miércoles, 13 de junio de 2018

Mateo y los helenistas: una buena nueva para los modernos del mundo antiguo.




El Evangelio según Mateo es quizá el más “judío” de los textos canónicos incluidos por la iglesia cristiana y, además, una fuente casi inagotable de interpretaciones de la época en que aparece la figura de Jesús.

Escrito alrededor del año 65 E.C., es un texto de fe escrita en forma de testimonio, o como dirían los estudiosos de la historia bíblica, en forma de “recuerdos”. Una vez que se profundiza en todo su contexto, va revelando una radiografía fascinante del por qué y para qué se escribió aparte del objetivo de divulgación de la fe en la, en ese entonces, improbable iglesia cristiana. Y digo improbable porque una vez que se entiende el cómo lograron los discípulos difundir el evangelio (la buena nueva), casi podemos asegurar que lo fortuito y la curiosidad intelectual grecorromana jugaron un papel más que importante junto al arriesgado cálculo y elaboración que, en este caso Mateo, llevó a cabo para que sobreviviera el mensaje del Christós.

Este testimonio de Mateo resulta ser el evangelio más hebreo de los cuatro aceptados por la iglesia. Escrito para los judíos, hizo acopio de toda la simbología y de los picos ideológicos en boga dentro del judaísmo, para convencer a esta rigorosa nación sobre la legitimidad en el discurso de fe predicado por Jesús. Desde su inicio (Cap. I, V. del 1 al 17), entronca con lo más profundo de la tradición hebrea, asegurando que, en tres fases generacionales contenidas en 14 generaciones cada una, Jesús pertenece a la estirpe de reyes y fundadores de la nación. Mateo, conocedor de la influencia de la Cábala y del Zohar entre los estudiosos rabínicos, hace que las tres generaciones sumen 42, el número que en estas interpretaciones significa el reforzamiento de la fe o cuestionamiento de los dogmas y de los valores establecidos. De entrada, entonces, Mateo anuncia que Jesús ha sido enviado para reformar el judaísmo, aunque no para crear a partir de él un dogma nuevo, es decir, otra religión. Nada más alejado al propósito original.

De igual forma, es en este evangelio donde Jesús habla más y explica su cometido de fe, por lo tanto, es el texto donde Jesús tiene más presencia concreta, discursante. La evidente oralidad del Evangelio según Mateo realza a propósito una característica esencial de la Torá y que fue raíz de enconados debates en el templo y sinagoga de Jerusalén entre judíos saduceos, fariseos, helenistas y, fuera del templo, apartados en sus grutas en el desierto, de esenios: la Torá es ley que debe ser oral y escrita al mismo tiempo. Esa es la disyuntiva dialéctica que Jesús utiliza para moverse para caminar sobre las aguas de su contexto nacional y también, el formato elegido por Mateo para narrar la vida de su líder espiritual. El que Jesús hable constantemente dentro del texto, revela la intención de un contacto cercanísimo para dar entender que aquellos que escucharon de viva voz a Jesús obtuvieron el privilegio de escuchar la mismísima Vox Dei, de la misma forma que los profetas fundamentales (Moisés, Isaías, Jeremías, Elías) escucharon a su dios.

La palabra de Jesús, entonces, y según Mateo, detuvo al mundo para ser escuchada y luego lo echó a andar, ya renovado (“Si uno escucha estas palabras mías y las pone en práctica, dirán de él: aquí tienen al hombre sabio y prudente, que edificó su casa sobre roca” Cap.7, V. 24). La palabra deja así de ser solamente texto y se vuelve oralidad que se escucha, así como se podría interpretar el uso de la filacteria entre los judíos ortodoxos. De esta manera, Mateo asegura la característica esencial de la Torá descrita arriba. Aquí resulta tentador asociar la filacteria y la palabra con la medieval leyenda del Golem: este primer Frankestein se activaba o desactivaba escribiéndole en su frente la palabra EMET (Verdad-Muerte).

Para entender un poco más sobre la discusión dialéctica en que estaba inmerso el Jesús de Mateo, caracterizo aquí, de manera breve, cada una de las corrientes de pensamiento que conformaban el pensum hebreo acerca de la Torá, de la cual Jesús no se desligó en ningún momento:

Saduceos: Para los saduceos sólo valía lo que estaba explícitamente escrito y rechazaban cualquier posibilidad de adecuar su comprensión.
Fariseos: Para los fariseos, el texto escrito en la Torá no era toda la Torá, sino que había un complemento oral heredado de generación en generación desde Moisés. Dicho complemento permitía entender de qué modo la Torá se podía acoplar a la realidad circundante.

Esenios: Los esenios apocalípticos tenían una visión extrema. Pare ellos, la Torá encerraba un mapa codificado que daba detalles sobre el inminente fin de los tiempos y este podía entenderse por medio de revelaciones especiales dadas por ángeles.
Helenistas: Para los helenistas, la Torá era la más alta revelación ética y filosófica posible, e intentaban hacer el esfuerzo para entenderla en el contexto “moderno” en el que se desenvolvían, por ello fueron muy dados a interpretar la Torá de manera alegórica.

Nazarenos: Para los nazarenos, la “verdad” estaba fuera de los templos y se interpretaba y ponía en práctica la Torá mediante una renuncia total a lo material. Juan, el Bautista, fue un profeta nazareno.

