Un polaco con vocación por el Tercer Mundo y fama de reportero sin
fronteras. El autor de "La guerra del fútbol" y "Ébano" murió, pero
dejó su impronta en las redacciones de América Latina.
Según su amigo Jon Lee Anderson, Kapuscinski tenía la idea del periodismo de cocción lenta, vivido, de inmersión total, distinto al de la inmediatez.
ÓSCAR CONTARDO
Ryszard Kapuscinski murió antes de recibir el Nobel -al que era un
firme candidato- y antes de terminar un libro sobre Latinoamérica. El
reportero polaco estaba preparando una obra sobre nuestro continente
con el que había vuelto a afianzar lazos desde 2001 cuandola
Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) lo incluyó entre sus
profesores. El primer taller lo dictó en México y durante los cuatro
días que duró Gabriel García Márquez -creador y presidente del FNPI-
estuvo presente como buen anfitrión. "Sé que Gabo lo admiraba, lo
respetaba y le decía maestro", cuenta Margarita García, periodista
colombiana que en esa época trabajaba enla Fundación como
coordinadora. Kapuscinski era parco, observador, durante el primer
taller habló muy poco, pero "cuando tenía ganas de decir algo era muy
carismático, irónico -un poco malo de hecho- y de buen humor", añade
Margarita García.
Para el año en que Kapuscinski hizo el primer taller en México su
nombre comenzaba a cobrar celebridad entre la nueva generación de
periodistas del continente. Reporteros que aspiraba a escribir
crónicas de largo aliento, con información detallada y estilo al
servicio de los hechos. Periodismo asomándose a la literatura con las
armas del reporteo. El polaco del apellido complicado era el modelo
perfecto. Era un periodista de un país periférico, que había vivido
la censura y buscaba historias en el Tercer Mundo. "Para decirlo de
algún modo, hacia el 2001 Kapuscinski se había masificado en las
escuelas de periodismo de América Latina". Conla FNPI dictó dos
talleres más en Buenos Aires y Caracas y editó el libro "Los cinco
sentidos del periodista". Hasta su muerte todo hacía pensar que el
contacto con el continente se reforzaría, como también lo haría su
forma de hacer periodismo. El periodista y autor Jon Lee Anderson
recuerda que era un crítico de la tendencia al periodismo
instantáneo: "su idea era la del periodismo de cocción lenta, vivido,
de inmersión total; un poco lo que para algunos actores esta el
method acting. Tenía -sobre todo en sus últimos contactos en América
latina- una confianza y una esperanza en que la generación de
periodistas diera nueva vida al periodismo narrativo que él
ejemplarizó", puntualiza Jon Lee Anderson.
Julio Villanueva Chang: El reporterocomo un misionero
Julio Villanueva Chang, periodista peruano director de la revista
peruana Etiqueta Negra.
"Creo que debí haber conseguido 'La guerra del fútbol' en 1997. Hasta
entonces no sabía nada de Kapuscinski. De hecho ni siquiera compré el
libro por su autor, sino sólo porque me gusta el fútbol y el título
me llamó la atención. Me provocó curiosidad, porque recuerdo que
tenía en mente la idea de Desmond Morris, que había descrito el
fútbol como una sustitución moderna de la guerra tribal. Después me
di cuenta de que era un compilado de historias y que la más curiosa
era la que narraba la guerra entre dos países centroamericanos. Luego
leí 'Imperio' y 'El Emperador'. Lo que más me gustó era la forma en
que explicaba y daba cuenta de la historia contextual de lo que le
había ocurrido mientras hacia la historia. Hasta ese momento no había
leído algo similar en ningún libro en español, tampoco en muchos
libros en inglés. Eso me dio señales de algo que le escuché a él
mismo en 2001 cuando asistí al taller organizado porla Fundación
Nuevo Periodismo Iberoamericano: que cada historia que él llegaba a
escribir representaba el cinco por ciento de lo que sabía sobre el
tema. Ese taller comenzó el 5 de marzo de 2001 en Ciudad de México.
Un día después del cumpleaños de Kapuscinski y un día antes del
cumpleaños de Gabriel García Márquez, que en su calidad de anfitrión
estuvo presente durante los cuatro días que duró el curso. Fue a raíz
de ese taller que ambos se conocieron. Recuerdo que García Márquez lo
trataba de 'maestro'.
