Amanda, nunca se está preparado para recibir tu muerte. Dulce Sísifo. Amanda, a la 1:15am escribiste en las sábanas blancas del hospital tu último poema. Lo escribiste tal como luchaste en la lucha de todos nosotros, contra la barbarie machista, contra la oscuridad del 2009, marcaste signos, hendiste la corteza de las maderas podridas.
Amanda, querida poeta, hoy nos falta todo tu aire y apenas respiramos.
Amanda, nadie te venció, onironauta. Nadie vence a una mujer que reune en su pecho a todas las mujeres. Dolorosa Amanda, querida compañera, madre de la fuerza que ahora nos traiciona.
Incansable, llevaste a cuestas nuestros pulmones, enmedio de este oxígeno que incendia, hablaste de la mujer como un legado espiritual, como indivisible herencia, como lo que se conforma desde el humo de los tiempos y se vuelve torre desde donde Hipatya eleva su antorcha inestinguible.
Nos dejás, Amanda, e ilusos, pretenderemos cerrar la brecha de tan enconado golpe.
Callate, vos no sabés!
Sí!
Vos no sabés lo que ha pasado
vos estás acostumbrada al silencio
a lavar ajeno/ a limpiar ajeno
a agachar la cabeza
buscando estrellas en la arena
Vos estás acostumbrada a que te roben todo
el deseo
la juventud
los hijos.
A.C.
No lloren por mí Cuando el velero blanca de mi calmada paz y la melancolía se aleje del puerto con camino infinito y sin retorno/ no lloren por mí/ que la muerte me ha dado el descanso y con sus tiernos brazos me muestra el camino de la luz hacia la aura/ que la muerte me lleva consigo a conocer los secretos fantasmas de sueños insomnes que tanto dolor provocaron en vida/ que no llore mi madre/ porque con nuestros muertos estoy de regreso desnuda y contenta de la mano del hombre que decidió ser mi padre y su amor/ que los abuelos me aguardan para contarme los cuentos de antaño que no pude escribir/ que no llore mi hermano/ porque él me vio en la montaña perderme en la lluvia buscando un camino que llevaba al mar/ que recuerde mi risa confundida/ entre los granitos de arena que cantaban los niños/ de nuestro viaje río arriba descubriendo el amor/ que no lloren mis niñas/ tres hebras de la misma madeja que hilvanan el cielo y el mar/ el viejito lleno de amor que no llore nunca/ porque voy contenta/ que no llore mi amante compañera tierna/ mi bastón/ mi mano mi pluma cuando no he podido escribir/ mi amor cuando no he podido amar/ mi vida cuando no he podido vivir/ que no lloren mis amigos/ porque ellos ya conocen de mis amores con la muerte y no les sorprende el dolor/ que recuerden mis versos y que beban lo que no pude/ cuando apenas y se distingan mis cenizas entre las aguas o el viento de un templo en Copán/ que no llore nadie/ que quemen incienzo alzando las copas/ que me voy contenta para Xibalbá/ que no llore nadie/
Amanda Castro (Honduras, 1962-2010)
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