Largamente posada, la postura es incómoda y no deja ver por dónde entra el balazo de almidón. Me sorprende la curva que hace correrse a las estrellas. Toda la galaxia corre hacia el rojo que nace en mi costado, como un río manso, como una larga víscera que luego ovillan las hormigas.
He sido demasiado impaciente en el conteo de las nubes. Estas gotean y van abriendo un pozo verde en mis ojos. Ahí abrevan todos los dibujos que mi pequeño guardó bajo la almohada.
Para vivir, saqué una ampliación de cada fotografía donde aparece la felicidad.
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