viernes, 13 de noviembre de 2009

De raid aéreos y otros raites




Pasaron ya 22 años desde que Mathias Rust burlara todo el sistema de radares soviético para aterrizar suavemente en plena Plaza Roja. Sí, ahí mismo frente al Kremlin, su Cessna era un hermoso y despistado albatros que alegaba haber perdido su ruta hacia Estocolmo. La prensa occidental hizo el respectivo jolgorio y los rusos tuvieron que contraatacar mediáticamente para recomponer su orgullo mellado, sacando del baúl la historia del U2 capturado décadas antes. Y por supuesto que hubiera sido mejor que el Kremlin promocionara un concierto de los U2 irlandeses! Así al menos se hubieran curado en salud con una risotada posmoderna.

En 1943, Otto Skorzeny (otro díscolo alemán), asume la tarea de rescatar a Mussolini de su cárcel domiciliaria en el Gran Sasso, un peñón inexpugnable de los altivos apeninos, pero... no tan altivos como el Estado Mayor Aliado que vio como Skorzeny aparecía en un lugar donde los cálculos aseguraban que cualquier aterrizaje era imposible, y así, sin más, sacaba el paquete y se marchaba de L`italia mascando candorosamente un delicioso salami de la guardia que aún no salía de su asombro.

Volando hacia otras latitudes, la memoria me pide -con angustia de niño que sueña con ser piloto- que no vaya a dejar de lado a los atrevidos Tigres Tamiles de Sri Lanka, quienes, llegando a tener su propia fuerza aérea, mandaron dos aviones sobre Colombo y bombardearon el aeropuerto internacional, dejando con hipo a mundo y reymundo y con taquicardia a los operarios de los radares.

Bueno, para no ir tan lejos -y para que tanto vuelo no termine de marearnos, hay que darle oportunidad a una hazaña en solitario de uno de nuestros heroicos pilotos hondureños: el en aquel entonces Teniente Walter López Reyes, quien subiendo a su Corsario con el pecho inflado, se elevó en busca de los Mustang salvadoreños; buscó y buscó y se perdió sin entrar en combate, iendo a aterrizar a una plantación bananera de Guatemala, donde sus vecinos aún conservan algunos tornillos sueltos y fotos emocionadas junto al héroe.

Y es que estos héroes de la Fuerza Aérea Hondureña tienen muy buen sentido del humor y un gran amor sin sentido por la fanfarria de los motores. Cuando celebran sus aniversarios (Día del piloto heroico, Día de la Gesta sobre el Río Goascorán, Día de la llegada de los F-5E, Día del barrilete, etc), sacan a volar hasta el primer biplano que bombardeó la casa de Chinda Díaz en 1924; despliegan sus jets de la guerra de Korea, sus Tucanos CP (CazaPresidentes) y terminan con el cierre de sus estelares F-5E, los mismos que han permitido la coladera de las narco-avionetas que surcan nuestros cielos cada semana.

A mi modo de ver los F-5E son tan pero tan veloces que cuando se van detrás de una narco-avioneta pasan de largo y les cuesta regresar a las coordenadas previstas… cuando regresan por la presa, esta ya ha caído allá, por el Patuca.
Lo mismo les habrá pasado con la avioneta que sobrevoló Tegucigalpa al filo de la medianoche de ayer jueves 12 de noviembre del año de nuestro señor 2009.

Al dejar caer su par de bombas sobre las bodegas del INFOP donde el Tribunal Superior Electoral guarda las urnas electoreras, los F-5E no afinaron los frenos y fueron a dar a Amapala, y fue así que, la avioneta insolente, se despojó de sus ingenios termobáricos destinados a hundir para siempre la democracia hondureña.

Estoy seguro que, pasados los años, y cuando la dictadura entretenga su vacío podando el jardín de la senilidad, alguien de la Fuerza Aérea Hondureña querrá sacar provecho del papelón que le hizo pasar a la institución castrense aquella avioneta que se fue encima de la inteligencia militar (¡vaya recurrencia!), y propondrá apropiarse del hecho como una gesta más de la historia aérea de la nación, aduciendo que tal gesta pasa a sumarse a la lista donde refulgen los nombres de Mathias Rust, Otto Skorzeny, el desconocido piloto tamil y una que otra canción de Bono, el de U2.

Mientras tanto, Micheletti ha ordenado la construcción de un gran bunker para la que democrática ciudadanía se proteja de los enemigos de Honduras. En el Cerro Juana Lainez se monta una batería anti-aérea y, para complemento defensivo, se comienzan a distribuir “cuetes de vara” entre la población. Sin duda, nos esperan largas noches de terrorífico suspenso.


F.E.

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