En 1993, en la Ciudad de México, un puñado de escritores y periodistas tan aguerridos como desenfadados dieron vida A Sangre Fría, una revista que se valía de las bondades de la nota roja para reflexionar sobre el crimen, la pornografía y el mundo del espectáculo desde la ironía y el humor.
Parodiando y homenajeando a la vez a publicaciones como Alarma!, sus creadores lo mismo se burlaban de Luis Miguel que de Hugo Sánchez, e incluían tanto fotonovelas como consejos forenses. J.M. Servín, Mauricio Bares, Guillermo Fadanelli y Rogelio Villarreal, entre otros, fueron los perpetradores de este experimento que, como era de esperarse –y como siempre sucede con los proyectos editoriales más audaces en este país–, no duró mucho.
Quince años después, los cuatro números que constituyeron la corta vida de esta revista acaban de ser reunidos en un solo volumen a manera de libro. Se trata de una edición facsimilar y “obituaria” a la vez (como se indica en la portada), porque además de los números originales, se agregan una serie de textos introductorios que analizan el aporte de sus contenidos, con la óptica que da el tiempo transcurrido.
Cobijada bajo el sello Almadía y El Salario del Miedo Producciones, A Sangre Fría regresa en un momento clave: en medio de la cruda violencia que vive México, ahora más que nunca es necesaria esa otra visión sobre la nota roja, ese “amarillismo de fondo” que caracterizó a la publicación y que tanto se extraña actualmente entre las revistas del género. Si la sangre va a correr, es mejor que lo haga con sentido del humor.
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