Poemas de onda corta, 2009

A la memoria de Lauren,




Tía,


Madre,


Hermana
























































































Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna

(Leonel Rugama)



















Life is peaceful there

in the open air

where the skies are blue

this is what we're gonna do



(Go west – Pet Shop Boys)







































































































AM















































89 punto 1



Oh Nikita you will never know anything about my home

(Elton John)



¿Pero por qué, a la vista del pueblo

me sentía un traidor?



¿A quién le estaría arrebatando?



¿Qué se llevaba el camión de mudanzas

aparte de las sombras

y una abuela que rezaba en la cabina?



¿Hacia dónde miraba entonces

cuando Sabanagrande –palabralargacomohorizonte-

iba clavándose, como una estrella más

en las piernas y manos

de aquella hermosa Cruz del Sur?



89 punto 2



Si no lloraste no viviste,

y había tanto por qué llorar.



Todo muro caía en pedazos,

los grafittis, los videos de las fugas,

el cambio de guardia en Check Point Charlie.



Solidaridad

era una bandera que ondeaba en el Vaticano,

y La Pasionaria no aguantaba más:

la muerte pasaba sobre su no pasarán!

Ceaucescu era medido a balazos

y la momia de Lenin hacía fila, desesperada,

en los portones de la embajada gringa.



Si no lloraste no viviste

el golpe definitivo

la retirada de Soyapango

y el último beso de la brigadista irlandesa;

la flor, la pañoleta de noche y sangre,

los últimos comicios para elegir la vida

en una América abierta en canal;

Durán noqueado y arrastrado en los camerinos,

el Vesubio borracho cantándole goles y tarantellas

al Maradona que todos llevamos dentro

en canchas de tierra

en Los Chorrillos, en Zacamil,

en la tierra arrasada del kaibil.



Si no lloraste no viviste

el estruendo de los cazas, las últimas de Lee Van Cleef,

las cuarenta libras de arena

con que corrían los reclutas enamorados,

la filmina rota y Los Cañones de Navarone

rompiendo en salvas por cada novio reclutado.



Si no lloraste no viviste,

fue una época de risa o llanto,

de carnavales

de fuegos en racimo.



El último tanque salía de Kabul

y las primeras amapolas caían

del otoño soviético.

Una fragancia nueva envilecía al viento,

los pañuelos hacían nido en la manos y los niños

crecíamos

simplemente crecíamos

como lo hace la hierba, sin nostalgias,

en medio de toda ruina.



83 punto 3



Vengan hombres del Patuca

orfebres del sueño…



¿Cómo está el niño

en esta hora de sol plenario,

el pequeño tamborilero

cuyos brillantes ojos bogaban

en las canoas de la hamaca?



¿Aún cargás al fusil de madera

con termitas de nostalgia?

¿Aún cargás contra el cerro

en medio del verde lluvioso,

con amigos

en fila india guerrilla de palo?



¿Cómo está el niño despojado?

¿Cómo sobrevive sin la zarza,

sin la espera,

sin su adulto muerto que recuerda en el poema?














Polo a tierra



En aquellos tiempos

creí que sólo la poesía me salvaría.



Y ahora,

con las pruebas

del silencio y la estridencia

lo entiendo

lo sé

soy salvo;

fe sin erratas

frecuencia de la palabra en la carne

verbo que sumerjo en la herida.



En aquellos tiempos

sólo la poesía era salva,

región de espinos

reino sin poderes,

sin embargo

tan ancha como el cielo

al cual nunca ascenderé.







Leteo



En ciertas ventanas siempre lloverá

y la ausencia paseará su borrasca

como una muerte en jirones.



Pasará el circo

con su imperio de parches

y la bailarina

que aprendimos a amar

entre equilibrios y dardos

subirá a su escalera

para fugarse de la carpa del tiempo.



Uno es y será siempre

muerto cargando muertos,

rostro de postales

nostalgia a sorbos,

banda ruinosa

que lleva en sus metales

el compás dorado del




Estratos



En mí

yace lo extinto,

el grave rumor de lo que pronto se acaba.

En mis ojos

consumidos paisajes

y el frágil vuelo del sonido;

gestos de pez

trilobites de tinta.



Cuán poco dura el romance

entre la belleza y el asombro;

apenas un fósil,

la burbuja de una estrella

estallando en la noche

y el derrumbe del misterio

que fue cavado –duramente-

como una mina en el alma.

























































Sintonía



Si al menos me hubieran dicho:

afilarás tu espada, bruñirás tu yelmo,

levantarás tu peso

y sediento, sucio y aterrado,

arderás de sal para perderte por mucho tiempo,

podría haber elegido

quedarme bajo el encino

respirando sombra

y dejando a otros los sueños de imperio.



Sin embargo, heme aquí,

disperso,

reuniéndome,

patéticamente, en cada eco,

intentando

-con aspavientos de mago-

darle cuerpo

y misterio

al golem de la palabra.





















































Estática



Veo la tierra blanca, veo,

una imagen a rayas y una vieja canción, la veo.

Es palpable, rehace el humo de cada cosa,

desde el polvo al sabor del almuerzo.

El sol es un imperio

y los petardos no son la guerra,

son el juego que hago

mientras todos se marchan, adentro,

a las salas oscuras frente al telón de sombras.



Piero canta, lo escucho cuando la brisa se calma.

Sabanagrande es un canto

nadie lo sospecha y cantan

hacen las veces de mil fantasmas

que un día vuelven

indefinibles, insustanciales

como las viejas voces de las casonas blancas.



Veo la tierra blanca, el suelo hendido

mi sombra queda iluminada

bajo la higuera de limas.

Como a un viejo radio cuyo dial he roto,

busco las voces, las busco

mientras el polen resplandece

adentro

más adentro que mis ojos.



































Sueño del hijo



Érase

un millón de instantes vividos

y el sol

como una espiga

doblándose despacio

en el andar de la gente.



Érase

el surco de los sueños

y la palabra confinada

en la semilla más estéril.



Érase una vez

el inocente bullir de los instantes

como un estanque de peces

que no distingue un rostro del otro

mientras la luz se fragmenta

y los ojos destellan.



Érase un niño

y junto a él

su hijo corriendo

jugando a dejarse atrás

el uno del otro.













































Thymos

Dame más tiempo vida…

(Roberto Monzón)







Dame más tiempo, palabra,

el viento me apaga cuando me enciendes

y una extraña raíz

crepita profunda sin mostrarme su fuego.



Dame más tiempo, palabra,

el silencio y su herrumbre

no mellarán tu filo:

serás de nuevo la hiedra,

aguarda,

el principio y la magia,

aguarda,



no me hagas tomar el lápiz

tan sólo para clavarlo despacio

en mi garganta.











































Mar adolescente.



A Beto, desde la infancia.

Lo único que yo no tenía era el mar.

Pero es sabido que de la ausencia

hacemos lo real, lo que nos llena,

lo que siempre nos regala una sonrisa.

