Vuelvo a Orahn Pamuk y comienzo a ir por las calles de “Estambul”, sus memorias.
De entrada, me da una fórmula precisa para comprender los entresijos de su mundo: cuando se refiere a él mismo durante la infancia dice que siempre creyó que tenía un gemelo viviendo en una casa y familia idéntica al otro lado de la ciudad, con los mismos hábitos y los mismos sueños.
Me interesa mucho esta biografía por el gran atractivo que me ha dado siempre la antigua Constantinopla, que desde su cruce por las épocas romanas, bizantinas y otomanas ha sabido conservar esa bruma intemporal, y creo que nadie mejor que Orahn para llevarme a su interior, a su elegante y prolongado derrumbe... porque como él mismo afirma - como para tenderme un hilo de Ariadna en la compleja urbe- los actuales habitantes de la ciudad viven con la conciencia de existir en la época menos luminosa de una ciudad que otrora fue el centro del mundo y que ahora se herrumbra y se opone a sí misma, como los grandes símbolos de la ciudad, las gemelas y radicalmente diferentes Hagia Sophia y la Gran Mezquita Azul.
Estoy en el espejo, entonces, entro a la Sublime Puerta.
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