Como ya hemos visto, los materiales que conforman y estructuran el signo visual, han de tener un espacio donde la grafología quede sujeta a la interpretación y la discordancia se eleve a la categoría de absurdo.
Llegados a la encrucijada donde el homo utopicus espera su redención por las masas, entendemos el por qué la gran pregunta se transforma -paulatinamente- en un dilema que no permite ir más allá de lo prosaico, evidencia sumaria de la redención que, como búsqueda inasible, mantendrá su letrero de agonía hasta el fin del tiempo cronológico.
La iluminación, entonces, deberá ser consecuencia de habernos expuesto a los vientos del cambio lingüístico, laboratorio que produce y visibiliza la razón de la entrega, no en un demo posmoderno, sino que en una anticipación del juicio crítico que fundamentará la próxima locura -inadmisible desde todo punto de vista- del artista comprometido con su tiempo.
P.D.
ja ja ja (sic)
E.F.
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