jueves, 26 de junio de 2014

Una memoria de otro fútbol


Durante las olimpiadas de Sidney en el 2000 alcancé a ver a un nadador de un pequeño país de micronesia en una de las pruebas más duras estilo libre: 1,500 metros. Es algo que nunca olvido por el sentido de lástima que me dio, por la pena ajena, por eso que al final se convirtió en solidaridad. El nadador no estaba a la altura de los grandes nadadores. Era un amateur, un muchacho que seguramente era el mejor en cruzar de una isla a otra desafiando el oleaje y las corrientes, pero no para competir en formato de atleta con entrenamiento programático, entre atletas cuya visión holística de la competencia les permite integrar todo a su esfuerzo, desde la presión del escenario mundial hasta su percepción de las dimensiones de la piscina, sin olvidar los minutos de desaceleración de la respiración y de cómo enfrentar los tiempos. Todo un combo científico que el amigo nadador micronesio ignoraba.

 Se notaba a leguas en las brazadas que daba: arrítmicas, abiertas, torpes. Hubo un momento en que incluso se detuvo a descansar mientras el público, ya compadecido, le animaba, le aplaudía. Habían pasado 15 minutos desde que los ganadores llegaron a su fin y él continuaba, impulsado por un orgullo que rayaba en lo para-olímpico. Los locutores mexicanos que en principio hacían comentarios sarcásticos e indignados comenzaron a valorar la dignidad de aquel muchacho recordando a todos que ese era la muestra exacta del "espíritu olímpico". No había otra. La transmisión no podía cortarse, los espacios estaban contratados. Lo recuerdo muy bien.


Al repasar lo que vi de la selección hondureña en este mundial no dejo de comparar al nadador con nuestros jugadores corriendo sin ton ni son por toda la cancha y comprendo. Comprendo lo que venía hablando con amigos desde el mundial pasado en Sudáfrica: la copa del mundo se ha convertido ya en un formato de competencia para atletas especializados. Ya no es aquello de lo bien que juega en cancha de tierra y cómo superó todas las carencias, de lo bien que suena como eslogan o grito de guerra "la garra catracha", etc., los futbolistas que han hecho de este mundial el mejor de los últimos 4 mundiales en cantidad de goles y rendimiento, son jugadores disciplinados y exigidos en un régimen de entrenamiento que raya en lo que viven los gimnastas chinos o rusos. Se suma a ello la cantidad de torneos que existen en Europa -continente en el que juega la mayoría de base seleccionada de las selecciones de éxito en Brasil 2014. Otra mentalidad, entonces, otra clase de equipos que conocen de memoria el campo de juego y a sus compañeros.

Mucha agua debe pasar aún para que Honduras se conecte a este nivel y no solo a las ganas de "demostrar cómo se juega fútbol en el país" y la pasión con que vive el campeonato la afición.
Disfruté mucho el gol de Costly y muchas de las atajadas de Noel, pero hasta ahí nomás. El resto lo vi como a un atleta de garrocha que no llega ni a la mitad de la altura exigida o como al nadador micronesio confundiendo la piscina con su mar.

F.E.

miércoles, 25 de junio de 2014

¿Serás, amor...? - Pedro Salinas, España

¿Serás, amor un largo adiós que no se acaba? 
Vivir, desde el principio, es separarse. 
En el primer encuentro 
con la luz, con los labios, 
el corazón percibe la congoja 
de tener que estar ciego y solo un día. 
Amor es el retraso milagroso 
de su término mismo; 
es prolongar el hecho mágico 
de que uno y uno sean dos, en contra 
de la primer condena de la vida. 
Con los besos, 
con la pena y el pecho se conquistan 
en afanosas lides, entre gozos 
parecidos a juegos, 
días, tierras, espacios fabulosos, 
a la gran disyunción que está esperando, 
hermana de la muerte o muerte misma. 
Cada beso perfecto aparta el tiempo, 
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve 
donde puede besarse todavía. 
Ni en el llegar, ni en el hallazgo 
tiene el amor su cima: 
es en la resistencia a separarse 
en donde se le siente, 
desnudo, altísimo, temblando. 
Y la separación no es el momento 
cuando brazos, o voces, 
se despiden con señas materiales: 
es de antes, de después. 
Si se estrechan las manos, si se abraza, 
nunca es para apartarse, 
es porque el alma ciegamente siente 
que la forma posible de estar juntos 
es una despedida larga, clara. 
Y que lo más seguro es el adiós.

sábado, 21 de junio de 2014

Militarismo en Honduras

" Si bien nuestro interés de caracterizar adecuadamente la institución castrense nos llevó a enfatizar su subordinación al imperialismo, no es nuestro propósito señalarlo como un simple "brazo armado" incapaz de superar su carácter instrumental. Los golpes de Estado no obedecen a simples causas voluntaristas sino que se insertan en la dinámica que las distintas fuerzas sociales desarrollan en el escenario político. 

