lunes, 23 de diciembre de 2019

El amor en tiempos del narcoestado, Tegucigalpa



No sé qué decir cuando veo el pequeño corazón de un reptil

Los libros que me dicen
que he existido acaban de quemarse.
También ardió la pareja que se besaba en el parque
con un corazón de helio a punto de reventar.
Mi hijo me habla de dinosaurios
sin imaginar
que llevo extinto muchas eras.
En medio del fuego
lo veo como un bello vitral
de vagas referencias sagradas.
Le explico entonces sobre quiénes somos
sin ser aquellos reptiles que no sobrevivieron
y que no lograron amar con poesía
ni tomar en fotos la caída del cielo.
Le digo que muchas cosas se enfrentan con sangre fría
y que bajo el agua
las cosas parecen sueño
hasta que algo en el tímpano se rompe
y nos avisa que debemos volver a la orilla
a secarnos para entrar a la casa que ya no existe.
Vamos –le digo-, pequeño velocirraptor,
crucemos Pangea
antes que la deriva nos vuelva irreconocibles
y que el cometa caiga sobre la pareja que se besa
en el parque más olvidado de Tegucigalpa.

Fabricio Estrada

Walking around Tegus





La cúpula - Fotos Fabricio Estrada

De vuelta en Tegucigalpa, me voy con mi hijo, Esteban, al bello espacio que se hace llamar Café París, de reciente apertura. Sus tres niveles más la terraza son de lo mejor que se puede encontrar en el centro de la ciudad. Esa vieja imagen que guardo de terrazas donde pasa, en mis versos, un hombre saltando sobre los tejados, está ahí, intacta. En el poema de Sextos de Lluvia (1998) me dirigía a la iglesia de Los Dolores, pero la percepción que tuve en aquel momento es casi la misma qeu al contemplar la cúpula de la catedral.




Cúpula



Un seno.

Un seno religioso.

Emerges así,

extendida

en la baja hierba

de Tegucigalpa

con tu rostro

de frente al cielo

quieta

seductora

bella mujer:

te pienso

y te vuelvo a pensar.



Una tarde donde

nace el silencio

ni un pájaro

ni siquiera un hombre

saltando por los tejados

sólo tú

Dolores

aburrida de esperar

al Dios

que te observa

tímido

sin tocarte.