Los primeros dos dias del taller, Kapuscinski casi no habló y pidió
que cada uno contara la historia más interesante que le haya tocado
cubrir. Yo preferí ceder mi tiempo para que él nos explicara el
método que utilizó para escribir "El emperador". Creo que Kapuscinski
nos recuerda la idea del reportero como misionero. En ese sentido sus
libros y su trabajo han sido un ejemplo contra el cinismo que hay
desde hace algunos años en la profesión. También recuerda la idea de
que se puede hacer periodismo sin estar tan esclavo de la tecnología.
Él no tenía e-mail y usaba máquina de escribir. Escribía bastante a
mano también. De algun modo él, al ser un periodista de otra época y
utilizar medios tan elementales, nos recordaba que se había perdido
ese origen artesanal del oficio. Él sentía que los periodistas
estábamos cada vez menos en el lugar donde debíamos estar y cada vez
sabíamos más las cosas por terceras personas, que los reporteros
estábamos llegando tarde o llegando nunca al lugar donde las cosas
estaban sucediendo".
Él sentía que los periodistas estábamos cada vez menos en el lugar
donde debíamos estar, y cada vez sabíamos más las cosas por terceras
personas.
Leila Guerriero: Por cada página escrita leía doscientas
Leila Guerriero es argentina. Periodista, editora de la revista
Gatopardo y autora de "Los suicidas del fin del mundo" (Tusquets).
"No lo conocí personalmente, pero lo leo desde que me topé con una
edición de "La guerra del fútbol" (Anagrama, 1992) en una librería de
viejo de la calle Corrientes, y después me dediqué a conseguir todos
sus libros. Eran tiempos previos a la enorme popularidad dela
Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, y Kapuscinski todavía un
secreto bien guardado para pocos. Como siempre creí en el periodismo
como una forma del arte, encontraba en sus crónicas todo lo necesario
para que la historia fuera sólida -datos, un trabajo de campo
exhaustivo- unido a una buena prosa y un ritmo narrativo asfixiante,
demoledor. Un ejemplo es esa insuperable primera parte de "La guerra
del fútbol", cuando la ciudad de Tegucigalpa se queda a oscuras por
un bombardeo y él cuenta cómo, después de enviar un telegrama desde
la oficina de correos a su agencia en Varsovia, sale a la calle e
intenta regresar a su hotel sólo para darse cuenta de que está
perdido y solo.
Creo que Kapuscinski hizo periodismo como una forma superior y
definitiva de la expresión escrita, y que en ese punto ayudó a
demoler el prejuicio que pesa sobre el oficio, que aún cuando está
bien hecho es visto como una suerte de literatura de segunda, de
literatura devaluada. Aparece en sus historias cuando es necesario, y
su voz nunca es una voz que intenta decir miren qué arriesgado soy,
miren qué antihéroe interesante. En definitiva: Kapu no dice "mírenme
a mí", sino "miren a través de mí", traten de entender a través de
mí. Mucho periodismo latinoamericano promedio -aunque es justo
aclarar que no todo- tomó, de Kapuscinski, el uso de la primera
persona, olvidándose de que detrás había un hombre que por cada
página escrita leía 200.
Kapuscinski tenía una discreción, una elegancia y una rigurosidad en
sus crónicas, en las que supongo que tuvo que ver el hecho de las
circunstancias modestas en las que empezó escribiéndolas, siendo
corresponsal de una agencia polaca en África. O sea: un tipo que no
le interesaba mucho a nadie. Kapuscinski era un periodista cabal,
serio, sólido, que escribía bien, y que no pensaba en su trabajo como
en una instancia que tendría que superar para escribir después,
logrado ya cierto prestigio, alguna novelita. Sólo por eso, tiene
ganado el paraíso".
Era un periodista sólido que no pensaba en su trabajo como en algo
que tendría que superar para escribir, logrado ya cierto prestigio,
alguna novelita.
Jon Lee Anderson: El tercer mundo, el Che y una obra inconclusa
Jon Lee Anderson es norteamericano. Periodista, colaborador del New
Yorker, autor de "La caída de Bagdad" (Anagrama, premio Reporteros
del mundo 2005) y "Che Guevara" (Anagrama).
"Descubrí Kapuscinski en los ochenta a través de un artículo suyo traducido al inglés. Se trataba de "La Guerra del Fútbol", sobre el
conflicto entre El Salvador y Honduras ocurrido en la década del 60.
