martes, 14 de abril de 2009

Faustus aeternum

Camilo Marks / © El Mercurio S.A.P

Doktor Faustus resulta, en la forma y en el fondo, un alegato, una detallada investigación en torno al nihilismo que, como un tumor maligno, se desarrolló en Europa y culminó en la nación germana a lo largo del siglo XX.

Los patrocinadores centrales de la metástasis de la nada son Wagner y Nietzsche, aun cuando Mann llega más lejos, acusando a Schopenhauer, Schlegel, Feuerbach y algunos precursores del romanticismo, venerados en aulas y colegios. La cumbre del trabajo de negación absoluta de Leverkühn se presenta en la elaboración de su última obra, la Cantata en Re mayor Fausti Weheklag Lamento del dolor).

Una vez concluida, exclama ante Zeitblom: "esto no debe ser" y se explaya en interpretaciones acerca de su críptica prohibición, pues en ella encontraremos lo que es bello y noble. Luego declara que la eliminará y en el misterio de los acordes seriales, se nos revela que Fausti, es, en forma transpuesta, la Novena Sinfonía de Beethoven, símbolo de la fe y el optimismo.

Este concierto del no ser, brillantemente descrito por Mann, termina en un movimiento orquestal descendiendo al silencio, excepto en un prolongado diminuendo del chelo solista en Sol; para el oído del alma, la reminiscencia de esta melodía se eleva "como una luz en la noche".

Este resplandor tenue es la cima de la producción de Leverkühn. Doktor Faustus quizá exprese, del mismo modo, esa leve esperanza de la gracia y podría, al menos, sugerir que la posición definitiva de Mann hacia la cultura de su patria no consiste en una
desesperación total.

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