domingo, 31 de mayo de 2020

Ana María Bustamante - Colombia




Vengo al encuentro con lo antiguo,
al hondo renacer de esta ceniza.

A poblar el silencio,
el cansancio,
torpemente,
con mis huesos fundidos.


A nacer, viajera
en el indefinible milagro del alba.
A eso he venido.
* * *




Nadie muere de vejez,
muere de espanto
al despertar el diluvio.

Lo que me genera este letargo
no puede ser otra cosa que belleza.

Me siento verdaderamente gris
caída bajo el humo como un astro,
rota, en mi vejez de cinco años.

Brilla en mis huesos el mar
con sus perlas suaves de azul ocre
y bocas rosadas como manos.

Es el ahora que enciende los dedos
como antorchas,
el vuelo que dibuja con frenesí la bruma
donde cae este humo ciego que antes
encendió auroras.

* * *


4.


He empezado a buscar en tantas muertes
llenar ese vacío
de no poder abrazar el lenguaje,
de no saber decir luz.

Sólo el tiempo cortará las horas
con su hilo infinito.

No, no es el tiempo.

Es el vientre herido de la sal
en que bebí la noche.

* * *




Nadie preguntó por el vacío
de la puerta abierta para siempre.

Nadie habló los pasos de
la ausencia que llega.

Nadie abrazó la mañana
hasta fundirla con la noche
en un intento sordo
de poner el mismo nombre
a todas las cosas.

Nadie dijo nada.

Nadie dijo nunca.



* * *




7.

Después del naufragio
que una pasajera ofrece a lo desconocido,
comprendemos la soledad de los gatos,
su infinita mudez oscura,
su obstinada silueta que se yergue
con la noche
como una herida en la carne.

Lo sabemos al renacer cada día,
extraviados,
sin poder asir
el lenguaje.

No hay peor soledad que esa.

* * *




La despedida

El mundo nos abandonó verdaderamente
en la lluvia.

En el agua se dijeron adiós
los cuerpos
que amaron tanto la herida
hasta secar su ardor.

Se dijeron adiós las manos
que palparon tantas veces la rasgadura
hasta entender su paisaje.

Todo lo nuestro se despidió en el agua,
quedamos con el temblor apenas,
con el frío desbaratando las raíces
con el miedo de nuestros ojos mojados
en el diluvio que fue una hoguera.

Los anteriores poemas hacen parte del libro Antes de ser silencio, Sílaba Editores 2019.


El viaje


Una pasajera toca
el borde de un barco.

Va al origen de su sombra
a cerrarse con los párpados
del agua
a deshojar sus orillas
en pequeños aluviones,
a renacer, viajera
en la raíz de la lluvia
que ha creado el mar.

Ella es un pez que surca
el metal del navío,
una ola ronca
que muerde la arena
desde el origen del mundo
hasta la ciega pupila de la noche.

La pasajera cruza a bocanadas
la grieta del agua
y palpa la soledad del mar.

* * *


El agua dibuja el camino

El agua dibuja un camino de memoria,
donde el recuerdo hace su voz.

Todo forja la vida como a la ausencia:

brazos desnudos, ojos cerrados,
la eterna sinfonía de candados y pedruscos
que cosen la muerte,
la lenta transformación del cosmos
que perpetúa la herida del mundo.

* * *


Nostalgia

Donde el mar conoció la luz
se hizo la roca,
como una voz sorda en el agua.

Hay en la nostalgia
bocas congeladas en forma de gritos.

La prueba es el tacto,
tiene el sabor de lo no dicho,
el brillo infinito de la despedida.


Ana María Bustamante

(Medellín, noviembre 1991). Socióloga, fotógrafa y gestora cultural. Aspirante a magíster en Sociología. Ganadora del IX Concurso Nacional de Poesía Héctor Trejos Reyes 2016 y de la beca en circulación internacional de la Alcaldía de Medellín, 2018. Con su libro Antes de ser silencio obtuvo el Premio Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio 2019 y fue publicado por Sílaba Editores en el año 2019.

Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés e italiano y publicados en diversos medios impresos y digitales. Es editora de la revista Telúrica del colectivo poético Nuevas Voces. Fue incluida en el audiolibro Ecos 15 poetas antioqueños 2017; la Antología de Poesía colombiana Contemporánea del siglo XXI publicada en Francia por la editorial L’Oreille du Loup, 2017; la antología Luz sin Estribos 35 poetas colombianos / 35 poetas cubanos 2019 por Nuevas Voces Editores, entre otras. 




sábado, 23 de mayo de 2020

Benjamín Chávez - Bolivia


Foto: Revista Altazor


Hay un nexo directo entre el gran Jaime Saenz y Benjamín, al menos así lo percibo yo desde que conocí la revista Mariposa Mundial y antes de ella, la poesía de Benjamín. Desde que supe que Benjamín era uno de los editores de tan bella ventana a Bolivia, leí lo que iba saliendo y circulando en las redes de este poeta que ahora es amigo y que conocí hasta el año pasado en el Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico. Ese silencio despacioso -si me protejo de decirlo con una de sus evocaciones- es el mismo de su fino sentido del humor y su gran personalidad en el texto. Así es Benjamín como ser humano: si habla es porque frente a él ha visto el renglón donde cruzará hacia uno con tranquilidad. Uno lo ve avanzar por ese mar lineal o ese hilo que es la respiración en las alturas de Bolivia y su memoria. Y viene sonriente, sin pértigas, como la gran poesía que escribe. Así como deben vivirse las palabras en La Paz de Saenz.

La débil música de las suaves cosas


En la alta noche
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
Las torres callan
Los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
Son las que están
Las que estuvieron siempre
Y hoy
complicidad contenida
nos susurran
una familiaridad irresuelta.





Tortuga


Contemplo el paso de las horas
sin ferocidad ni resignación.
Las vidas de los hombres
perdidas o no
me tienen sin cuidado.
El planeta se apoya en mi espalda,
mi lentitud es un premio.





Ceremonial de kiwi


En la certera devastación de la lluvia
lento y rumoroso el tiempo
agonía de la pretensión
canta el impío kiwi.
Solo
en la íntima maraña lobular
vaivenes de ritmo confuso
encañonado recuerdo
alas transparentes.
Ascensos truncados, trastocados
maroma oscura
forcejeo constante.
En la intermitencia de la vida
la salvedad
lo inocuo
se estremece el kiwi
el decantado.




Sobreviviente

Existen por supuesto el fervor
la acometida,
el rugir de la última carga
desesperada
H. D.


A lomo de cañón cabizbajo
en su jaula de tosco hierro,
prisionera de guerra
la plancha de carbón del regimiento
recorre el desangrado campo de batalla.
Enumera con horror
los uniformes en los que
extenuó su diligencia maternal.
Ya no podría
después de lo vivido
ya no
acicalar la formación cubierta de gloria
ni ninguna otra.





Relación nominal de bajas


Mesas vacías.
La barra atiborrada de vasos exhaustos.
Cubos de agua con detergente
balbuceando protestas trasnochadas.
Sillas durmiendo la mona
cansado campamento de refugiados.
El frío por las rendijas de la puerta.
Solitario el barman
con su solitario café y rubios infinitos
medita,
compasivo
las exaltadas vidas,
las derrochadas muertes
de la noche que acaba.
Sin novedad, concluye
desmantelado altar de los desvelos
la rutina del bar
a las seis de la mañana.





Primer apunte


Un haz de luz por la mañana, dádiva de la habitación
comparte su gracia como un mendrugo de pan.
En él me froto los ojos
mientras el taciturno aliento del goce abandona
el encierro —(en sí, yerro el deambular por los días desplegados).

Testimonio de la frustración y el equívoco
los emborronados papeles que el sol amarilla.

Ala perpendicular de la ventana
acoge los desvelos con oreja de caracol y receptáculo.
Hace siglos perdida, la alquimia del remanso
encabalga el horizonte transido
y las armas diminutas, de juguete
asoman por los bolsillos de mi único pantalón
de domingo
ese con el que un día cualquiera
tendré que salir a guerrear.





Novela negra, rosa


Menciono dinero al mencionar fantasía.
Las visiones que arranco a esos papelitos
inevitablemente me dibujan
una sonrisa estúpida
y plegan mi lengua sobre sí misma
hasta el fondo —pozo verde de abyecciones
donde el silencio es
un terremoto desplazado
un pedazo de ladrillo caliente
una boca herida que deberá cumplir promesas
porque somos abundantes en lo incierto, amor.





Muchacha dormida en la mesa de un bar


Ella es una estatua de hielo caliente
tiene alas de seda petrificada
y es una estatua de hielo caliente.

Su aliento es un abismo elevado
y los puentes tendidos flotan a la deriva
en una danza de cuerpos impalpables.

Polvo de azúcar es lo que respira
y ese aire torrencial de diminutos cristales afilados
sostiene su perfil, las torres infinitas
el caer de las piedras al agua
como corchos de champaña.

Ríos turquesa acicalan los vientos
y las hojas se arremolinan
bajo su vuelo de niña distraída.

