jueves, 23 de abril de 2009

Eduardo Bahr: Bush, el Papa y la píldora de mañana



Aparentemente es imposible decir o escribir algo para hacer que ese anacronismo histórico llamado Bush tenga que ver con un anticonceptivo. Un poco a la tirada de los cabellos se nos ocurre que una derecha religiosa que lo mantuvo en el poder durante ocho años a la cabeza de la nación más poderosa del mundo fue tan miserablemente culpable como él por la matanza de niños cuando bombardeaba países cuyo nombre ni siquiera podía pronunciar, con el objetivo nada oculto de mantener multimillonaria a la industria armamentista (Michael Moore). El conservadurismo de la mano de esos extremos es, sin duda, antihumano, cruel y egoísta; se mantiene gracias a una coraza moral que le permite ‘creer’ que sus privilegios, su lujo cínico y su endiosamiento económico están protegidos por el mismísimo Dios. Todo lo demás, entonces, pertenece al ‘eje del mal’, al diablo y a sus travesuras por lo que acabar con el mal es una ‘obra de Dios’. Adelante veremos cómo eso nos acerca al tema del anticonceptivo.


Por su parte, su serenísima majestad el Papa , en su más reciente cruzada por el continente negro en el que miles de personas, hombres, mujeres, adultos y niños padecen hasta la muerte el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida aseguró de manera tajante que “el preservativo no soluciona (no es eficaz para evitar) el SIDA”. El pasado día 17, Benedicto XVI iniciaba en Camerún su primer viaje como máximo dirigente de la Iglesia Católica a África, un continente que ha padecido como ninguno la pandemia del SIDA. Más de 22,5 millones de subsaharianos están infectados por el VIH, cifra que supone el 68% del total. Allí, el Papa aseguró que el contagio de la enfermedad "no se puede superar con la distribución de preservativos que, al contrario, aumentan los problemas".


Las reacciones en contra las declaraciones de Benedicto XVI fueron inmediatas, desde la ONU -donde se recordó que el preservativo es "la tecnología disponible más eficiente para reducir la transmisión sexual del VIH"- hasta los gobiernos de Francia y Alemania, quienes expresaron su "grandísima preocupación" por las palabras del Papa. En España, Sanidad anunció inmediatamente el envío de un millón de preservativos a África.


Sin embargo hay connotaciones más profundas que se derivan de la prédica papal, soltada en un continente en el que la mayor parte de países cooperantes, el Consejo Mundial de la Salud y la creatividad científica han aportado miles de dólares, atención y esfuerzo para educar en el uso del preservativo con el objetivo de prevenir la contagiosa y mortal enfermedad, estrechamente vinculada con la miseria, el aislamiento, la ignorancia y la segregación. Hasta la mundialmente prestigiosa revista médica The Lancet calificó de "atroces" las declaraciones.


Nos preguntamos: ¿Es este solamente un encontronazo más entre la inamovible moral católica y la ciencia? En ese sentido, la publicación aseguró que Benedicto XVI distorsionó evidencias científicas “para promover la doctrina católica”. "Cuando una persona influyente, ya sea un religioso o un político, hace una declaración científica falsa que podría ser devastadora para la salud de millones de personas, debería retractarse"; dijo la revista médica.


¿Qué tiene que ver, entonces, el que una declaración aparentemente anodina, se acerque en la magnitud de sus efectos a las matanzas de Bush y la derecha religiosa norteamericana en países que no son los suyos? La ‘cruzada’ papal podría tener como consecuencia el que millones de personas retrocedan decenios en la educación sexual referente al uso del condón para volver a su primitiva indefensión y ser nuevamente víctimas masivas de la desastrosa enfermedad. Consecuentemente y al tenor de la reacción y declaraciones de la ciencia, hay tanto un genocidio directo en el caso del accionar de Bush e indirecto en las consecuencias de las declaraciones pontificias.


En Honduras, su otra serenísima, con las distancias salvadas, también aseguró que cierta ‘cultura de la vida’ habría triunfado sobre la ‘cultura de la muerte’ representada por miles de mujeres que hasta ahora han utilizado la denominada “píldora del día siguiente”, cuando la representante del Opus Dei en el Congreso Nacional, la señora diputada Lorena Alvarado, celebraba en los programas de televisión el triunfo de una moción que logró prohibir la venta del anticonceptivo.


Según la señora Alvarado “a nuestra juventud le están vendiendo un fármaco que está generando abortos, puesto que se toma después de haber tenido relaciones sexuales, en las primeras 72 horas, entonces no es un anticonceptivo normal, sino que una sobredosis hormonal que genera cambios en el organismo, cuyos efectos fueron analizados por el Colegio Médico de Honduras de manera oficial y ellos decretan que la pastilla es abortiva y si es abortiva, en este país por ley se prohíbe el aborto”. “Ayer (jueves) fue un día muy bonito. Gracias a Dios son muy poquitas las voces que todavía no terminan de entender la validez de una cultura de defensa de la vida y que no es un legado que las niñas se queden con una receta de la píldora del día después y con una vida promiscua a temprana edad”, apuntó la proyectista, quien dijo también ser “una mujer católica, apostólica y romana”.


