Estoy seguro que otros tendrán un mejor corazón que yo.
El
mío es adiposo y durante muchos siglos fue la caverna donde Perséfone esperó
escapar de su infierno.
Los sacerdotes, sin embargo, me rodean, como a un viejo
guerrero caído al cual disputan sus armadura.
Mi corazón es una armadura que
oculta un latido extraño y lento y supremo a la vez. Es una baraja marcada que
inicia la riña o el presagio.
Estoy seguro que otros podrán tener colecciones.
Mejores que
el mío, por supuesto, tan enfermo.
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