viernes, 7 de mayo de 2010

Entrevista a Saúl Ibargoyen - en exclusiva para Bitácora del Párvulo

Saúl me acepta de manera pronta esta entrevista, de la misma forma que aceptó venir a Honduras cuando lo invitamos con Paíspoesible, en el 2007. He querido abordarlo como lo que es: un compañero poeta que ha cruzado todas las esferas de la sensibilidad literaria, acompañado siempre con un amplio intrumental humanista que nos permite, sobre todo a sus lectores, entrar sin preámbulos a la rica aventura de su lucidez.

Aquí se cuela Honduras, por supuesto, con todos los significados y lecciones que le ha dado al mundo desde la brutal experiencia con el golpe de Estado cívico-militar.



F.E.- Gracias poeta por aceptar esta indagación a su persona. Me gustaría iniciar esta entrevista haciendo un viaje a su interior poético ¿Cómo razona la poesía? ¿Cuán importante es su ser visceral a la hora de enfrentar la construcción del poema?


S.I.- Creo que la poesía, en cuanto producto espiritual de la cultura, no razona sino que, al cabo de unos cinco milenios de escritura organizada como sistema utilitario, luego creativo y aun cognitivo, plantea o exige el reconocimiento de sus propias leyes... que van más allá de la literatura. Eso que denominas visceralidad como factor de composición del poema, no sería más que la raíz anímica -apoyada en el deseo y la necesidad irrefrenables- que lleva a la mal llamada “creación” poética.

¿Hasta dónde hay creación cuando lo que hacen los poetas es operar con un patrimonio común (lengua, cultura, tradición, experiencias colectivas…) al que todos aportan elementos más o menos personales?

Nadie puede inventar una nueva lengua, sí una nueva expresión, y menos una lengua poética cada vez que escribe sus versos… Lo nuevo es aquello que permite nuevas opciones para lo nuevo. Por eso se ha dicho que la originalidad consiste en encontrar un lugar fresco en la almohada.

F.E.- Conociendo de su fascinación por las palabras nuevas o sus usos locales ¿es la poesía una lucha contra la petrificación del idioma? ¿Qué tanto necesita el lenguaje cotidiano a la poesía?


S.I.- Pienso que se trata de una peleada dialéctica entre la búsqueda de romper los límites del idioma en sus varias dimensiones y la forja de palabras, si no nuevas, distintas como propuesta de uso y de cambio. La cotidianidad (cuna de la poesía) está saturada de neologismos que, casi siempre, al no fijarse en un sostén adecuado, se diluyen en la desmemoria comunitaria. O simplemente porque les correspondía una efímera aparición en un campo lingüístico determinado; tal vez algo quede de esa presencia, pero su eco es indescifrable, quizás indetectable.

La poesía se hace hablando, respirando, silenciando, cantando, susurrando, olvidando y hasta escribiendo… ¿Cuántas voces, cuántos yoes poéticos hay en cada voz?

F.E.- ¿La poesía política es coyuntural o es una política de vida?

S.I.- Gran parte de la producción poética hasta el presente, es política; o sea sale de la polis. El “creador” verbal, el poeta, es el “vatepolitikon”, aunque sabemos que existe desde hace siglos una producción épica, cosmogónica, religiosa y lírica originada en centros no urbanos, fuera de la ciudad-Estado fundada por los sumerios, refrendada por los griegos y asegurada por murallas de altas piedras en otras edades hasta la cosmópolis de hoy, saludada por Rubén Darío.

Lo político en sí y para sí se da entonces como una hoja más del árbol (vieja metáfora), y nada indica que esa línea -denostada torpemente por las sectas “culturosas” que medran en el sistema actual- se agote o atenúe. Si la política, como se ha dicho, es el arte y la ciencia de gobernar y ser gobernado, la poesía es el arte y el oficio de liberar el verbo de cada día en función de una libertad mayor e inclusiva. Se escribe de adentro para afuera, pero sin el afuera no hay adentro que valga.

F.E.- Usted ha sido integrado por la crítica literaria a la Generación de la Crisis uruguaya ubicada entre los años 50 y 60 ¿Es el compromiso con esos años lo que mantiene su filo revolucionario o encuentra siempre razones suficientes para mantener en alto la bandera?


S.I.- Sí, me incluyeron en esa generación; algo tan relativo como que me metieran en otra. Eran tiempos de lucha y esperanza cuya resonancia resurge ahora. En poesía, no existen las generaciones; y en cuanto a mi narrativa, tampoco. El término “compromiso”, en boga años atrás aquí y en Europa, alcanzó luego un tono peyorativo, tal vez porque las utopías de los años 50 al 70 fueron golpeadas, empobrecidas y aun derrotadas. Pero la utopía es un ingrediente arquetípico de la cultura, y cada esfuerzo utópico estimula, aun en su fracaso, una renovada insistencia.