Cuando faltaban sus olas

subíamos al Momotombo en busca del Golfo,

enormes gaviotas las miradas,

nos quedábamos en su vuelo

hasta que fundidas con el sol,

caían incineradas en las aguas.



Luego, la distancia era noche

y nosotros, regresábamos al pueblo

con el tronar de los pinares.



Odiseo montañés,

temblaba con la idea

de que en lugar de esos bosques

viniéramos corriendo bajo el mar.













































L2 y R9





Y además

contábamos con el oráculo infalible: las rocolas.

Eran ellas quienes decían

cuándo el muerto iba a ser de bala

y cuándo de puñal.



(José Alfredo de bala, Pedro Infante de puñal).



Pero antes, era el rostro indescifrable,

el caballo nervioso royendo la cuerda,

el cuartito que se enmohecía de pronto

y los ojos llegando exactos

al veredicto sagrado del número y la letra.



El miedo quedaba adentro,

como una mosca revuelta al interior de una botella,

no había tristeza ni rabia,

tal vez, una campanada íntima en el oído

y de pronto, el ruidito del mecanismo,

la mano en la cintura, el disco a su aguja

el saldo de cuentas

y aquella tonadita del pujido

que empezaba a flotar, escandaloso, como Agua de Florida.



Eran entonces los últimos entierros con banda y complacencias,

cuando los perros aullaban tempranito

al encendido del motor eléctrico.



No sabría explicar el por qué

de aquellos hombres que llegaban

pidiendo monedas o puñales.

Hay coágulos que se vuelven cantos

y dejan manchadas para siempre

la tierra apisonada en los velorios

y el aserrín sobrante bajo los sobrios catafalcos.













Campanas para un ángel





Cuando era un ángel

las campanas sonaban más alegres,

la neftalina flotaba en el aire

y un velo blanco adornaba en la prisa

el altar con flores del patio

y jarrones prestados.



Aquel niño muerto

no tenía foto para su vela,

ni anécdota, ni sobrenombre,

era un ángel, nada más,

un soplo de polen que vagaba hacia los ojos

para hacerlos llorar.

Acompañarlo traía buena suerte,

soñarlo, dinero...

Bastaba un hombro para cargarlo

y nueve meses bien amados para olvidarlo.



Cuando un ángel moría,

los niños jugábamos al entierro

sembrando cigarras bajo el mango.







































Eukarystía



No siempre fue el amor

el rayo empuñado que primero enceguece y luego

calcina con sus besos.



Hubo días de amarras ceñidas

y de falso tacto amansando las olas;

días de estragos

y de blandas paredes para asestar los golpes,

días de blancas herrumbres

y de blasfemas plegarias a un dios castrado.



Fue aquel amor

una especie de cirio,

un arrastre de cadenas y salterios

donde invocaba

con voz ronca y pesada

la liviandad de un cuerpo sobre otro,

el estigma de unos labios

que marcaban los sitios del placer y la memoria.



No fue tan puro el amor.



Algo tenía de incierto,

de fruta mala.











































Designios



No sé cómo planeó mi padre

hacerme llegar aquel poema de Dalton

envuelto

junto a su pergamino

de visita a Tierra Santa.

César, mi hermano,

lo trajo anudado a su alegría

y me pidió guardarlos

bajo el vidrio de la memoria.



“Se marchitan –me dijo-

golpean como hojas sueltas

de un otoño setentero”.



Aquel día supe

que mi destino sería igual

al de un árbol con oficios muy particulares:

mientras todo el bosque marchitara

yo crecería con sus despojos,

como un frondoso y único

paraíso de nostalgias.















































Mayor o igual que



Se tienen los 33 como cualquier cosa,

la montaña es montaña

y el viejo del yoyo sube incansable tras su sombra.

A veces destellan los peces del autobús

y una voz ronca susurra en los parlantes.

Desando los atajos de los ladrones

y me encuentro rebuscando cometas

entre la maraña del cableado.

Silban las balas en las playas de Normandía

aunque distraído levante cabeza

siguiendo la curva veloz de una mujer infrecuente.

Son los 33 y sus clavos.

El martillaje lame mis desoladas arenas

mientras el resollar del mar

descuartiza sirenas y barcos de oropéndolas.



Ni modo,

esperaba trompetas

pero sólo crujen los huesos,

se agitan retoños de cobre

y uno se queda viendo,

interminablemente,

en el espejo manchado de labios.













































Maná



Aquí está

lo que diste por nombre peste

en lugar de sustento,

ajenjo en lugar de estrella

fiebre en lugar de sueños.



Parcas tejedoras y blancas pústulas de la inquietud

¡cuánto pesa poner en pie una hoja

para luego derrumbarla

a punta de letras y desencantos!



Porque no hay uva que no haya pisado

de este vino salobre

que liba y amarga a los solos

para luego verterlos en ánforas de silencio.



Y aquí estoy, bien lo sabes,

levemente en el aire,

siendo el árbol que simula

cantar en su cigarras;

fuego sin zarza,

muralla que acusa

el oleaje reseco del desierto,

lo que soy, lo que eres,

lo que baja en cenizas a diario

y te alimenta.



















































Storyboard



Te veo, me veo.

Sobre nosotros,

una nube forma esa burbuja

donde los comics ponen sus palabras.

Atrás, el silencio del panteón,

dioses del silencio en sus nichos

y con sus impúdicas escaleras

por donde intentan subir a los cielos.



Te veo, me veo.

vos te dormís en el pasamanos,

apenas cerrás los ojos y yo,

cíclope fotográfico,

te revelo la forma de perdurar para siempre

en una pose nostálgica.

Hace sol, hace muerte repetida,

¡qué lugar caramba!

Un panteón para perpetuarse.



Más allá de nosotros, la ciudad convulsiona

voluptuosamente,

como un hervidero de anacondas

doradas.











































El solo de la Plaza de Oriente



Y no volví más

a tu puesto del Rastro a buscarte…

(J. Sabines)



Y así caminé como en sueños

creyéndolo todo.



Del cielo volaba un pájaro

epicentro de aeromotos,

de una orilla a otra

de un gesto

supe de pronto que nadie escucharía

las palabras de aquel mimo en la Plaza de Oriente.



Me creí capaz de ir solo

por la vida, por mí mismo,

pero apenas encontré las plazas

me vi como estatua llorando un martes.



Fui yo, el solo de octubre

y del cielo volaba un pájaro

y caían en copos las nubes…



El metro, como una intravenosa

inyectaba soledades de rostros pálidos y ausentes.

Alguien hacía su muñeco de hojas

y los cisnes, en El Retiro,

fueron tristes pájaros de tabla.



































En las galeras



Yo serví en las galeras contables,

amarrado a la silla

empuñaba el lápiz remando

en contra del cifrado mar de horas y cierres.



El sol teñía la mitad del rostro

mientras el ventilador henchía los papeles

con su soplo hastiado.