El evangelio de Mateo, coincide con los demás evangelios en mostrar a un Jesús absolutamente versátil, ideológicamente hablando, como para atraer a todas estas vertientes en un momento dado de su prédica, pero fue entre los helenistas donde más interés causó dado su modo socrático de enseñanza de las escrituras (la bienaventuranzas, Cap.5, Vers.1-12 y parábola del impuesto debido al César, Cap.22, V.20-21) y su actitud, tanto coherente como ética, de negarse a escribir él mismo su prédica, sin duda para no cambiar palabra alguna de la Torá textual. Esta afortunada y previsible curiosidad de los helenistas, permitió que la idea cristiana sobreviviera en la diáspora luego de la destrucción del templo y de Jerusalén misma por las legiones romanas de Tito, en el año 70 E.C. No cabe duda de que fue entre los judíos helenistas -sobrevivientes por su tolerancia a Roma en la aniquilación que esta llevó a cabo entre esenios, saduceos y fariseos de la escuela de shamai- donde más caló el mensaje de Jesús transcrito o interpretado por Mateo, un vaso comunicante que las sucesivas prédicas de Pablo y Pedro terminaron por organizar y afianzar.


El que Mateo haya resaltado un hecho inverosímil como la multiplicación de los panes y peces (Cap.14, Ver.13-21) no es tan gratuito entonces: el pasaje alude de manera directa a una de las ordenanzas iniciales inscritas en la Torá, “Fructificad y multiplicaos”, con lo que aseguró la resonancia espiritual de los judíos aún escépticos y el llamado a evangelizar con la nueva palabra a los helenistas deseosos de interpretaciones frescas. Al final de cuenta, los romanos, no pudieron leer el modo en que la verdadera insurrección se estaba adelantando a la historia.


Fabricio Estrada

El olfato de Argos exige un monumento



Abordo por primera vez La Odisea, de Homero, desde el punto de vista de lo paródico y lo autorreferencial y me ha dado una nueva forma de entender el alma griega, la matriz de sus comedias o tragicomedias. No en vano Aristófanes llegó a darle frescura a un ámbito teatral dominado por la tragedia, la cual le dio al pensamiento creador una profundidad tal que necesitó, en un momento dado, de superficie, pero no de superficialidad. La profundidad de la épica y de la tragedia pudo ser hacia los abismos del cielo o de la tierra, pero faltaba lo que sucedía a ras de suelo, es decir, en la historia cotidiana de los hombres y mujeres testigos del combate de los dioses.

Es aquí donde me concentro para afirmar que Homero anticipó esa necesidad y, luego de crear la gran épica de La Ilíada, advirtió (o adelantó ya en la misma Ilíada) lo que los griegos necesitaban escuchar de sus aedos. ¿Dónde estamos nosotros en medio de este conflicto de eternidades? -se habrán peguntado los testigos de los cantos ¿Dónde regresan los héroes para curar sus heridas y ocultar sus fracasos? Homero nos da la respuesta encarnando en Odiseo todas estas preguntas, pero, sobre todo, haciendo de Odiseo un auténtico Nadie, el anónimo sublime que será puesto en sospecha, despreciado, expulsado, perseguido. Ya en una escena de La Ilíada, en medio de un combate, Odiseo comienza a bajar de estatura interpelando a uno de sus hoplitas rasos cuando éste le ruega que se retiren, que están perdidos ante la acometida de los teucros. Odiseo lo insulta y le zahiere por su baja condición moral y cobardía que él identifica como condición de clase, sin intuir que los dioses le harán pasar todo un purgatorio a su regreso a Ítaca, moralmente deformado y asiéndose a la supervivencia como cualquiera, haciendo uso de la mentira constante y de frases patéticas en los momentos donde la perdición ya era casi su destino.

Por ello, desde que La Odisea inicia, el mismo Telémaco se encuentra en una situación patética, rodeado de vulgaridad y sentimientos de asco ante la grosera promiscuidad que los pretendientes de Penélope, su madre, han impuesto en la casa de su padre, presumiblemente muerto en Troya. La insolencia de unos pretendientes casi en estado de celo permanente se ríe de la aún frágil figura del hijo del héroe, algo que hasta los mismos dioses escandaliza: “Digo yo que, a la mesa sentados, en tu propia casa, estos hombres el límite pasan de toda insolencia; ante tanta vergüenza airaríase un hombre sensato” (Atenea a Telémaco). Los pretendientes no entienden de razones ni de ética alguna en un escenario donde la heroicidad desapareció y ante los señalamientos coléricos del joven Telémaco responden con cinismo: “Nos afrentas hablando. Pretendes manchar nuestros nombres. De tus males no culpes a los pretendientes, inculpa solamente a tu madre, pues nadie en astucia la iguala… esperanzas da a todos” (canto II). Esta dureza va haciendo madurar a Telémaco, en una orfandad lastimera: “No alcancé todavía la edad de luchar. ¿Es que acaso seré siempre un ser débil, un hombre carente de arrojo?”  (Canto II), y por supuesto que ya tendrá ocasión de demostrar lo contrario.

Por otra parte, Menelao mismo aparece rebajado de su estatura en las exigencias de sus siete años de supervivencia para regresar a Lacedemonia. ¡Ha debido engañar al Anciano del Mar disfrazándose de foca! ¡Imagino las carcajadas que este pasaje debió causar entre el vulgo griego presente en el canto de La Odisea! (Canto III) Y aquí comienza otra pregunta más inquietante: ¿Por qué a Menelao solo le costó siete años regresar a Lacedemonia y en cambio a Odiseo le llevó veinte años? ¿Quizá porque el sacrilegio de Odiseo fue de mayores consecuencias? El caso es que Menelao regresa a morir como vivió, en medio de un triángulo erótico perverso, muy diferente al impulso vital de Odiseo a quien la vida, como un ardid, signa. Y del ardid no se sustraen los personajes que va encontrando en su retorno a Ítaca. Odiseo sufre la respuesta de los dioses y mortales que le van poniendo pruebas cada vez más difíciles y en las cuales solo el recurso de la sagacidad y el engaño sabrá sacarlo adelante. Este es el caso del intento manifiesto de Nausica por hacer de Odiseo su marido soñado, poniendo en boca de otros lo que ella desea: “¿Quién es el forastero tan alto y tan apuesto que sigue a Nausica? ¿De dónde lo obtuvo? ¿Será su marido?... ¿o es el dios que suspirando por ella vino a sus ruegos, descendiendo del cielo, dispuesto a vivir a su lado?” (Canto IV, Los Feacios). No está de más decir que Odiseo se ha escurrido de los compromisos ofrecidos por diosas y humanas, de lecho en lecho, como un temprano Casanova de la literatura. Las aventuras sexuales han sido su pasaporte para ir avanzando en la historia, algo que debió poner picante entre los diversos públicos que escuchaban los cantos.