En un reino así
una rendija de escarcha
convida
la mirada conmovida de los otros.

La niebla no existe
el frío es un capricho de la niñez
y el cielo
bordado a mano sobre la tierra
se ensucia
se lava
y se seca.





Pólvora mojada


Un instante a solas y ya garabateo versos.
La respiración agitada,
saltos de mata por palabras enmarañadas
o la visión parcelada del explorador que se desliza sigiloso
a ras del suelo
intentando no ahuyentar.

Pobre aventura de la dicción y el grafito
a menudo olvidamos que
la caligrafía es un arte mayor y queda la fauna librada a su suerte.





Poema final para una antología


Frente a mí
hay un libro abierto
una mujer
el eco de una guerra cíclica
una bandera transplantada
la llamada de la línea del horizonte
un cielo generoso
el camino al centro del bosque.
Miles de músicos tocando inagotables
una triunfal sinfonía inmensa o
la íntima música que me levanta cada día.

Algunas muy pocas
certezas para un débil soplo,
que generalmente pastan libres
fuera de mi vista
en el inmenso prado de todas las cosas.
Y los poemas como mares
o como granos de arena y pedrería celeste.

Frente a mí también hay
el bullicio de los amigos
ciertas tardes llenas de sol
de ciudades
            colinas
                        rostros
la contemplación reflejada en los estanques de la memoria.

El caminar de gente que no conozco
algo que se dicen, un gesto que los muestra dignos.
Y no por último,
algunas dudas
perdidas en el fondo de un baúl trajinado.

Un mirar de frente a los hombres
y otra certeza ésta del corazón
apaciblemente recostada a los pies de mi cama:
El mundo es un sitio para amar.





Benjamín Chávez
(Santa Cruz, Bolivia, 1971)
Premio Nacional de Poesía, 2006. Ha obtenido también los premios Luis Mendizábal (Oruro, 1994) y Edmundo Camargo (Cochabamba, 2013). Ha publicado los libros de poemas: Prehistorias del androide (1994), Con la misma tijera (1999), Santo sin devoción (2000), Y allá en lo alto un pedazo de cielo (2003), Extramuros (2004), Pequeña librería de viejo (2006), Las invasiones perdidas (2012) y El libro entre los árboles (2013), además de las antologías de su poesía Manual de contemplación (Antología personal, La Paz, 2009); Arte menor (Monterrey, México, 2014), Cierta perspectiva de eternidad (Buenos Aires, 2018) y Sueños ajenos (San Juan, Puerto Rico, 2019).
Como parte de un equipo de 3 cronistas y 3 fotógrafos, obtuvo el Premio Internacional de Crónica Periodística Elizabeth Neuffer, 2011. Ha publicado una novela La indiferencia de los patos, (2015), una recopilación de columnas periodístico-literarias Los trabajos y los días (2017) y un libro de artículos Hibridismo: Vislumbres del Carnaval de Oruro (2019).
Compilaciones y Antologías: Cambio climático. Panorama de la joven poesía boliviana (2009) en coautoría con Juan Carlos Ramiro Quiroga y Jessica Freudenthal. Seis poetas bolivianos. Muestra de poesía boliviana actual (2016). Letras orureñas. Diccionario de autores orureños (2016) en coautoría con Carlos Condarco y Martín Zelaya. La música y el viento. Antología de la poesía en Oruro (2017). El contagio del fuego. Poesía alemana y boliviana actual (2018) en coautoría con Timo Berger.

Es director del Festival Internacional de Poesía de Bolivia, co-editor de la revista de literatura La Mariposa Mundial y director del suplemento cultural El Duende.


lunes, 18 de mayo de 2020

Mario Barahona Saldías - Chile



Conocimos a Mario Barahona el pasado marzo, en Montevideo. Y decirlo ya es sentir la entrañable necesidad de verlo de nuevo y no postergar más las largas pláticas que se han debido tener toda la vida. Porque toda la vida hemos debido conocernos, y de nuestra parte agradecerle su serena plática, sus pasos hacia la librería Puro Verso, desde donde lo mirábamos llegar sorteando al perro que se bañaba en la fuente y luego salpicaba a todo mundo al secarse en ese retorcerse feliz de la inocencia; dos días, un día antes de que todos nos encerráramos, no importa la distancia a la que regresáramos, al mar gris o el turquesa, al silencio en espera de que todo pase. Publico estos poemas en su mismo día de cumpleaños, agradecido de todo lo que nos trasladó en los pocos días del Sexto Mundial Poético. 

La cuarentena no comenzó en febrero ni en marzo 2020
comenzó mucho antes de cristo
mucho mucho antes que levantaran las pirámides
cuando nuestra mente era libre y
el viento nos enseñaba revolviendo nuestro el cabello
para que anidaran las ideas
y hubiese abundante cosecha en verano.

La cuarentena no comenzó con un virus
comenzó con el inventor del pecado y la culpa
sellado todo con la propiedad privada
alma de cualquier constitución decente y respetable
—padre de todos los robos del trabajo humano—
y se dio por inaugurado el saqueo.
Escrito está en las nubes
que aún no consiguen privatizar.

La cuarentena no comenzó en Wuhan con la 5G ni con batman.
Que no. Comenzó con la primera corona de un auto-proclamado
marioneta de un dios que jamás oró por nosotros.
Et oravit contra nos.

La cuarentena la inventó oportunamente el sacerdocio para su corona
impusieron sus guardianes con el filo del olvido y
con la más sangrienta violencia: el miedo.
Sacerdotes mercenarios
ejércitos mercenarios
legisladores mercenarios
científicos mercenarios
economistas mercenarios
comunicadores mercenarios
mercenarios mercenarios alma de puta francotiradores:
si me das tú, entonces yo…
y se impuso la cuarentena hasta nuestros días
bajo el chasquido de un látigo de dos puntas:
/lucro + consumo
entonces la cuarentena se nos hizo hábito
y el hábito los distinguió… de café, de blanco impecable
/de negro elegante
—kipot, tiaras, solideos, mitras, birretas—, y
palma a palma sus manos, nunca faltó el buen vino.

No creo que la cuarentena comenzara en febrero ni en marzo 2020
comenzó justo antes que se levantara el primer templo humano.
Está escrito con sangre esclava en sus muros impotentes.
Desde entonces impiden que la curiosidad se acerque a la puerta
tampoco abrir ventanas y con la imaginación vagar libres como los animales
sólo contemplar temerosos la realidad a través de sus vitrales.

Desde entonces nacemos así confinados
entre murallones amarantos de ignorancia
formidables grilletes para la madre y nosotros,
sus bastardos
que a pesar de que somos diferentes
ya nunca más fuimos iguales
obligados a cortar leña
—pero jamás disfrutar el calor de la fogata que nos reúne—
feroz cuarentena que aún padecemos.

Tierra, bello planeta para la libertad
hoy transformado en edificio cuarentenario a punto de arder
si no comprendemos que en nuestra mente
se aloja aquello que nos confina.

Hoy como ayer está a la vista:
los animales recuperan en paz sus espacios
las aguas son cristalinas por naturaleza y con la naturaleza
limpio, el mar descansa colmado en la playa
el aire es finalmente transparente... y podemos vivir con menos
mucho menos.





Podemos abrir los ojos y reconocernos en los otros sin temor
mas cuesta tanto escapar del Game of Thrones de dioses y demonios
ya que nuestra conciencia fue remplazada por deseo, infinito deseo.

Olvidamos el planeta el país el barrio y el vecino
la higuera al fondo del huerto y el rocío de la mañana.
Aceptamos recluirnos en una confortable cuarentena para pocos, jaula de oro
o en una mazmorra para la mayoría, jaula de granito y miseria.
Así la jaula sea de oro o de granito, siempre será jaula
siempre miseria.

Poema del horror encuarentenado
horror de poema encuarentenado
encuarentenado el poema atado de espaldas al horror.
Relato ciego, sordo, mudo
—construido con letras caóticas y locas por huir—
mentiroso y sin escape
nos impide comprender
que para vivir no necesitamos más mierda
ni reventar a la madre desde hace tanto
tanto tanto como la cuarentena que habita en lo más profundo
del océano de impulsos eléctricos
que ingenuamente imaginamos como propio
allí justo allí donde se oculta el alma y el rostro
de nuestro ya senil carcelero: el patriarca.





La lucha está en la calle donde llegan las cámaras
donde miles de ojos transforman en recuerdo lo que miran en el acto.

Pasó la era del fusil y el disparo a quemarropa.
El verdadero fusil es la voluntad.
El único objetivo en la mira: nosotros.
El proyectil más devastador es la huelga de hambre
hasta las últimas consecuencias
sin concesiones.
Morir jamás ha sido lo peor
porque la muerte no es nada.
Ya lo decía San Agustín.

Si tan sólo una fracción de aquellos que marchamos el 18 de octubre
nos sentamos en la berma del camino
sin obstruir el tránsito y cerramos la boca
el silencio y las miradas harán el resto.

