domingo, 31 de mayo de 2020

Ana María Bustamante - Colombia




Vengo al encuentro con lo antiguo,
al hondo renacer de esta ceniza.

A poblar el silencio,
el cansancio,
torpemente,
con mis huesos fundidos.


A nacer, viajera
en el indefinible milagro del alba.
A eso he venido.
* * *




Nadie muere de vejez,
muere de espanto
al despertar el diluvio.

Lo que me genera este letargo
no puede ser otra cosa que belleza.

Me siento verdaderamente gris
caída bajo el humo como un astro,
rota, en mi vejez de cinco años.

Brilla en mis huesos el mar
con sus perlas suaves de azul ocre
y bocas rosadas como manos.

Es el ahora que enciende los dedos
como antorchas,
el vuelo que dibuja con frenesí la bruma
donde cae este humo ciego que antes
encendió auroras.

* * *


4.


He empezado a buscar en tantas muertes
llenar ese vacío
de no poder abrazar el lenguaje,
de no saber decir luz.

Sólo el tiempo cortará las horas
con su hilo infinito.

No, no es el tiempo.

Es el vientre herido de la sal
en que bebí la noche.

* * *




Nadie preguntó por el vacío
de la puerta abierta para siempre.

Nadie habló los pasos de
la ausencia que llega.

Nadie abrazó la mañana
hasta fundirla con la noche
en un intento sordo
de poner el mismo nombre
a todas las cosas.

Nadie dijo nada.

Nadie dijo nunca.



* * *




7.

Después del naufragio
que una pasajera ofrece a lo desconocido,
comprendemos la soledad de los gatos,
su infinita mudez oscura,
su obstinada silueta que se yergue
con la noche
como una herida en la carne.

Lo sabemos al renacer cada día,
extraviados,
sin poder asir
el lenguaje.

No hay peor soledad que esa.

* * *




La despedida

El mundo nos abandonó verdaderamente
en la lluvia.

En el agua se dijeron adiós
los cuerpos
que amaron tanto la herida
hasta secar su ardor.

Se dijeron adiós las manos
que palparon tantas veces la rasgadura
hasta entender su paisaje.

Todo lo nuestro se despidió en el agua,
quedamos con el temblor apenas,
con el frío desbaratando las raíces
con el miedo de nuestros ojos mojados
en el diluvio que fue una hoguera.

Los anteriores poemas hacen parte del libro Antes de ser silencio, Sílaba Editores 2019.


El viaje


Una pasajera toca
el borde de un barco.

Va al origen de su sombra
a cerrarse con los párpados
del agua
a deshojar sus orillas
en pequeños aluviones,
a renacer, viajera
en la raíz de la lluvia
que ha creado el mar.

Ella es un pez que surca
el metal del navío,
una ola ronca
que muerde la arena
desde el origen del mundo
hasta la ciega pupila de la noche.

La pasajera cruza a bocanadas
la grieta del agua
y palpa la soledad del mar.

* * *


El agua dibuja el camino

El agua dibuja un camino de memoria,
donde el recuerdo hace su voz.

Todo forja la vida como a la ausencia:

brazos desnudos, ojos cerrados,
la eterna sinfonía de candados y pedruscos
que cosen la muerte,
la lenta transformación del cosmos
que perpetúa la herida del mundo.

* * *


Nostalgia

Donde el mar conoció la luz
se hizo la roca,
como una voz sorda en el agua.

Hay en la nostalgia
bocas congeladas en forma de gritos.

La prueba es el tacto,
tiene el sabor de lo no dicho,
el brillo infinito de la despedida.


Ana María Bustamante

(Medellín, noviembre 1991). Socióloga, fotógrafa y gestora cultural. Aspirante a magíster en Sociología. Ganadora del IX Concurso Nacional de Poesía Héctor Trejos Reyes 2016 y de la beca en circulación internacional de la Alcaldía de Medellín, 2018. Con su libro Antes de ser silencio obtuvo el Premio Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio 2019 y fue publicado por Sílaba Editores en el año 2019.

Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés e italiano y publicados en diversos medios impresos y digitales. Es editora de la revista Telúrica del colectivo poético Nuevas Voces. Fue incluida en el audiolibro Ecos 15 poetas antioqueños 2017; la Antología de Poesía colombiana Contemporánea del siglo XXI publicada en Francia por la editorial L’Oreille du Loup, 2017; la antología Luz sin Estribos 35 poetas colombianos / 35 poetas cubanos 2019 por Nuevas Voces Editores, entre otras. 




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