La protesta de las mujeres presume también que dentro del Colegio Médico fueron profesionales afines al Opus Dei quienes dictaminaron en consonancia con el pensamiento y accionar de la diputada.
La connotación más sobresaliente de ese ‘democrático’ resultado en el Poder Legislativo fue la de que nunca se tomó en cuenta el punto de vista del Ministerio de Salud hondureño, la máxima autoridad científica, legal y profesional del estado para avalar el uso de la píldora como anticonceptivo, denominación alejada de cualquier consideración que la demoniza como “abortivo”.


Tampoco fueron tomados en cuenta los “protocolos, convenios y acuerdos internacionales” que Honduras hubo de firmar para autorizar la utilización del medicamento.
El resultado de la votación produjo indignación en miles de mujeres que creían haber avanzado un paso en sus derechos de autodeterminación. “Hace un par de semanas se exploró la posibilidad de someter una despenalización parcial del aborto (por violación al menos), pero a este paso estoy segura (de) que si nos dejamos, el grupo de fundamentalistas (del Congreso Nacional) el próximo año nos va a pedir tarjeta de identidad y certificado de matrimonio para comprar condones o anticonceptivos...”, expresó la joven profesional Natalie Roque, en relación con la prohibición lograda por el Opus Dei.


Al respecto la literatura científica universal admite que un anticonceptivo de emergencia es una clase de píldora anticonceptiva y ello depende de si tiene o no un efecto anti-implantatorio con alta concentración de hormonas, la cual es efectiva después de un coito sin protección o en caso de un fallo en algún otro método anticonceptivo, como rotura del condón o, en caso extremado, una violación. Por ello la apreciación científica indica que estas pastillas trabajan activando los mismos cambios hormonales en el cuerpo que las píldoras anticonceptivas regulares, sólo que requieren una mayor dosis y son menos efectivas que otros anticonceptivos hormonales.


Una mujer que ha estado cogiendo mariposas, ilusiones y estallidos la noche anterior y olvida su protección inmediata representada por un anticonceptivo común podrá, según la prescripción, utilizar la píldora del día siguiente hasta por un término de 24 y hasta 72 horas… Esto, hasta el momento en que en el Congreso Nacional de Honduras fue determinado que la píldora “es un abortivo”.

En otros países y a estas alturas del inicio de milenio la píldora del día siguiente ha sido dispuesta con naturalidad como una conquista de las mujeres que persiguen la libertad y disposición de su propio cuerpo a la vera de la impositiva moral católica. A inicios del año 2001, las mujeres de 16 años o más podían obtener la píldora del día siguiente en el Reino Unido sin prescripción. Grupos antiaborto se mostraron en contra, pero la Alta Corte de Justicia de Inglaterra y Gales decidió mantener la ley en abril de 2002.

En Estados Unidos, siete estados -California, Washington, Alaska, Hawái, Nuevo México, Maine y New Hampshire- tienen leyes que permiten a los farmacéuticos calificados entregar anticonceptivos de emergencia sin prescripción médica.
En enero de 2000, Francia decidió disponer pastillas de emergencias en las enfermerías de los colegios sin prescripción. Actualmente la pastilla anticonceptiva de emergencia NorLevo está disponible sin prescripción, sin autorización de patentes y gratis para los adolescentes menores de 18 desde el 9 de enero de 2002. Lo mismo en España, Argentina, en México, en Chile y otros países; aunque en otros como Argentina, Ecuador y Costa Rica se ha declarado que la píldora es ilegal e inconstitucional.


Podríamos continuar ejemplificado en la controversia con pasos hacia adelante y pasos hacia atrás; pero lo que importa aquí es que en nuestro país las connotaciones ocultas tras el triunfo de la prohibición logrado por el Opus Dei son más graves de lo que pueda suponerse. En primer lugar supone la compactación en ese poder del estado del bloque derechista (y religioso) para oponerse al avance de temas que conlleven el éxito y la voluntad de las mayorías hasta este momento controladas.


Esto implicaría que ese bloque dominante podrá oponerse también a propuestas que tengan que ver con el futuro de la democracia y del beneficio de la ciudadanía. Pero lo peor, a nuestro criterio, es que las más altas investiduras religiosas, como la del cardenal Rodríguez, de cuyo respeto un alto porcentaje de la ciudadanía confunde con sumisión, haya incluido a las mujeres hondureñas, incluidas “las niñas (que) se quedan con una receta de la píldora del día después y con una vida promiscua a temprana edad”, en lo que llama “cultura de la muerte”.


Mientras otros países avanzan irremisiblemente en la conquista de su propio destino en nuestro suelo y en pleno siglo veintiuno y tercer milenio se produce la impresión de que la ultraderecha, copando en el Congreso Nacional por los partidos políticos tradicionales y la derecha religiosa nos arrastran hacia un Medioevo en el que los culpables de las pestes no son las ratas ni las pulgas sino los que hasta ahora han permanecido en estado de indefensión.

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