martes, 18 de diciembre de 2012

The Hobbit a 48 cuadros



A 48 cuadros por segundo (el doble de la filmación estándar de los últimos 90 años) el asombroso vértigo de El Hobbit puede hundirte en la butaca una vez que decide arrancar. Y eso es así por las tediosas lagunas en tres horas de una cinta que repite los signos o reinstala sin vergüenza alguna los resortes de la trilogía ya vista y realizada por Jackson.

"Mucho de lo que fue se ha perdido, porque ya no existe nadie que lo recuerde"... así inicia La Comunidad del Anillo", y también dice algo de lo que ahora se ha perdido en El Hobbit, aunque todavía habemos muchos y muchas que recordamos el impresionante poder cienamatográfico desplegado en ese entonces, en todo su arsenal: guión, continuidad, sentido de lo inédito, fuerza fotográfica. No estoy diciendo que en El Hobbit se carece de esto, precisamente digo que se repite la fórmula de contar la historia, de cabo a rabo.

La excepción nos las da Gollum y el profundo perfeccionamiento de su psiquis animada. Aquí es donde entra la propuesta central de filmar en 48 cuadros ya que el 3D de la animación es casi un portento en el detalle y nuestra propia psiquis se debate entre el creer lo que está viendo o analizando lo que va creyendo. Sin dudarlo, el Gollum se lleva el cetro de actuación, pero para reafirmárnoslo, hay que verlo varias veces.

En un mundo donde la épica se perdió y la idea del honor es el llantito de los líderes en las conferencias de prensa, vale la pena estar tres horas haciendo disfrutar lo inimaginable.

F.E.

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