Hay otra clase de violencia –estructural- que cotidianamente se ejerce
contra la población que no puede cubrir sus necesidades como demuestra A. Pine.
Por hoy, la violencia física se impone como el tema incomodo obligado. Honduras
ha sido un país violento durante siglos y esa violencia ha estado vinculada con
la política desde siempre. Eran violentas las continuas guerras civiles y
asonadas del siglo XIX y primer cuarto del XX, violentas los campos bananeros,
las comunidades rurales brutales y alcoholizadas. Pero el tiempo no es plano y
hay consenso.
La guerra secreta de Reagan fue un caldo de cultivo fertilísimo. Desde
entonces se ha agravado y degenerado la índole de la violencia. Y hay un vector
nuevo. Las cifras hablan casi por si solas. De acuerdo a un Informe del
Comisionado de Derechos Humanos, a quien nadie puede sospechar de estar
contra el golpismo, y que cubre 17 meses del gobierno de Pepe Lobo, bajo el
gobierno de Mel se produjeron 30 muertes violentas mensuales, un descenso con
respecto a la cifra anterior, en números redondos, en la dictadura de
Micheletti, esa cifra aumentó a 40 mensuales y en los diecisiete meses que van
de gobierno de Lobo y sin tomar en cuenta las escandalosas matanzas de antier,
aumentó de nuevo a 55 mensuales! Como tasa de la población total, esa es una
estadística que nos pone en una Liga para nosotros solos. Somos el país mas
violento del mundo. Hay mas violencia aquí que entre los vecinos y países en
los que hay conflictos armados, mas violencia que en países que sufren
hambruna. Estamos en hondas dificultades. Pero no quieren entender. Adentro ni
afuera.
Este se ha vuelto el país mas violento del mundo, pese a las promesas del
Lobo y los triunfos pregonados de la policía que quería depurar el
irresponsable de Oscar Álvarez y ahora defiende Pompeyo Bonilla como impoluta.
(Esa policía es responsable de una parte de la violencia y los violentos no
tienen dificultad para disfrazarse de policías, de modo que nunca se sabe.) He
perdido en dos años a un par de amigos y se me ha dicho que, por razones
políticas, han amenazado a otros académicos y pensadores amigos. No los nombro
porque por miedo justificado o prudencia, ellos prefieren ocultar su condición
de amenazados.
Más allá de las estadísticas escalofriantes, en lo cualitativo sucede algo
peor. Esta clase de violencia tan perversa deshumaniza y de ese modo propulsa
un círculo vicioso. Como nos angustia la información nos volvemos insensibles,
incluso dentro del morbo inevitable. Empezando con la policía, se propala la
especie de que las victimas son además de idóneas, las responsables y en ultima
instancia culpables (si fueran inocentes nadie les haría nada) y se las
investiga para corroborar esa idoneidad y no para precisar los móviles de sus
victimarios, a quienes las razones excusan. Como cuando se culpa a las mujeres
violadas de haber provocado a sus violadores. (Hay razón dicen Tola y Maruja
¿quien nos manda salir a la calle cuando andamos en celo?) Tampoco novedad.
Pero una actitud que se profundiza. Así dejamos de condolernos o ser
solidarios, para figurarnos que, a nosotros no nos va a pasar nada.
Eso declara insólitamente la policía excusando su incapacidad para dar con
los culpables y para aliviar la presión del público en su contra. Hay otras
tretas de este tipo. O. Álvarez en tiempo de Maduro culpaba a la Mara…. No
había que preguntarse de donde salía a la mara ni por los vínculos entre la
mara y la policía corrupta, bastaba con calificar a los mareros de ser los
malos e incinerarlos, para concluir que quienes no estamos dentro de esa
organización somos más y por supuesto ¿somos los buenos? Ni preguntarnos a
nosotros mismos quienes son los responsables de que los muchachos no tengan
oportunidad de escuela ni de trabajo ni que culpa tiene ellos, de que les de
hambre al mediodía.
Hoy se prefiere culpar al crimen organizado y a los carteles del narco. Con
la misma superficialidad. Porque aunque, después de plática con J. Napolitano,
Álvarez regresó confesando que los controladores aéreos de los carteles eran policías
corruptos, lo sabíamos desde tiempo atrás y además sabíamos y sabemos que los
policías recogen su propio impuesto entre los distribuidores al menudeo de la
droga. Ya lo había descubierto Gautama. Y porque además también hay que
preguntarse ¿de donde sale ese negocio? y ¿como se lo va a combatir mientras
los consumidores en el Norte estén dispuestos a pagar por la sustancia la
pequeña fortuna que se acumula en manos de los traficantes?
También se alega por parte de esta clase dominante que se ha descalificado
a si misma, que se trata de un problema de recursos. Se ocupa más policías,
mejor armados. Sobre ese predicado se ha inventado el tazón de seguridad para
recoger 1200 millones al año adicionales para un impuesto especial destinado a
la seguridad? Pero Nicaragua dedica apenas una fracción de los recursos que
gastamos nosotros al control de la delincuencia, emplea a sus mareros como
vigilantes de la seguridad en sus comunidades y barrios y no tiene una sombra
del problema que tenemos nosotros.
Tampoco se trata de un problema exclusivo. El crimen organizado ha sentado
sus reales también hacia el Norte, en México y en Guatemala. Los narcos se han
metido a la política. En Guate podrían estar a punto de acceder a poder
publico. El otro es suyo.
No culpo a P. Lobo. El es el responsable. Porque los mandatarios son por
definición responsables de lo bueno y lo malo que ocurre dentro de sus
jurisdicciones, aunque no lleven merito de lo bueno ni culpa en lo malo. Un
gobernante no puede estar en todas partes, ni asegurar el desempeño de sus
oficiales. Pero el superior de una cadena de mandos es quien puede exigir.
Pienso que Pepe esta equivocado en varios frentes de política de seguridad.
Necesita dar una vuelta de timón. En ningún lado ha funcionado la militarización.
Mas de lo mismo no va a funcionar.
Tiene que sanear a la judicatura. Debe nombrar como han
hecho otros presidentes antes, en Colombia por ejemplo, a un Comisionado y
facultarlo para dialogar con quien sea, en procura de un entendimiento para proteger
inocentes. En vez de fusionar a los militares con los policías, lo cual es un
contrasentido (unos sirven para una cosa y otros para otra) debería, previo la
depuración definitiva de los sicópatas, los violentos y los contaminados con la
política, abolir a las ffaa y entrenar a todos sus miembros como policías, a
los oficiales como técnicos y a los soldados como agentes de línea, pero
entrenarlos para que protejan. Y finalmente tiene que quitarle a la violencia
su base estructural, el hambre y la desesperación de los miserables, la falta
de perspectiva de futuro de los jóvenes. Y si invierte sus nuevos recursos de
tazón en esas tres cosa, puede conseguir resultados milagrosos a corto plazo.
Es decir, siempre y cuando no le den un golpe antes. Pero no lo hará. Ni
quizás lo dejarían
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