viernes, 18 de junio de 2010

El imperio redondo de los sueños




Quien dude que el mundo de los símbolos no es importante en la vida práctica de los grupos sociales o de las naciones enteras, tendrá que ir por la vida terriblemente equivocado.
Nuestro mundo interior está marcado por todo tipo de nomenclaturas que algunas veces nos piden acelerar y otras, detenernos abruptamente. Para ser más incisivo, diré que vivimos una realidad alterna cada minuto del día, y por lo tanto, bien podemos considerarnos seres duales, y este no es ningún nuevo descubrimiento, el asunto es descubrirnos y entendernos a plenitud en este conocimiento de vida.


Los últimos resultados del mundial lo demuestran con precisión: Alemania 0 Serbia 1 - la concatenación histórica de este resultado nos lleva a ver este partido como una antigua revancha contra la violencia que los alemanes desataron en la Segunda Guerra Mundial en la antiguas tierras yugoslavas, y claro, una respuesta pacientemente esperada por los serbios para sobreponerse a lo que significó la guerra de los Balcanes, guerra en la que industriales alemanes enviaron armas a Bosnia-Herzegovina y a Croacia, viejos aliados históricos, y ni que hablar de los bombarderos de la OTAN que machacaron Belgrado sin contemplaciones en 1997, partiendo desde bases italianas y alemanas.

La celebración que los serbios tuvieron al finalizar el partido lo demuestra.


Argelia 0 Inglaterra 0: Wayne Rooney –estrella del equipo inglés- hizo una declaración descabellada a la prensa: “a Argelia le ganamos aún jugando nuestro peor partido”… El entrenador argelino convocó a sus jugadores y seguramente les dio una arenga magistral que despertó –con total seguridad- el antiguo orgullo que Yugurta supo darles a sus ancestros númidas de época romana, la furia de los bereberes del esplendor islámico o el trance independentista contra los franceses del siglo xx; aunque sin ir muy lejos, creo que Zinedine Zidane se fue para los camerinos y, con gesto de dios futbolero vivo, les increpó: “y por último, si se van a dejar ganar de estos petulantes, yo mismo los espero aquí para darles un cabezazo que recordarán el resto de sus vidas”. Palabra santa del francés-argelino.

Para los argelinos, pues, este empate no es un triunfo histórico, es un triunfo sobre la historia.


México 2 Francia 0: Entre la multitud de mexicanos que se encontraban en las graderías durante el juego, habían dos muchachos vestidos de “soldados franceses invasores”. Cuando el periodista les preguntó el por qué iban vestidos así, ellos respondieron con sorna: “alguien tenía que disfrazarse de soldado francés invasor, y a nosotros nos tocó, en homenaje a la victoria mexicana en la Guerra de los Pasteles de 1839”. Si bien fueron goles los que les metieron, los franceses habrán recibido esto como un pastelazo a su orgullo en las competiciones mundialistas.

El pundonor mostrado por el equipo mexicano, fue el de una carga de cadetes tabascos, a nadie le queda la menor duda.

España 0 Suiza 1: los imperiales tercios españoles del siglo XVI, nunca pudieron contra las tropas mercenarias helvéticas que Julio II contrató para frenar los excesos y rapiña que Carlos V dirigió contra Roma. La muralla contra la que la España de Puojol y Villa se topó, no fue la cofradía de relojeros con que el turismo retrata a Suiza, sino que recordó que detrás de cada soldado suizo vaticano, uniformado de forma colorida por Miguel Ángel (el maestro les diseñó el uniforme), hay una pica y un orgullo ancestral a toda prueba, tan profundo en el tiempo y en la conformación del ser suizo, como la bravura de la nación helvética que hizo frente a las legiones invasoras romanas.


Honduras 0 Chile 1: Dicho lo anterior, tendremos que acordar que el ser humano convoca, para enfrentar los retos del tiempo y de las circunstancias, todo su orgullo y raigambre histórica, una acumulación de fuerzas que Heidegger nos explicó de la siguiente forma: “Ser es estallar en el universo”.

Honduras, como nación, está sufriendo una metamorfosis radical en su ser histórico. La nación, en verdad, está naciendo ahora mismo, encarrilándose –por primera vez- al tiempo histórico que se renueva a cada instante, todo lo contrario a la pétrea simbología impostada durante siglos por nuestras élites de poder.


Nuestros jugadores buscan en su interior y se saben habitantes de una nación artificial, donde los premios, la imagen sobredimensionada y el nacionalismo decimonónico los separa de la historia de exclusión y represión vivida por la clase social de la cual provienen; saben que en las graderías no está apoyándolos el pueblo prisionero por la oligarquía, sino que quienes corean ¡viva Honduras! Son los que machacan sin piedad, los que lanzan a las hordas militares contra sus madres, contra sus hermanos, contra sus primos… los mismos gritones que bendicen el racismo y la vanidad.

Y sin embargo, lo que ellos convocan es el olvido histórico, aunque esta historia se esté gestando ahora mismo, aunque ésta se encuentre a 16,000 kilómetros de distancia.

La conexión espiritual con nuestra selección nacional de fútbol se ha roto. El espíritu que nos levanta en las adversidades es como una lupa que concentra la luz sobre un objetivo, y definitivamente, en esta ocasión, la luz del pueblo hondureño oprimido está concentrada en pasar a otra fase muy distinta de la que aspiran los Ferraris, los Callejas y los Atalas.


La buena vibra -que sí existe- se ha quedado adentro, muy adentro de esta Honduras revolucionaria.

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