Una veloz mirada al actual mapa político de América Latina y el Caribe así lo señala, por más que el relato de los “mass media” y sus locuaces papagayos a lo Mario Vargas Llosa, acentúan el reinado de la mentira y la desinformación canallescas. Proyectos como los encabezados por nuevos actores sociales en Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y otros, a más de la resistencia admirable del pueblo de Honduras al reciente golpe de Estado neofascista y la tenaz permanencia de Cuba en su dificultoso proyecto socialista, permiten ver que las utópicas banderas personales y colectivas siguen en pie, llevando las marcas perennes del sudor, la sangre y el fuego. Junto a ellas, ¿cómo no alzar nuestras metáforas? Pero metáforas en acción.

América vive un estado de alerta roja. Me permití, cuando el último cambio de gobierno en Estados Unidos, trazar estos dos octosílabos: “Con Obama o sin Obama/ el imperio es el imperio”.

F.E.- Su largo exilio en México se convirtió en un Uruguay nuevo por toda la poesía ganada o perdida ¿Qué patria le ha dado ese alargamiento de fronteras?

S.I.- Tema siempre difícil de enfrentar. ¿Dónde empieza y termina Uruguay? ¿Dónde México? Suelo decir que tengo muchas patrias, ha sido así mi formación, es decir, ejercer la contradicción patriotismo–nacionalismo a favor del primer término.

En fútbol, por ejemplo, la camiseta celeste es, por entrañable analogía, la imagen de mi padre cuando acompañaba al Estadio Centenario a este niño que aún respira en mí: porque arriba estaban el cielo y el viejo Sol que aún dan luz y calor a esa memorización. O sea, resulta como un trozo de patria que nos acompaña aunque no gritemos gol y ya no ganemos campeonatos mundiales.

Las fronteras… sí, se alargaron y se ensancharon. Como el idioma que ahora uno usa, una especie de neolengua latinoamericana que empapa sobre todo mis cuentos y novelas. Patria en muchos sitios, eso he buscado y eso encontré.

F.E.-Honduras, así, de golpe ¿Qué significados le ha dado Honduras desde su memoria y su presente?


S.I.- Honduras era el único país de Centroamérica que me quedaba por visitar; llegué a Tegucigalpa en 2007, invitado por un grupo de jóvenes poetas, tú entre ellos. Cumplimos numerosas actividades, una o dos por día, sobre todo lecturas y charlas en centros de enseñanza.

No olvidaré y mi memoria es fiel, la receptividad y el afecto con que fui recibido, al igual que mi compañera la dramaturga mexicana Mariluz Suárez. Podría citar al primer poeta hondureño que conocí personalmente: el gran Roberto Sosa; fue entre docenas de cervezas, pues el poeta quería probar todas las marcas mexicanas... Por esa época, con el hermano Jorge Boccanera habíamos publicado, hablo del final de los 70 o inicio de los 80, tres antologías de la poesía de América Latina. Allí fueron incluidos el mencionado Sosa, Oscar Acosta, Clementina Suárez...

Recuerdo que escritores hondureños obtuvieron premios de la revista Plural en los 80; también conocí a otros en aquellos años de exilios, viajes y combates diferentes... En fin, en Tegucigalpa nos vimos contigo, con Rigoberto Paredes, con los movidos poetas, intelectuales, estudiantes y periodistas que le entrarían luego a la pelea por la restauración de la democracia, en vivo y en directo… No soy profeta, pero volveré. Espero que para ese momento las bases yanquis ya no insulten el suelo hondureño.

F.E.- ¿Cómo interpreta usted el paralelo del ascenso de Pepe Mujica en Uruguay con la llegada de Pepe Lobo al gobierno de Honduras?


S.I.- La llegada de Pepe Lobo fue el resultado de un golpe fascista diferente de otros en América Latina. El golpe, ideado en la embajada yanqui por indicaciones de Washington, lo dan las fuerzas armadas, el poder judicial y el poder legislativo en su mayoría. La hipocresía de Hillary Clinton (una Condy Rice, pero blanca) fue notoria, y Obama, el “negrito de batey” bautizado así por un gorila, dio muestras de lo que sería su política inmediata con respecto a Nuestra América.

Pepe Lobo asume la presidencia, apenas reconocida por un par de países latinoamericanos, gracias a esa maniobra basada en la ilegalidad y la represión sangrienta. Su base social es escasa y ahí estará siempre su debilidad. Además, la resistencia se ha organizado para continuar una lucha a mediano y largo plazo. Pepe Lobo está sentado en la punta de las bayonetas. ¿Quién puede gobernar así? Ni siquiera en forma democrático burguesa…

En cuanto a Pepe Mujica, en verdad un político a partir de 1986 (cuando los derrotados tupamaros ingresan al Frente Amplio, coalición progresista y de izquierda fundada en 1971); un ex guerrillero que parece querer que su pasado se borre; un líder carismático por un lado y resistido por otro; un hombre de ideología contradictoria y de reacciones inesperadas; un presidente que hoy mismo muestra blandura inexplicable con dos ex dictadores y varios militares presos por violación a la Constitución y a los derechos humanos; un presidente que está sometido a presiones de aquellos que desean cambios económicos pero sin tocar las raíces profundas de la desigualdad; un presidente que a veces olvida que su guía de gobierno debe ser el Programa antiimperialista y antioligárquico que el Frente Amplio (socialistas, comunistas, socialdemócratas, socialcristianos, independientes, etcétera) siempre tuvo y que fuera puesto al día en diciembre de 2008; un presidente, en fin que debe librarse de las acechanzas de quienes, aun desde la izquierda, apuestan al “capitalismo bueno”.