Pero ¿quién cantaba realmente toda esta historia? ¿Habrá sido toda una trama autorreferencial donde Homero creó a Odiseo y a la vez creó al poeta de la cotidianeidad y no al sacro poeta inspirado directamente por la diosa? Al trasladar la narrativa de la diosa al aedo comienza a la vez el canto autorreferencial, es lo que opino. La poesía deja de ser sacra en La Odisea y ya no es propiedad de la diosa que dicta las palabras, sino que son los actos del hombre los que empujan a las palabras. Aquí ya no es el Canta, oh diosa, de La Iliada. Demódoco, el aedo de la corte de los feacios puede ser una encarnación de Odiseo y también Fenio, el aedo de los pretendientes en el palacio de Ítaca. De cualquier forma, es Odiseo quien termina tomando la voz del aedo que apenas alcanza a saber sobre las verdaderas dimensiones de la aventura humana. Así, en el Canto IX, al revelar su nombre, Odiseo comienza directamente a tomar posesión se su verdad, incapaz de contener su dolor por lo que escucha en boca de Demódoco, algo que Ancinoo, el rey feacio, no pasa por alto: “Tu embelleces las cosas que cuentas y piensas lo noble y con la habilidad de un aedo contaste el relato de los grandes trabajos que tú y los argivos pasasteis” (Canto IX). Ese dolor inocultable es la raíz de la nueva poesía, entonces, el desamparo, la orfandad, la humillación, y es así como nace Nadie. Como Nadie vencerá al cíclope Polifemo, como Nadie ha llegado a Feacia, como Nadie escuchará a las sirenas (“Nadie, amigos, me mata engañándome y no con la fuerza…” grita Polifemo a los demás cíclopes. Canto IX) y como Nadie, por fin, se presentará ante Eumeo, ya de vuelta en Ítaca. Ha tenido que mentirles a todos y a todas y en el ínterin, ha alcanzado una dimensión humanísima que sus propios compañeros advierten, al punto de codiciarle los presentes que Eolo le ha entregado, incluso el saco donde se encierran “Las rutas de todos los vientos” (¿el destino?) ¿No habrán sospechado que algo se traía entre manos Odiseo al pedirles que todos taparan sus oídos con cera excepto él? ¿Qué escucharía? Bien sabemos que a los antiguos griegos les fascinaba el juego de los enigmas que entregaban los oráculos: “No te pares -le dijo Circe- más tapa el oído a tus hombres con cera previamente ablandada, de modo que nadie las oiga” (Canto XII). El amotinamiento ya había comenzado cuando fue evidente que Odiseo sale adelante en todas las pruebas a expensas de la muerte de toda la tripulación, hombres comunes que no tienen nada que ofrecer a la posteridad más que un remo sobre un túmulo fúnebre (Élpenor y su petición en el Hades, Canto X).

Las diosas están con Odiseo, sin duda alguna, y la concupiscencia lo protege, algo que no agrada a los dioses varones. Las diosas lo quieren para ellas y se exasperan, como amantes irremediables, ante el evasivo y voluntarioso Odiseo. Dos veces es regañado Odiseo, por Circe y por Atenea (“… sólo piensas en luchas y riesgos de guerra” le espeta Circe cuando le explica cómo librarse de Escila y Caribdis, Canto XII. “Ya perdiste, Odiseo, la fuerza y vigor con que antaño al luchar por la noble de brazos nevados, Helena, demostraste a los teucros…”’ le azuza Atenea cuando ve flaquear a Odiseo en su combate contra los pretendientes, Canto XXII) Quizá sea esta concupiscencia la que ha retardado, de lecho en lecho, el retorno de Odiseo y quizá todas las aventuras que ha narrado tienen su origen en un sacrilegio supremo: la idea de construir el caballo de Troya. Su castigo será mentir siempre, lo cual reduce su integridad a ante la paciente y prudente Penélope… o su heroicidad. Quizá su única redención posible ha sido dignificar en él mismo a los Nadies, comer el banquete de los Nadies (el porquerizo Eumeo ofreciéndole un sencillo plato en las mismas porquerizas, Canto XIV) y escuchar la verdad en el genuino canto de los Nadies: “A los dioses dichosos no agradan las obras perversas, premian lo que es más justo y los actos sensatos de los hombres, aún aquellos que invaden ajeno país, enemigos y varones malvados, y Zeus el botín les permite y, repletan las naves, embarcan y a casa regresan, también sienten temor de que en ellos se venguen los dioses” (Canto XIV) ¡Eumeo, en su propia cara y sin saberlo, le canta las verdades de su suprema inmoralidad a Odiseo! “Temerario y artero, incansable en ardides -le dice Atenea cuando lo escucha mentir- ¿No puedes siquiera en tu patria dar fin a tamañas mentiras ni a los falsos relatos que siempre han sido tu gozo?” Probablemente, Homero, ha decidido revelar a través de la boca de Atenea lo que ya se sospecha: la Odisea de Odiseo jamás existió, lo que hemos leído es solo el invento de un aedo llamado Odiseo, incontinente en fantasía, un aedo que hila y deshila mentira tras mentira, como la trama que la misma Penélope hace y deshace en sus noches de espera. 

