domingo, 10 de junio de 2018

Perla Rivera - Honduras


Foto: Secultura/Periódico Equilibrium.



Debajo de mi falda

Hace siglos, desde que me hice niña, he podido sacarme el corazón y decorarlo con cintas, clavarle alfileres, dejarlo sangrar y seguir jugando. Hace siglos cuando mis cabellos eran una cascada sobre las piedras, yo volteaba y me sonreí a frente al movimiento del agua, mordía mis labios. 

Mis pasos oscilan en una cuerda hecha con mis propias arterias,  el abismo no es más que un motivo. Ser mujer fue siempre el salón de los vientos, la música y el aullido. 

El vientre  ha sido motivo de censura y de  espasmos.  Olas y mar salvaje que se abre a la vida, que se multiplica en eslabones de ceniza. Un ejército de frases mudas  muere con un rostro que se ha anclado en la palma de mi  mano, esa mano acusada de fornicar y ceder a los delirios.  

No soy de jaulas en mis cuerdas vocales, ni en ningún átomo de mi  cuerpo  y a pesar de los  reparos, cada vez que digo mujer, desnudez, amor, sexo, debajo de mi falda hay  un suicidio colectivo de estrellas. 





Acto de fe
En mis ojos reposa un puñado de muertos.
Pero tu lenguaje me invoca
 y araña  en los espejos el sabor de la felicidad.
Desatas cada nudo que yace en mis poros
 y nadamos en los excesos
vos alucinás en una cruz que crucifica otra cruz.

Padre del idioma oculto, 
La moral desconoce nuestro ritual del orgasmo,
que unge la noche como un acto de fe.





Olvido
Se enmoheció el sitio donde cuelga nuestra foto:
plegaria con rostros aún sonrientes,
el tuyo, con el cristal como máscara que defiende una sombra
 y el mío como un ave amarilla,
que resucitó de la guerra
esta tarde de junio.   





Restos


Tu camisa yace todavía en el sillón de mi cuarto, la observo caer como un naufragio que escupe momentos felices mientras escribo en la libreta que hoy es viernes. 

Estás en la página agitando tus brazos y arrancándote aquello que más amábamos, el color con el que me hacías reí r y la voz que hiciste canto.

Atardeció  muy pronto,  no estaba preparada para ver el mar llenarse de gritos. Estoy desnuda ahora, hago figuras con las cicatrices de mi vientre mientras preparo una despedida. Las grietas del piso hacen signos de interrogación a los cuadros que hace unos días cubrían tu cuerpo. 

Alguien lo previno, te vio maldecir de diversas formas las frases que me escribías. Ya no eran cantos,  eran un cementerio de hojas que me ofrecías en un gesto esquelético que fragmentaba mis alas y me envolvía en una tormenta. 

Todo sucedió  tan rápido, y las respuestas eran universos afónicos en esta ciudad cada día más  sucia, ajena al amor e indiferente hacia aquellos que compramos entradas para un suicidio. 

Todo sucedió  tan rápido, y me asfixian los edificios y los sitios donde planeábamos hacer el amor como felinos. Es la hora de  imitar a los que se han ido justo a tiempo y ven llegar a Artemisa como única salvadora de estas estaciones de papel.    





Alucinación

Tengo miedo de abrir los ojos  y confundir la mañana con un cuadro de Dalí . 
 Suelo quedarme quieta, como un lince en medio de las sábanas que me susurran verdades cada vez que te invoco. 
 Estos días cuelgan del árbol del patio,  los devora el vacío de la tarde,  tarde en la que planeo todavía excursiones a tu cama  y me filtro en tu memoria para espantarte el sueño. 
 Escucho  la voz  de mi padre azuzando a las aves  que vienen del oeste a vestir de sonidos el campo,  y a devorar los retoños de las estatuas que amenazan mi locura.
 El corazón se agita como un dragón que escupe guirnaldas, a la entrada de una ciudad que no lo escucha.
 Mi cuerpo es la lira que entona  tormentas,  como el acertijo del granizo  que baña los techos de las casas vecinas.
 Mientras ellos duermen, yo resisto  una guerra interior y pongo ojos en la palma de mis manos para acariciarte en mis sueños.
 Ahora todo es recuerdo mi amor y actúo como una desquiciada  mientras veo parir mortajas  al reloj que no perdona.  





Tegucigalpa

Quiero superar la cruz que rodea esta ciudad. Acertijos que se  balancean desde muchas lenguas.  No seré  una espectadora, víctima de traficantes de exorcismos y mercaderes de ojos cerrados que inventan números detrás de las puertas. Desobedezco como me enseñó  mi padre, con mi rostro de hambre, a cada uno de sus artificios y esquivo las tormentas que babean sus bocas para que no se tiñan mis pasos de mansedumbre.  Se puede  odiar invocando ángeles, pero también se puede llenar de huellas y de gritos los campos sepultados bajo el concreto. 

