lunes, 22 de diciembre de 2008

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Cuando el filósofo austríaco Günther Anders (esposo de Hanna Arendt) comenzó el intercambio de cartas con Claude R. Eatherly (comandante de la misión de bombardeo del Enola Gay sobre Hiroshima) éste ya había sido internado una y otra vez en clínicas militares para tratar su "locura" de denunciar el horror de la bomba.
"Battle fatigue" (cansancio ocasionado por el combate), así fue como se calificó a su estado, un sentimiento de culpabilidad que lo llevó a cometer atracos a mano armada con el fin de que por una u otra razón lo encerraran y castigaran, ya que el Gobierno estadounidense ni nadie lo podía "enjuiciar" por su terrible participación.
Los siguientes son fragmentos de las cartas que intentaron dar un consuelo y explicación de su situción moral a Eatherly, publicadas íntegramente en el libro Mas allá de los límites de conciencia.


Al señor Claude R. Eatherly
Formerly Major U.S. Air Force
Veterans Administration Hospital Waco, Texas
3 de junio de 1959


Estimado Señor Eatherly:

El que escribe estas líneas es para usted un desconocido. Para nosotros, en cambio, para mis amigos y para mí, usted es una persona conocida. Seguimos con el corazón en un puño sus esfuerzos por salir de la desgracia, estemos en Nueva York, en Viena o en Tokio. Pero no lo hacemos por curiosidad, ni porque su “caso” nos interese desde los puntos de vista médico o psicológico. No somos ni médicos ni psicólogos. Lo hacemos porque nos ocupamos, llenos de miedo y de angustia, de dilucidar aquellos problemas morales que hoy se nos plantean a todos. La tecnificación de la existencia, esto es, el hecho de que todos nosotros, sin saberlo e indirectamente, cual piezas de una máquina, podríamos vernos implicados en acciones cuyos efectos seríamos incapaces de prever y que, de poder preverlos, no podríamos aprobar –esta tecnificación ha cambiado toda nuestra situación moral-.
La técnica ha traído consigo la posibilidad de que seamos inocentemente culpables de una forma que no existió en los tiempos de nuestros padres, cuando la técnica todavía no había avanzado tanto.
Comprenderá la relación que esto guarda con usted: a fin de cuentas usted fue uno de los primeros que se implicó en esta nueva forma de culpa, en la que hoy o mañana cualquiera de nosotros podría verse implicado…
El que precisamente usted y no cualquier otro de entre sus miles de millones de contemporáneos, se haya visto condenado a ser un símbolo, no es culpa suya, y es ciertamente horrible. Pero así es…
(Lo que decían sus médicos) “Hiroshima in itself is not enough to explain your behaviour”, lo que dicho claramente significa “tampoco es para tanto”; de ahí que se limiten a criticar su “reacción a ese hecho, en vez de criticar el hecho mismo”( o el mundo en el que un hecho así fue posible); de ahí que se vean obligados a determinar su sufrimiento y su esperanza de expiar su culpa como una “enfermedad” (classical guilt complex); de ahí, finalmente, que no puedan menos que tratar su acción como un self-imagined wrong, esto es, como un mero crimen imaginario…
Usted sabe que lo que ha sucedido ha sucedido, que no es meramente fruto de su imaginación. Usted no se deja embaucar por sus sandeces. Y nosotros tampoco nos dejamos engañar por ellos. No queremos saber nada de esa clase de “consuelos”.
No, no para usted, sino para nosotros. Para nosotros, el que usted “no haya podido superar” lo sucedido es consolador. Y lo es porque usted sigue intentando hacer frente al efecto (antes inimaginable) de su acción; porque este intento, aunque fracase, indica que usted ha logrado mantener viva su conciencia, a pesar de haber sido una simple pieza del aparato técnico y de haber cumplido perfectamente su función.
El hecho de hacer daño a un solo hombre –y no estoy hablando de darle muerte-, pese a ser algo concebible, no es fácil de “superar”. Pero aquí se trata de algo completamente distinto. Usted tiene la desgracia de haber dejado detrás de sí 200,000 muertos. ¿Y cómo iba a ser posible sentir dolor por la muerte de 200,000 personas? ¿Cómo iba a ser posible lamentar algo semejante? No solo usted es incapaz de hacerlo, nosotros tampoco podemos, nadie puede hacerlo. Por más que lo intentemos, aquí el dolor y el arrepentimiento son impotentes. Así pues, Eatherly, usted no tiene la culpa de que sus esfuerzo sean inútiles.
Esta inutilidad es consecuencia de lo que anteriormente he denominado el carácter radicalmente nuevo de nuestra situación, a saber: el hecho de que, en cierto modo, podemos producir más de lo que somos capaces de representarnos; el hecho de que los efectos resultantes de los instrumentos que nosotros mismos hemos producido son tan grandes que ya no estamos preparados para representárnoslos. Tan grandes que ya no podemos concebirlos, tan grandes que ya no podemos hacerles frente.
La humanidad está condenada (a partir de la bomba atómica) a vivir eternamente bajo la amenaza de lo monstruoso.

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