martes, 6 de abril de 2010

Pequeño pasaje bíblico

Aquí va evangelizando el conductor del micro. Acomoda el espejo interno y todos nos vemos en sus ojos proféticos. Los agentes siniestros ya no le cobran mordida, el enorme tren del tráfico se parte como mar muerto o se abre como cremallera santa.

¡Arrepiéntase, usted, que me mira conduciendo tan humilde este micro! ¡Vea el cielo cuán luminoso está! ¿Pero no ven en él a su Dios redentor que baja entre las nubes? ¡No! ¡Son ciegos! ¡Son mudos!

Acelera despaciosamente. Veo la suela de su zapato y ésta adquiere el peso de una plataforma espacial. El micro acelera, el paisaje se va diluyendo con sus ácidas palabras ¡Pequeño es el hombre y pequeña la mujer ante la grandeza del Señor! El micro salta baches, rebasa intersecciones, nuestro conductor va iluminado en su aura de polvo. Nadie respira, todos vemos el pequeño rectángulo del espejo y sus ojos chispeantes. Quienes bajan no pueden darle la espalda sin recibir su recriminación ¡Apóstatas!¡Incrédulos! ¡El señor es como un pequeño abejorro que llega a nuestro jardín! ¿Es que no lo ven??

Somos un paquete de pecadores finamente dispuestos para su evangelio. Las chicas que se manoseaban en el último asiento se transfiguran en dulces clarisas, el anodino mecánico cubre su rostro arrepentido; la dueña del puesto desamarra su delantal y le seca el sudor al profeta y éste deja su rostro de busero marcado.

Va llegando mi estación, se aproxima. Los clavos y el martillo se me salen del bolso en un rebote. La tabla del INRI a medio terminar se raja. ¡Mis billetes de Centurión me delatan!

¡Cóbrese por favor! Que yo me bajo aquí, en el Gólgota...


F.E.

1 comentario:

Revistacidadesol dijo...

kkkk! muito engraçado!