martes, 8 de diciembre de 2009

Crónicas del nunca más II - Samuel Trigueros

La luz, el fuego de la luz, el instante de la luz, la esperanza de la luz, siempre la luz, contra toda ignominia y muerte. Desde la sombra de la madrugada triniteca salimos para San Pedro Sula. Atrás quedan los restos de las chimeneas gigantes, incineradas, derribadas.

En nuestras mentes, corazones y retinas aún llevamos las imágenes de Gorilleti sin oreja izquierda, incapaz de escuchar por esa aurícula; del cardenal del mal con su mano ensangrentada y la infernal cola asomando bajo la sotana; del Tío Sam con sus voraces manos extendidas hacia los pueblos latinoamericanos; de la máquina golpista –una especie de engendro, cruza mecánica forjada entre los talleres del ejército asesino y los cementerios de tractores de Elvin Santos- con su pala hidráulica cargada de féretros; del brutal gorila denominado “rey golpista”; de los peones políticos y los alfiles comerciales criollos, movidos por las oscuras fuerzas que propiciaron y financiaron la barbarie desatada el 28 de junio sobre el tablero de nuestro territorio.


Llevamos la memoria fresca de la tormenta que humedeció las estructuras del grito artístico de quienes elaboraron las chimeneas gigantes, de la multitud llegada de todas partes de Honduras y el mundo para presenciar ese acto de purificación simbólica, de catarsis real, de denuncia y premonición contra los heraldos de la represión y el oscurantismo; llevamos clavados en nuestra conciencia los gritos y palos justicieros de los niños que, como un precoz ejército, azotan las imágenes que representan a los golpistas y aseguran el relevo generacional de la lucha popular. Millares de partículas volátiles, agitadas, encendidas, liberadas, se elevan al cielo nocturno, intentan llegar hasta lo más alto, quemar la cúpula de sombra, inaugurar un nuevo cielo y una nueva Tierra.


El día nos descubre en la carretera con nuestra carga de fotografías de la represión y la resistencia. A las siete de la mañana ya estamos en la sede del STIBYS de San Pedro Sula. Nadie abre. Buscamos alojamiento y esperamos. El horno del día se enciende y millares de hombres y mujeres comienzan a entrar en su inmensa maquila desde las zonas marginalizadas de la ciudad. Regresamos y los setenta y tantos años de Don Urbano abren el portón para que ingresemos. En la terraza del STIBYS, donde montaremos la exposición de fotografías, está reunida la Resistencia: hombres y mujeres de todas las edades que han asumido su compromiso individual y colectivo con la patria y con la Historia, con las generaciones futuras, planificando las acciones necesarias a corto, mediano y largo plazo para refundar Honduras.


Nos ceden la palabra y nos presentamos: somos lo mismo: un pueblo consciente que despertó y jamás volverá a aceptar el yugo imperialista ni a sus mandaderos del traspatio. Comienza el montaje de la exposición. No hay paredes, sólo un techo de vigas férreas sostenidas por tubos de acero. Las previsiones fallan: los cables que llevamos no pueden tensarse para colgar de ellos las fotografías. Buscamos otros métodos, nos adaptamos a la circunstancia, sin perder de vista el objetivo final. Así es la lucha. Horas después las impactantes imágenes están colgadas, pero viene el viento y las azota. Armando García propone colocar sillas metálicas bajo cada imagen y amarrar a ellas las fotografías con hilos de pescar. Parece funcionar.


Quedan cuarenta y seis imágenes atadas a cuarenta y seis sillas. Bajo cada imagen de la represión parece estar dispuesto un banquillo. Faltan los acusados y acusadas del golpe. Quisiéramos sentarlos ya y deducirles responsabilidades por sus crímenes, pero aún no es el momento; tenemos que construir esa otra historia con organización, con paciencia pero sin descanso, con inclaudicable voluntad. Se abre la exposición.


El pueblo llega. Cada quien viene a sumar a su experiencia la experiencia de los otros, a hacer suyo el dolor de los demás, a alimentar su convicción con la valentía de los otros, a hacer memoria contra el olvido, a llenar de razones y amor la lucha: nos cuentan historias similares a las que narran las fotografías, reviven los sonidos de las marchas, de las sirenas policiales, de las ráfagas de balas, del rotundo grito popular; un visitante llora frente al llanto de una mujer que carga a su pequeño de meses captados por el lente de Delmer Membreño; llenos de indignación y entre dientes apretados dicen bajito: “hijos de puta”, ante una fotografía de Paúl Carbajal que registra el momento en que los policías y militares atacan con balas de muerte a la Resistencia que espera la llegada del Presidente legítimo en la periferia del aeropuerto Toncontín; alguien menciona que las llamas de unos neumáticos frente a un pelotón de soldados en la invadida casa presidencial simbolizan al pueblo que avanza contra las fuerzas represoras; una mujer dice que la foto de Irene Maradiaga donde se ve a una muchacha en un retén de El Durazno, parada sobre un grafiti de los cerdos golpistas, representa ese 70% de mujeres que están en Resistencia; Hugo Bautista conmueve hasta el llanto a un joven que ve la imagen de millares de personas que levantan sus manos y puños hacia el cielo borrascoso por donde raudo cruza el jet donde venía Mel.


“Yo estaba ahí –dice- Yo vi a Issis Obed cuando iba colgando muerto, matado por el ejército”; una mano lanzando flores sobre la alambrada no es otra cosa que la vida y la esperanza en los ojos de una anciana que ve la fotografía de Ariel Sosa. Un señor que acaba de ver las fotografías nos dice que no tiene más empleo que vender elotes y llora, llora, mientras relata que su vecino es reservista y lo ha amenazado de muerte por ser parte de la Resistencia. Así pasan muchos, muchas, cientos, por las “TIERRAS del NUNCA MÁS”.


Hemos cumplido otra parte de la gira fotográfica. Mucho dolor, pero también mucha voluntad de romper con el miedo, con la opresión; de tomar con ternura los girones de nuestra bandera desgarrada por los golpistas, de acunarla en nuestros brazos; de levantar los pedacitos fracturados de la patria y recuperar con nuestra sangre, con nuestros latidos, con nuestra dignidad, con fuerza organizada, con mente fría y corazón caliente el hermoso rostro mancillado de Honduras.

S.T.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nas nossas retinas,em nossas mentes e corações nós todos da América Latina guardamos essas fotos.
Não esqueceremos nem perdoaremos aos golpistas usurpadores.
Estamos na luta com vcs.
Abraços fraternos
Maria Lucia