Después de leerlo busqué sus libros. Leer "El Emperador" fue una
revelación. Acto seguido leí "El Shah" y luego "Un día más con vida"
sobre la descolonizació n en Angola. Conocer la obra de Kapuscinski
significó encontrarme con el primer autor -desde Greene y el Naipul
joven y antes de ellos, Conrad- que hablaba del mundo que yo
percibía. Él narraba las realidades "marginales" y de conflictos que
a mí me había tocado vivir, y lo hacía con una óptica de alguien
inmerso en el terreno del llamado Tercer Mundo, pero desprovisto del
sesgo tradicional del hombre del Primer Mundo. A principios de los
noventa me encontré con él en Londres donde había ido a dar una
charla. Hablaba de su próxima obra, que acababa de reportear, y
estaba en plan de escribirla : era "Imperio", su recorrido a través
de la antigua URSS, que hacía poco había dejado de existir. Tomamos
vodka y hablamos como una hora; él era muy sencillo y modesto, con un
gran sentido del humor, y muy "colega". Hablamos de Bolivia, porque
él había estado allí como corresponsal a raíz de la muerte del Che, y
yo recién iniciaba mi investigación en la vida del guerrillero.
Kapuscinski logró romper moldes narrativos hasta crear su propio
género un poco entre la ficción y la no ficción. El resultado era el
de lograr la sensación de una compenetració n algo hiper-real en
aspectos de la condición humana - algo que logran pocos novelistas y
muchos menos periodistas. En toda su obra hay una curiosidad singular
muy manifiesta en lo que ocurre en el mundo, y un afecto palpable
hacia las personas que describía; daba cara y cuerpo a gente muy
sencilla y normalmente obviados por los periodistas, les daba
inclusive el protagonismo central en sus relatos.
Kapuscinski era un hombre apasionado, pero con America Latina y su
gente era de un amor verdadero; y claro, por esa razón el continente
iba ser el escenario de su última gran obra, en la que trabajaba
hasta que la muerte lo sorprendió. Está por verse si dejó un trabajo
lo suficientemente adelantado como para dar cabida a una obra
póstuma".
Era apasionado, pero con América Latina y su gente era de un amor
verdadero; por esa razón, el continente iba a ser el escenario de su
última gran obra.
© El Mercurio S.A.P
Según su amigo Jon Lee Anderson, Kapuscinski tenía la idea del periodismo de cocción lenta, vivido, de inmersión total, distinto al de la inmediatez.
ÓSCAR CONTARDO
Ryszard Kapuscinski murió antes de recibir el Nobel -al que era un
firme candidato- y antes de terminar un libro sobre Latinoamérica. El
reportero polaco estaba preparando una obra sobre nuestro continente
con el que había vuelto a afianzar lazos desde 2001 cuando
Fundación Nuevo
profesores. El primer taller lo dictó en México y durante los cuatro
días que duró Gabriel García Márquez -creador y presidente del FNPI-
estuvo presente como buen anfitrión. "Sé que Gabo lo admiraba, lo
respetaba y le decía maestro", cuenta Margarita García, periodista
colombiana que en esa época trabajaba en
coordinadora. Kapuscinski era parco, observador, durante el primer
taller habló muy poco, pero "cuando tenía ganas de decir algo era muy
carismático, irónico -un poco malo de hecho- y de buen humor", añade
Margarita García.
Para el año en que Kapuscinski hizo el primer taller en México su
nombre comenzaba a cobrar celebridad entre la nueva generación de
periodistas del continente. Reporteros que aspiraba a escribir
crónicas de largo aliento, con información detallada y estilo al
servicio de los hechos. Periodismo asomándose a la literatura con las
armas del reporteo. El polaco del apellido complicado era el modelo
perfecto. Era un periodista de un país periférico, que había vivido
la censura y buscaba historias en el Tercer Mundo. "Para decirlo de
algún modo, hacia el 2001 Kapuscinski se había masificado en las
escuelas de periodismo de América Latina". Con
talleres más en Buenos Aires y Caracas y editó el libro "Los cinco
sentidos del periodista". Hasta su muerte todo hacía pensar que el
contacto con el continente se reforzaría, como también lo haría su
forma de hacer periodismo. El periodista y autor Jon Lee Anderson
recuerda que era un crítico de la tendencia al periodismo
instantáneo: "su idea era la del periodismo de cocción lenta, vivido,
de inmersión total; un poco lo que para algunos actores esta el
method acting. Tenía -sobre todo en sus últimos contactos en América
latina- una confianza y una esperanza en que la generación de
periodistas diera nueva vida al periodismo narrativo que él
ejemplarizó", puntualiza Jon Lee Anderson.