A la altura de los pájaros

que se estrellaban en los ventanales,

imaginaba que el edificio entero levaba anclas

y dejaba atrás

las nubes de un cielo petrificado.



¡Cuántos salarios pasaron

como esqueléticos peces multiplicados!

¡Cuántos memorandos silbando

como látigos en mis manos!



Yo serví en las galeras contables,

restándome, borrándome,

batiéndome manso en la espuma de las tardes.













































Del viaje impostergable



Dichoso el hombre

que lleva por equipaje un perro.



No se perderá.



Vagará dormido sin la brújula de los sentidos,

vagará entre fantasmas

levemente reales

y llegará hasta donde el hambre

marca con sus cruces

la existencia de algo que fue pasado y sonrisa,

luminiscencia de ojos oscuros,

abrazo en el frío

de las edades perdidas.



Dichoso el hombre

que lleva por equipaje un perro.



No se perderá.



Ni volverá.



Será epicentro de presagios,

fiel

en la balanza de la medianoche,

timonel

en los caminos que abre el invierno,

confidente

de vagabundos solitarios.



Y un día vendrá en que lo llamarán poeta…

vivirá del desprecio

y escarbará en los sueños,

sin vueltas ni gemidos,

mostrará los dientes

y aullará, como un faro

en medio del furor de las tormentas.















Atisbos



Mis ojos te mencionan,

agrupan las cosas que tocaste

y se van escapando.





Mis ojos

Tejen arañas para saber del silencio.



Mis ojos

sacarán tus cuervos

y anidarán tu cuerpo.



































































Cabañuelas de enero





Doce de la noche. 6 de enero.



Comienza junio y no lloverá.



En las salas de parto

nació un Vallejo de la Costa Norte,

el primero de tantos tristes

que soñarán con París

y terminarán perdidos

en algún Miami de cuarenta grados.



10 de la mañana. Siguientes días. Octubre.



Nadie sabe

de un poeta nacido en octubre,

así que no hay pronóstico.

































































FM



















































































Alfabeto para Esteban



Tú has nacido en un sitio verdadero,

lejos del mar…

(Antonio José Rivas)



Me has despertado para que vea el río,

pero hoy

lejos del mar y su espejismo

tendré que enseñarte la palabra Honduras:



Fonema de sal

y campo de escafandras,

pirotecnia de los tristes

yegua en celo que nadie monta.



Explosión de la resina

que aprieta y avanza

en el fuego y chasquido de sus ramas,

asfixia

vena bajo tierra

que la aguja del sol

nunca encuentra ni alcanza.



Honda puñalada

rumor de la herida

en su pequeña hecatombe

de infección y hormigas

trepanando, socavando

en la más pura palabra de insomnio.



Me despertaste para ver el río

con sus peces y desoves ,

el sinuoso dragado del tiempo

y las aves en su estrecho cielo,

pero hoy

sin la idea de un mar que nadie espera

aprendí , a enseñarte, la palabra Honduras.

















Juramento a la luz del día

A los Paveles, Cruz y Núñez





Mientras exista la luz

en su blanca piedad de astro,

iridiscencia que fluye

y luego explota

en lo que damos por nombre sueños.



Mientras exista la luz y su puño de espejos,

órbita de reflejos que golpea en la mirada

cada vez que se abren las ventanas

dando paso a las sombras

pájaros del humillado.



Cada vez que exista la luz

como radiante respuesta del tiempo

a nuestros ópalos más tristes,

a nuestras lámparas de arena,

a nuestro endeble tea de espantos.



Cada vez que exista la palabra luz

cada vez que reviente

cada vez que inunde y desborde

las enormes plazas del calendario:

ni una venda

ni una tan sola noche,

ni siquiera pestañear un poco

ante el enorme incendio

que siempre

provocará el canto.







El regreso a la vaca perdida



Un hombre puede quedar vacío

si se toma demasiado en serio,

idea tras idea,

limpio el cráneo para un cenicero.



Hay cruces atiborrando las bodegas

y pelucas de juez que se miden

con mucho cuidado,

al igual, un hombre puede reunirse

y vaciar de un trago sus recuerdos,

ni más ni menos, ebrio en las estaciones

contemplar los buses y a su gente en las ventanillas

enmarcados

como tristes cuadros de la asfixia.



Tengo presente el llanto en los mataderos

y el largo cruce de miradas entre la vaca y el niño.

El resoplar de la sangre

como una lona zarandeada por el viento,

el mugido interrogante y los ojos

acuchillándole todo el laberinto de las vísceras.



Ayer creía verme despierto

envuelto en el aura de las palomas,

deteniendo con soplidos la caída de las estatuas.



Quizá de allí la vaca y su relación con lo perdido,

eso que buscamos en los archivos del tedio

y entre el polvo que los lavabos trasiegan.



Una estatua me decía que su amor

eran las ondulaciones del humo

y el poder del cigarrillo besando a cualquiera.

Habían corazones en la historia, claro,

con seguridad

una lengua lasciva burbujeando en las palabras.



Pero yo estaba en el asunto de los buses

y sus museos ambulantes,

fascinado bajo el farol que me rodeaba

como una polilla.

Ni siquiera hablaba en griego esa noche

y por lo tanto, Helena, nada tenía que ver con mi guerra.

Era yo y mis zumbares, nada más,

la miel empalagosa de la memoria,

el sentido absurdo de regresar a una vaca

que te miraba y preguntaba

sin decirte

absolutamente nada.



Volviendo al asunto



En todo caso,

el niño es un pasillo con luz en el fondo,

algo que se va cerrando o abriendo paso

en la conciencia de la vaca.

La sangre, es una alfombra roja

por donde pasan los recuerdos invitados.



Afuera lloran los que esperan entrar,

entre ellos, la lluvia, ese invento de los tristes.



Porque era fácil hablar de piedad

cuando el trueno sacudía los nervios

y el azote de nuestra madre

se convertía en abrazo y respuesta;

porque uno preguntaba, sí,

siempre haciendo el papel del infeliz más necio,

buscándole piedras rosettas al tapizado con revistas

y explicando cualquier mancha en la hoja de tarea;

porque de lo contrario, la maestra se enojaba,

la maestra vida y el conjunto vacío,

ese silencio ante las notas en rojo del animal

que mugía y hacía correr a los débiles de carácter.



Y al niño, no le quedaba otra que estudiar,

repasar, olvidar, borrar,

olvidar con la rapidez de un carnicero

que pasa presto a la siguiente víctima,

como la maestra, eligiendo respuesta

o borrando del pizarrón

el trazo de una vaca dibujada por alguien

a quien no le interesaban los timbrazos del recreo

ni las clases de inglés de la gringa Johnson,

sólo las palomillas que salían del rastro en invierno

como llevándose algo que tan sólo él y sólo él

podrían ya reconocer.























Plegaria vacuna



Cuelgo divertido de mi globo ocular.



