En la Resistencia hemos logrado y alcanzado la presión consecuente para que algunos Estados realmente comprometidos con los cambios sociales entraran a fondo en la búsqueda de revertir este retrógrada golpe cívico-militar.
Estos Estados han sido, en su gran mayoría, latinoamericanos que reconocen la amenaza directa de este Golpe. Saben que cualquiera de ellos será el próximo, y con seguridad vendrán otros. En Paraguay, el Presidente Lugo acaba de destituir al Comandante del ejército en prevención de ello, y no será suficiente.
La oligarquía está haciendo lo que debe hacer en Honduras: es su clase y la están protegiendo con todo su instrumental quirúrgico, lo que no significa que sea la justa defensa de un sector que considera que las cosas deben seguir así ya que la justicia universal, la honda, la humana, no es simplemente llegar hasta donde comienzan los derechos del otro, si no que concensuar y darse cuenta que el "otro" está indefenso, excluido, mortalmente destinado a ser humillado por siempre.
El consenso y el "darse cuenta" no entran en el lenguaje y concepción de mundo del oligarca ni del imperio gringo. En esas esferas el poder es una realidad más vasta que las abstracciones de buena fe que el ciudadano crédulo y oprimido toma como patrimonio existencial. La buena fe no existe en el comportamiento del golpista y del imperialista: existe Dios como existe Wall Street, y en ambos casos, todo se regula con la especulación de la oferta y la demanda, no con el sentido común, formulita inoculada por el sistema para amansar a las masas explotadas por la moral, por el mercado y por los patrones del odio y la fe.
La Resistencia no debe seguir esperando justicia de los que actuaron injustamente desde un principio, verdades de los que le mintieron durante 130 días, diálogo con los que apalearon, mataron y violaron una y otra vez en las calles y en la oscuridad de los toques de queda. El presidente Manuel Zelaya ha dado toda su lucha y se le debe reconocer, a menos que un milagroso Pentágono aparezca sobre los cielos de Tegucigalpa procediendo a la abducción para llevárselo así, flotando, hacia casa presidencial.
Hoy, 5 de noviembre, se acaba por fin la ilusión a dos vías: si Mel no es restituido por fin nos daremos cuenta de qué estamos hechos para sostener una lucha cuyo único plazo sea la conquista revolucionaria de los poderes del Estado. Y si Mel es restituido, deberemos probarnos hasta dónde somos capaces de ser consecuentes con los discursos de unidad que la Resistencia nos ha dado para romper electoralmente con el bipartidismo.
En ambos casos, nuestra vida entra en juego, pero esta vez, con nuestra propias reglas.
F.E.
1 comentario:
Oi, Fabrício.
Realmente é preocupante o que se passa. Aqui no Brasil, em 1961, o presidente Jango aceitou o parlamentarismo depois de reverter um golpe contra ele. O país virou parlamentarista, ou seja, os golpistas tiveram tempo de sobra para se articular entre 61 e 64, conseguindo mobilizar amplamente a classe média, os jornais, a Igreja Católica, o Exército, os governadores de oposição a Jango, assim com neutralizar os dois partidos que o apoiavam, o PTB e o PSD. Por fim, Jango ficou isolado com um pequeno grupo de trabalhistas e nacionalistas, mas sem aliados internacionais.
Antes do final de seu mandato, em 64, no entanto, sofreu um golpe, dessa vez fulminante. Estava rompido com seu cunhado Brizola, governador do único estado onde ele poderia resistir. Como Jango não acabaria com o golpismo em 61, em 64 Brizola ofereceu-lhe a resistência, mas, com a relação entre os dois estremecida e tendo em vista que Brizola queria seguir até tomar o poder e fazer uma revolução socialista se necessário, Jango simplesmente desistiu e foi para o Uruguai.
Uma de suas frases: "essa coroa eu não ponho em minha cabeça". Se não põe, alguém pega, né, Fabrício?
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