jueves, 15 de enero de 2009

Memín y Kalimán












Estaría yo en tercer grado -no recuerdo muy bien-, 1983 quizá, el punto es que el diario traía inserto esa mañana dos ejemplares gratis de las historietas que iniciarían una moda que se extendió por varios años y por muchas colecciones asombrosamente grandes.

kalimán y Memín se convertieron a partir de ahí en la plática normal de los niños ochenteros, entre las ñoclas de los "maules" y la chimiricuarta de las noches.

Recuerdo que por primera vez miraba retratada una versión fantástica y serial de los dioses del Olimpo (Calypso caía rendidamente enamorada de Kalimán y Caronte luchaba cuerpo a cuerpo con el hombre invencible) y eso me llevó a redoblar la lectura clásica de la mitología greco-latina, sí, es correcto: de una mitología moderna a una mitología antigua. ¡Vaya cuarto de espejos!

Aparte de esas "encerronas" en la biblioteca de la escuela, lo realmente feliz era recrear las aventuras del "Hombre Increible" en los juegos con mis amigos y sobretodo, tratar de identificar en nuestros compañeros de escuela el carácter de Ernestillo, Ricardo, Carlangas y Memín. Con seguridad, esto se repetía entre miles de niños por toda Honduras.

Cuando ambas historietas se extendieron hasta los números 1200, ya era demasiado y así, fueron desapareciendo hasta no circular más. Quedó tan sólo la curiosidad por el mundo esotérico de oriente (mi abuela me contaba que un tío de ella quedó loco de tanto escuchar por la radio a Kalimán y, era por eso, que caminaba con un turbante, mostacho Sij y mirada profunda por los bulevares de Tegus, en cuya catedral creía ver el Templo Dorado de la ciudad india de Amritsar y en su altor mayor -barrocamente alucinante-, a la fascinante y sangrienta diosa Kali) y claro, nos quedó la enrevesada trama de haber vivido todas aquellas aventuras en alguna zona real de nuestra infancia, misma que, poco a poco, fue entrando a la zona erógena tras advertir las curvilineas heroínas que aparecían como víctimas o malvadas femme fatale de las historias.

Homenajear las trivialidades tal vez sea lo que verdaderamente importa cuando estamos solos en nuestros recuerdos, y quizá de ahí , salga la verdadera historia de lo que somos o fuimos, alter ego que se asoma cuando ya adultos (lejanos ya del frágil Solín o Ernestillo que fuimos) nos preguntamos "hey, ¿y vos coleccionaste a Kalimán?" "Hey ¿pero vos quién eras de Memín?"

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