco, el silencio;
el lugar para que te acomodaras.
Tu nombre era un pino en mi boca
que rezaba a la noche.
Lo dije:
-aroma en el aire-
luego fue un número
debajo de un árbol encendido.
***
Soñé los torbellinos de una pequeña cabeza
una mujer que entre mis brazos se convertía en gacela.
Yo tocaba su boca color del fuego.
Y ella quemaba mis dientes con sus labios
todo sin juntar nuestras bocas.
Inmediatamente apareció esta sombra que me hierve
en las venas
y me dolió la piel como si no fuera mi piel.

K.V.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Ligeia, Revista de Literatura, Galicia-España




Me mandan esta buena noticia (no sé cómo definir exactamente lo de la divulgación... viene a mí cierta tímida ferocidad). Me alegra sobremanera que esté Alfonso Fajardo, hermano salvadoreño con quien hemos compartido tanto a lo largo de casi quince años de amistad. Por igual, me satisface compartir con Floriano Martin, poeta y crítico brasileño, con quien he realizado un par de colaboraciones respecto a la poesía hondureña. Sin duda, debo esta divulgación a la poeta gallega Yolanda Castaño, cómplice por igual de muchos años desde que la conocí en Granada, Nicaragua, en el 2008. Tejer entonces, sin agobiarse. 

Café de noche, Van Gogh


"En mi cuadro Café de noche traté de expresar cómo el café puede ser un lugar donde uno se puede arruinar, volverse loco o cometer un delito. Finalmente, intenté expresar algo semejante a la potencia de las tinieblas de un matadero con contrastes de rosa suave, rojo sangre y heces de vino, dulces verdes Luis XV y Veronés, contrastantes con los verde-amarillos y los duros verde-azules, y todo ello en una atmósfera de horno infernal y de pálido azufre."

Van Gogh. (Mario de Micheli - Las vanguardias artísticas del siglo XX)

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Raúl Padilla Fernández - Cuba

Si el lenguaje de la poesía no es el que hablamos cotidianamente ¿quién es el que habla? A partir de esta pregunta, abordo los poemas de Raúl Padilla Fernández, casi en la complicación de querer resolver un cubo-llave que pone en movimiento el mecanismo de lo hermético. La palabra parte de la superficie, ya sea piel, agua, nube o la pupila del deslumbramiento; luego va hacia adentro, casi constructo físico que retuerce la fibra muscular. El ojo de la vaca de Buñuel. El rubik de Hellraiser. Un cuerpo dentro del mismo cuerpo que se gira para acomodarse y dormir bien.

ARS POÉTICA I

La escritura
laberinto sin puerta.

La mano
ojo ciego hacia la nada.

Mi mano                                                                                                                                                                    sombra de manos,
saliva de otras lenguas,
carne cruda de otro hueso.

El oído frente al poema
escucha dos veces el mismo disparo.

ESPEJO



Acá jardines rotos
afirmación del precipicio.

En el secreto nace la contradicción.

Coloco una soga,
desgarro primitivo:
dulcísima resistencia
contra dios.

En el cuerpo del poema
mi sombra baila su silencio.

FOTOGRAFÍA
A Lilian Stein

Deletreo la luz
que de tus manos cae.

Soy un punto agrio
en el mapa de la aurora.

El hospital se cierra
como un abrazo contra la nada,
contra mi pecho,
contra tus ojos hasta entonces abiertos.

TELEGRAMA

A Lilian Stein
Escrito está mi nombre a través de tus ojos
detrás del cristal

como si el dolor que debías llevarte
decidieras dejarlo entre mis manos.

MONOMITO

La serpiente muerde su cola.
Yo muerdo la noche
en que descubrí tu sombra.

FOTOGRAFÍA II

Caigo tranquilo dentro de mí:
gota de sangre
en un vaso de leche.