Actual esquema de la ocupación imperialista en Honduras.

A veces los partidos políticos entran en una situación de "impasse" en la cual sus propias rivalidades les impiden el ejercicio "normal" de su función específica. En estas situaciones, el golpe de Estado constituye un mecanismo redistribuido, del cual se sirve el sistema para aplicar un sentido de "justicia" y "democracia" en la alterabilidad del poder. Las Fuerzas Armadas surgen entonces como baluartes del "orden" no solo social, por el cual se realizan, sino del orden político. Esta situación corresponde a la intervención militar de 1956. No se produce en situación de crisis social sino de crisis institucional. En momentos de repentino descontrol de los representantes políticos (de "los intelectuales orgánicos", según Gramsci) del bloque dominante. 
Este contexto circunstancial, lleno de acontecimientos confusos y de desajustes internos, nos presenta un bloque sin representación política y un movimiento social desorganizado. Los unos han perdido fuerza pero los otros no la han adquirido al punto de representar una amenaza al "orden y seguridad públicas". En consecuencia, la intervención de las Fuerzas Armadas es una acción esporádica y circunstancial que no reúne aún las características de una intervención sistemática. Esta se produce cuando el ejército deviene fuerza política."


Militarismo y Reformismo en Honduras, pag. 30, Leticia Salomón, Editorial Guaymuras.

jueves, 19 de junio de 2014

Mi amigo ángel - Samy Kafati, 1962

Mi amigo ángel es la primera película hondureña.

Se suponía que nadie se moviera, mi amigo ángel, todo debía ser perfecto en su noche y sol, en la tinta que mancha los bordes, en esa cal que flota en la imagen hasta coserla, cuartearla. No tenían que moverse los autos ¿para donde se van a echar a rodar si nunca hubieron más calles que las imaginadas? ¿Para dónde? decime, si nada existía, si en los libros estaba todo y nada más.

No tenias que ir al río a nadar, ni levantarte siquiera. El río no se movía, era una superficie que aun no arrastraba la miseria hecha matanza diaria. El río tenía que haberse quedado en el cauce cuadrado, hasta ahí no más pues nunca hubo mar, porque el mar estaba en otras fotos pero no en tu mundo de tabla. Andá por tu mamá, pequeño, nadie escuchará sus gritos a menos que las voces vuelvan a ser editadas y comiencen ir de la mano con su imagen, como alma y cuerpo, como niño y risa, como olvido y foto. Se suponía que nunca más debía moverse el mundo, que el blanco y negro de Tegucigalpa jamás volviera a sentirse tan vivo.




TIGRES en Honduras

Ha corrido bastante agua bajo el puente desde que los Estados Unidos comenzaron la organización del Ejército de Honduras con motivo de profesionalizar a sus aliados hemisféricos en la guerra fría.
Desde aquel Primer Batallón de 1952 todos los mandos y tropas mantienen su visión operativa enmarcados en la Doctrina de Seguridad Nacional que se enfoca, casi de manera exclusiva, en la contención interna a los elementos insurgentes -entiéndase movimiento social-, y dejando la defensa estratégica a la Fuerza Aérea que hoy está en total crisis de mantenimiento (los Estados Unidos ha bloqueado la renovación de los F-5 donados en los ochentas), debido al viraje de intereses de los Estados Unidos en la guerra contra el narco inaugurada en nuestro territorio, guerra que a excepción de una cuantas avionetas obligadas a aterrizar o derribadas por Tucanos, se da en tierra, ya sea en el prendimiento de las tripulaciones de avionetas en tierra o en los fuegos cruzados con el narcomenudeo.
Nótese en esta nota de El Heraldo que la misión y entrenamiento que le ha sido confiado a Los Tigres nada tiene que ver con el combate a la irregular presencia del sicariato que urge de investigación preventiva.
De igual forma, debemos recordar que esta tropa es la misma que la embajadora Kubiske declaró estar en dudas sobre su creación por considerarlas una antojadiza herramienta política de Juan Orlando Hernández. A continuación la nota:


Tegucigalpa, HondurasUn grupo de 181 nuevos miembros de la Tropa de Inteligencia y Grupos de Respuesta Especial de Seguridad (TIGRES) de la Policía Nacional se graduó este jueves en una ceremonia especial en Lepaterique, a unos 40 kilómetros al sur de Tegucigalpa.A la graduación, que se realizó en el Centro de Instrucción Antidrogas del Ministerio Público, asistió la embajadora de Estados Unidos en Honduras, Lisa Kubiske, el embajador de Colombia Francisco Canossa y el ministro de Seguridad Arturo Corrales.Los nuevos TIGRES recibieron durante 12 semanas un curso impartido por instructores de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos con apoyo de la Policía Nacional Colombiana JUNGLA, que incluyó operaciones urbanas y rurales que iniciaron el 17 de marzo y culminaron este jueves.

“El entrenamiento incluye operaciones de jungla, táctica de pequeñas unidades, operaciones aéreas, combate cuerpo a cuerpo, entrenamiento de supervivencia en el agua, patrullaje, armas, comunicaciones, demoliciones, primero auxilios, planificación de operaciones, liderazgo y derechos humanos”, informó la embajada de Estados Unidos. El programa TIGRES recibe el apoyo de Estados Unidos para la lucha contra la inseguridad, en la zona urbana y rural de Honduras. “Los esfuerzos de inteligencia integral, investigativos, judiciales y operacionales de TIGRES combatirán la inseguridad, protegerán a las personas y a la propiedad, capturarán y procesarán a los criminales y debilitarán las organizaciones criminales que operan con impunidad”, añadió la sede diplomática.


Los nuevos elementos son 171 hombres y 10 mujeres, quienes fueron especialmente entrenados para combatir el crimen organizado y común del país, dijo el subinspector Edgardo Barahona. En su cuenta de Twitter, la embajadora Kubiske felicitó “a los graduandos del primer curso Comandos Tigres. Otro ejemplo de cooperación en seguridad entre los EEUU y Honduras”.La fuerza especial TIGRES fue creada por el Congreso Nacional en mayo de 2013.El grupo estaría conformada por 200 elementos divididos en dos grupos, uno en Tegucigalpa y otro en San Pedro Sula, los cuales estarían acuertalados y pendientes de cualquier llamado.

Leer más en: http://www.elheraldo.hn/inicio/721197-331/se-gradúa-el-primer-grupo-de-la-fuerza-especial-tigres-en-honduras
Síganos en: www.facebook.com/diarioelheraldo y @diarioelheraldo en Twitter


El termómetro anda mal

El termómetro que levantaron al pie de las gradas en Torres Metrópolis se alza como un centinela. Inconmovible sigue errando en su medición. Desde el comienzo del verano en marzo marca 34 grados centígrados. Un día la temperatura bajó y nos dimos cuenta que estaba funcionando mal, que se había quedado en marzo con todo y sus fuegos.

Creo que lo hemos subestimado. Algo está mal en nosotros y él lo percibe.



Acostumbro a leer las notas rojas desde que descubrí a mi prima muerta y alguien arrodillado ante ella. Era mi tío, su padre. Pasé con rapidez las hojas pero retrocedí hacia esa foto, desandé alrededor de 10 páginas porque algo me quedó vibrando en el rabillo del ojo, como un tic de esos que me hacen creer en un rompimiento de la matrix. Era ella ¡cómo no lo pude ver a la primera! Un sicario llegó y frente a su pequeña hija le disparó, así sin más. Desde ese impacto repaso cada nota, aunque me duela a diversidad de los múltiples asesinatos. Pareciera que los asesinatos son hechos por asesinos aburridos pero excitables a la hora de romper la rutina.

