Hace un frío canalla por estos lares.
Uno avanza como odiseo,
amarrado a su mástil.
La verdad: uno es Nadie
tambaleante y sin abrigo.
El frío deja en pie a los congelados.
He visto un par de perros pegados a los postes
muertos.
El frío mantiene en pie a los guardias de seguridad.
He visto un par de ellos congelados
con su mirada desorbitada
escarbando el día.
El coro de navidad cambia de uniforme
y ahora
los niños cantores son policías.
Le cantan dulcemente al Señor.
Aplauden, entran en calor batiendo sus palmas.
Las chicas no lo pueden creer;
las chicas amanecidas,
abusadas bajo el eructo alcohólico
de los mismos policías que
anoche
se paseaban siniestros y lúbricos
y hoy cantan, angelicales
desplazando del aire a las palomas,
volviendo escarcha los árboles.
Anoche no cantaban.
Eructaban.
Anoche penetraban
casas, esquinas, callejones,
anoche el frío no salía del cuerpo,
se quedaba y transparentaba muslos, espaldas,
rostros que se hicieron añicos bajo sus golpes.
El reloj de la catedral sigue sin funcionar.
Polifemo lo habita
y por él,
afilo estacas, me endurezco
cuidadosamente.
No queda más que contar las horas
según el ritmo de las sirenas.
(TeguciGolpe, 6 de enero del 10)
1 comentario:
Hace tiempo no leía tu blog.
Me parece genial lo de Tegucigolpe jaja
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