Y claro, que el viento es un niño resuelto

que me lleva a la altura

donde toda catedral es una vaca muerta

con la ubre de las cúpulas

tensas y agrietadas.

El cielo tiene un filo que espanta

y sin embargo, ninguna campana delata

el temblor supino de nuestra heroica vaca..



“Cada animal es gregario –me decía el arriero-

y el rumiar, es su constante rezo.

¿Pero adónde puede ir una vaca

que siempre ha cargado en sus manchas

todas las nubes del cielo?”



Ya nada importa,

el olvido entra por el cuello.



Mañana rezaré

antes de lamer tu manso cuerpo.













































Mensaje en una bombilla



Por elección o exilio,

a la luz hay que ir

para quemarse,

horca radiante

en la que se muere iluminado.

Por elección o exilio,

fugaz como el sol de las cinco

a la luz hay que ir

para quemarse, las alas

el deseo nómada

el complejo de avestruz

de tubérculo sabio

de cofia.

Por elección o exilio,

a la luz hay que ir

con los ojos en blanco,

cegados en la llama,

carbonizados

por las chispas del vuelo.







La bomba silenciosa



Y es ahora,

que como un grito de alarma aérea

el pregón de las tortillas

despierta a un día que no avizora nada bueno.



Los edificios, mendigan un poco de ruina

y los autos, simplemente, se desploman

ebrios de plomo.



Los afiches políticos crecieron por la noche,

plaga de sonrisas a la que es tan fácil

escupirles el rostro.

Ninguna bomba cae,

pero en la gente, se ve la asfixia del bunker,

una mirada que escarba el silencio

y que luego se pierde con la rotación del cielo.



En las vitrinas, los orates

van tejiendo a punta de piedra

las bellas telarañas del miedo.



















































Kinshasa memories



Vuelvo a Kinshasa, mi amor,

dulce paranoia que repito

en cada vuelo que regresa desde el sueño al día.

En pleno goce del clima

percuto sobre el tambor del verano

y clavo en las paredes, con lanzas,

mi colección de pájaros humana.



Supura el sol, enfermo,

la aldea crece y se consume a sí misma,

nada desconocida a mis ojos,

babel de termitas o estatua de polvo,

pero feliz la mirada por volver a vos,

oh abandonada...

Tu pelo revuelto y medusa

envenenándolo todo,

el asedio del incendio

y el pánico del amante presa del deseo

inocultable en los parque calcinados,

en los hoteles destruidos,

en el delirio de la ceniza que hace las veces de nieve.



Estoy de vuelta, amor mío,

amaestrado en tu aro de fuego,

como el dulce paquidermo de la amnesia

te saludo, oh Kinshasa,

Serenísima,

Capital Augusta de la América Central.







II



En kinshasa no queda lluvia.

La tribu perfora los cerros y busca los odres

-que dicen- yacen repletos bajo el suelo.

Así, pierden las manos y el sueño,

abren enormes surcos,

señalizan con huesos y mascan raíces

hasta dejarlas resecas.

Un constante zumbido es la palabra

y la aldea crece en octágonos incontenibles,

en un andamiaje feroz

donde guardan la breve historia de su tiempo.



No pasa nube en Kinshasa,

tan sólo, un interminable temporal de langostas

que se encarga de arrasar las techumbres

y a las precarias flores

que todos dan por llamar esperanzas.



Cuento del avión que nunca regresó



I



Para entonces

los aviones os habrán cortado las manos.

El cielo caerá como un pañuelo

y las rutas, serán borradas por los motores.



Eso lo pienso ahora

que veo estremecerse los fuselajes,

cuando se agazapan las montañas

y los pájaros se vuelven invisibles.

Tegucigalpa, es el risco más lejano,

en ella anidan serpientes aladas

y San Jorge se ha inventado las suyas.



Los aviones son miopes

los aviones tiemblan al mirarnos de frente.



¿Y a qué vendrán a esta ciudad

que siempre está diciendo adiós?



Cuando cruza un avión,

Tegucigalpa entera se detiene para decirle adiós.

Las familias corren al final de la pista

en un afán de accidente y fantasías de cisnes.



Los aviones van de paso

huyendo de nuestro adiós.



II



Todo avión es el último

y a él, Saigón, me encomiendo.



Ruego por él en las terrazas,

disputo un espacio para que me mire,

pero el tiempo vuela lejano

y otras pistas mejor plantadas lo retienen.



¡Ah hermoso zumbar de los motores!

Te sueño rompiendo los cristales y engullendo a tu paso

la oración migrante de los miedosos.



¡Hidráulico tren de aterrizaje!

Te imagino sobre pistas de hielo

girando en silencio hacia las salas de espera

pero no llegas, no.

El cielo no se abre resplandeciente

y ningún altavoz anuncia tu gloria.



De vez en cuando

pasa un pájaro y creo alcanzar su sombra,

recorro media ciudad tras él

hasta el momento en que baja

a picotearme el rostro.



Todo avión es el último

y a su ausencia, miserable,

en medio del humo de miles de cigarrillos,

le sacrifico boletos, angustias y equipajes.

























































Plegaria en Sumatra para los mismos espíritus de por aquí



Tenemos carne,

miren, por favor, ¡cómannos vivos!



Desde pequeños engordamos, buscamos gusanos

y le hallamos sabor a lo muerto.



Arriba pasó el último Concorde, tronando,

una mano inmensa lo tomó como aguja

y fue costurando el cielo con asombrosa rapidez.

Un lugar llamado Ulán Bator

se quedó sin caballos,

allí no crece la hierba, dicen,

ni el tatuaje es un espejo para confundir a Dios.

Preparamos el sagú para ustedes,

molienda de nuestra boca,

con los pechos al viento las mujeres

para el río, para el baile, para nadie más.



En las nubes se alejaron los motores,

cruzaron hierros, los ojos no alcanzaron.



Aquí cantamos gutural lamento,

urdimos un plan secreto

para despojarnos del hambre,

sólo para ustedes, para ustedes máscaras,

para el río, para el baile, para nadie más.



¡Aléjense fieras!



¡Aléjense!

























La luz proceso de



Nacen las voces en una especie de trance,

y es así como se entiende

el por qué los cerros tienen la textura del pan,

porque además te lo vas repitiendo:



“el cerro está en rodajas como el pan”,



y luego, cualquier fragmento de luz

reclama su nombre y origen,

por eso es que gritás chispas y decís:



“qué buena es la luz que no existía”

“qué buenas las carreteras de mi país”

“qué buenas las familias que tapan agujeros en ellas...”



y es entonces que te sentís tan humano,

pensás en lo afortunada que es la esposa bien recibida en casa,

pensás en los gatos tramando una conjura

y en las lotificaciones que se abren temprano en la noche

para los miles de obreros que por fin quieren soñar...

Es entonces que te volvés insoportable,

desnudás a medio mundo con tu poesía de rayos x,

vas murmurando galimatías en el colectivo

y pensás: “qué buena era la luz cuando no existía”

qué buenas las familias con su unidad en la miseria,

las esposas que no tienen ningún libro con quien competir,



¡Pero ay, qué buena es la humanidad

con sus ojos de caracol atisbando la lejanía!





































La nieve es una vitamina



Cuando sueño con nieve

ninguna hoja en blanco sobrevive.

Al despertar, copos de papel llenan con su ventisca

las horas del trabajo, entre sorbos de Leteo

e imaginación barata

hago trizas currículos, noticias,

cualquier fragilidad impresa de dudosas propiedades.



De aquí supongo

que el lápiz es la estación del hielo,

un patín que rasga veloz a la llana palabra.

Claro está, que nunca he visto la nieve.

el granizo ha sido como un abrazo que se detiene,

una sonrisa a la cual, de improviso, se le caen los dientes.

pero he aprendido a vivir sin ella,

y qué lastima, porque con nieve

hubiera aprendido a amar las runas y a Kant,

al positivismo y al revisionismo, en fin,

tendría bonanza y frialdad, una abuela en las colonias,

vacaciones en Mallorca, pedantería de sobra

y en mis sueños, no habrían Blancanieves

ni esta mezcla de asombro y suspenso

que acompaña siempre

a todo soñador del trópico.



























































American School Geography Lesson



Honduras limita al norte

con las aguas para el buceo,

las arenas para la orgía

y los delfines para la foto.

Bajando un poco la nariz

se llega al blanquísimo alucine de Telamar,

al roce fáunico de La Ceiba en carnaval…

más abajo es falsedad, sensiblería,

montañas de flor de muerto,

gente que llora si no caen peces del cielo.



Al sur, limítate a Coyolito

con las grandes casas de papi y mami

brillando como una dentadura perfecta

en la angosta boca del golfo.

Lo demás es polvo, ríopistas

donde lentas se atropellan las piedras.



Al occidente, Honduras limita

hasta donde te lleva el tour;

la población duerme mientras los mochileros

hablan con jeroglíficas lenguas

y pasean borregos y ebrios

descubriendo antigüedades.

El altiplano es barato

pero difícil de llegar a él,

La Esperanza es fría y Lempira,

bien, Gracias.



Al oriente, Honduras es El Paraíso

y el Wans Coco –dicen-

un largo abalorio de tumbas

que llega cansado a escupirle al mar.

Olancho es un departamento grande y gordo

de tanto comer bosques y avionetas extraviadas,

tala de vidas y cinchoneros silenciados…



¿La Mosquitia?

de ella nos divide

una recta herida de guillotina,

nombres poco entendibles



(a ver, repitan: Wan-puu-siiir-pe)



y la cuenca vacía de Caratasca.



¿No se han fijado que desde el mapa

-Gracias a Dios-

parece la calavera de un dinosaurio

en actitud de huida?



Jonduras es un país muy turrístico.















































































Sky Club Condominios



Ubicados en una de las zonas mas privilegiadas de Tegucigalpa, con una vista de 360 grados de toda la ciudad…los mejores apartamentos a tu alcance, de arquitectura moderna y materiales de primera.





El Barrio El Pastel se distingue claramente.



La Orejona destella en su manso fluir,

los derrumbes de El Reparto caen despaciosos

y la masa del Choluteca esboza un mar de alquitrán y asco.

El Berrinche, lleno de huesos, se abre majestuoso,

La Burrera pare niños tortilleros

y el dinosaurio de la San Miguel

da un paso lleno de polvo

que hace inclinarse aún más

las precarias fachadas de La Guasalona.



Al mismo nivel del Cementerio Sipile

un zopilote carga una bolsa plástica,

tres asesinos huyen por el Álvarez

y las cobijas manchadas de sangre

se orean en las terrazas de Seguro Social.



Por 280,000 dólares y espacios totalmente amueblados

no se podía esperar menos;

la miseria tiene vistas inéditas,

360 grados de lejanía

y una membresía eterna

para quedar ciego

apenas pongas un pie sobre el suelo.































Los constructores



I was here sanabanbich!

(copla popular)



Ha crecido la mañana

imprevistamente roja sobre la hierba endeble.



Cada quien carga su cuota de ladrillos

y aporta un muro más

a esta ciudad de callejones sin salida.



Blancos de cal despiertan los albañiles;



el martillo cantó más temprano que ayer

y los buses de vapor, bajan hastiados

a recolectar sus carbones.

Desde los barrios más lejanos

donde la noche clava estrellas en los cerros

y el viento acumula en los ojos

el polvo lejano de las construcciones,

bajan los maistros

hacia las casas del valle,

inundan sigilosos los solares baldíos

y unos sobre otros

levantan un paisaje de espejos

y de péndulos hechizantes.



La gris primavera ha llegado:



los grafittis

obscenos

firman los rincones más ocultos

en las casas recién terminadas.

























Canción de exilio para un recién nacido



Y es peor todavía:



uno defiende un sueño,

a una tierra que apenas existe en el deseo.



Por eso las piedras son indefendibles

y el inmediato yermo

no es la tierra que fértil buscamos.

Nada parece más cercano

que la extrema presunción de la memoria,

hilos que desde nuestras manos

pretenden devolver vida

a lo que en sustancia

siempre será fugacidad e intermitencia.



Y sin embargo, pequeño,

hoy te hago parte de la nostalgia,

así, dormido,

mientras en sueños fundás la patria

que aún no he podido fundarte.





II



Pero no he querido para vos, hijo mío,

un destino injurioso de ayes y bemoles,

este sarmiento que trenzo

cada mañana en mis manos.



Has de saber

que mis juegos tienen perdedores

y que lastimo de vez en cuando

como un desconocido que grita a otro

y lo humilla

y se complace con verlo solo, aterido

golpeando en los rincones.

Tenés que saber que trato, que intento

que hago lo posible por llegar limpio a vos

y recibir de tus medias palabras

esa verdad que en las noches

hablará con claridad en mis sueños.



Es probable que no me entendás,

balbuceo y lloro

con un espino plantado en mi lengua.



Sólo dejame crecer un poco más

para poder explicártelo.





















































































































SW



Replicante: “…all those moments will be lost,

in time, like a tears in the rain…

is time to die”.



(La lluvia continua cayendo, el replicante baja la cabeza y muere.

Corte a contrapicado en el que una paloma sube, volando, hacia el cielo)



(Blade Runner)





























Licantro





Sobre un círculo de volcanes estériles,

como adentro de un viejo horno, redondo y blanco

dónde sólo se inflan panes de ceniza.



Sobre el nudo en que la ciudad se sostiene

sujeta al jirón de montaña

y a las casas lanzadas como dados

en una fortuna de fangos y abismos.



Entre el vértigo y terraza de los sonámbulos

pasa la luna,



voyerista ingrávida,

astro de pocos bienes,

pletórica de horas vacuas y terribles.



Toda junta y luminosa

-polilla de sí misma-

revolotea sobre las sierras de un país desolado.



