“Un momento, venerables dioses… es que no estoy segura de ser buena”.
Shen-te
Una vez que se apaguen las luces y que el ciego abra los
párpados de los telones, será difícil saber quién conserva bondad y quien la
dilapida como agua para una flor de metal. Volver a esa penumbra que es el
lugar más privilegiado hoy por hoy de Tegucigalpa. Volver al Teatro Memorias en
la barrio La Plazuela para ver El alma buena del arrabal, adaptación de El alma
buena de Se-chuan, de Bertolt Brecht.
Tito Ochoa plantea en su montaje ir a la raíz de la
propuesta de Brecht respecto al desnudar la acción teatral a sus más humanos
mecanismos, ya sean estos la puesta en escena sin efectismos o lo que es
esencial, exponer lo humano a su dialéctica natural, sin sutilezas, la sociedad
y la asociación sin piedad. Lo mundano.
Desde la primera intervención del aguatero sabemos que lo que viene es
el desierto espiritual más enconado y la repentina aparición de los dioses en
medio del arrabal no cambiará las cosas más allá de probar quién es bueno o si
existe un alma buena capaz de sobrevivir al despiadado acoso de la miseria en
todas sus expresiones.
La promiscua coexistencia de todos los intereses posibles en
torno al personaje principal, Shan-te,
la favorecida por los dioses con muchísimo dinero repentino, despierta una serie
de cambios en toda la barriada, la misma gente que no puede evitar advertir que
un alma buena –y que de paso le sobra dinero- ha nacido entre ellos, pero que
no significa que la bondad reconocida en Shan-te
sea valorada desde la moralidad o ética que propone la teoría, sino que es la
inmoralidad y lo anti-ético lo que condiciona todas las relaciones incluido el
amor, debilidad no permitida porque como dice uno de los personajes, “de pronto uno de nosotros ama y está
perdido”. Ante esto, Shan-te debe duplicarse –Shan-te que ha sido prostituta y que ha tenido que multiplicar su
cuerpo siempre- para ver la situación de su repentina fortuna o desgracia en
conjunto. Unos días es ella, para
amar, y otras es Vicente, su
alter-ego o disfraz de primo lejano para ser fría. De esta forma resiste todos
los acosos, todas las invasiones a su intimidad y a su deseo de superarse,
incluso, resiste a la nostalgia de lo que aparentemente ha sido la gracia del
amor representado por el piloto fracasado, que se le presenta primero como desvalido
pero que rápidamente ve en ella su oportunidad para vivirla. De esta forma, un nuevo deseo, más allá de la carne, se
dirige hacia ella.
Vivirla, sí, esa
doble acepción que en nuestro medio puede significar aprovecharse y también
disfrutar algo sin límites, viene a ser el hilo conductor que Tito Ochoa sabe
elevar a dramatismo y a pura acción atorrante, como suele ser en la realidad.
Aquí están representados los que no dejarán pasar sin peaje la inclinación a la
bondad de Shan-te, ese manoseo de lo
poco que le va quedando a esta mujer dadivosa que raya en la ingenuidad y la
ternura. Y es así por una dialéctica que el mismo cuerpo le ha impuesto a Shan-te y que todos en el barrio lo
saben: sólo quien entregó su cuerpo sin preguntar nombres ni condiciones, es capaz de saber cuánto se entrega para
redimir, aunque sea en un orgasmo fugaz, al otro que no tiene cuerpo, que sólo
son billetes al viento que hay que cazar. “Usted
no sabe lo que es la desgracia – le soborna inmoralmente una vecina- ¡con la suerte que tiene!”.
El aguatero, actuando como voz de la conciencia, intenta
contener a los demás en medio de mil frustraciones y se convierte, lleno de
miedo y debilidades, en el signo de la piedad, el que da de beber a los ciegos,
a los amantes, a los perseguidos. Todo el arrabal le pide de beber y a la vez
lo desprecia, sólo Shan-te es su
amiga, pero Shan-te debe irse a la
ciudad para desligarse de las formas promiscuas con que el capital se mueve a
bajas alturas. Quizá ahí reside el amor que le guarda de manera perniciosa al
aviador que la vive: ella quiere volar,
despegar –despegarse de su destino, desapegarse, desarraigarse. Y ese amor
pervertido es la que la lleva, en su imagen duplicada de Primo Vicente, a triunfar sobre sí misma y a alcanzar un capital
más alto pero igual de promiscuo. Y es aquí donde el texto de Bertolt Brecht
señala, con toda lucidez, el marco deshumanizador de la sociedad: de vender su
cuerpo Shan-te pasa a aprovecharse de
la fuerza de trabajo de los cuerpos que subyuga en la explotación más
inmisericorde, ahora como patrona de una fábrica
para indigentes gracias a la adopción permanente –travestismo esencial y
necesario- de la personalidad de Vicente.
Es así que los pasos de Shan-te no
conducen a ninguna redención de tipo moral, sino que al final, el sistema de
enajenación por la que ha sido miserable toda su vida la convierte en
instrumento de su impiedad, y por lo tanto, volverá al seno de donde surgió, en
una producción en serie infinita dentro las relaciones más corruptas. ¿Quién
prostituye? ¿Quién ama? ¿Quién tiene el poder de los dioses para romper ese
nudo gordiano? Ni los que prostituyen, ni los que aman, ni los dioses. El poder
está en el sistema.
Ser público de El alma buena del arrabal de Teatro Memorias
es lo mejor que le puede pasar en Tegucigalpa a alguien que busca calidad y
alto nivel para su entendimiento del arte dramático. La experiencia actoral de
José Luis Recinos, Inma López y Gary Názar logra transferirse hacia el resto del reparto
representado por Marey Álvarez, Jean Navarro, Gyanendra Portillo, Bruno
Valladares y Walter Lobo, logrando unos picos actorales delirantes a la vez que
demuestran su capacidad para sostener el perfil del personaje a quien representan
de principio a fin, dando pausa a sus diálogos y manejando de manera
sobresaliente su lenguaje corporal, un estro escénico donde se nota la
magistral dirección del Maese Tito Ochoa. Un gran aplauso por igual para la
solución escenográfica y para la decisión de que la mutación del mismo se haya
hecho a favor del voyerismo del público.
Gran signo, por igual, de ninguna forma irreconciliable con lo que vemos a
diario en forma de desastre urbano en nuestro paisaje al igual que en nuestra precaria
ciudadanía.
Fabricio Estrada.
Junio-2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario