lunes, 12 de julio de 2010

Entrevista a Yolanda Colom - Mario Casasús, El Clarín, Chile

“Con la desilusión del golpe de 1973, contactamos a la guerrilla guatemalteca”


México DF.- En entrevista con Clarín.cl Yolanda Colom (1948) ex-guerrillera y educadora guatemalteca, habla de la clandestinidad y las memorias Mujeres en la alborada: “Nosotros estábamos fuera de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), éramos disidentes. Cuando Octubre Revolucionario se nos desmorona fue terrible el fracaso, cuando haces de tu razón de existir volcarte a la causa social y quedas huérfano, a la deriva, dejas a los compañeros, pero no los ideales. Escribir -para mí- es una tabla de sobrevivencia personal, emocional, psicológica y existencial”
Autora de los libros: Aparatos ideológicos del Estado (1971); Criterios y metodología de alfabetización (1974); Insurgencia y contrainsurgencia en Guatemala (1984); A la memoria de los revolucionarios caídos (1996); Mujeres en la alborada (1998), así como de varios textos sobre la obra del revolucionario y filósofo guatemalteco Mario Peyeras. Yolanda Colom –hermana del Presidente de Guatemala- narra la experiencia de sus viajes: al París de 1968, la Unidad Popular de 1972, la Colombia de los discípulos de Camilo Torres, la Argentina de los viejos anarquistas y al Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) de Iván Illich en Cuernavaca; Y se detiene en la guerrilla: “Cuando nos enteramos del golpe de Estado en Chile, se recomponía el movimiento político en Guatemala y logramos el contacto con la lucha armada”.


MC.- ¿En qué momento decide incorporarse a la militancia política que derivó en la clandestinidad del Ejército Guerrillero de los Pobres?
YC.- La decisión la tomé a los 20 años, había egresado como maestra de educación primaria, bajo una formación social cristiana –los antecedentes de la Teología de la Liberación-, formé parte de un grup de mujeres y hombres que durante nuestra adolescencia fuimos receptivos a la doctrina social de la Iglesia católica, hice un año de servicio social como educadora –sin pago, sólo nos daban comida y un lugar para dormir en las comunidades indígenas-, fui con la idea de devolver a mi país los privilegios que había tenido en mi niñez. Yo consideraba que después del año de servicio social terminaba mi responsabilidad ciudadana y cristiana, así que entré a la Universidad para hacer mi vida normal, sin embargo ese año fue muy complejo…



MC.- ¿Qué año?
YC.- 1967, con la experiencia de maestra neófita recién titulada, quería explicarme esa realidad de extrema pobreza de mi país; pero un poco tratando de disuadirme para que no regresara al trabajo comunitario, mi familia me ofrece un viaje a Europa –antes no se viajaba como ahora, no había facilidades-, con el argumento de que yo había sido una gran alumna universitaria, provengo de una familia democrática y humanista, así que su regalo de graduación me descontroló, para ellos no estaba bien cuando la hija se iba a un lugar remoto sin comunicación en la montaña. Así viajé por primera vez a Europa.



MC.- ¿Vivió en París el Mayo de 1968?
YC.- No, yo estaba en los últimos meses del 67 en París, regresé a Guatemala los primeros días de 1968, mi novio sí le tocó vivir el Mayo francés, se fue becado a la Sorbonne, al año regresa para que nos casemos y nos mudamos a París, mientras mi compañero termina su doctorado, yo me dedico a leer y descubro a la América Latina, el otro lado de Guatemala, Vietnam, la solidaridad con Cuba, me empapo del auge del París de 1968, así comienzo a relacionarme con varios intelectuales, imagínate mi pareja estudiando sociología –para mí todo fue de carambola, por azar- y yo con inquietudes sociales, saliendo de la represión y del conservadurismo de Guatemala, descubrí todo un mar de literatura en francés y español, así que fui en búsqueda de lo prohibido: textos sobre las luchas anticolonialistas en África, las experiencias del campo socialista, la América Latina vista por autores no oficiales, ahí di un salto en mi conciencia y aspiraciones, conocí a los jóvenes exiliados de República Dominicana, de México –perseguidos por el 68 de Tlatelolco-, obvio a guatemaltecos.