Alberca nívea de aguas siderales,

mosaico inconcluso de meteoros suicidas,



muralla

donde llega a romper el cielo

con su estruendo de nubes y peces decapitados.



Esta es la hora de tu grito, luna,

el que levanta mareas y en vilo a los santos

y hace de las plegarias el más honesto aullido

la más profunda mano

en la entrepierna y savia de las cosas.























Del buzón de sugerencias en la NASA



If you believed

they put a man on the moon

(R.E.M.)



Partiendo del hecho controversial

de que a la luna jamás llegó la intromisión del hombre,

porque algunas huellas se refutan

después de ver algunas fotografías

en las que Aldrin rebota marsupial

sobre una arena tan fina como la hallada en Malibú

y que algunas sombras se repiten

y que en el fondo no se delata siquiera

el tremendo nudo del planeta tierra.

Una luna tan brillante como la de hoy

sólo puede ser artilugio de mentes brillantísimas,

una luna como la de esta noche

con seguridad está llena de mil artilugios desconcertantes.

Esta, no es la casa donde Tlaloc

encontró muerta a Coyolxauhqui ,

ni tampoco la que acompaña a menguantes amores

en los balcones de la historia.

A lo sumo, Holliwood nos viene arrebatando sueños

para combinarlos con mejor técnica

en una deslumbrante producción de Sci Fi.



Demasiados faroles fueron astros en mis borracheras

para que yo venga a creer en esto.

La luna avisa y no sorprende,

jamás se le vio tanta impudicia a su trajes,

y siempre las nubes colaboraron con su moral de niña romana,

Además: el conejo que guarda en su corpiño

jamás nos ha mirado tan precoz como lo hace ahora.



Sólo alguien que no viva en esta época

podría creer y suspirar bajo esta luna llena,



¡Ja!.





Mandamientos para un viaje a Europa



No cantarás

a un continente

cuyo ánimo poblaron los mimos;

estatuas de cera tan reales,

mendicantes que azotan a quien les habla,

esos que cruzan las calles

como solitarios galeones de Manila

saqueados

sin un doblón de asombro.

El mar, su cielo

puros cuentos de museo.



No cantarás

ni codiciarás –como ellos- el país de tu hermano.

Sabrás de su sal

conocerás sus panteones

llorarás sus poetas.



Fornicarás en Amsterdan

y serás la bomba en los ojos del ario,

serás invisible, te bautizarán Muhamed

y por primera vez

rezarás con nostalgia a tus dioses morenos.



No pronunciarás tu nombre en falso

cuando la visa te sea apartada con sospecha,

cuando revisen tus dientes

y exploren el poco dinero que carga un iluso

para gastarse en te quieros y postales.



No matarás,

aún y cuando todo diga lo contrario.

























Dasvidania es el amor de Gala



Amor,

un caracol se desliza en tu oído,

cuando me miras.



Mi silueta es la nube que ahora truena.



Decirte adios en ruso

es como explicarte el paisaje:

se alarga la frase como la Nevski Prosket

y boreal se ilumina la mirada,

cuando me miras.

En la Iglesia de Kazán

hay un nicho que espera por tus labios,

en mi silencio, un pararrayos.



Amor,

tiendo la ropa que manchó el arcoiris,

el traje de buzo que hiciste florero.

Decirte adios,

es como explicarte el paisaje.

























































Variación lunática



4, 3, 2, 1

Earth below us

drifting, falling.

Floating weightless

calling, calling home...

(Mayor Tom – Peter Schilling)



00.69 GMT



Yo he estado aquí, he visto esto:

en el año 69 se descubre la forma

que tres motores eleven por fin

el magnífico obelisco de Luxor.



En Palenque se declara día nacional

y las estelas arden con fogatas en sus bases.

Pero nadie llega al cielo;

un impulso electromagnético

nos da la visión de un simulacro flotante

que por ser de piedra

caerá un día como bólido,

en dos fases, sobre el mar de Bering.



En Tunguska, la taiga florece de nuevo

y los esquimales se callan el portento

de una aurora boreal rasgada en su mismo centro.



HRN se olvida de Armstrong y lo suple

con el nombre del primer salvadoreño

en poner un pie sobre la ingrávida Honduras.

La historia, no tiene estación ni frecuencia,

simplemente no existe.

El último P-51 es derribado en Goascorán

y la gente le cae a machetazos

come de sus entrañas

y levanta un altar para el último pájaro a pistones

en hacer la guerra.



00.61 GMT



En el año 61

Gagarin planea blanco sobre la materia oscura;

un guiño de espejos nos muestra el rostro hierático

del primer simio espantado en saltar al vacío.

Todos comen de sus frutos incandescentes.

La Madre Rusia le explica al mundo

a qué sabe lo auténticamente remoto.



00.45 GMT



Von Braun envía naves no tripuladas

a los cráteres de Londres y Amberes.

Las ruinas del universo crecen en tierra

y le dan nombre a quienes viendo el espacio

escupen su venganza, sus V-2, sus Vergeltungswaffe

sobre una humanidad de subsuelos

que busca en las raíces

la más leve muestra del brillo de las estrellas.



00.02 GMT



George Mélies

hace el primer retrato hablado de Julio Verne.

Mimo lunático

Verne se muestra pálido y molesto

con un proyectil incrustado en la mirada.



00-00.00000000001 GMT



Lo eterno

y los constantes viajes a lo bucólico,

a los estanques dormidos, al Mar de la Tranquilidad.

Los desvelos de Ovidio y Virgilio,

el tenue brillo de tus filtros

en los pasillos de Cnosos.

El triángulo que fuiste en las noches de Tanit,

veleidosa Chang- E

o polícroma Mani.

Selene infinita,

Ningal que despide y vela el paso

a los que huyen de noche.

Proyectil de corcho

que ningún mar hundirá,

batiscafo de los deslumbrados,

bandeja donde acumulas caderas,

piernas, manos, cabeza de Coyolxauhqui,

todos los bronces

todas las bramas de Calígula,

el aullido de la loba capitolina

y el esplendor en que doras columnas, capiteles,

el sexo vertido del hombre y la mujer,

todos los placeres, entonces, todas las savias

el ascenso al nombre, a las olas,

al liviano cuerpo transmutado a sudario,

calca de los solos,

bastión, abismo, perra.



















































































Construcción del Templo,

50°4′N, 19°21′E



Defiéndeme

de las fuerzas contrarias

en el sueño nocturno

cuando no soy como siempre,

cuando los senderos son inciertos

y no, no me dejes nunca más.

(Antiguo canto fúnebre judío)



Y se dijo:



Ahora traigan los rieles.

Los durmientes serán de cedro y los terraplenes

de la arenisca roja del Golán.



¡Ea! Suban los techos, ¡apuntalen las chimeneas!



Que las barracas brillen como la nieve del Hebrón,

que los desagües permitan

el vaciado en los embalses del Jordán.



De las puertas a las cámaras de gas

habrán sesenta codos

y de éstos al cielo dos millones de varas.