El anterior gobierno del Frente Amplio hizo cosas positivas, es verdad, pero el de Mujica deberá ajustarse a la coyuntura de una América en transformación y de un mundo en crisis sin término visible, desde un planteamiento alternativo, soberano, libre hasta donde dé; eso sólo se puede lograr con el apoyo del pueblo organizado y de los trabajadores en su conjunto.

F.E.- Lo humano, en estos tiempos ¿Qué es?

S.I.-Lo humano es lo contrario de la turbia modernidad, montada en la globalización, que el sistema capitalista pretende imponer en la Tierra a partir de la caída del presunto socialismo real. Concepto perverso de modernidad, con su deslumbrante tecnología, destinado a penetrar los imaginarios colectivos con la imposición de la “eternidad del capitalismo” y sus derivados económico/financieros, religiosos, culturales, bélicos, mediáticos, educativos, culturales.

La poesía sólo podrá seguir siendo en la medida en que actúe desde lo humano real de todos los días.

F.E.- En una ocasión usted dijo “soy más un hablador que un poeta”, por aquello de los largos conversatorios que se dan en las lecturas; desde este punto ¿cuánto le debe su poesía a la oralidad y cuán válida es la poesía panfletaria en épocas de lucha social?


S.I.- La poesía, o lo que se entiende en general por poesía, nace de la oralidad, se sostiene en función de ella. La escritura es como un fatalismo, pero en las culturas ágrafas no se da tal problema. En este caso, corresponde a la memoria de una comunidad sostener las metáforas de la oralidad, transformarlas, rehacerlas, revivirlas, donarlas a los memoriosos de nuevas generaciones.

El balance de pérdidas y ganancias es imposible de realizar, claro; pero también eso corresponde a la poesía escrita en papel, barro, piedra o pergamino, o conservada por otros medios (vídeos, discos, grabaciones, internet…). En fin, en mí, sin oralidad no hay poesía. Siempre nos movemos en ámbitos de temblor.

F.E.- Después de tantos años de imponérsenos “soñar la muerte” (en alusión, por supuesto, a uno de sus libros), en Honduras hemos despertado con una consigna total, que es “soñar la vida” ¿cuánto de simbolismo y sueño tiene el compromiso social y cómo debe transformarse en acción constructora de naciones?


S.I.- El ser humano es un animal de símbolos. La divisa “soñar la vida” equivale casi a la cifra surrealista “contra la muerte”. Es que a no pocos sectores de intelectuales y artistas, y también de puro pueblo, se les ha metido a fuerza o sutilmente esa idea negativa de la muerte.

Los medios privados y oficiales y ciertos estamentos religiosos, como extensión del aparato del Estado y las agencias dueñas del poder ideológico, insisten en tradiciones negativas o postradoras, desvalorizando la vida de las mayorías y exaltando el buen vivir de las elites. O sea, generar sumisión y escepticismo por un lado, y por otro, construir mundos cegadores e inalcanzables.

Tal vez por eso aparezcan en la literatura y el arte, más allá o más acá de la tradición de cada cultura, temáticas insistentes en el tópico de la muerte que, desde una visión clasemediera, tal vez no sea más que la proyección de frustraciones históricas, de limitaciones materiales, de un “hasta aquí” decretado desde arriba (desde el poder o desde Dios). Está claro que la muerte es un tópico reiterado en la poesía, y no sólo en ella.

Las coplas elegíacas de Jorge Manrique y el lamento por el Inca Atahualpa, entre otros muchos ejemplos, son expresiones que han encontrado suelo fértil en el imaginario artístico y social. Pero, volviendo al “soñar la vida”, en oposición a los versos de Unamuno, dicha consigna aspira a asumir una simbolización más grande que ella misma, base esencial para la construcción de naciones.

Queda claro que la praxis necesaria, o sea la unión de una teoría científica, interpretadora de la realidad histórica, con la acción de los pueblos organizados hacia el futuro, es imprescindible. Más allá de la metodología, pienso, como el título de una novela del uruguayo Alfredo Gravina, que es “el único camino”. Recordemos finalmente las palabras de José Artigas (1764-1850), héroe emblemático del Cono sur: “Uníos, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria.” Honduras: así sea.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mucho aliento trae leer al poeta. Diana Vallejo

Revistacidadesol dijo...

O que o poeta disse de Pepe Mojica é o que se pode dizer de Lula.

Abs do Lúcio Jr.