El gran burlador ha triunfado, aunque hayan pasado veinte años y es irónico e hilarante a la vez, que solo un perro, Argos, lo haya olfateado. Si hacemos caso a esta lógica, entonces debemos asumir que en verdad Odiseo regresó anciano y que el combate con los pretendientes fue imposible, así como Eumeo lo sentencia: “Y tú, anciano, que tanto sufriste, si un dios te ha traído, no desees congraciarte halagándome con falsedades, pues ni amor ni respeto de mí alcanzarás de este modo, sino por el temor a Zeus y la piedad que me causas” (Canto XVII).



Fabricio Estrada

domingo, 10 de junio de 2018

Cigarrillos de los años 60 y 70 en Honduras





Martín Zúñiga Chávez - Perú



Los siguientes textos pertenecen a su más reciente libro No siga ese pájaro.

0. El dulce sonido de la estática en la televisión

Eran los mudos comienzos del siglo. Un chico perdido de dieciséis, luego de celebrar año nuevo durante dos semanas, tomó un bus y viajó al oeste. Al siempre viejo y peligroso oeste. Nadie podía decirle qué tan era el oeste: las ciudades casi costeras donde crecían trampas en cada esquina, donde cualquier sueño puede terminar en algo que devora. Lo de siempre: un migrante con muchos sueños, sueños criados poco a poco en las pantallas de televisión. Sin nadie quien viese por él. Ni él mismo. Siempre se está así de solo en el mundo. La familia es la forma que tienen para hacernos creer que no estamos solos, y en realidad nadie puede asegurarlo: cada familia tiene un criminal o un santo entre sus filas. Un pequeño caníbal totalmente solo. Total que llegó a una ciudad perdida en medio del viejo oeste, una ciudad blanca como un escupitajo de tuberculoso. No sabía cómo comenzar, así que fue anotando poco a poco lo que le sucedía y leyéndolo antes de dormir. Entre escribir lo que le pasaba y leerlo, se iba todo el tiempo. Entonces se vio a sí mismo convertido en palabras sin dirección ni peso, garabateadas en cuadernos escolares y amarillos. Por eso se tiró bajo las ruedas de los trenes en movimiento. Por eso toda la noche previa se dedicó a escribir lo más rápido posible sobre los días que hubiese, las calles vueltas a oscurecer, el agua que no iba a beber. Por eso puso música en la casetera –en aquel tiempo todavía existían caseteras–, juntó su poca ropa en el centro del cuarto, esparció todo con querosene –en aquel tiempo todavía en los grifos vendían querosene– y empezó a quemar todo. Nunca llegó a tener dieciocho, pero poco a poco su imagen se distorsionó con modulación. Por eso de muerto hizo milagros y el pueblo lo santificó. Esto fue antes que todos tengan cámaras a la mano. La calle donde dormía terminó en cenizas, pero no hubo ningún muerto, como sucede con los santos. Esa calle tiene su nombre. No la encontrarás en las guías de turismo, pues es una calle que ha ido viajando por el mundo. Y algunas noches los televisores de la ciudad, sin venir a cuento, se prenden solos, y hay estática y armónicos y la imagen se distorsiona, y algo entre todo ese error pronuncia su nombre. En algunos programas llaman a eso mancias, pero casi nadie se da cuenta, entre tantos televisores olvidados por los que duermen. Por cierto, bróder, ¿qué tanto duermes?



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leí en un mohoso cuadernillo de mi abuelo:
no se trataba de nada erótico tras enterrar
los trapos quemar los indicios contra el ex
presidente por aquellas chacras señala pasa
una carretera con el dedo donde a veces se
veían viajar peces volando miras aunque ya
nadie ose ir por acullá la uña larga la mano
cual escuadra hace bang bang desapareces

NO EXISTE HISTORIA DEL ARTE. PARA LA VIDA HUMANA LA CONCATENACIÓN2
1 Estos fragmentos han sido tomados del diario-obituario-testimonio que escribiera el conocido Carl F. Rang. Todas eran anotaciones sueltas con una caligrafía diminuta que a veces alcanzaba el tamaño de un milímetro y medio, los cuales constituían en general proyectos de futuras cartas, novelas, guiones o simples glosas en base a sus lecturas que se publicaron bajo el título de Polen con un epígrafe de Adorno: “La forma de la carta es anacrónica”; y otro de B. Benjamín: “Se editan de manera insensata cartas de cualquiera”; un año después de su publicitado suicidio transmitido por varias redes sociales.
2 Todos estos otros retazos son del mismo Benjamín ya mentado.


¿Puedes mirar este brillante heridar? Acumula espejos ropa y muebles (nunca en silencio)
y grasa de las ventanas (quemándose) La constante cub entre máquina y orgánico
la flor tejida en probetas medula/metal la humedad forra su cuerpo / el vello ardiente de días de semana la pelea es el gif del tipo de pornografía que disfrutan
los planetas sensibles emergidos de los gestos de las tormentas ¿Puedes comprender
el temor (rosado) en ese rincón de la herida? sus labios señalan el límite entre su brillo
y lo que está fuera de él re/presentado todo cuanto queda fuera. Amontonar
voces bajo la cornisa busca no halla Relación entre flor fronteras. Cub golpea gritan y
nadie insultan responde patalean las rejas de hierro sintético sordas como dioses
Cuanto nombramos progreso alienta la extravagancia. [definición] el singular brillo
conserva el reflejo cada ingreso deja rastros / bits / fragmentos de información
personal / sin sentido aparente / en la llaga / en todos lados / sangra / que pueden
ser recuperados / que no (mienten) / el sistema está así programado / como una
secuencia comienza y comienza cada vez flor bucle se llama algoritmos en conjunto
depurados compilados probados. Dentro de las fronteras de la herida nada envejece
nada hace sombra nada se pierde.



