jueves, 26 de junio de 2014

Una memoria de otro fútbol


Durante las olimpiadas de Sidney en el 2000 alcancé a ver a un nadador de un pequeño país de micronesia en una de las pruebas más duras estilo libre: 1,500 metros. Es algo que nunca olvido por el sentido de lástima que me dio, por la pena ajena, por eso que al final se convirtió en solidaridad. El nadador no estaba a la altura de los grandes nadadores. Era un amateur, un muchacho que seguramente era el mejor en cruzar de una isla a otra desafiando el oleaje y las corrientes, pero no para competir en formato de atleta con entrenamiento programático, entre atletas cuya visión holística de la competencia les permite integrar todo a su esfuerzo, desde la presión del escenario mundial hasta su percepción de las dimensiones de la piscina, sin olvidar los minutos de desaceleración de la respiración y de cómo enfrentar los tiempos. Todo un combo científico que el amigo nadador micronesio ignoraba.

 Se notaba a leguas en las brazadas que daba: arrítmicas, abiertas, torpes. Hubo un momento en que incluso se detuvo a descansar mientras el público, ya compadecido, le animaba, le aplaudía. Habían pasado 15 minutos desde que los ganadores llegaron a su fin y él continuaba, impulsado por un orgullo que rayaba en lo para-olímpico. Los locutores mexicanos que en principio hacían comentarios sarcásticos e indignados comenzaron a valorar la dignidad de aquel muchacho recordando a todos que ese era la muestra exacta del "espíritu olímpico". No había otra. La transmisión no podía cortarse, los espacios estaban contratados. Lo recuerdo muy bien.


Al repasar lo que vi de la selección hondureña en este mundial no dejo de comparar al nadador con nuestros jugadores corriendo sin ton ni son por toda la cancha y comprendo. Comprendo lo que venía hablando con amigos desde el mundial pasado en Sudáfrica: la copa del mundo se ha convertido ya en un formato de competencia para atletas especializados. Ya no es aquello de lo bien que juega en cancha de tierra y cómo superó todas las carencias, de lo bien que suena como eslogan o grito de guerra "la garra catracha", etc., los futbolistas que han hecho de este mundial el mejor de los últimos 4 mundiales en cantidad de goles y rendimiento, son jugadores disciplinados y exigidos en un régimen de entrenamiento que raya en lo que viven los gimnastas chinos o rusos. Se suma a ello la cantidad de torneos que existen en Europa -continente en el que juega la mayoría de base seleccionada de las selecciones de éxito en Brasil 2014. Otra mentalidad, entonces, otra clase de equipos que conocen de memoria el campo de juego y a sus compañeros.

Mucha agua debe pasar aún para que Honduras se conecte a este nivel y no solo a las ganas de "demostrar cómo se juega fútbol en el país" y la pasión con que vive el campeonato la afición.
Disfruté mucho el gol de Costly y muchas de las atajadas de Noel, pero hasta ahí nomás. El resto lo vi como a un atleta de garrocha que no llega ni a la mitad de la altura exigida o como al nadador micronesio confundiendo la piscina con su mar.

F.E.

1 comentario:

Revistacidadesol dijo...

Oi, Fabrício.

Não se inquiete, imagina eu que não gosto de futebol, presenciando a Copa.