He recibido la noticia espantosa de la muerte de Alejandro con el mismo impacto que he recibido la muerte de mis más cercanos. En principio me comunicaron que había sido Erick, sin embargo me confirmaron luego que era su hermano.
Alejandro era hijo de Doña Julieta Castellanos, rectora de la UNAH, primo de Dennis Ávila mi hermano poeta y de Mauricio, y de toda esa familia que es tan cercana a mi vida. Con Erick nos une una cercanía sencilla y de mutuo respeto, e incluso, en varias ocasiones quedó en suspenso la cena a la que Doña Julieta nos invitó pero que toda la conmoción del golpe de Estado y los graves hechos represivos de la Universidad puso en medio de todo.
Guardo con claridad el día en que Alejandro nos fue a traer al cine, al que habíamos ido con Erick. Lo veo sonriendo, igual de prudente que Erick y con la misma buena vibra llena de confianza de Dennis. No podían ser diferentes. Ahora, al saber las circunstancias de su ejecución a mansalva junto a su amigo Carlos Pineda, siento toda la vulnerabilidad de este territorio emocional que de igual forma, ha sufrido la ruptura provocada por los asesinos ocultos tras el poder.
Lo siento mucho, Doña Julieta, lo siento tanto.
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