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leí en una carta de suicida:
te irás dando cuenta
no
me detengo mucho
a pensar o desar/
mo todo y
falta ritmo dice
se muerda la lengua dice
tengo perros dentro y
casas de millones colores
al otro lado del viento

DE ACONTECIMIENTOS NO SÓLO IMPLICA UNA ESENCIA CAUSAL SINO


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leí en un post del 2004:
Los mails de amor
los chats de amor
los audios de amor
sendnudes de amor
son lo que las cartas
eran para los abuelos
‘Eres la mujer de mi vida’
y luego, se hacen pareja,
se toman de la mano
buscan y ya pues se casan
ya nada de sextearse
y al tiempo dicen
fue una tontería,
que lo sienten mucho
de frente a los ojos
Un día se dicen
que se acabó que ya fue.
Mis analfabetos abuelos.

AL DE LA RELACIÓN ENTRE GENERACIONES. EL VÍNCULO ESENCIAL ENTRE OBRAS DE ARTE


CONJETURA 6. De lo impasible
Aprendí a fallar y llegar tarde
y frío río del infierno
a decir tu nombre de la manera equivocada
a posar mi blanco insomnio en tus manos
y pasear tu mano en mi costado
en llamas a ver si ubicas
el lugar que ya no habitas
a levantarme mercenario y que me veas
recién salido del colmillo de una cobra
Y cosechar en la raíz de las rocas
un sonido de pisada de gato
para poder huir de la saliva de las aves
del aliento de los peces
y en la madrugada barca sin nombre
entrar a casa pisando despacio,
sin ser oído y decirte que trabajo
mucho, claro, mintiendo.
En un amanecer no muy lejano
también tendré que devorar el sol.



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leí en un recetario de postres chinos:
Una pregunta que siempre me hago
es porqué podemos hacer preguntas
mientras construyo con amor metáforas
con centros comerciales transparentes
en medio con películas porno en el fondo
sobre los labios blancos y resecos de ebrios.

ES SÓLO INTENSIVO. LAS OBRAS DE ARTE SE ASEMEJAN A LOS SISTEMAS FILOSÓFICOS,



BROTHER
                                                    Un libro grande es un gran daño.
                                                                                   CALÍMACO
Un hombre donde comienza el mundo.
Un hombre hueco y su oficina opaca.
Las calles filtrándosele con sus autómatas charcos.
Las calles de tres al cuarto, socarrás, sórdidas, azufres.
Un hombre que a los 12 años descubrió el miedo.
El castillo lo llaman como si no fuera un laberinto.
Miente sobre las cosas que no le interesan.
Ebrio multiplica el ruido. Repetir. Ceremonioso.
Largo bromea con las mozas de las tabernas.
Despliega el invierno para entender el universo.
¿Dónde cabe el sentido del ocio?
Todo tiene monedas en el cuerpo.
Todo debe llevar sellos en el cuerpo.
Mas la risa y la belleza son procaces.
El invierno es casi ruso y la casa caliente.
Ríe de las cosas que no le interesan.
Tiene 21 años cuando conoce la mentira.
Abre sus ojos como el primer bruto libre.
Despliega una soga a ras del suelo para tropezarlos.
Se hace el distraído, el que con él no es la cosa.
No se miente de las cosas que miente.
Tiene 32 años cuando vuelve el miedo.
Las calles a través de la radio nos llevan a la playa.
Opaca es la mesa, la cama, su puño en la fonda,
Donde escupe a juristas ebrios que solo imitan
A Solón, el poeta enamorado de las polillas.
Un hombre tranquilo y peligroso.
Repetir el ruido del invierno dentro de él.
Un tipo que lastima. Que tose sangre.
Tiene 35 años y todo converge. Quemen todo.
Tierra desconocida la tierra de sus zapatos.
Solo con respuestas, un tipo siniestro en apariencia,
Trabaja con ambas manos orfebre y pregunta.
Las calles y su naturaleza de flores descompuestas.
No le interesa cuanto miente sino para reusarlo.
Flores que son una metáfora extrañamente cruda
De su risa afilada de su líquida belleza de mercurio
Para la economía de los clientes del castillo.



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leí en las actas de una conferencia:
Una pregunta que siempre hago
es porqué nada suena falso
en primera persona
Me rompe los ojos con su húmeda luz
Pupila vaporosa moja mi ropa interior
¿Ven? Y eso que no amo las metáforas.

EN LOS QUE LA ASÍ LLAMADA «HISTORIA» DE LA FILOSOFÍA VIENE A SER


OSCURA GOLONDRINA
                                         Yo le di mi corazón. Saqué mi corazón y se lo puse en la mano.
                                                                                                      VICENTE LUIS MORA
La situación es esta: estoy en casa,
he lavado los platos sucios
juntado al sonido en un cajón del armario
guardado tu porción de cena en una olla
y sin muchas ganas prendí la televisión.
Entonces se ha hecho de día.
Entonces aún no has llegado.
He calentado tu porción de cena y sin ganas
almorzado. mis ojos se han cerrado,
me he despertado casi cada hora.
Limpio un poco pongo el sonido en su sitio
rebusco algo para la cena. serví dos platos
con un mantel nuevo. Han cortado el fluido eléctrico
otra vez y otra vez el mechero la noche y la sed
se encienden. tengo la tentación a ratos de salir a la calle
a esperarte, tomar el sonido entre mis dedos reventados
sentarme en la vereda entre la fría madrugada.
Entonces has entrado por la puerta de moscas,
tirado las llaves y las balas sobre la mesa
encendido el sonido y sin mirarme has flotado
hasta la habitación y luego de tumbarte
sobre la cama poco a poco has vuelto a ser tú
y yo he hecho como si no me hubiese fijado.