ARS POÉTICA III
(O PRIMER ENSAYO SOBRE LA HONESTIDAD)


¿Y qué importa si no es mi piel la que se rompe,
si no son mis muertos los que lloro,
si mis oídos no escuchan las moscas,
si no veo blancas las cruces,
si no me importa
que esto no le importe al lector?
El cuerpo que sangra
no pregunta el porqué:
está muy ocupado sintiendo.

 (BREVÍSIMO DECÁLOGO DEL BUEN LECTOR)

  1. El ojo escucha la respiración de la mano.

SOBRE EL AUTOR:
 Raúl Padilla Fernández (La Habana, 1967) Poeta, ensayista y traductor. Ingeniero Electricista  por la Universidad Tecnológica de la Habana José Antonio Echeverría.
Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Registro del Creador Literario. Tiene publicados los libros Paradiso revisitado (Ensayo, Editorial El último caso del inspector, 1994), Puerto Reptil (Poesía, Editorial Raindrop, 2006) Ruido Blanco, antología de poetas contemporáneos de habla hispana (Poesía, Editorial Laberinto, 2010) y Arcoiris Monocromo (Poesía, Editorial Laberinto, 2017).
Editor de la revista Aliteral y fundador del taller literario Omisión de la noche.
Ha obtenido premios y menciones en concursos nacionales e internacionales

lunes, 10 de diciembre de 2018

La generación cambiante ante el cambio urgente - Fabricio Estrada


Foto: Sandra Milena Arias


Víctor Hugo ha debido ser menos idealista al momento de legarnos su famosa frase: “Nada más poderoso que una idea cuando le ha llegado su tiempo”. A la luz de la historia de la humanidad, lo que debió decir es que no hay nada más poderoso que el formato que pone en movimiento la idea de nuestro tiempo. Porque en la praxis son los formatos los que definen la viabilidad de una idea aún difusa. La concretan. Y esto vale tanto para la ciencia como para las sociedades.

Hace un par de años, quise hacer una pequeña prueba sobre esta afirmación. Me tocaba dar un taller sobre el tema Cambio en una serie de conferencias Creative Mornings en Tegucigalpa. Repartí entre los jóvenes asistentes diferentes soportes para que escribieran lo que pensaran cambiar de su propio futuro o el de Honduras. Un pedazo de arcilla cocida y un punzón, un trozo de madera y un clavo, una hoja en blanco y un lápiz grafito; una máquina de escribir y su respectivo papel y una laptop con impresora fueron los soportes que repartí a varios jóvenes seleccionados al azar. Les pedí que me entregaran lo escrito hasta el final de la conferencia y cuando llegó el momento pudimos leer la aspiración de cambio en cada uno. Quien recibió la laptop me entregó un párrafo completo lleno de una clara enumeración de objetivos para cambiar su forma de pensar laboralmente. El de la máquina de escribir fue un poco más parco y, entre tachones o errores de tecla, escribió sobre la necesidad de un país sin corrupción. La muchacha del papel y lápiz grafito esbozó una idea de cambio personal en el que necesitaba estudiar mucho. Por último, la pareja que recibió el pedazo de tabla y el pedazo de arcilla cocida apenas pudieron escribir dos o tres palabras con el punzón y el clavo, pero en ambos soportes decía, con grafos casi paleolíticos: urge cambiar todo, cambiar o estallar.

El resumen final que sacamos entre todos esa mañana, fue que podemos sentirnos muy jóvenes o contemporáneos, pero si no tenemos el soporte social o tecnológico a mano toda idea que tengamos del futuro o del presente no pasará de ser una difícil y costosa exposición de nuestras ideas. El cambio puede costarnos un proceso doloroso a nivel social o puede ser una experiencia tan fácil y trivializada como escribir sobre el teclado de nuestro smartphone o laptop, con una rapidez tal que no nos demos cuenta del cambio operado en tan pocos años tanto en las comunicaciones como en los movimientos sociales donde impactan todas las tecnologías. Asumidos como naturales entes del cambio ya en curso, creeremos, contradiciendo a Aristóteles, que el simple moverse dentro del espacio de tiempo que vivimos es el tiempo[1] -época- o, en el mejor de los casos, afirmaremos con cierta pena lo que Lenin advertía a los revolucionarios de vanguardia: La prisa de un tonto no es velocidad.

Los soportes que se demuestran efectivos para echar a andar la época[2], han desencadenado una serie de cambios profundos en todas las esferas de las ideas: desde impulsar la sofisticación de la lengua[3]hasta el vaciamiento de realidad que ahora contemplamos a través de los smartphones y otros aparatos que en principio aparecieron como un complemento de la realidad comunicativa hasta convertirse ahora en la realidad, ya no como eufemismo virtual, es justo decirlo: el soporte que traduce la realidad. Lo virtual ha devenido en la realidad que antes creímos punto de partida para proyectarnos en el desarrollo de las posibles ideas.

Esta inversión del punto de fuga ha creado una realidad silenciosa donde el cambio efímero establece su señorío a través de innumerables aplicaciones. La identidad solo se define en lo trending y lo que aspira a una mínima estabilidad representa el vacío. De manera pasmosa se ha acelerado la conciencia de que el ser es el soporte mismo ya que todo ocurre en un paisaje interior diseñado para ser infinito en su capacidad de repetir nuevos efectos anímicos. Por supuesto, no es la primera vez en la historia de la humanidad que una invención para la colectividad se convierte en un incesante provocador de imaginarios y espiritualidades. La historia de las religiones con todo y sus nomenclaturas metafísicas lo demuestra, pero lo que sí sucede es que el tiempo de atención a cualquier idea se ha acortado al ritmo de las constantes ventanas emergentes de nuestros dispositivos. Quizá por ello la avasalladora crisis del cambio climático suene tan lejana, lenta y dispersa, jamás concentrada en un punto donde se pueda advertir su inexorabilidad destructiva y ni qué decir de los procesos políticos que se rechazan de inmediato cuando estos requieren de una profundización paso a paso.

No podemos olvidar que todo el siglo XX, con todo y sus devastadoras guerras mundiales, fue el gran forjador de una neurosis global sin precedentes, con las excepciones que se dieron en Europa por causa de la peste negra en el siglo XIV e.C. y el impacto de la invasión europea a América en el siglo XVI. Esta globalizada condición psicológica ha derivado -heredado- en el abandono de la competencia dentro de la realidad cotidiana (entiéndase: ir al trabajo, al centro universitario, al supermercado, lavar la ropa, etc.) y en la consecuencias alarmantes que dieron paso a la actual generación, una masa joven que muestra graves signos de inhibición que contrastan con la agresiva forma en que el sistema de consumo alienta al éxito, aunque sea una victoriosa vida dentro de las redes sociales o video juegos en línea, un afán que, paradójicamente, provoca una angustia tal que conduce al abandono de la competencia[4].

Las ideas que “prendan” en la generación cambiante tendrán que abordarse desde este nuevo punto de huida, más que de fuga, porque hasta la fecha, precisamente, han sido las ideas que cambiarían el siglo XX las que ignoraron el soporte humano sobre la cual se erigiría la época. Las tablas, las arcillas cocidas, las máquinas de escribir, los papeles, clavos, punzones, grafitos y laptops están siendo devueltos en fuego granado y a discreción a todas las políticas públicas que intentan erigirse como totem. Ese lenguaje hacia adentro[5] que tanto comunica a esta generación, puede ser el mayor de los silencios ante el vacío sobre el que están trabajando los Estados y movimientos sociales aferrados a una socio-lingüística ya ineficaz, que casi raya en el paleolítico.

Mientras tanto, las nuevas apps están surgiendo, el nuevo amor, los más rabiosos y silenciosos odios que van y vienen entre las redes sociales y los gamers on line.
El cambio jamás necesitó ser más 3D que en nuestra época.