Nada peor que vivir como somos obligados a vivir:
sin tener un nido como los pájaros
sin beber agua de un arroyo para calmar la sed
ni contar con un espejo donde mirarnos y aprender…
son señales de que ya no somos libres
sino esclavos.

¿A quién sirve el esclavo?
¿Para qué sirve un esclavo?

Vivir como esclavo es morir cada día
y condenar a nuestros hijos e hijas a ser esclavos
y a sus hijos e hijas y a los hijos e hijas de sus hijos e hijas…

La cadena de la esclavitud no se rompe desde el día que forjaron
el primer eslabón
hace miles de años.

Si hasta el día de hoy el hijo del esclavo sigue como esclavo
es porque la cadena aún nadie la rompe
porque la única herramienta capaz de seccionarla
está oculta allí donde no buscamos
sin saber que cada uno de nosotros posee
la más formidable de las herramientas
tan cerca tan cerca de nuestras narices
que no la vemos
pues ya consentimos que nos metieran el pico en el ojo.





Implacable, espada en mano
derriba mitos
dictadores proxenetas
grilletes castillos en el aire
letreros y rejas
puertos mal anclados.

Parte en dos la mirada
el desconsuelo la desesperanza la desgracia la desidia
trozando en rebanadas el hambre para arrojarla
a las tres gaviotas
de la plaza Eladio Sobrino
donde reparte lástima
el galeón con ruedas
al mando de un bucanero de tierra.

Es tarde
la sangre llegó al río
los cadáveres regresan a su mitocondria
el cielo cae en el océano frente a Cantalao
y se diluye en una burbuja de la espuma de las olas
las aves indiferentes se paran en una pata sobre los ipod
/que flotan
las cucarachas se multiplican tan rápido como se devoran
el viento prosigue su rumbo tras la cometa huérfana
el sol despierta cada tres días
la luna sueña y no hay quién la despierte.





Relámpago azul en su mirada
espada en mano
labra un pincel del témpano que abandonó a su madre
y dibuja con lágrimas de hielo tres líneas
—sobre las arenas que robaron los isleños ladinos—
para cuando despierte la luna
el llanto hilvane el camino
hacia el último hogar posible
que anida en la fronda amarilla a medio desnudar
del único árbol sobreviviente
enraizado en sí mismo
en la cubierta de un barco de papel.



Desperté dentro de un traje espacial escuchando sólo mi respiración
aferrado al suelo de una roca que deambula por el espacio sideral
sumergida en la eterna noche cósmica más allá de la nube de Oort.

ya sé ya sé ya sé. No soy el Principito
sólo queda la rosa
un baobab
un conejo corriendo a punto de ser atrapado por el zorro al final del zodiaco
y un ratón justo antes de ser devorado
por el campo gravitacional de la serpiente.

¿Y?... ¿Pero?
¿Quién está a cargo del casting?
¿Quién distribuye los roles incluido el autor la silla la mesa la mano el lápiz el papel y la ventana?

Paciente espero que el cuento se despliegue simulando una realidad
cualquier puta realidad del extenso menú del celular
o tal vez cambie de autor de relato de principio de final de alfabeto
pues de nada sirve cambiar de ojos retina de nervio óptico o de cerebro.

Quizá despierte entonces de una vez y para siempre jamás
me haga cargo del riesgo de acercarme al abismo del hastío
y me precipite al centro del caldero donde se cocina la recóndita sopa oscura
a fuego lento lento lento
a fuego 
fue
go
o
.
:
... y disipe el holograma distópico que me tiene encuarentenado
Si es que algún día el invierno regresa con la lluvia. 





Si yo pudiese pedir perdón a cada ser humano que padece hambre
cuando el pan en mi mesa se mosquea y endurece
hasta transformarse en objeto arrojadizo
para ser utilizado en jornadas de barricadas y enfrentamiento
—frente al mall del horror—
con sacos verdes colmados de carnaza dos patas dos brazos mecánicos
y un casco vacío
sin conseguir disminuir ni una pizca la riqueza de los ricos ni
el hambre feroz de los marginados...

Urgente debo regurgitar el perdón que me brota del fondo del estómago
una y otra vez una y otra vez
pues la vergüenza me inmoviliza
y como dios no aparece por iglesias templos ni calles
loco me arrojo al centro de la noche
buscándoles buscando buscándome
pues si no me perdono a mí mismo
mañana no podré distinguir la causa del hambre de mis hermanos
ni el porqué de tanta riqueza en manos de tan pocos.


Ya no sabré a quién arrojar está impotencia de trigo
que pesa como que piedra de molino pendida de mi cuello.

