Hay una lluvia que se arremolina lentamente,
amenaza y cae al fin,
con fuerza de miles, intensamente inexorable,
todo el peso de la transparencia
en un siseo
que va ensordeciendo al viento,
en una hondura
que llega
a las raíces de las ceibas,
en un recorrido de río tumultuoso.
Hay una lluvia que traspasa la tierra
y alimenta
el empuje de árboles nuevos,
de bosques subterráneos emergiendo,
de huesos que retoman
la figura primera de hombres y mujeres andando.
Hay una lluvia
que destiñe los uniformes,
acorrala, agita y limpia el cuerpo,
amansa,
ordena,
cubre el cielo
para que luchemos
bajo su sombra.
F.E.
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