[1] El movimiento solo se da en aquello que cambia, el tiempo se da en todas las cosas, y mientras el movimiento puede variar su velocidad, el tiempo no puede hacerlo, puesto que la velocidad de las cosas que cambian se mide en función del tiempo en que transcurren, pero el tiempo no puede medirse en función de sí mismo. "Es evidente, por tanto, que el tiempo no es movimiento" (Aristóteles, 1995b, p.86). La Concepción del Tiempo en Aristóteles, Jorge Vidal Arenas, Universidad de Chile.
[2] La época entendida aquí como la individualista y efímera vida cambiante que Bauman detalla en su concepto de la vida líquida.
[3] El vocabulario inglés, antiguamente limitado a unos pocos miles de palabras, se amplió hasta más de un millón con la proliferación de los libros tras la invención de la imprenta de Gutenberg. “Los límites del lenguaje se expandieron rápidamente a medida que los escritores competían por la atención de unos lectores cada vez más sofisticados”. Nicholas Carr, Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
[4] El inescrupuloso perseguidor del éxito no se cuida en absoluto del afecto ajeno; nada desea ni espera de los otros, sea ayuda o la menor generosidad… desde luego, aprovecha del prójimo, pero únicamente se preocupa de su buena opinión en la medida en que pueda servirle para lograr sus fines. El cariño en sí mismo carece de significados para él. Sus deseos y defensas siguen líneas rectas y definidas: poderío, prestigio, posesiones. (Karen Horney, La Personalidad Neurótica de Nuestro Tiempo)
[5] Referencia a la expresión de la poeta y novelista argentina, Andrea Zurlo, cuando al preguntársele en qué idioma escribía al vivir tantos años en Italia, ella respondió: escribo en ese español adentro que llevo siempre conmigo.

