A Chema Rubio lo conocí en Guatemala, en el ajetreo de lecturas que el poeta Simón Pedroza y Folio 114 nos organizaron a un grupo de poetas del extinto Paíspoesible.
"Nos volveremos a ver" -me dijo enmedio de un bus atestado hasta la coronilla, al regreso de la lectura en la Universidad de San Carlos; al escucharlo no imaginé que un año después nos veríamos en la Residencia de Estudiantes, cuando fui invitado a Casa de América en Madrid. La plática y el paseo fue de una tarde completa y sus días, de compartir -en ese tórrido junio madrileño- una extraña nostalgia por una América Central más suya que mía.
Él se había quedado en una dimensión y geografía que sólo un poeta trotamundos puede llegar a comprender y que aquí, con sus propias palabras, me sirve para redescubrir y asimilar lo que él tanto extrañaba entre versos de Gil de Biedma, Ángel Crespo y -por supuesto- Miguel Hernández.
Hay una senda a la que fue mi chantajeado corazón por un profesor:
¿Te gusta caminar? Durante la travesía andariega se leen poesías de Miguel Hernández, y al final, sobre su tumba, leeremos más poemas. ¡Escribe una poesía hombre!
Yo amaba escribir, hacerme famoso entre los amigos de la universidad. Mi obsesión por la poesía fue irresistible, durante años deje de leer novelas, y a la pregunta de ¿que es para ti la poesía?
Yo respondía sin rubor: La poesía es la religión que perdí de niño. Y encontré en Guatemala : una marimba ,y cuatro voces, me llevaron a recorrer los cerros del hambre, quiches criollos y chapines , me devolvieron otra vez a Miguel Hernández, a mi niñez de resina y altivos pinos bajo la dura luz que baja quemada .
Hay una senda para cada persona esperando en cada nervio, y la mía fue encontrar a Paco Esteve, "Chimo", Jesucristo Riquelme, y tantos otros nombres desaparecidos de la memoria pero nunca de los ojos. Cada vuelta a la Senda, re-vivo y renacen los cuerpos olvidados y nunca vencidos. Como aquel senderista-alcalde que nunca se perdía un recorrido, y le vi aparecer un día con su barba de siempre y una escayola en la pierna es , creo, Crevillente.
Que una senda cada año por descubrir , y adentro de la lápida siempre se respira lo más auténtico de los pasados.
Salud a los cuerpos del histórico Miguel siempre en paz , y la memoria en alza.
Larga vida a la cabeza en bronce , y altiva como los hijos de Albatera, y amada más en las noches después de la ansiada cena calienta-cuerpos.
Que nadie retoque sus ojos, que contienen la bella enfermedad de octubre:
Como escorpiones en locura encerrados vivimos, y el doctor sólo designó un nombre , no su cura.
Ave Caminantes, que los Idus de Marzo les sean propicios por los siglos.
Hay una tumba que visito y no es la mía, Miguel. Pero quizás he visto una sombra y voy a visitar tu luz para no morir solo .
Chema Rubio V. Madrid 30 -3-2007
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