Conclusión: Comayagüela condiciona hasta las miradas.
¿Pero por qué iniciar al revés esta pequeña descripción sobre Comayagüela? Simple: porque Comayagüela es ese espacio de la capital que camina en otra dimensión y que, desde su entrada a través de los puentes, comienza con su advertencia, unas veces velada y otras frontalmente, sin tapujos. Por lo tanto, su “estructura anímica” llega a convencer a quien la camina que sus líneas urbanas, su arquitectura y sus vías de circulación tienen su raíz en una atorrante y oscura emotividad.
Mientras vamos por ella –Leonor Silvestri, Hugo Bautista y yo- pienso en un acto de canibalismo intrauterino, al estilo en que lo contó Stephen King en “La mitad siniestra”, sólo que en este caso hay mordidas oscuras desde ambos lados: desde la altiva Tegucigalpa y desde la Comayagüela irredenta. La una invisibiliza a la otra, como mellizas que se odian compiten por demostrar que sus atavíos son los adecuados para el carnaval del príncipe y, en el esfuerzo, es siempre Comayagüela la que pierde su zapatilla de cristal quedando para siempre –al contrario del cuento- convertida en la cenicienta, esclava cenicienta, cenicienta parda, cenicienta de asentamiento perpetuo, cenicienta de precariedad.
Aquí hubo el intento, sí, las ganas de señorío desde la primera hasta la tercera avenida, pero pronto el oleaje de las inmigraciones superó el sueño y se fue apoderando y amancebándose impúdica con los espacios públicos. Desde entonces –y desde la óptica de los encumbrados que fueron desalojados- “Nadie” visita los parques de La Libertad y El Obelisco y se sienta a contemplar el delicioso temor. “Nadie” pela naranjas y las tira contra la estatua de Juan Ramón Molina, recluido para siempre en sus barrotes, como una ostra de bronce, celosamente cuidado por los “nadies”. “Nadie” atesta los antiguos templos del porno (ahora convertidos en iglesias radicales) para luego salir con un aire de suficiencia espiritual, por breves minutos en la fiesta de golosinas, por breves horas antes de evacuar sus fachadas como palomas aterradas. El Lux, el Moderno, el Roxi, el Centenario, el Hispano, el Cantón, El Obelisco, el Belén, ¡nada! Don, Doña y el Pequeño “Nadie” no se merecen nada, ni soñar más allá de los golpes violentos y la patina de estancos, terminales de buses y hotelitos por doquier.
La guerra de los “nadies” no pudo encontrar mejor sitial para su homenaje que en este lugar de soldaditos de juguete. 1969 bien puede ser una estadística o un número de serie, y el soldado de la estatua bien puede ser el G.I. de Normandía o del Paralelo 38 pero nunca uno de nuestros “nadies” inmolados en San Rafael de las Mataras o en Ticante.
La melliza de este lado bailó su danza más frenética con el Mitch y ahora, lo recuerda melancólica, cortando pétalos de polvo y asestando a diestra y siniestra su mejor estocada, con un tierno e imperceptible gesto de amor.
Comentario:
Fabricio,
Te puse un comentario directo en tu "blogspot" en reacción a tus fotos de las gemelas. Pero nada me confirmó si el comentario te llegaría o no. Como no quiero que se pierda, porque lo hice para animarte a continuar con tus experimentos -por lo mucho que valen, por su imaginación y valentía- aquí trato de reproducirlo:
"Me han conmovido tus fotos de Tegucigalpa y las últimas de Comayagüela. Yo crecí en la segunda, talvez en su mejor época, cuando La Magnolia era el centro de reunión de la juventud estudiantil y el Paseo El Obelisco era lo mejor a enseñar del MDC. Como tu lo dices, hoy Comayagüela muestra el asedio de masas rurales y periurbanas expulsadas por el atraso y el olvido, aunque sin descartar la atracción del neón y otras gracias. Es el fenómeno de la tugurización, para usar un término triste aunque talvez no el más correcto.