Y eso señor
señora
y eso
muchacha deshilachada
vecino desaparecido
eso
hermano que regresas tarde a casa llorando sangre y abandono
eso...
eso no tiene perdón
pues dios también está desaparecido.
 Confieso entonces una renuncia más

de nuestra oceánica desidia
patrimonio de este Chile siempre humillado.



Quizá fue el rabioso murmullo de los marginados
aquella noche cerrada de octubre
que no permitió que escuchara tu sollozo.

Quizá el exceso de lacrimógenas me impidió distinguir
esas gotas saladas que resbalaban por tus mejillas.
Quizá. Quizá.
Y triste
cuando te perdías en la primera línea que no se rendía
recién recién
intuí que era tu llanto.

Torpe ingenuo insensible
Cobarde quizá
Quizá entonces debí dar un salto tras tu bendito perdón
cuando entre tú y yo
apenas había tres pacos
no como hoy
que nos separa la cuarentena total e indefinida…
y además tú diste positivo
y yo, negativo.



Ella soltó mi mano
después del último beso
bajo una lluvia de lágrimas.
Dio tres pasos y ya no pertenecía al mundo que nos cobijaba.

Tampoco yo.

Y comenzó mi odisea
de aquí para allá y de allá para ningún lado
sin Odiseo, Circe, Vicente, Penélope
sin Escila, Pablo, Polifemo o Nicanor
sin buenos sin malos ni conquista
sin héroes sin malditos ni villanos
sin heridas sangrantes sin derrotas.

Sin enfrentamientos
lo que en definitiva fue lo peor.

Escalé entonces la montaña que se interponía a mi paso
para en la cumbre decidir por cuál ladera
descender al valle que un día compartimos.

Tres días y tres noches escalé aquella enormidad.
Durante el día me acompañó la ira
durante la noche llanto silencio
ladridos lejanos.
Tres días y tres noches escalando, mas... no era una montaña
era un águila
cada pluma un árbol
cada ojo un lago
su pico un desierto en punta
cada aleteo un estremecimiento.


El ave gritaba y mi cuerpo se diseminaba en el aire
cuando se acercaba al sol, cosechaba
Siempre volaba al sur a beber agua milenaria
y cuando atravesaba las nubes mi cabello se congelaba.

Por la tarde se posaba en la Punta del Lacho, quieta, a contemplar el horizonte.
Su alimento provenía del sol al atardecer.
Cuando asomaban las estrellas
giraba al oriente y cerraba sus ojos
que abría con la llegada de la aurora
y regresaba conmigo al cielo.

Aprendí, como el ave
a digerir el alimento proveniente del sol
y a sumergirme en la profundidad de la noche
a imaginar secretos atesorados por la distancia.

Decidí entonces no bajar al valle y hacer mi casa en el ave
lo más parecido al mundo que tú y yo un día habitamos.
Aprendí, encaramado sobre la cabeza del ave
que el rayo verde es un puente
que se abre al final del día, cada día
entre la añoranza por el mundo prometido...
en medio de la pandemia del desamor
la nueva normalidad
y la vacuna que nos amenaza.

Aprendí
como el ave
que para regresar al mundo que extraviamos
basta cerrar los ojos sin temor,
esperar cuarenta días y cuarenta noches
y diluirnos de una buena vez
en el sí mismo oscuro que nos envuelve...



granado que está del otro lado de mi ventana.
No me di cuenta cuándo la primera hoja se pintó amarilla
—que seguro lo hizo muy lentamente—
ni me percaté de la segunda ni de la tercera entre tantas hojas verdes, pensé.

¿Cuántas hojas tiene el granado por cada uno de sus frutos que la vida le pintó con /sangre?
Ahora que la mayoría son amarillas y
una por una, sin apuro
se dejan caer en la terraza
abandonando desnudo su esqueleto de madera y a mí lleno de preguntas y unas
feroces inquietudes: ¿De qué color están mis hojas?
¿Quién me mira a través de la ventana?
¿Dónde está el otoño? ¿En las hojas de mi granado o dentro de mí?
¿El otoño es para todos o sólo para mí que lo veo?
¿Él, llora por sus hojas que caen?
¿O cada una de sus lágrimas es una hoja que cae, como la nube que nos llora con su
/lluvia?