¿A qué le temen? Me pregunto ¿A qué le temen los sicarios? Existen estudios sobre la psicología criminal que apunta a que el ser humano tiende a evitar las peleas cuerpo a cuerpo y que, en esa supervivencia darwiniana de no provocar su extinción personalísima, lo que ocurre son una serie de fintas y golpes disparejos, timoratos. Prefiere matar de lejos, el ser éste que somos. Disparar de lejos y luego huir, así como se mira en todos los videos que la policía filtra de las cámaras de vigilancia en las calles. En ellos se ve cómo los sicarios corren cuando la víctima decide enfrentarlos. Estos mismos estudios sugieren que los graves asesinatos y genocidios son provocados por “una huida hacia adelante” de los miedosos, de los que se sienten vulnerables y acosados. Es decir, no se huye hacia atrás, sino que entra en juego una furia patológica siempre latente que hace ir hacia delante y asesinar, desmembrar, aniquilar.

¿A qué le temen los asesinos en Honduras? Hace tres días un hombre mató a machetazos a tres niños en el departamento de Cortés. Los esperó en un piñal y se les fue encima aprovechando la noche. Celos del muchacho mayor, especulan los investigadores. Crimen pasional. Esta atrocidad sucede en momentos que se denuncia a nivel internacional que en la frontera de Estados Unidos hay centenares de niños detenidos por la policía fronteriza estadounidense. La mayoría de ellos son niños y niñas hondureñas que huyen solos o acompañados de sus padres por la dantesca situación del país, un territorio que día a día recibe una matanza y que informa, por igual, que viene aumentando el número de casos de niños muertos o heridos en el fuego cruzado, por no hablar de los miles de niños y niñas que han quedado huérfanos, a la deriva de las corrientes migratorias.

Salgo a ver el termómetro junto a las gradas. 34 grados y todos usamos abrigo en esta mañana de frío, de neblinas y de lluvia real en pleno junio. Todos lo miramos de reojo. Miramos de reojo la nota roja y el termómetro. 

Sabemos, muy en el fondo, que ese termómetro mide en realidad la temperatura corporal de nuestra fiebre social.

F.E. 

miércoles, 18 de junio de 2014

El reloj de arena, Borges

Está bien que se mida con la dura
Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel río
En que Heráclito vio nuestra locura

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos.

Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de los diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento

Del alfil desparejo, de la espada
Inerme, del borroso telescopio,
Del sándalo mordido por el opio
Del polvo, del azar y de la nada.

¿Quién no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?

Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.

El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
Que el rey sajón ofrece al rey noruego,

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.








en El hacedor, 1960

"Poesía y resistencia". Entrevista de Pierre Bergier a René Char




Antes de pedirle que participe en una conversación en la que la que la honestidad intelectual sea una de las bases, me he detenido a releer el breve prólogo que escribió usted en marzo de 1948 para la traducción de Heráclito de Efeso, de Iván Battistini. Una frase, entre otras, me ha demostrado hasta qué punto está usted comprometido en el camino de la esperanza: “El devenir progresa conjuntamente en el interior y alrededor de nosotros. No está subordinado a las pruebas de la naturaleza, se agrega a ellas y actúa sobre ellas”. En el instante en que una especie de sueño letárgico pesa sobre nuestro mundo, una afirmación semejante es, sin duda, una ventana abierta. De todas maneras, hay mucho que hacer aún para que esta ventana no se vuelva a cerrar. Sabe usted cuán peligrosa es una toma de conciencia, para no decir una toma de posición. Asistimos a conflictos sorprendentes, y aun escandalosos, cuya resultante fatal es la duda. Su prólogo al Heráclito es una auténtica toma de conciencia. Escrito en 1948, ¿qué ve usted que pueda corregirse hoy?
¿Se preocupa usted acerca de la honestidad intelectual? Discúlpeme, querido amigo, pero hay una cosa que mis orejas no pueden oír sin embarazo: es precisamente la palabra “dignidad”, que se me hace el honor de aplicarme demasiado a menudo... Protesto: soy un hombre como todos, a veces tan parcial y utopista como los demás, se lo aseguro, de ninguna manera mejor... ¡Ah, no!