El desarrollo de las ciudades pasa por etapas, ahora vivimos la más triste, el momento cuando la solidaridad toca el punto más bajo. Pero vale recordar que otras ciudades del mundo también experimentaron o experimentan este proceso y consuela saber que algunas han logrado recuperar sus viejos monumentos sin tener que expulsar a sus pobres sino, por el contrario, incluyéndolos de manera diferente en el paisaje urbano (Quito sería una ciudad a mencionar entre muchas otras). Yo creo que Comayagüela saldrá de su letargo, talvez mientras salvamos al Choluteca -musa de Molina- cuyas orillas podrían llenarse de arboledas y senderos de flores y sueños.
Por tus fotos y comentarios de Tegucigalpa y Comayagüela... ¡Felicidades! "
Rafael del Cid
Te puse un comentario directo en tu "blogspot" en reacción a tus fotos de las gemelas. Pero nada me confirmó si el comentario te llegaría o no. Como no quiero que se pierda, porque lo hice para animarte a continuar con tus experimentos -por lo mucho que valen, por su imaginación y valentía- aquí trato de reproducirlo:
"Me han conmovido tus fotos de Tegucigalpa y las últimas de Comayagüela. Yo crecí en la segunda, talvez en su mejor época, cuando La Magnolia era el centro de reunión de la juventud estudiantil y el Paseo El Obelisco era lo mejor a enseñar del MDC. Como tu lo dices, hoy Comayagüela muestra el asedio de masas rurales y periurbanas expulsadas por el atraso y el olvido, aunque sin descartar la atracción del neón y otras gracias. Es el fenómeno de la tugurización, para usar un término triste aunque talvez no el más correcto.
El desarrollo de las ciudades pasa por etapas, ahora vivimos la más triste, el momento cuando la solidaridad toca el punto más bajo. Pero vale recordar que otras ciudades del mundo también experimentaron o experimentan este proceso y consuela saber que algunas han logrado recuperar sus viejos monumentos sin tener que expulsar a sus pobres sino, por el contrario, incluyéndolos de manera diferente en el paisaje urbano (Quito sería una ciudad a mencionar entre muchas otras). Yo creo que Comayagüela saldrá de su letargo, talvez mientras salvamos al Choluteca -musa de Molina- cuyas orillas podrían llenarse de arboledas y senderos de flores y sueños.
Por tus fotos y comentarios de Tegucigalpa y Comayagüela... ¡Felicidades! "
Rafael del Cid
Fabricio:
Cómo nos cura el bálsamo de la sensibilidad ajena. Contemplar sus fotografías y leer su pensamiento nos hace rescatar la confianza en la fuerza mental y espiritual de los hondureños, hasta ahora inéditas. En la época digital, son pocos los que sienten la fuerza artística del blanco y negro que usted ha rescatado. Pocos perciben el arte en el cuerpo famélico de un perro callejero; casi nadie ha entendido que los grafitti nos están realfabetizando; para todos pasan desapercibidas las gradas de dura piedra en espiral que embellece la penumbra. En suma, cada una de sus imágenes tiene una historia que trasciende la Comayagüela allende el río Grande, como la vemos los que vivimos del otro lado del río. Lo felicito mil veces y voy a compartir con los amigos sensibles su creatividad, los cuadros que ha pintado sin utilizar el pincel, porque son sus reflejos interiores. Cordialmente,
Ramón Villeda-Bermúdez
3 comentarios:
claro,. quién no haría maravillas de eso. .Saludos a Mayra y Esteban
un abrazo
Hola!!!Te invito a que pases por un nuevo espacio, intentamos crearlo en comunidad de escritores(POESIAS, CUENTOS, reflexión ETC).
la direccion es http://poetasanonimossa.blogspot.com
muchas gracias.
juraba que ibas a poner las fotos de vos como capo maffia
hermosas las fotos de compaya
ya extraño
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