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leí hace dos años en el guion original de una película tipo B:
A- Si fuésemos inmortales, lo que siento por ti sería diferente.
B- Lo sé, y yo nunca te pediría nada.

O BIEN UNA HISTORIA DE LOS DOGMAS CARENTE DE INTERÉS, O BIEN UNA HISTORIA



SIGA ESTE PÁJARO

las aves amarillan cuando pasan los perros.
pintar eso
ponerle tréboles olores humedad
velocidad
las aves saben cuánto los perros son traslado
¿quién eres? saludas entre las plumas
y vibra la cuerda floja
pintarlo
en su propio natural sin escusas sin traducciones
detenerlo en el gesto binario que limita la metáfora
la acción marcada por accidentes gramaticales
soy demasiado tarde
afuera hay
otros movimientos que absorbe cual pozo arena
y mete aves y perros en silencio por los sentidos
la esquirla de una bala moviéndose
con tanta fuerza
que pierde el color hasta destruirse.
una metáfora sónica
y sigues tendida a mi lado
y tu corazón aún brilla en mi boca



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leí en una revista del corazón:
Aquí está la verdad, lo hice
ya lo sabía
¿Por qué probarme?
lo siento
¿Quién eres tú!
anda, grita, pégame
NO ¿Qué quieres?
que te sinceres
¿Por qué me humillas?
solo quiero la verdad
¿Por qué!
soy adicta a ella

DE LOS FILÓSOFOS, O BIEN UNA DE LOS PROBLEMAS FILOSÓFICOS, Y ASÍ PIERDE CONTACTO



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leí en una revista indexada de artículos académicos:
Es proclive a reír de un modo tan contagioso como épico.
Ya saben, ese tipo de risa que uno desea escuchar sólo para estar mejor.
No sabría transcribirla.
Como cuando te sueñas que saltas muy alto
y te quedas allí, en el punto más alto.
POR ESO ESCRIBIR PARECE INSULTANTE.*

*Tachado en el original.

CON LA EXTENSIÓN TEMPORAL Y AMENAZA CON TORNARSE EN INTERPRETACIÓN ATEMPORAL,



HISTORIA NATURAL
                                            a Eduardo el cetrero.
hablando de los animales
que llenaron el arca te pregunto
qué habrá sido del hipogrifo
esas cuarenta noches,
dónde habrá andado.
las creaturas del agua sobrevivieron.
todas las ballenas se multiplicaron.
las tortugas los sapos y los bagres
también, el infierno es por ello la sed
pero ¿las criaturas de la tierra?
el diluvio es el castigo para quienes
abandonaron el agua
tal vez más para cuantos se atrevieron
a surcar el aire: el cielo está
destinado para los dioses.
¿qué habrá sido de la quimera
que vuela y que camina,
qué de la esfinge que como todos
los gatos le tiene pavor al agua?
y luego conversábamos de otra cosa.



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leí en una cadena de mensajes motivacionales:
Cierren los ojos.
Imagínense a ustedes mismos hace diez años.
Respiren, recuerden, huelan, mírense.
Ahora
imagínense hace diez años imaginándose
a ustedes mismos en el hoy. Abran los ojos.

POR LA INTERPRETACIÓN. EN LA INTERPRETACIÓN SE ESTABLECEN RELACIONES

Martín Zúñiga Chávez (Cusco, Perú, 1983). Ha publicado los poemariosGavia (Ediciones Fecit, España, 2009), Pequeño estudio sobre la muerte(Ediciones Copé, Perú, 2010) y Cover (Ediciones Difacit, España, 2011), además de la antología de poesía joven de Arequipa Rastros/Rostros(CRPP, Perú, 2011). Su obra ha recibido varios premios como el Premio Internacional de Poesía Ángel Martínez Baigorri y el Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos, ambos en España; y  el Premio Nacional Juvenil de Poesía Javier Heraud y el Premio Internacional de Poesía Copé de Plata en Perú. Estudió Literatura en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de San Agustín, Arequipa. Dirige la asociación cultural Centro de Recursos para la Poesía, plataforma de gestión de proyectos culturales que organiza el Festival Internacional de Poesía Ari Quepay, entre otras actividades. Realiza el proyecto LAE LEA Perú http://urbanotopia.blogspot.com.
De niño quería un dinosaurio de mascota.

Perla Rivera - Honduras


Foto: Secultura/Periódico Equilibrium.



Debajo de mi falda

Hace siglos, desde que me hice niña, he podido sacarme el corazón y decorarlo con cintas, clavarle alfileres, dejarlo sangrar y seguir jugando. Hace siglos cuando mis cabellos eran una cascada sobre las piedras, yo volteaba y me sonreí a frente al movimiento del agua, mordía mis labios. 

Mis pasos oscilan en una cuerda hecha con mis propias arterias,  el abismo no es más que un motivo. Ser mujer fue siempre el salón de los vientos, la música y el aullido. 

El vientre  ha sido motivo de censura y de  espasmos.  Olas y mar salvaje que se abre a la vida, que se multiplica en eslabones de ceniza. Un ejército de frases mudas  muere con un rostro que se ha anclado en la palma de mi  mano, esa mano acusada de fornicar y ceder a los delirios.  