¡Que traigan los violines entonces!

¡que suene Mendelhsonn y apague

el persistente ruido del engranaje!



Los cubos serán de piedra selecta

tallados y aserrados por dentro,

desde los cimientos hasta las cornisas

de donde saldrán las manos queriendo tomar vuelo.



Y esta será la última visión,

en el cuarto año de iniciados los trabajos

en el mes de Ziv

hasta el año once en el mes de Bul,

cuando todas las partes hayan sido concensuadas

conforme a los planos de la matanza

y al horror de las aves

que -desde Auschwitz- huirán

hacia los rincones más ocultos del recuerdo.







Primer y último canto para Yamahata.



A Víctor Ney



Perdido una mañana, el fotógrafo, en una enmarañada y terrible ciudad, llega por fin a una colina desde donde ve aniquilada, por el resplandor de ayer, a Nagasaki que ahora, se le presenta adelante, interceptándole el paso.

Atemorizado su ánimo, de pronto se le aparece la sombra de Virgilio, que le infunde aliento y promete sacarle de allí, no sin antes hacerle atravesar el reino de los muertos, primero el infierno y después el infierno, hasta que finalmente, en el distante año de 1966, Beatriz (bello nombre de la muerte) le conduce al paraíso.

Echa a andar entonces, cámara en mano y tras Virgilio, va él, Yotsuke Yamahata.

No sé cuánto debo ver para convencer a todos de este horror.

¡Cuán penoso es referir lo horrible!

¡Cuánto peso para una memoria tan sola!

Nagasaki me contempla con sus ojos calcinados,

me distingue de entre las ruinas,

repite en sus palabras el estallido silencioso

en el cielo de ayer.

Estoy en pie, sobre la colina donde cayó el sol,

un perro me ha seguido, olfateando mi vida,

pero no tengo agua ni milagros

y dejo entonces que se arrime a mi sombra.

Pregunto a quien encuentro acerca de la luz:

¿Cómo fue el brillo de la última sorpresa?

¿Cuál de todas las muertes fue el destello primero?



“¡Pero Ay, Yotsuke! ¿Pero es que no lo sabes?

Fueron los ciegos quienes lo vieron

fueron los sordos quienes escucharon,

una sola palabra fue dicha

y la ceniza pronto se hizo canto.”



Y tu nada me contestas Virgilio,

tu miras hacia abajo

hacia el brazo que se aferra a la idea de un niño,

señalas siluetas en las paredes,

caminas como el humo que se disipa revelando los espectros.

¡Ay cuánto pavor resumirá mi nombre!

¡Cuántos pedazos imposibles de agrupar!

Cuantos muertos posando esta muerte maldita

que se repite y prolonga en cada disparo de mi flash.









Tan lejos de lo que vi está lo que digo...



Lamento en Stalingrado

(1943 grados bajo cero)

Über Stalingrad nebel und roter dunst.

Wetterstelle meldet sich ab-

Grus an die heimat.

(Último telegrama desde Stalingrado)



Frío.



Es demasiado,

mis recuerdos ya no dan calor;

la nieve ha ido ablandando

el estruendo de los cañones

y me sumerge a pedazos

en un sueño sin voces,

largo,

de blancas metrallas.



Si tan sólo pudiera cantar





tiembla el Volga en los nervios de la estepa,

tiemblan mis manos mientras caen

las noches últimas...



Vienen ellos

entre un galope de escarchas,

sus bocas son inmensas como la ciudad muerta.

Me buscan

adentro de las fábricas,

brigada fantasma del Mamayev,

buscan

el rastro de mi sangre en coágulos,

pasan

sin ojos

pasan

y la nieve es un adiós,

un armiño que se pierde

en las tundras de mi sueño.



















El olvido



Mi nombre era Elliah T. Svenson

y luché en el 1/4 Batallón del Royal Norfolk Regiment,

Gallipoli, en 1915.



Una inmensa nube me trajo hasta aquí

al mundo de los ecos y el silencio.

De entre el polvo surgían las bayonetas,

los silbatos rompían los tímpanos

y en medio del resollar de la marcha

las órdenes que nos pedían aguantar

hasta la última gota de sueño.



Cierta mañana, la nube vino por nosotros.



La vimos llegar

como un lento amaranto en que la tarde se enreda,

y callamos

aún con las balas royendo la carne,

la vimos

y no supimos que la muerte

disfrazaba con glorias sus olvidos

y con visiones de niño

sus más antiguos pavores.



Yo fui Elliah T. Svenson

y nada tuve que ver con los carros de fuego.

No fui el santo ni el héroe,

desaparecí de los archivos

y hasta del consuelo de una tumba

para un soldado desconocido.



II



Yo fui Macario,

pez nominal atrapado

en la inmensa red del santoral.

Serví –pica y machete en mano-

en las últimas cargas de La Trinidad

y en el primer pelotón de voluntarios Texiguat en el 24.



Morazán brillaba a lo lejos

cuando al recibir la estocada desperté de pronto,

bajo las órdenes de Tosta en El Berrinche.

No pregunté nada,

quién mandaba o quién mataba,

las ametralladoras barrían hasta el nombre,

hombres de poca monta y ocultos bajo el sombrero

servíamos de fondo en los daguerrotipos de los Jefes.

En nuestros huesos apilados

se veían las iniciales que sólo una madre reconoce

en el recuerdo doloroso de su parto y de nuestra partida.



III



Me llamaron Deimones

y poco sabía del odio y de la sangre.



Levanté sarisas y empuñé la espada,

lleno de bronces, empapé el cuero con mi sudor

y le di a la falange un paso más

en su cuadrado andar hacia la muerte.

Poco sabía de historia y geografías

y sin embargo me vi de lleno

inmerso en las márgenes vitales del Ganges

y en las ásperas faldas del Hindo Kush.



A él lo vi de cerca, en una fugaz ocasión,

al girar los hetaroi

en el golpe de mano de Gaugámela.

Y no me impresionó:

su mirada era seca como en todo miedo

y su grito era un hilo de agua

vertida en la candente arena.

Después llegaron las flechas y los ayes,

el hermano perdía a su hermano,

y los nadies recorríamos a pie

el pedregoso camino hacia la estatua sin gloria.



Lo vi arder en Babilonia

sobre una pira de rumores e incertidumbre.

Luego partí con Seleuco y fui prisionero de Ptolomeo.



Entre los escalones del Faro de Alejandría

-desde hace mucho bajo el mar-

los pececillos muerden las huellas

de un esclavo que fue nadie

y que sin embargo levantó la luz

vio la luz y como un insecto

quedó incinerado bajo ella.



Vasa, 1628



Pasé catorce horas de vuelo para llegar a ella

y ella, cuatro siglos para atracar en mi asombro.



¡Ah, bestia boreal de lo imprevisto!