Julio Villanueva Chang: El reporterocomo un misionero
Julio Villanueva Chang, periodista peruano director de la revista
peruana Etiqueta Negra.
"Creo que debí haber conseguido 'La guerra del fútbol' en 1997. Hasta
entonces no sabía nada de Kapuscinski. De hecho ni siquiera compré el
libro por su autor, sino sólo porque me gusta el fútbol y el título
me llamó la atención. Me provocó curiosidad, porque recuerdo que
tenía en mente la idea de Desmond Morris, que había descrito el
fútbol como una sustitución moderna de la guerra tribal. Después me
di cuenta de que era un compilado de historias y que la más curiosa
era la que narraba la guerra entre dos países centroamericanos. Luego
leí 'Imperio' y 'El Emperador'. Lo que más me gustó era la forma en
que explicaba y daba cuenta de la historia contextual de lo que le
había ocurrido mientras hacia la historia. Hasta ese momento no había
leído algo similar en ningún libro en español, tampoco en muchos
libros en inglés. Eso me dio señales de algo que le escuché a él
mismo en 2001 cuando asistí al taller organizado por
Nuevo
escribir representaba el cinco por ciento de lo que sabía sobre el
tema. Ese taller comenzó el 5 de marzo de 2001 en Ciudad de México.
Un día después del cumpleaños de Kapuscinski y un día antes del
cumpleaños de Gabriel García Márquez, que en su calidad de anfitrión
estuvo presente durante los cuatro días que duró el curso. Fue a raíz
de ese taller que ambos se conocieron. Recuerdo que García Márquez lo
trataba de 'maestro'.
Los primeros dos dias del taller, Kapuscinski casi no habló y pidió
que cada uno contara la historia más interesante que le haya tocado
cubrir. Yo preferí ceder mi tiempo para que él nos explicara el
método que utilizó para escribir "El emperador". Creo que Kapuscinski
nos recuerda la idea del reportero como misionero. En ese sentido sus
libros y su trabajo han sido un ejemplo contra el cinismo que hay
desde hace algunos años en la profesión. También recuerda la idea de
que se puede hacer periodismo sin estar tan esclavo de la tecnología.
Él no tenía e-mail y usaba máquina de escribir. Escribía bastante a
mano también. De algun modo él, al ser un periodista de otra época y
utilizar medios tan elementales, nos recordaba que se había perdido
ese origen artesanal del oficio. Él sentía que los periodistas
estábamos cada vez menos en el lugar donde debíamos estar y cada vez
sabíamos más las cosas por terceras personas, que los reporteros
estábamos llegando tarde o llegando nunca al lugar donde las cosas
estaban sucediendo".
Él sentía que los periodistas estábamos cada vez menos en el lugar
donde debíamos estar, y cada vez sabíamos más las cosas por terceras
personas.
Leila Guerriero: Por cada página escrita leía doscientas
Leila Guerriero es argentina. Periodista, editora de la revista
Gatopardo y autora de "Los suicidas del fin del mundo" (Tusquets).
"No lo conocí personalmente, pero lo leo desde que me topé con una
edición de "La guerra del fútbol" (Anagrama, 1992) en una librería de
viejo de la calle Corrientes, y después me dediqué a conseguir todos
sus libros. Eran tiempos previos a la enorme popularidad de
Fundación Nuevo
secreto bien guardado para pocos. Como siempre creí en el periodismo
como una forma del arte, encontraba en sus crónicas todo lo necesario
para que la historia fuera sólida -datos, un trabajo de campo
exhaustivo- unido a una buena prosa y un ritmo narrativo asfixiante,
demoledor. Un ejemplo es esa insuperable primera parte de "La guerra
del fútbol", cuando la ciudad de Tegucigalpa se queda a oscuras por
un bombardeo y él cuenta cómo, después de enviar un telegrama desde
la oficina de correos a su agencia en Varsovia, sale a la calle e
intenta regresar a su hotel sólo para darse cuenta de que está
perdido y solo.