MC.- ¿Cuándo regresa a Guatemala y de qué forma contrasta lo aprendido en Europa con la realidad latinoamericana?
YC.- En 1969 viajamos a Guatemala y México, le pedí a mi compañero que pospusiéramos el proyecto de formar una familia –antes yo quería tener 8 hijos-, cuando creíamos que la única forma de hacer la Revolución era la vía armada, leímos las noticias del triunfo de Salvador Allende y dijimos: “vámonos a Chile para ver el secreto del Socialismo democrático”, así de ingenuos pensamos que dejarían trabajar al compañero Allende.

Por la cercanía con Guatemala yo había venido en varias ocasiones a México, incluso me formé con Iván Illich en el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), en la ciudad de Cuernavaca conocí al Obispo Sergio Méndez Arceo, oí sus polémicas con los Partidos “Demócratas Cristianos”, en el CIDOC tomé clases con el abogado Francisco Julião uno de los autores intelectuales de la Reforma Agraria brasilera; recuerdo que conocí una delegación de chilenos de todas las corrientes de la Unidad Popular, ellos me invitaron a Chile, yo le dije que no tenía ‘pisto’ (dinero) para viajar, “por alojamiento no te preocupes y si quieres nosotros te buscamos trabajo en los Cordones Industriales”. Con mi esposo viajamos a Chile en 1972, por esos tiempos las aerolíneas te cobraban lo mismo si hacías escalas o volabas directo, así que nos organizamos para conocer la Argentina, Colombia y a Brasil por invitación del Obispo de Recife don Hélder Cámara, lo habíamos conocido en las multitudinarias manifestaciones de Francia, al igual que a unos viejos anarquistas argentinos de apellido Seoane, para ellos todo se resolvía con bombas molotov, robándose la platita de las limosnas eclesiásticas y las placas de bronce que mandaban instalar los feligreses y que los anarquistas vendían el metal por kilo (risas).

Todo el viaje fue parte del proceso de formación, en Colombia conocimos a varios discípulos del padre Camilo Torres; cuando nos enteramos del golpe de Estado en Chile (1973), se recomponía el movimiento político en Guatemala y logramos el contacto con la lucha armada.



MC.- Poco se habla de la guerrilla guatemalteca, a diferencia de los movimientos armados de El Salvador y Nicaragua, ¿escribió sus memorias para contrarrestar el olvido?
YC.- Lo que a mí me mueve a escribir Mujeres en el alborada, durante los años 1992 y 1993, es que voy saliendo de un segundo fracaso revolucionario, la primera vez que me organicé en una guerrilla fue en 1973, no había podido entrar antes porque la lucha armada era una cosa nebulosa y en reflujo…



MC.- ¿El segundo fracaso guerrillero fue Octubre Revolucionario?
YC.- Octubre Revolucionario nace en 1984, como un grupo de disidentes del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), incorporamos a compañeros nuevos en la lucha armada y a otros de diferentes vertientes. El EGP se empieza a conformar en 1968, yo llegué en 1973 y milité durante 11 años, salgo con los disidentes en enero de 1984, inmediatamente iniciamos la construcción de Octubre Revolucionario, con una postura autocrítica en la búsqueda de remontar las causas que habían llevado a la derrota a la guerrilla guatemalteca, duramos 9 años, porque se nos desintegraron las condiciones del país, a lo que apostamos terminó por desgastarse, la militancia llevaba más de 20 años, algunos se agotaron, les falla la salud, otros quieren formar familia o volver a la vida universitaria, o los que abandonaron a sus padres ahora querían atenderlos en sus enfermedades.



MC.- ¿La desintegración de “Octubre Revolucionario” coincidió con la firma de los Acuerdos de Paz entre la URNG y el gobierno?
YC.- Nosotros estábamos fuera de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), éramos disidentes. Cuando Octubre Revolucionario se nos desmorona fue terrible el fracaso, cuando haces de tu razón de existir volcarte a la causa social y quedas huérfano, a la deriva, dejas a los compañeros, pero no los ideales.


MC.- ¿En qué año salió de la clandestinidad?
YC.- Hasta la firma de los Acuerdos de Paz (1996), aunque desde 1992 se nos desmoronó el proyecto. Escribir -para mí- es una tabla de sobrevivencia personal, emocional, psicológica y existencial, en un contexto donde muchos compañeros de lucha “tiraban al niño con el agua sucia”, es decir, no podemos tirar a la basura nuestra experiencia en el EGP y OR, a pesar de los fracasos, debemos transmitir a las nuevas generaciones, a otros seres humanos que sin considerarse revolucionarios, lo menos que uno puede hacer es trasladar algo de lo que vivimos y para los que tienen sueños lo puedan hacer mejor.

Al que sólo escucha la versión oficial o de la extrema derecha, pues que tenga otro ángulo, incluso para rebatir a viejos compañeros que ahora se avergüenzan de su militancia. Nos debemos a los muertos, al pueblo que involucramos y de los que fuimos su esperanza.



MC.- ¿Cómo la sorprende el año 1994 con el alzamiento zapatista en Chiapas?
YC.- Me sorprende en Chiapas, y en la luna completamente. Nosotros estábamos en territorio mexicano, pero militando intensamente en función de Guatemala. Un elemento clave de sobrevivencia es: “no te involucres en los problemas del país que te aloja”, tienes que elegir. Ni mi pareja, ni yo teníamos noticias de los zapatistas; cuando surge el primero de enero de 1994, fue una sorpresa esperanzadora, pero terrorífica para nosotros, vivíamos sin documentos migratorios en Chiapas, estábamos ilegalmente y con una situación económica sumamente frágil, con problemas de salud muy graves –mi esposo muere en 1995- y no teníamos organización guerrillera. Por supuesto nos identificamos con el EZLN, pero al mismo tiempo dijimos: “púchica” nosotros en el barullo y sin saberlo, quién nos va a creer.



MC.- Finalmente, dado el periplo mexicano, ¿qué significado tiene para usted presentar su libro en el Distrito Federal ante un auditorio de jóvenes?
YC.- Yo escribí Mujeres en la alborada, para jóvenes de buen corazón, humanistas, progresistas, que quieran conocer la versión de alguien comprometido, es un testimonio, es una gotita de agua de mi experiencia, no es “la experiencia”, lo escribí en territorio mexicano y claro mi objetivo era que se publicara en Guatemala, no aspiraba a más. Pensé que tardaría, pero rapidísimo lo tomó una editorial guatemalteca y luego lo publicaron en Puerto Rico. Nunca soñé que iban a surgir mexicanos hermanos que se interesaran en mi libro, me rencuentro con México bajo otras circunstancias de vida.

Me han dicho: “los guatemaltecos nos inspiraron”, yo les digo que ustedes nos inspiran desde la Independencia de 1810, nos agarramos de sus héroes, sus canciones. Ver mi libro en México es una alegría, un sueño que nunca soñé. Mujeres en la alborada comprende los años: 1973-1979, ¿por qué sólo 6 años?, porque fueron los más determinantes en mi formación como revolucionaria, como ser humana, como guatemalteca y ciudadana del mundo.


MC.- ¿Piensa escribir un segundo volumen sobre El Ejército Guerrillero de los Pobres o de Octubre Revolucionario?
YC.- Hace tiempo que lo vengo pensando, pero se me va la vida trabajando a cambio de un salario por la subsistencia y le di prioridad a los libros de mi esposo –Mario Payeras-, la edición es un trabajo cuesta arriba, ustedes lo saben mejor que nadie.

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