Pero, su actitud...
No hablemos de actitud. Yo me esfuerzo, me descascaro. ¡Eso es todo! En cuanto al prefacio del Heráclito... Me ha ocurrido hacer escritos de circunstancia, aunque raramente; de todas maneras, este prefacio podría estar bien escrito incluso hoy. No tengo nada que suprimirle, nada que agregarle. En el momento en que vivimos –y pienso sobre todo en aquellos que viven en esta hipnosis tan particular que difunde el clima de nuestra época– la Esperanza es verdaderamente el único lenguaje activo y la única ilusión susceptible de ser transformada en buen movimiento. Nosotros, hombres, poetas, tenemos que contentarnos con asegurar que esta esperanza no es candor. No podría haber poesía o vida sin esperanza –poesía: esperanza extrema; existencia: esperanza relativa–. La poesía es la soledad noble por excelencia, una soledad, en fin, que tiene derecho a confiarse. Hegel dice que, desde el punto de vista del sentido común, la filosofía es el mundo al revés. Parafraseándolo, se podría decir que, desde el punto de vista de la equidad, la poesía es el mundo en su mejor lugar. Aun si se halla enfrentado a una naturaleza pesimista, aquel que acepte las perspectivas del Devenir debe darse perfecta cuenta de que, en este caso, el móvil de ese pesimismo es ambiguamente la esperanza; esperanza de que algo inesperado surgirá, de que la opresión será derribada. Parece que la poesía, por los caminos que ella ha seguido, por las pruebas que ha resistido para merecer su nombre de poesía, constituye la posta que permite al ser exhausto y desmoralizado volver a encontrar fuerzas nuevas y razones frescas para perseguir la presa o la sombra una vez más.

Cada día comprobamos cómo es de grande la confusión intelectual. Los valores más opuestos se unen de manera inesperada, lo más a menudo por medio de intérpretes impuros y deshumanizados, lo que se podría llamar alianzas peligrosas. Los mismos maestros del pensamiento son reivindicados por los hombres más diversos. Así se verifica una vez más uno de los problemas sobre los cuales usted se ha detenido recientemente: el de las incompatibilidades.
Estamos rodeados, en los hombres más comunes, por jueces con fauces de verdugos, ¡por perros de policía! Pero ¿cómo es eso? Uno no tiene jamás por qué examinar ni condenar a alguien que se contenta con sufrir la realidad cotidiana con todas sus imperfecciones y todas sus debilidades y que no erige su propia vulnerabilidad en tablado, desde donde denunciar al prójimo a la vindicta pública... Sin embargo, eso no es ya tan cierto, tanto va el mal de prisa... Pienso, a este respecto, muy especialmente en Villon, quien es, sin duda, el más grande poeta francés. Pero justamente cuando ciertos escritores, que no son –lo ignoren o no– sino actores de la literatura (olímpicos o frenéticos), entienden intervenir y regentear, entonces creo que hay una impostura manifiesta que es preciso reducir. Vea usted, Berger, todo hombre es, por lo general, distinto de lo que cree ser en el bien como en el mal, en el error como en la verdad. Ninguno de nosotros escapa a esta fatalidad. Las estratagemas no arreglan nada.

La imperfecta conciencia de los escritores y artistas forma parte también –Camus lo afirmaba en un discurso pronunciado en Pleyel en 1948– de nuestra constante angustia. Parece cada día más necesario que un poeta defina a su vez este mal.
Yo no quisiera pronunciar la palabra maldición... Es una palabra demasiado cómoda y que autoriza todas las dimisiones. Creo que hay, de todas maneras, una parte de responsabilidad individual (y, por extensión, colectiva) en lo que ocurre en este momento. Hemos creído, en 1945, salir del espíritu totalitario... Acordémonos de que ese cáncer, bajo el nombre de fascismo, ha comenzado por devorar una nación, luego otra. En la actualidad está agazapado en el inconsciente de los hombres, en particular, de aquellos que se declaran sus peores enemigos... Ese mal, en el cual nos hemos detenido a pensar, es el desprecio del prójimo: una especie de indiferencia colosal con respecto a la inteligencia de los demás y de su alma viviente. ¡Una intolerancia de dementes! ¡Su caballo de Troya es la palabra felicidad! Y yo creo que eso es mortal. No se trata de un peligro relativo sino absoluto.

Que no justifica ningún espejismo de la Tierra Prometida.
Yo le hablo en tanto ser que vive sobre una tierra presente, inmediata, y no en tanto ser que tiene mil años de camino delante suyo. Hablo para los hombres de mi tiempo, que han hecho morir como nunca, y no hipotéticamente para los hombres de la distancia. Se acostumbra, para tentarnos, a desplegar ante nosotros la sombra clara de un gran ideal. Sin embargo, la edad de oro prometida no podría serlo sino en el presente. ¡La perspectiva de un paraíso ha inflado al hombre!