No soy de jaulas en mis cuerdas vocales, ni en ningún átomo de mi  cuerpo  y a pesar de los  reparos, cada vez que digo mujer, desnudez, amor, sexo, debajo de mi falda hay  un suicidio colectivo de estrellas. 





Acto de fe
En mis ojos reposa un puñado de muertos.
Pero tu lenguaje me invoca
 y araña  en los espejos el sabor de la felicidad.
Desatas cada nudo que yace en mis poros
 y nadamos en los excesos
vos alucinás en una cruz que crucifica otra cruz.

Padre del idioma oculto, 
La moral desconoce nuestro ritual del orgasmo,
que unge la noche como un acto de fe.





Olvido
Se enmoheció el sitio donde cuelga nuestra foto:
plegaria con rostros aún sonrientes,
el tuyo, con el cristal como máscara que defiende una sombra
 y el mío como un ave amarilla,
que resucitó de la guerra
esta tarde de junio.   





Restos


Tu camisa yace todavía en el sillón de mi cuarto, la observo caer como un naufragio que escupe momentos felices mientras escribo en la libreta que hoy es viernes. 

Estás en la página agitando tus brazos y arrancándote aquello que más amábamos, el color con el que me hacías reí r y la voz que hiciste canto.

Atardeció  muy pronto,  no estaba preparada para ver el mar llenarse de gritos. Estoy desnuda ahora, hago figuras con las cicatrices de mi vientre mientras preparo una despedida. Las grietas del piso hacen signos de interrogación a los cuadros que hace unos días cubrían tu cuerpo. 

Alguien lo previno, te vio maldecir de diversas formas las frases que me escribías. Ya no eran cantos,  eran un cementerio de hojas que me ofrecías en un gesto esquelético que fragmentaba mis alas y me envolvía en una tormenta. 

Todo sucedió  tan rápido, y las respuestas eran universos afónicos en esta ciudad cada día más  sucia, ajena al amor e indiferente hacia aquellos que compramos entradas para un suicidio. 

Todo sucedió  tan rápido, y me asfixian los edificios y los sitios donde planeábamos hacer el amor como felinos. Es la hora de  imitar a los que se han ido justo a tiempo y ven llegar a Artemisa como única salvadora de estas estaciones de papel.    





Alucinación

Tengo miedo de abrir los ojos  y confundir la mañana con un cuadro de Dalí . 
 Suelo quedarme quieta, como un lince en medio de las sábanas que me susurran verdades cada vez que te invoco. 
 Estos días cuelgan del árbol del patio,  los devora el vacío de la tarde,  tarde en la que planeo todavía excursiones a tu cama  y me filtro en tu memoria para espantarte el sueño. 
 Escucho  la voz  de mi padre azuzando a las aves  que vienen del oeste a vestir de sonidos el campo,  y a devorar los retoños de las estatuas que amenazan mi locura.
 El corazón se agita como un dragón que escupe guirnaldas, a la entrada de una ciudad que no lo escucha.
 Mi cuerpo es la lira que entona  tormentas,  como el acertijo del granizo  que baña los techos de las casas vecinas.
 Mientras ellos duermen, yo resisto  una guerra interior y pongo ojos en la palma de mis manos para acariciarte en mis sueños.
 Ahora todo es recuerdo mi amor y actúo como una desquiciada  mientras veo parir mortajas  al reloj que no perdona.  





Tegucigalpa

Quiero superar la cruz que rodea esta ciudad. Acertijos que se  balancean desde muchas lenguas.  No seré  una espectadora, víctima de traficantes de exorcismos y mercaderes de ojos cerrados que inventan números detrás de las puertas. Desobedezco como me enseñó  mi padre, con mi rostro de hambre, a cada uno de sus artificios y esquivo las tormentas que babean sus bocas para que no se tiñan mis pasos de mansedumbre.  Se puede  odiar invocando ángeles, pero también se puede llenar de huellas y de gritos los campos sepultados bajo el concreto. 

Sigo sosteniendo que el paisaje guarda historias de hombres que han sido sacrificados por el silencio, que sus voces se entierran en el  asfalto para despertar un día en la fiesta de la memoria recobrada.





Sacrificio

He llorado tanto tu ausencia
como la crucifixión de Cristo, 
llantos que harán un hueco en el mármol que guardará  mis restos. 

Todas tus palabras  y el  rencor
eran necesarios para desollar la escasa piel que aún quedaba. 

Te falto  mirar esas constelaciones
que parecían un rebaño consumando la ceremonia del fracaso. 

Los Cantares y el Génesis me absorbían a dentelladas, 
los evangelios  se escribían en la planta de tus pies. 
Tragabas perlas disueltas en vinagre. 

Nada permanece. 
Solo tus estatuas,
mientras me haces concebir abortos 
al ritmo de un viejo saxofón.  





Esos años

Pienso en los pueblos que habitaron nuestras tardes, aquellos que lloviznan todavía  poemas desde un mirador.  Las casitas apretujadas parecen morir de risa cada vez que se asoman en nuestras fotos. Los cedros auguran la lluvia y celebran las siestas al lado de los emporios de hormigas que hacen trueque con nuestra nómada carne. 

He consultado la tierra y sus secretos, la comunión de las piedras, y anuncian solemnes que la casa se nos derrumba. Hay que inventar un nuevo viento para el hombre de la camisa a cuadros que me vendió un eclipse y una jaula pequeñita con códigos para destrozar la música y deletrear la luz.  

Es el momento de encontrar el rumbo que me rescate de todas tus orillas y de acomodar en la parte más fría de la nevera: tres años, cinco meses y una tarde.  

