Mirando desde el brocal, no termina uno de saciarse. La sed baja de la lengua y se va haciendo espiral espiral pozo.
El primer brazo esparce un cúmulo de estrellas rojizas. Zumban los oídos mientras sigue el girar de asteroides, glóbulos, grumos, broza inútil.
El pozo bebe luz.
Pronuncia la o más contundente del oso. La más feróz.
La primera vez que fui al psiquiatra le pregunté sobre sus sueños y de ahí todo fue llanto. Sueños húmedos -le dije- piense mejor en un desierto donde usted sea el espejismo. Así fue como regresé a casa con un cactus en lugar de un árbol de navidad.
F.E.
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