jueves, 23 de abril de 2009

Pelando la cebolla, Günter Grass


Cuando a Günter Grass se le pasó por la mente escribir su autobiografía (quizá después de muchas presiones de terceros), ha de haberse preguntado "bueno, ¿y qué más quieren que diga que sea ajeno a mis lectores?", sí, ¿qué más? Desde que leí por primera vez a Grass supe que sería muy difícil establecer una separación entre su vida y la ficción, método del cual pocas veces se aleja.


Toda conmoción existencial o social crea una especie de "nopodercreerlo" (imitando ciertas muletillas de Grass), y no digamos lo que se asimila en medio de una época que implosiona y explota a la vez, como la época de pre y post-segunda guerra mundial que le tocó vivir al pequeño hijo de la tienda de ultramarinos en Danzig que, un día, en París, hiciera la calca de sí mismo decidiéndose por el disfráz de Oskar Matzerath y su ruidoso tambor de hojalata.


¿Fue Grass miembro de las SS? ¿Apuntó y mató como todo soldado en el desmoronamiento del Reich? Yo me pregunto ¿Y quién se puede sustraer, levitando, de un terremoto que derrumba todos los rincones? Günter pela la cebolla y llora sin sentimentalismo alguno; lo que cocina es la espesa sopa de un anciano de asilo, en pleno invierno de la vida.


Danzig es su Macondo, Macondo es la actual Gdansk (Tule innombrable), con la diferencia que Grass puede ir a ella y deconstruirla hasta los cimientos que conoció y del cual fue expulsado. En toda su autobiografía como igual sucede en sus novelas, su voz es la de un ángel que regresa o intenta regresar al paraíso perdido, unas veces convirtiéndose en perro (como en Años de perro) y en otras ocasiones en cangrejo (como en A paso de cangrejo). Aquella vieja Alemania nunca podrá ser mejor retratada que con la vieja y mestiza abuela que cobija bajo sus faldas al hombre que huye a través del sembradío de papas: la severidad, el hambre campesina durante la guerra, la rusticidad, el correteo de película muda con la cual se identifican todos los filmes de aquella época, incluso los noticiarios en medio de las tandas de cine, incluso en la gesticulación acelerada de Hitler y en el redoble de un pequeño tambor que le cambia el ritmo a la partitura marcial de los nazis convirtiendo todo en un gran carnaval de jazz.


No es fácil separar lo hecho en el sueño de lo hecho con los ojos abiertos, aún y cuando se haya sido testigo de los perseguidos, viéndolos a los ojos: "A esas circunstancias no se les pueden agregar atenuantes. Lo que hice no puede minimizarse como una tontería juvenil. Ninguna coacción que me atosigara en la nuca, ningún sentimiento de culpa autoinducido -por ejemplo por haber dudado de la infalibilidad de Führer..." Pelando la cebolla no es un libro revisionista del tipo que detestan muchos europeos, ni siquiera es una justificación -como el mismo Grass lo describe-: es aquello que fue con la simpleza de la pertenencia... es un libro básico, un entramado sobre el cual puede verse la edificación de un escritor fundamental para entender la historia del siglo XX, sin determinismo alguno, con la implacable curiosidad que debe tener siempre todo lector.
F.E.

No hay comentarios: