martes, 21 de septiembre de 2010

COOOOMMMMsumismo fundamental


Es difícil sustraerse a diario del asfixiante fundamentalismo que se hunde hasta en los recovecos menos imprevistos de la nacionalidad hondureña. Se enciende la radio, y ya hay alguien, sea ministro de economía o ingeniero hidráulico, tratando de explicar sus funciones o actos desde la perspectiva de "dar al César lo que es del César y a Dios los que es de Dios..."

Cuando se desenrrolla la cinta fílmica del bús, lo que muestra el paisaje urbano es una infinidad de iglesias cristianas de todas las denominaciones y con los nombres más extravagantes, casi euclídicos: "Iglesia Cuadrangular", "Iglesia de laHipotenusa de la Divina Concepción", "Iglesia reformada en el polinomio exponencial del Señor",etc.

No es fácil entablar una auténtica conversación sin que Juan el Bautista no aparezca de pronto, esquizofrénico, anunciando al "que viene" (vox nullias clamans in deserto), y "el que viene"no llega, pero los pacientes se entretienen esperándolo con estéreos a todo volumen, con frenesí musical causan la mayor estridencia que se ha escuchado desde que toda la fauna del mundo se vio de pronto encerrada dentro del arca de Noé.
No hay derecho, y la ley es apenas una emanación fosforescente de los semi-dioses magistrados. El complejo estado de abstracción o ausencia mística de la población, hace parecer como designio divino el vendaval que destruye un muro perimetral del estadio nacional y que luego cae sobre un taxi, matando al conductor. "Dios sabe lo que hace, la CONAPID no", afirman los transeúntes.
"Debe ser un castigo divino al golpismo", aseguran otros, en fin, toda una construcción laberíntica donde el creyente se pierde y se lamenta.

Todos quieren volver a un paraíso x (todos se creen expulsados de un paraíso personal), pero se saben llenos de una culpabilidad del tipo que Stephen King enunció como un "Todos somos culpables de algo". Es decir, un sabor a manzana podrida se mantiene en el aliento de los pecadores, asustadizas mujeres y rencorosos hombres que pueden rastrear su culpa sin pestañear, llegando incluso a ser primas o primos en segundo grado de Abela o Caín.


En definitiva, los grandes templos del Mal (Mall, MOLLoch,MALinches) siguen levantándose y transfiriendo el misterio de la salvación hegeliana (el reconocimiento, aunque sea en algo, aunque sea modelando un pantalón nuevo), vendiendo oraciones a bajo costo, mostrando escapularios y biblias cristalinas, lo que sea, pero que esté rociado con la miel empalagosa de los versículos de ocasión.

¡PUAJ!
F.E.

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