Sigo sosteniendo que el paisaje guarda historias de hombres que han sido sacrificados por el silencio, que sus voces se entierran en el  asfalto para despertar un día en la fiesta de la memoria recobrada.





Sacrificio

He llorado tanto tu ausencia
como la crucifixión de Cristo, 
llantos que harán un hueco en el mármol que guardará  mis restos. 

Todas tus palabras  y el  rencor
eran necesarios para desollar la escasa piel que aún quedaba. 

Te falto  mirar esas constelaciones
que parecían un rebaño consumando la ceremonia del fracaso. 

Los Cantares y el Génesis me absorbían a dentelladas, 
los evangelios  se escribían en la planta de tus pies. 
Tragabas perlas disueltas en vinagre. 

Nada permanece. 
Solo tus estatuas,
mientras me haces concebir abortos 
al ritmo de un viejo saxofón.  





Esos años

Pienso en los pueblos que habitaron nuestras tardes, aquellos que lloviznan todavía  poemas desde un mirador.  Las casitas apretujadas parecen morir de risa cada vez que se asoman en nuestras fotos. Los cedros auguran la lluvia y celebran las siestas al lado de los emporios de hormigas que hacen trueque con nuestra nómada carne. 

He consultado la tierra y sus secretos, la comunión de las piedras, y anuncian solemnes que la casa se nos derrumba. Hay que inventar un nuevo viento para el hombre de la camisa a cuadros que me vendió un eclipse y una jaula pequeñita con códigos para destrozar la música y deletrear la luz.  

Es el momento de encontrar el rumbo que me rescate de todas tus orillas y de acomodar en la parte más fría de la nevera: tres años, cinco meses y una tarde.  

Es la hora de concebir una cárcel para atar lo absurdo y castigar tu nombre.  





La abuela
Desperté con la imagen de mi abuela, colocando galletitas en la mesa y explicándome cómo ahuyentar la tristeza desde la forma de mirar.
Siempre me dice que llegamos del oriente, ahí donde despierta el sol, y que por eso llevamos la luz en nuestro pelo, como un incensario precolombino.
Que no debemos dejar que nos la roben, que la migración es tan antigua como la historia y que la fortaleza  se nota hasta en la forma de acariciar las flores.
Solo quiero decir que el jardín amaneció lleno de asfalto y que a pesar de eso todavía en las trenzas de mi abuela se esconde una cigarra que canta, canta, canta.





Olvido
No me revelaste nunca
el manual de recetas para dejar de amar.
Aprendí a olvidar –sobre la marcha-
así como se aprende un idioma
mientras vamos tachando en la agenda
 el número de sueños permitidos.
No me enseñaste nunca
como ocultar la cicatriz de la derrota,
ni a encontrar esas luces pequeñitas
cuando el miedo me acompaña a tomar un café.
La muñequita tonta está vestida de agujas
 y la casa se le derrumba.





Regreso
                                                                                              
A veces me pregunto si todos  muestran sus restos de lluvia entre las fotos. Si  este miedo que aparece entre cada página del viejo álbum quedará atrás.
Siempre estuve pensando cómo escapar de ese rostro  que era exilio, mientras el alma se abreviaba y soñaba con el manual  para colorearme las plumas.
No te esperaba, y aunque solo quedan restos, sujetás un paisaje que se abre en un nuevo ciclo de vientos. No hay más misterios. El día cede y nos prepara un  lecho poblado de espejos. Me descubro  leyendo el futuro  en un par de tazas de té.





Perla Lusete Rivera Núñez: Ajuterique, Comayagua, Honduras. Licenciada en Letras y Lenguas y Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán en el año 2008. Docente. Ha publicado " Sueños de origami" el año 2014 por Goblin Editores y ´´Nudo´´  por editorial Malpaso en octubre de 2017. Incluida en la primera Antología de landais hispanoamericanos promovido por la revista 7lunas de Venecia, Italia, en la Antología Chamote ´´Una amalgama de voces de nuestra América´´ editada en Argentina, y en la Antología de narradoras hondureñas, de la ANDEH, por ediciones literarias Paradiso.
Invitada al Festivales de poesía en El Salvador en tres ediciones y al Festival Internacional de poesía femenina en Cereté, Colombia. Publicada por revistas de poesía y literatura en Italia, Colombia, Centroamérica y Estados Unidos. Pertenece a la Asociación Nacional de Escritoras de Honduras ANDEH.

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