Me contaste de ballenas que pelearon

a canto vivo tus cuadernas,

de las salvas de silencio

para espantar sus ardores

y del día aquel, el más corto,

en que la última gaviota se prendió a tu mástil

y arrancó tus velas como un recuerdo.



¡Cuántos abedules para abrazar tu casco!

¡Cuánta premura por ser leyenda!



Báltica joya en la ostra de los inviernos,

limpia de hombres, limpia de voces y contraórdenes,

conservaste para mí

un corazón gélido y submarino,

el adiós perdido de los reyes

y un mascarón de espanto

para este amor de lejanías.



¡Ay, alfonsina escandinava!

Coral de museo,

momia marina

que jamás revelará mi pecho.



































Poema en onda corta





Con la radio venía la revolución.



Por las noches,

cuando mi abuela dejaba la estación católica

la radio quedaba a la deriva

en la curiosidad del niño:



¿Quiénes eran los santos furibundos

y quiénes los mansos pecadores?



"Condenamos

la grave orientación de la revolución vietnamita

y el leve alzamiento de la revolución filipina.

Condenamos

la lejanía que advertimos en la revolución Sandinista

y el tímido apoyo de los afganos a los tanques soviéticos.

Condenamos

el marasmo en que camina la revolución en Polinesia,

y la interpretación vaticana a la furia del italiano.

Condenamos

la pésima interpretación de los comandantes búlgaros

y la casa de caracol donde duermen

los comandantes albanos.

No hay duda que la doctrina jamás será superada,

así, que también

condenamos

el enfriamiento de la pasión

en los camaradas moscovitas

y el calentamiento prematuro

de las Panteras Negras en Louisiana..."



Con la abuela, llegaba el fin de la revolución.



Siempre me atrapaba trasnochando,

cambiaba el dial y me reprendía.

Con tres padres nuestros olvidaba,

-según ella-

aquel evangelio prohibido

que ya comenzaba a filtrarse en mis sueños.







Luctuosa



Un día no tuve a nadie

fui un pájaro

un día era otro

y caía la lluvia

un día pregunté si alguien me conocía

y todos callaron

un día fui libre

y no era yo

lo peor

no fui yo

era un pájaro la lluvia el silencio

un día me tuve a mí mismo

y salí conmigo

a buscarme.











































































EFECTO DOPPLER





































Juicio parcial para un desertor de la poesía



Porque un día hiciste de la poesía

tu lámpara maravillosa

y usaste de su genio

la palabra filosa

que ahora

se herrumbra en la selva.

Porque un día atestiguaste

la fe sin Dios de por medio

y coleccionaste del mundo

los milagros imprevistos del azar.



Porque en las noches

porque en la rabia,

porque juraste ser de los primeros

cuando la luz del día llamara

y araste con metáforas

la infértil materia del olvido.

Porque ahora finges de notario

y te apresuras por llegar a casa

y te sirven en los restoranes

y callas cuando el jefe grita

y te caes de la puerta de los buses

y te sabes las fronteras de los mapas y organigramas

sin acordarte

que un día cruzaste en bandadas los cielos

y diste palabra a los mudos

e izaste banderas de rebeldía

y soñaste más allá del despertador

y de los rechazos al préstamo bancario

y no decidiste morir con el diagnóstico equivocado

que prometía miserias, congojas

y la misma risa burlona que persigue al payaso

de un circo que no funciona.



Porque ahora

se te caen los dientes cuando mencionas poesía

y bajas la mirada

cuando de reojo

ves pasar la vida

como quien ve pasar

un tren en llamas.





Juicio parcial para un desertor de la poesía



Porque un día hiciste de la poesía

tu lámpara maravillosa

y usaste de su genio

la palabra filosa

que ahora

se herrumbra en la selva.

Porque un día atestiguaste

la fe sin Dios de por medio

y coleccionaste del mundo

los milagros imprevistos del azar.



Porque en las noches

porque en la rabia,

porque juraste ser de los primeros

cuando la luz del día llamara

y araste con metáforas

la infértil materia del olvido.

Porque ahora finges de notario

y te apresuras por llegar a casa

y te sirven en los restoranes

y callas cuando el jefe grita

y te caes de la puerta de los buses

y te sabes las fronteras de los mapas y organigramas

sin acordarte

que un día cruzaste en bandadas los cielos

y diste palabra a los mudos

e izaste banderas de rebeldía

y soñaste más allá del despertador

y de los rechazos al préstamo bancario

y no decidiste morir con el diagnóstico equivocado

que prometía miserias, congojas

y la misma risa burlona que persigue al payaso

de un circo que no funciona.



Porque ahora

se te caen los dientes cuando mencionas poesía

y bajas la mirada

cuando de reojo

ves pasar la vida

como quien ve pasar

un tren en llamas.





Canción de exilio para un recién nacido



Y es peor todavía:



uno defiende un sueño,

a una tierra que apenas existe en el deseo.



Por eso las piedras son indefendibles

y el inmediato yermo

no es la tierra que fértil buscamos.

Nada parece más cercano

que la extrema presunción de la memoria,

hilos que desde nuestras manos

pretenden devolver vida

a lo que en sustancia

siempre será fugacidad e intermitencia.



Y sin embargo, pequeño,

hoy te hago parte de la nostalgia,

así, dormido,

mientras en sueños fundás la patria

que aún no he podido fundarte.





II



Pero no he querido para vos, hijo mío,

un destino injurioso de ayes y bemoles,

este sarmiento que trenzo

cada mañana en mis manos.



Has de saber

que mis juegos tienen perdedores

y que lastimo de vez en cuando

como un desconocido que grita a otro

y lo humilla

y se complace con verlo solo, aterido

golpeando en los rincones.

Tenés que saber que trato, que intento

que hago lo posible por llegar limpio a vos

y recibir de tus medias palabras

esa verdad que en las noches

hablará con claridad en mis sueños.



Es probable que no me entendás,

balbuceo y lloro

con un espino plantado en mi lengua.



Sólo dejame crecer un poco más

para poder explicártelo.





Plegaria en Sumatra para los mismos espíritus de por aquí



Tenemos carne,

miren, por favor, ¡cómannos vivos!



Desde pequeños engordamos, buscamos gusanos

y le hallamos sabor a lo muerto.



Arriba pasó el último Concorde, tronando,

una mano inmensa lo tomó como aguja

y fue costurando el cielo con asombrosa rapidez.

Un lugar llamado Ulán Bator

se quedó sin caballos,

allí no crece la hierba, dicen,

ni el tatuaje es un espejo para confundir a Dios.

Preparamos el sagú para ustedes,

molienda de nuestra boca,

con los pechos al viento las mujeres

para el río, para el baile, para nadie más.



En las nubes se alejaron los motores,

cruzaron hierros, los ojos no alcanzaron.



Aquí cantamos gutural lamento,

urdimos un plan secreto

para despojarnos del hambre,

sólo para ustedes, para ustedes máscaras,

para el río, para el baile, para nadie más.



¡Aléjense fieras!



¡Aléjense!