Entre tantos otros, la poesía es un acto de rebelión. ¿Cómo librar a la poesía de sus opresores?
La verdadera poesía se las arregla bien por sí sola: existe sin temor. Lo importante es perseverar, no declararse vencido sobre el terreno de la condición humana y de la libertad. Es preciso volver sin cesar, convencer, decidir la evidencia de ganar la partida, elevar el buen sentido al primer rango...

Todo lo que yo experimento en cuanto a la condición del poeta se encuentra felizmente aclarado por ese comportamiento contradictorio que se ejerce en pro o en contra de mí. Ello me encanta, sirve para propagar una manera de energía, de calor humano. Pro y contra son indispensables. En un reciente estudio, Maurice Blanchot escribe: “La obra es el alba que precederá al día. Ella inicia, entroniza. Misterio que entroniza, dice Char, pero ella misma permanece en el misterio, excluida de la iniciación y exiliada de la clara verdad: suerte de Mesías que será redentor a condición de ser siempre el que vendrá y de ninguna manera el que ha venido”. Me parece que Blanchot nos ofrece una clave y que eso deben ser las “oportunidades patéticas” de las que nos habla en Hojas de Hipnos. ¿Está usted de acuerdo?
Completamente. Blanchot es el compañero espiritual soñado... No lo conozco.

Los combates en los que usted ha participado y aquellos en los cuales participa aún se asemejan misteriosamente. Siempre es el mismo enemigo, el mismo ángel malo el que usted y sus amigos vuelven a encontrar. Y, de hecho, si la esperanza está de su lado, hay también otra esperanza –maléfica– enfrente. ¿No piensa usted que es el tiempo de darnos nuevas Hojas de Hipnos?
El contenido de los libros varía según las épocas. Hoy no es un combate el que sostenemos: es mucho más: una especie de paciencia armada nos introduce en ese estado de rechazo increíble. Pero, permanecer abiertos, permanecer presentes, retener el escalofrío, limitar al malvado... De 1941 a 1944 he escrito Hojas de Hipnos como un ama de casa consigna sus cuentas en una libreta. De 1948 a 1952 he producido A una serenidad crispada. Se exige de muchos poetas, al pedirles que comenten su poesía, la exhibición de sus sentimientos íntimos, la confesión de sus “ideas”, si fuera realmente cierto que ellos tienen “ideas”. Hojas de Hipnos correspondía a su tiempo; A una serenidad crispada corresponde al nuestro.

Esa forma aforística...
Ya sé, ya sé... Y bien, si me reprocha mi forma breve, a eso respondo con dos aforismos de Hojas...: “Mantén frente a los otros lo que te has prometido solamente a ti. Ahí está tu contrato.” “He aquí la época en que el poeta siente erguirse en él esta meridiana fuerza de ascensión”. Es preciso concentrar, decir con rapidez, iluminar con exactitud... ¡Tanto peor para la retórica!

Es verdad que se exige demasiado de los poetas.
Si existe una poesía, si ella es un polo de atracción, si es alimenticia, ¿qué necesidad hay de hablar de ella?

Inquietos por lo que esencialmente ellos no han creado, los hombres tienen necesidad de definición, una necesidad nostálgica, como si pensaran que las mejores definiciones son el propio origen.
¡Pero no! Veamos... Hacemos salir de nuestro laconismo, de nuestro cuarto de trabajo, de las circunstancias comunes a todos los hombres, significa desearnos “cargados de misión”.

Pero es evidente que ustedes tienen una misión...
No. Tenemos una tarea, eso sí... Bien sé que los poetas tienen a menudo curiosas pretensiones. Sin cesar, ellos se creen obligados a tocar el clarín, de donde su rápida pérdida de influencia...

De todas maneras, ellos no pueden permanecer enclaustrados...
No, por supuesto. Además, yo no abogo por la torre de marfil... sino por el conocimiento exacto de los motivos. No se desconfía lo suficiente de la impropiedad, no sólo de los términos, sino de la farsa de los acontecimientos...

En ellos estamos.
Una de las curiosidades de la época es lo universal. En cuanto cualquier individuo es consultado, responde sin vacilación –lo cual implica que él es la ciencia infusa– aun si es ignorante del asunto o de la cosa humana de que se trata. El intelectual sueña a la vez “ser” y “no poder ser”. Y lo que no puede ser, su orgullo lo proyecta en los otros, aquellos para los cuales escribe. Lo que no debería dispensarlo, en cuanto a sí mismo, de la prueba patética.