Es que hace tres días la mirada de un niño estaba llena de otoño y hambre
rodeado de invierno blanco, descalzo, atrapado en escarcha
mientras hombres y mujeres corrían, se atropellaban
y vociferaban por una la libertad ajena
dejando la propia al cuidado del niño
y al niño al cuidado del invierno.
Por todo el huerto estalló mi corazón en tristeza ambarina
como el otoño estalló las hojas de mi granado al otro lado de la ventana
alfombrando la terraza de hojas que sirven de alimento a la tierra que alimenta
/al granado
o aleteo de pájaros para que el viento muestre sus dientes
y la fiereza de su amo implacable: el invierno ineludible y gélido
que lo mismo que yo se pregunta
¿Por qué abandonaron descalzo a este niño con la libertad entre sus manos
como si fuera un peluche fugaz o su hermanita menor en pañales?


Sobresaltado, desperté por el murmullo lejano de una multitud que crecía:
Era viernes, 18 de octubre…
lo que necesitó unos cuantos días
y apenas un sistema solar encender
se convirtió en una eternidad ciega y toda una galaxia
tan sólo para medio sofocar el estallido
pues intervino un ente pequeñito con una jaula en cada mano, casi invisible,
igual que el niño descalzo con
la libertad de los hombres en sus brazos
en medio del invierno que nos aguarda hambriento
como el hambre del niño
mientras ellos y ellas corren y en cada tranco se alejan
de aquello para lo que aún no están preparados: morir
al contrario de mi granado que amarillo muere cada año
y cada año renace
verde en frutos y silencio
y me hace escuchar su canto de libertad…

Entonces, repentinamente
cojo una manta, las semillas, el diccionario de los duendes
y salgo disparado tras aquel niño descalzo
con su hermana menor en sus brazos…
rogando que no se pinte amarillo
y se marche en un aleto de pájaro.


 Hasta que eso… Esto, aquello, atacó a mi hija.

Antes que naciera prometí protegerla.

Confieso que para un ataque de esta naturaleza
Nunca estuve preparado
De lo contrario no intentaría escribir
Y es que el inesperado agresor se esconde en el tamaño
En el abismo del revés
Mucho más lejos aún que el país de Alicia
Más lejos aún que la perfección.

Sufría como bestia esclava
Cuando imaginaba que ella pudiese caer en manos de un mal nacido.
Se me caldeaba el ánimo más que el centro de un agujero negro
Mientras corría como poseso tras la venganza judía:
Ojo por ojo
Diente por diente
Pero no, yo iba más lejos: amor por amor
Mi venganza alcanzaría todo aquello que el sujeto amaba
Si es que el sujeto agresor amaba de algún modo algo o alguien.
En mi pueril imaginación, ampliada sin límites
Mi venganza consideraba pérdida de órganos, ríos de sangre.
Especialmente luego de ver “Búsqueda implacable”
Protagonizada por un señor Neeson y su hija rubia.

Mi hija es morena.
No podría disparar como Neeson ni en mil años
Tampoco arremeter con golpes demoledores contra un ser humano.
No obstante, disfrutaba aquellos atinados disparos entre ceja y ceja
De tipos albaneses, jeques árabes, mafia rusa o soldados del narco.


No sé qué hubiese hecho
Pero la emoción frente al abuso me indicaba que sí
Que yo era capaz de aquella carnicería
Y más
Mucho más.

Lamento que exista sólo un señor Neeson y, más lamentable aún
Que sea ficción
Si en la realidad cada día aumenten las jóvenes destruidas por la brutalidad de algún macho.

Es que no soportaba (no podría soportar) el desgraciado sufrimiento de ella
A manos de un sujeto abyecto.
Todo lo podría soportar, menos el abuso.
Ella podría enamorarse de algún Jesús predicador y milagrero…
Pase
Podría irse con un circo o una banda de rock en gira
Ya…
Pase.
Incluso podría haberse enamorado de un futbolista, o un pastor evangélico.
Yaaaaa… Pase.
Hasta un poeta estaba dispuesto a soportar en la familia.

En Fin… Era su vida.

Pero no, aquello la atacó silenciosamente.

No puedo decir que aquello sea una banda de abyectos albaneses trata de blancas
No puedo decir que fue un cura pedófilo que alcanzamos a sorprender antes del ataque /final.
O que se quebró una pierna huyendo de los pacos en la plaza de la Dignidad.

Aunque suene horrible,
Tampoco puedo decir que ingresó a la udi* o se hizo testigo de Jehová.

No. No sé nada, sólo que la impotencia frente al abuso rebalsa mis restringidos
/límites humanos
Y me traslada a la velocidad de la luz a un universo paralelo
Donde nada humano es útil ni tiene sentido.

Desde aquel lugar sólo veo doctores armados con su tecnología tan rentable y elitista
Que la mantienen oculta de manera prolija entre palabras muy científicas.

