Cuando las agencias de publicidad se conectan con la auténtica sensibilidad de los creativos, comienzan a aparecer los primeros grandes síntomas de la libertad, y una vez llegados ahí, los mensajes creados se contagian con plena naturaleza.
En Honduras -sucede en todas partes, pero aquí es proverbial- los dueños de las agencias son capataces, supervisores de maquilas sin otra cultura que no sea la pauta contante y sonante. Es obvio lo que exigen como producto comunicacional.
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