Yo le he dicho “misión”, usted me ha respondido “tarea”. Conforme. Además, pienso que las dos nociones no son incompatibles. Y es por eso que puedo preguntarle qué espera usted de la juventud. Mi pregunta no es tan simple. Después de la aparición de sus últimos libros, después de la antología a la que precedió mi ensayo en la colección Poètes d’aujourd’hui, muchos espíritus jóvenes tomaron en cuenta el ¿Ha leído usted a Char? de Mounin. Se le comenta en los medios más diversos y yo sé, por mi parte, de jóvenes desesperaciones que se borraron después de la publicación de El sol de las aguas. Creo que eso es muy significativo y es por ello que le aseguro que mi pregunta no es tan simple.
No es simple, en efecto. De esas adhesiones yo no puedo únicamente estar conmovido: ellas aumentan aun mis escrúpulos. No exageremos. Creo que con un poco de obstinación y la ayuda de sus hermanos mayores, la juventud superará el desorden. Creo que mis poemas corresponden a alguna cosa cuyo equivalente serían deberes felices después de dificultades sin número. Nunca he propuesto nada que, una vez pasada la euforia, corriera el riesgo de caer de lo alto. No soy de aquellos que toman el mar “como si tal cosa”. Naturalmente me parece que los jóvenes van hacia aquellos que los escuchan con seriedad, con afecto, y no los desengañan.

No hay sólo el problema de las incompatibilidades; está también el de los equívocos. Bien se ve que la honestidad intelectual pierde cada día más su sentido. Usted se complace en repetir a menudo que “todo sigue siendo todavía posible”. ¿Podría incluso repetirlo aquí?
Sí, ciertamente.

Vivimos cada vez más el tiempo de la elección. ¿Qué puede la poesía en el dilema que nos concierne? En medio de los hombres ¿qué pueden los poetas?
El poeta está originariamente comprometido, pero “comprometido” es una palabra que no tiene sentido aquí, que es impropia. Digamos que el poeta es combinable.

Sea. Pero el compromiso, antes de ser una moda, tenía un sentido noble.
Sólo he visto hasta ahora seres para quienes la palabra compromiso era muy imprecisa. La expresión que les convenía mejor era solidaridad, odio común, amor compartido o deseo de cambio. He asistido en 1940 a la agonía de tres hombres, los tres diferentes durante su validez. Cada uno de ellos tenía un fragmento del mismo obús en el vientre y agonizaban juntos bajo nuestros ojos. Le aseguro que sus quejas eran las mismas...

El sentido de ese mensaje se refuerza muy particularmente en un texto suyo que yo sé sin terminar pero del que conocemos de todas maneras algunos fragmentos. Hablo de La búsqueda de la base y de la cumbre.
Ese texto está, en efecto, sin terminar, y en él trabajo. No entreveo la fecha de su publicación, no porque este texto tenga una importancia tal que deba ser embellecido y modificado sin cesar, sino porque es como los altos y los bajos de mi vida misma. Un día me ha sido dado escribir: “El conocimiento nutre y la experiencia marchita”. Es preciso desconfiar de la importancia de la experiencia porque ella vuelve a los seres y a las cosas sin juventud, imperfectibles. Usted me ha preguntado hace un momento si yo creía en la juventud. Creo tanto en ella, que muy a menudo me desmiento.

Entrevista tomada del blog:

El tapiz del Wallhala

Rusos examinando el mueble donde se suicidó Hitler, 1945.


En la otra vida, Adolf pasea en su bosque estampado. Tan pequeño se hizo que ahora puede darle la mano a Federico el Grande y acariciar el pelaje de su caballo fantástico. Los rusos buscan al otro Adolf y se equivocan. Lo buscan de su estatura pero Adolf se ha hecho una fina costura, una floritura imperio, una lluvia roja que salpica el piso. Era inflamable Adolf y ahora ya no lo es, pero los peritos rusos no lo saben, pueda que la lluvia roja tenga todavía algún tipo de octanaje y esa vela esté demasiado cerca. Friedrich no es Friedrich y el caballo fantástico no se asustó con el trueno. Friedrich es Adolf que siempre quiso una chaqueta con bordados prusianos y un sombrero de caza elegante.

Bonito paraíso al que te fuiste, Adolf. Prístino Wallhala tapizado en el fondo de un bunker.