Y… Me rindo. Me rindo... Esto me arroja de rodillas frente al misterio encapuchado
Y es que sólo imploro por algo
Algo sutil, invisible, no racional, paranormal si se quiere
Algo que me acerque a la mitad de la mitad de un cuarto de milímetro
De aquello que ataca a mi hija
Para hundir en su corazón
En el centro de su centro bien al centro
Un filoso poema, el más filoso, radioactivo y letal poema
Para desvanecer así este sorpresivo e inasible cáncer que atenaza el pecho de mi hija…

Mas, debe ser pronto
Pues el infeliz ya le arrebató su cabello.


Ya nada será igual
ni lo igual
ni lo singular
ni la singularidad.

Todo es complejo
será más complejo
y más complejo
menos conocido con el paso del tiempo
más lejano con cada latido.

Lo primero en migrar
es el poema.
Fue el poema.

Ya no es el poema aquí
ni al frente ni a la vuelta
ni abajo ni arriba.
El poema no es
no existe lugar para él.

Confundimos la piel de serpiente
con la serpiente
el capullo con la mariposa
la oscuridad con la noche sin luna
tu mano con una mano
una marcha con la revolución
confundimos el bono con un aumento de salario.
Aquí es confusión.
Aquí tierra baldía.
Aquí agua ácida.


Un racimo de letras no es poema
ausencia de poema
se acabó el vino
se rompió la copa
se evaporó el agua dulce
estalló el cántaro
explotó el ojo.

Abonamos la tierra con hormigón
la semilla la llevamos al molino
nos hartamos con pan estéril
damos por cierto lo incierto
tu mano ya no tiene tu piel
la luna no era el sol ni el cometa
la mariposa no corría por el campo
la serpiente cuando alcanzaba su cola
ya no era serpiente
la normalidad nunca existió
ni la evolución ni el creacionismo
y el presidente jamás será nuestro presidente.

Ahora soy pura nostalgia
vacío de poema
intuyendo que la poesía fluye en algún lugar
en el afuera de mi adentro que imagino
ingenuamente
vivir afuera.

Agujero negro
algunos le llaman
cuando vibra la poesía
y fractura para siempre los ventanales del confinamiento.




 Mario Barahona Saldías, 1955. Parral, Chile
Publicaciones:
- 2006,  El Amor y Patagonia en Última Esperanza. Novela. Editorial Forja.
- 2006,  Poe-Mario. Antología Rupestre. Poesía. Editorial Forja.
- 2007,  Buganvilla. Novela. Editorial Forja.
- 2008,  De Casa en Casa. Novela. Editorial Forja.
- 2008,  Oráculo Poético de Isla Negra. Poesía. Edición Artesanal independiente.
- 2008, Quántos Cuentos. Cuento. Edición Artesanal independiente.
- 2009, El Bagual. Una Fábula Peregrina. Novela. Editorial Forja.
- 2010, Aviento de poesía y herbaje para el amor ajeno. Poesía. Ed. Una Temporada en Isla Negra.
- 2011, Indeterminación. Poesía. Ediciones Una Temporada en Isla Negra.
- 2012, Despertares, Cuatro olvidos presentes, cuatro gansos en vuelo. Novela. Ed. Una Temporada en Isla Negra.
- 2014, La nuez que devora la vida. Poesía. Ediciones Una Temporada en Isla Negra.
- 2014, La nuez que devora la vida. Poesía. (Dos  ediciones)
- 2015, Coto. Poesía. (Tres ediciones)
- 2016, El Tabo a toda Costa. Novela. Ediciones Una Temporada en Isla Negra.




Reconocimientos:
2007, Mención Honrosa, Certamen de Narrativa “Augusto Padrón” Venezuela, con De Casa en Casa, Novela.
2007,  Primer Premio Concurso Literario, Algarrobo, con el Cuento Suspiro.
2007, Mención Honrosa, Concurso Alejo Carpentier de Autobiografía, 2007, Convocado por la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía para obra publicada, con El Amor y Patagonia en Última Esperanza.
Novela.
2007, Mención Honrosa con el cuento Dictadura, IV Certamen de Literatura Hiperbreve, Pompas de Papel, España, entre más de 1200 participantes de todo el mundo.

El año 2008 conocí a Hernán Castellano Girón, gran amigo, escritor, actor, acuarelista, quien me mostró el mundo literario, incluyendo el mundillo de los concursos. Decepcionado y mirando horizontes invisibles, desde entonces decidí no enviar ningún trabajo más a concurso alguno.