Creo que Kapuscinski hizo periodismo como una forma superior y
definitiva de la expresión escrita, y que en ese punto ayudó a
demoler el prejuicio que pesa sobre el oficio, que aún cuando está
bien hecho es visto como una suerte de literatura de segunda, de
literatura devaluada. Aparece en sus historias cuando es necesario, y
su voz nunca es una voz que intenta decir miren qué arriesgado soy,
miren qué antihéroe interesante. En definitiva: Kapu no dice "mírenme
a mí", sino "miren a través de mí", traten de entender a través de
mí. Mucho periodismo latinoamericano promedio -aunque es justo
aclarar que no todo- tomó, de Kapuscinski, el uso de la primera
persona, olvidándose de que detrás había un hombre que por cada
página escrita leía 200.
Kapuscinski tenía una discreción, una elegancia y una rigurosidad en
sus crónicas, en las que supongo que tuvo que ver el hecho de las
circunstancias modestas en las que empezó escribiéndolas, siendo
corresponsal de una agencia polaca en África. O sea: un tipo que no
le interesaba mucho a nadie. Kapuscinski era un periodista cabal,
serio, sólido, que escribía bien, y que no pensaba en su trabajo como
en una instancia que tendría que superar para escribir después,
logrado ya cierto prestigio, alguna novelita. Sólo por eso, tiene
ganado el paraíso".
Era un periodista sólido que no pensaba en su trabajo como en algo
que tendría que superar para escribir, logrado ya cierto prestigio,
alguna novelita.
Jon Lee Anderson: El tercer mundo, el Che y una obra inconclusa
Jon Lee Anderson es norteamericano. Periodista, colaborador del New
Yorker, autor de "La caída de Bagdad" (Anagrama, premio Reporteros
del mundo 2005) y "Che Guevara" (Anagrama).
"Descubrí Kapuscinski en los ochenta a través de un artículo suyo traducido al inglés. Se trataba de "
Después de leerlo busqué sus libros. Leer "El Emperador" fue una
revelación. Acto seguido leí "El Shah" y luego "Un día más con vida"
sobre la descolonizació n en Angola. Conocer la obra de Kapuscinski
significó encontrarme con el primer autor -desde Greene y el Naipul
joven y antes de ellos, Conrad- que hablaba del mundo que yo
percibía. Él narraba las realidades "marginales" y de conflictos que
a mí me había tocado vivir, y lo hacía con una óptica de alguien
inmerso en el terreno del llamado Tercer Mundo, pero desprovisto del
sesgo tradicional del hombre del Primer Mundo. A principios de los
noventa me encontré con él en Londres donde había ido a dar una
charla. Hablaba de su próxima obra, que acababa de reportear, y
estaba en plan de escribirla : era "Imperio", su recorrido a través
de la antigua URSS, que hacía poco había dejado de existir. Tomamos
vodka y hablamos como una hora; él era muy sencillo y modesto, con un
gran sentido del humor, y muy "colega". Hablamos de Bolivia, porque
él había estado allí como corresponsal a raíz de la muerte del Che, y
yo recién iniciaba mi investigación en la vida del guerrillero.
Kapuscinski logró romper moldes narrativos hasta crear su propio
género un poco entre la ficción y la no ficción. El resultado era el
de lograr la sensación de una compenetració n algo hiper-real en
aspectos de la condición humana - algo que logran pocos novelistas y
muchos menos periodistas. En toda su obra hay una curiosidad singular
muy manifiesta en lo que ocurre en el mundo, y un afecto palpable
hacia las personas que describía; daba cara y cuerpo a gente muy
sencilla y normalmente obviados por los periodistas, les daba
inclusive el protagonismo central en sus relatos.
Kapuscinski era un hombre apasionado, pero con America Latina y su
gente era de un amor verdadero; y claro, por esa razón el continente
iba ser el escenario de su última gran obra, en la que trabajaba
hasta que la muerte lo sorprendió. Está por verse si dejó un trabajo
lo suficientemente adelantado como para dar cabida a una obra
póstuma".
Era apasionado, pero con América Latina y su gente era de un amor
verdadero; por esa razón, el continente iba a ser el escenario de su
última gran obra.
© El Mercurio S.A.P
No hay comentarios:
Publicar un comentario