martes, 4 de diciembre de 2018

Consumir y Consumar: los deberes del nuevo obrero - Fabricio Estrada




“R. Gerónimo hizo una pausa. En sus manos se produjo una ligera vibración. Baley lo advirtió y comprendió que in­dicaba un cierto grado de conflicto en los mecanismos positrónicos del robot. Tenían que obedecer a los seres humanos, pero era muy frecuente que dos seres humanos quisieran dos tipos distintos de obediencia”. El pasaje anterior se encuentra en el libro de ciencia ficción Los Robots del Amanecer, del célebre autor Isaac Asimov; más adelante de la historia, dos robots se preguntan por qué el ser humano es tan difícil de definir. “Aún no encuentro el libro que me diga con claridad qué cosa es lo humano”, dice uno de los robots, rompiendo con ello la frontera existencial impuesta por lo humano entre ambas entidades que comparten espacio y tiempo, pero no motivaciones. Esencialmente, los impulsos de un robot de Asimov son delimitados por Las Tres Leyes de la Robótica, especie de tabla de deberes que suplantan a la ética y la moral, de las cuales carecen los robots por no estar sujeta su evolución de conocimiento a la cultura y sus vicisitudes.
1.   Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
2.   Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entrasen en conflicto con la primera ley.
3.   Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.
Estas leyes le dan poco espacio de maniobra al ser artificial, claro está, pero el conflicto del ser termina llegando a una inteligencia que aprende, en cada novela que Asimov hizo sobre el tema, a comprender que lo humano -el amo- tiende a traicionar sus propios valores hasta volverse un ser voluble que ya no merece respeto. Esta reflexión es la misma hizo que Cicerón en el siglo I a. E.C[1]., escribiera en Los Deberes una serie de codificaciones éticas y morales para el buen gobernante, en su caso y época César Augusto. Podemos aventurarnos a crear una analogía entre estos deberes y Las Tres Leyes de la Robótica porque en sí, lo que Cicerón trataba era “programar” al encargado fundamenta de sostener la buena marcha de la vida ciudadana, algo que, si bien no pasó de ser un consejo sano para Augusto, terminó convirtiéndose en matriz cultural de occidente, presente en la mayoría de las constituciones republicanas y de las cuales se derivaron todas las leyes de protección del ciudadano, al menos en teoría. Cicerón aconsejaba lo siguiente:
1-   Que los apetitos obedezcan a la razón.
2-   Advertir qué importancia tiene lo que queremos hacer, a fin de no tomarse ni más ni menos solicitud y trabajo que los que la cosa pide.
3-   Que en todo lo que se relacione con las apariencias exteriores de la vida libre se guarde la medida. Ahora bien, la mejor medida está en atenerse precisamente al decoro.
Estos deberes fueron paradigma durante siglos, pero como dije anteriormente, las vicisitudes culturales en la historia humana crearon las condiciones para que los líderes que debían ajustarse a ellos terminaran por ignorarlas. Esos deberes han quedado solo en el papel, como un bello ideal del poder humano, y sin embargo, se recurre a ellos, como esencialidad represiva, no para los gobernantes sino que para el ciudadano. De esta forma el ciudadano común se encuentra confinado a una pervertida matriz cultural, misma que ha hecho de él un robot.
En El Manifiesto Comunista, Marx expone con claridad el cómo ese poder pervertido codifica y potencia su existencia a través de las nuevas leyes que va creando sin apartarse del aparente uso continuo de la tradición jurídica, espejismo ya roto del humanismo clásico: “(al romperse la producción feudal) se estableció la libre concurrencia, con una constitución social y política correspondiente, con la dominación económica y política de la clase burguesa”’. Es decir, las avasalladoras fuerzas de producción del capitalismo incipiente necesitaban de un nuevo marco legal que le permitiera definir el espacio de maniobra de los obreros, siempre, para ellos, tan inestables y problemáticos.
Todo lo que ha ocurrido desde entonces es de sobra conocido, la historia de las revoluciones en el siglo XX, las reivindicaciones obreras y el ascenso del hiper capitalismo global, cada uno de esos pasos abundantemente previstos por Marx, tanto en El Manifiesto Comunista como en El Capital  , pero acaso ¿no se nos está escapando lo que piensa el nuevo obrero ya asumido en sus nuevos instrumentos de trabajo[2] y desligado de la conciencia moral[3] por aprendizaje mimético de las alevosas actuaciones del patrono?
En las actuales condiciones laborales posclásicas[4], bien podríamos hablar del obrero zapping, “cultivado y programado” para saltar de un empleo a otro con la misma velocidad que consume información y ofertas. Esta aceleración que hemos venido viendo en los últimos veinte años, ha creado nichos de alto blindaje en la primera generación joven que, muy probablemente, se convertirá en la última generación en comprender la realidad a través de la linealidad temporal con que se medía el tiempo de producción. El mismo Frederick Taylor, con toda y su gestión científica de las horas/hombre ha quedado muy atrás en el manejo del recurso humano, un recurso que el algoritmo de las redes sociales y la programación de la robótica industrial ya han superado.
Si de entre todos los grandes y acelerados avances de la tecnología que estamos recibiendo se anunciara que ya tenemos la posibilidad de viajar en una máquina del tiempo, sería muy interesante confrontar a Cicerón con un jefe empresarial o gobernante actual. Cicerón tardaría mucho en reconocer en el pensamiento de éste algunas trazas de lo que él considero eterna pauta para las relaciones entre poder y ciudadano. “Es preciso que el simple particular viva en igualdad y paridad con sus conciudadanos; ni sometido y abyecto, ni tampoco dándose importancia; y en el Estado debe querer la paz y lo honesto (Este es el buen ciudadano)[5] A pesar de no comprenderle del todo, este empresario o gobernante estaría en toda la disposición de jurar que su desorientación es tan occidental como accidental, ya que se siente orgulloso de ser heredero de la jurisprudencia romana -con la cual aún monta el simulacro constitucional- pero que no está dispuesto a desestimular la verdadera dinámica con que se mueve la sociedad poshumana: El simple particular debe sentirse diferente a su conciudadano, pero a la vez debe estar sometido y abyecto, aún y cuando le de toda la importancia a su imagen a través del Facebook, Instagram, Twitter, etc. La realidad ya no pertenece, entonces, ni al pensamiento clásico ni a la constructo más posmoderno del obrero, lo que vendría a darle la razón a Marx, una vez más, en cuanto a que el carácter distintivo de la propiedad burguesa -ahora en fase hiper capitalista- es la abolición de la propiedad para mantener una constante transformación histórica, vital para minimizar el arraigo, el sentido de orientación, el patrimonio, la idea de la colectividad como fuerza ciudadana, en fin, el barrido de la memoria que permita la nueva codificación o programación. ¿Cuál puede ser esta? Benjamin Noys se aventura a decirnos: “La idea de una vía extendiéndose hacia el futuro convierte a la revolución en un momento que se pierde en la distancia: la estación a la que nunca llegaremos. La consecuencia, contraria a la intervención revolucionaria, consiste en alimentar constantemente las calderas del tren, es decir las fuerzas productivas. Este es otro ejemplo del aceleracionismo que, o bien trata de aumentar activamente la velocidad del capital, o simplemente se convierte en pasajero del tren, permitiendo la constante destrucción del trabajo vivo y su sustitución por trabajo muerto.”[6]
No es para menos que, ante esta programación, el ciudadano joven -o lo que resta de él- no vea con alarma la desaparición de los derechos laborales y sus fondos de retiro, dado que en una simple app puede encontrar el láudano diario que necesita para entretener el ocio -desempleo o falta de productividad- entretanto llega el próximo salto en el pop up de las ofertas digitales. Una vez logra un empleo, de pronto se ve ante las implacables cadenas de montaje maquileras, produciendo sin descanso para un consumidor abstracto que exige más, que compra por docenas, que “estrena” piel textil con enorme gula. También puede, en el caso del joven tercermundista recién graduado de escuelas bilingües, encontrarse ante un teléfono de Call Center, practicando su inglés horas y horas en llamadas insospechadas que le reportan un salario que le da lo suficiente para comprarse la versión más reciente del smartphone de moda y así continuar ante los grilletes de la pequeña pantalla en las horas extras en que se convierte su vida normal.
Consumir y consumar son palabras que bien pueden ser los mellizos estrellas de esta época hiper capitalista, algo así como Asimov nos ha advertido que puede confrontar a lo humano respecto a la inteligencia artificial de los robots. El ser humano podrá quedar entonces del lado del consumo, mientras que los robots nos verán desde el lado de la nueva producción, donde la moral se mide por el tipo de imágenes que se nos da a consumir a través de algoritmos y la ética es una estadística perfectamente medida. Así, no resultará extraño que un robot afirme, sin ningún atisbo de nostalgia: “Aún no encuentro el libro que me explique con claridad qué es lo humano”.

Cicerón, sin duda, llorará dentro de la cápsula del tiempo.


F.E.



[1] Era Común.
[2] “La Burguesía solo existe a condición de revolucionar los instrumentos de trabajo, es decir, todas las relaciones sociales.” C. Marx, El Manifiesto Comunista.
[3] Sigmund Freud, El Malestar en la Cultura: “El hombre moral mantiene una conciencia más severa y vigilante”.
[4] “Los confines entre las categorías de lo natural y lo cultural han sido desplazados y, en gran medida, esfumados por los efectos de los desarrollos científicos y tecnológicos”. Rosi Braidotti, Lo Posthumano.
[5] Los Deberes, Marco Tulio Cicerón.
[6] Benjamin Noys, Velocidades Malignas, Materia Oscura Editorial.