Foto: Chaliobala ®
El dengue ataca fenomenalmente por todo el país. A diario, y en competencia fiera con las muertes por balazos, machetazos, tubazos y otros, los zancudos ponen en camilla a decenas de personas.
Las oleadas de zancudos traen consigo cadenas de televisión, misas pagadas, mesas redondas y funerales silenciosos donde se acepta como plaga de Egipto cada una de las defunciones. Los comentaristas más nerviosos piden a gritos que el ejército se dedique ahora a fumigar veneno. Piden que ahora los soldados se disfracen de ángeles de humo y que entren a las casas de aquellos a quiene aterrorizaron como epidemia.
Micheletti ha aperecido de nuevo declarando que saldrá con la Unión Cívica Democrática (los camisetas blancas siniestros) a regar veneno por los barrios y colonias, y en los barrios y colonias sólo están esperando que aparezcan para tratarlos como al mismo zancudo transmisor.
Tegucigalpa reporta el 80% de los casos de todo el país, y por supuesto, los rumores (que suelen ser fidedignos en un sistema de relaciones ciudadanas colapsado) aseguran que Micheletti compró el año pasado, veneno para fumigar vencido, y que las medidas de prevención fueron premeditadamente postergadas para "meterle otro tipo de fiebre a la Resistencia de los barrios".
Con guerra bacteriológica o sin ella, esta epidemia es una de las más alarmantes de los últimos 10 años. La Fuerza Aérea Hondureña aún no ha dado ningún tipo de declaraciones, cosa extraña siendo de su competencia la defensa patriotica ante todo lo que vuele sin ton ni son (apartando de esto, por supuesto, a las narcoavionetas debidamente registradas en sus tratos oficiales).
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