Es la hora de concebir una cárcel para atar lo absurdo y castigar tu nombre.  





La abuela
Desperté con la imagen de mi abuela, colocando galletitas en la mesa y explicándome cómo ahuyentar la tristeza desde la forma de mirar.
Siempre me dice que llegamos del oriente, ahí donde despierta el sol, y que por eso llevamos la luz en nuestro pelo, como un incensario precolombino.
Que no debemos dejar que nos la roben, que la migración es tan antigua como la historia y que la fortaleza  se nota hasta en la forma de acariciar las flores.
Solo quiero decir que el jardín amaneció lleno de asfalto y que a pesar de eso todavía en las trenzas de mi abuela se esconde una cigarra que canta, canta, canta.





Olvido
No me revelaste nunca
el manual de recetas para dejar de amar.
Aprendí a olvidar –sobre la marcha-
así como se aprende un idioma
mientras vamos tachando en la agenda
 el número de sueños permitidos.
No me enseñaste nunca
como ocultar la cicatriz de la derrota,
ni a encontrar esas luces pequeñitas
cuando el miedo me acompaña a tomar un café.
La muñequita tonta está vestida de agujas
 y la casa se le derrumba.





Regreso
                                                                                              
A veces me pregunto si todos  muestran sus restos de lluvia entre las fotos. Si  este miedo que aparece entre cada página del viejo álbum quedará atrás.
Siempre estuve pensando cómo escapar de ese rostro  que era exilio, mientras el alma se abreviaba y soñaba con el manual  para colorearme las plumas.
No te esperaba, y aunque solo quedan restos, sujetás un paisaje que se abre en un nuevo ciclo de vientos. No hay más misterios. El día cede y nos prepara un  lecho poblado de espejos. Me descubro  leyendo el futuro  en un par de tazas de té.





Perla Lusete Rivera Núñez: Ajuterique, Comayagua, Honduras. Licenciada en Letras y Lenguas y Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán en el año 2008. Docente. Ha publicado " Sueños de origami" el año 2014 por Goblin Editores y ´´Nudo´´  por editorial Malpaso en octubre de 2017. Incluida en la primera Antología de landais hispanoamericanos promovido por la revista 7lunas de Venecia, Italia, en la Antología Chamote ´´Una amalgama de voces de nuestra América´´ editada en Argentina, y en la Antología de narradoras hondureñas, de la ANDEH, por ediciones literarias Paradiso.
Invitada al Festivales de poesía en El Salvador en tres ediciones y al Festival Internacional de poesía femenina en Cereté, Colombia. Publicada por revistas de poesía y literatura en Italia, Colombia, Centroamérica y Estados Unidos. Pertenece a la Asociación Nacional de Escritoras de Honduras ANDEH.

viernes, 1 de junio de 2018

Peso real de un combate medieval


La idealización de las batallas antiguas en el cine está siempre muy pero muy alejada de lo que debieron ser en realidad los espantosos choques entre dos ejércitos. Todo debió ser torpemente atroz... y rápido. El peso de las espadas, picas, lanzas, sumadas al empuje del propio peso de los soldados, tuvo que haber creado heridas inmediatas, así como lo dice Isaak Rosa en su novela El País del Miedo, o las crónicas directas que van desde lo particularmente detallado por Homero en La Iliada, hasta las pesadillas gráficas que Ernst Jünger nos da en Tempestades de Acero.
Estas competencias-reconstruciónes de combates que se realizan en Europa bajo el nombre Battle Of The Nations (Batalla de las Naciones), intenta aproximarse, con realismo alarmante, a lo concreto de un combate medieval, con todo y su atrofiado movimiento pero evidente brutalidad. Creo que es lo más cerca que se puede intuir de lo que ha sido, cuerpo a cuerpo, la humanidad en guerra.

Ruptura del paréntesis

Alrededor de abril del 2008, Yeco (compositor e intérprete) nos propuso al poeta Samuel Trigueros y a mí, realizar un happening que no necesitara difusión y que interactuara directamente con quien lo atestiguara. Se trataba de repellar las paredes del edificio que ahora ocupa el CAC-UNAH, por aquellas fechas abandonado, con recortes de crónica roja de los diarios hondureños. La intención era saber en qué espejo se reflejaba quien mirara, a sabiendas que el mismo edificio en ruinas sería el soporte, la pintura gris de fondo que permitiera la refracción. ¿Sigue estando Honduras oculta tras una constante pintura gris mediática? ¿Cómo se mirará a sí misma la población que aparece en las horrorosas portadas del crimen? ¿Quién mueve o rompe el espejo? Todo esto lo platicábamos mientras íbamos haciendo el registro.
Una vez pegados los recortes esperamos que los transeúntes se acercaran con curiosidad. La primera reacción fue de estupor y luego de una gradual molestia, hasta el punto en que, llenos de rabia, empezaron arrancar de las paredes la nueva patina. "Esos hijos de puta son los que vinieron a poner eso" -nos señalaban -, "Puras ganas de estar jodiendo la de esos" -decían al vernos desde el otro lado de la acera. Sus rostros, su imagen, era la imagen anónima que los periódicos, como una criba, desmonta o descuartiza para el propio consumo de los próximos muertos. Habíamos irrumpido en un paréntesis, pienso, en un lapsus donde la violencia no estaba en su proceso carnicero y las posibles víctimas se daban un respiro. Por otra parte, el edificio, entonces abandonado, ya era una referencia del tipo de monumentos que ofrece el olvido y los transeúntes, ya reconocían en él su vacío o el vacío mismo de la ciudad de Comayagüela.

Algunos santuarios tan solo necesitan que se les deje derrumbar, en su propia inercia, para serlo.