Lucía Estrada (Medellín – Colombia, 1980) Ha publicado los libros de poesía Fuegos Nocturnos (Medellín, 1997); (Colección del Ministerio de Cultura, San José de Costa Rica, 2000), Noche LíquidaMaiastra (Ed. El Tambor Arlequín. Medellín, 2004), Las Hijas del Espino (Cobalto Ediciones. Medellín, 2006 ; Hombre Nuevos Editores, Medellín, 2008), El Ojo de Circe (Antología - Colección Un libro por centavos de la Universidad Externado de Colombia y la revista El Malpensante, 2006) y El Círculo de la Memoria (Antología - Lustra Editores Lima, 2008). Con su libro Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005). Textos suyos han aparecido también en varias antologías y publicaciones del país y del exterior. En 2008 obtuvo la Beca de Creación en Poesía convocada por el Municipio de Medellín y la Secretaría de Cultura Ciudadana. Actualmente hace parte del comité editorial de la revista literaria Alhucema, Granada-España
"Todo poeta sabe que al escribir deja siempre - del lado de lo oscuro- la mejor parte, no porque quiera hacerlo sino por la imposibilidad de que la visión permanezca intacta. No hay lenguaje poético que no sea ruptura; no hay palabra que no traiga consigo la muerte por inanición. Sin embargo, y esto también lo sabe el poeta, es preciso merecer el silencio a través de la escritura, del lenguaje como piedra ritual donde vienen a caer fragmentados los vestigios de un sueño mayor. Es con esta mínima parte con la que el poeta debe luchar siempre.
Ese “ángel terrible” cuyo rostro debemos encontrar entre las ruinas de lo que una vez fuimos y
cuyo gesto se perfila a cada instante sin otorgársenos plenamente. Siempre a la búsqueda, siempre, sabiendo que la verdad y la belleza son incomunicables, inaudibles, invisibles e impronunciables. Es preciso mantenerse fiel, sin embargo, a esta precariedad, porque es en la medida en que el poeta permanezca, como el árbol imperfecto dará su fruto definitivo. ¿Quién puede saltarse, omitir o ignorar una sola de sus ramas? El secreto es la contemplación, el mirar fijamente lo deforme de la piedra hasta que no necesitemos más la palabra piedra y seamos ella misma. Entonces sí habremos alcanzado, entonces sí estaremos de regreso".
Se reunió contigo lo escuchado/ echó también lo muerto / el brazo sobre ti / y los tres avanzásteis/ en la noche… Paul Celan
¿Sabes cuánto ha resistido la piedra? ¿Cuánto el desierto? ¿Y la profundidad del agua? ¿Cuánto? ¿Y sabes tú qué silencio rodó bajo los párpados, qué palabra cristalizó la lengua de los muertos? ¿Por cuánta oscuridad y quietud fueron rodeados? ¿Y quién vació de sentido sus visiones? ¿Sabes, acaso, qué se quedó por decir? ¿A quiénes acudieron, bajo qué luz, a qué oído hirieron con sus voces?
El viento trae consigo la respuesta, y en secreto, la devolverá tibiamente a la nada.***
Cuando la noche se inclina y parece que pronuncia tu nombre, hundes tus manos en la oscuridad y buscas a tientas el cuerpo inabarcable de tu memoria.
Ese pálpito en la punta de los dedos, la densa respiración de todo cuanto existe, te obliga a permanecer en la sombra.Ninguna imagen tiembla en el espejo. Ninguna superficie se apiada de ti.
Todo está vuelto sobre sí mismo y nada consigue reflejarte. Una pausa, y el tiempo detenido cae sobre tu silencio.
Cuántas palabras a punto de oscurecerse bajo tu lengua. Cuánto deseo en los ojos que se abren por última vez.Apártate un poco y comprende que nada podría ser el inicio ni el centro
en este cuarto cerrado. Que todo será dicho de golpe en medio de la sombray muy lentamente.***
Hay fervor en la dureza del metal, en el viento que lo seduce y lo inclina sobre su propio vértigo. Qué silenciosa esa manera de abrirse lo negro frente a lo blanco, lo visible frente a lo invisible, lo que se precipita frente a lo que permanece.
Todo cuanto tiene un peso y una forma, y lo que está oculto, envuelto en la niebla como un barco fantasma, se mezcla entre sí para sostener el cielo, * para estar más cerca del milagro.
Y la música, y el pájaro del vacío, y las manos del hombre que le descubren al mundo su verdadero rostro, su densidad. Y la palabra, esa que construye todos los puentes, la que también los derriba. Y el amor, y el silencio, y la pequeña muerte que una noche supo reunirlos en el fuego y la ceniza.
* Homenaje a Chillida