viernes, 1 de febrero de 2013

Lecturas de poesía, ayer, en Tegucigalpa




Poco a poco se va recuperando ritmo en el circuito de poesía de Tegucigalpa. El golpe de Estado inmovilizó mucho del impulso que se traía antes del 2009 y llevó a la militancia activa a la mayoría del poetariado (me cuento entre ellos y ellas). Con cierta timidez pero se vuelve, incluso con mayor profundidad luego de haber tocado la arena del fondo: hay arenisca y restos del naufragio en la voz de los y las poetas, pero sobre todo, está Jonás con su lengua misteriosa. Nínive tiene que prestar oídos, entonces, porque anoche hubieron tres lecturas simultáneas en un espacio de 4 km a la redonda.

La primera de ellas, la lectura de Mayra Oyuela, quien volvía al redil de lecturas nacionales luego de mucho tiempo haciéndolo en festivales fuera del país. La lectura fue en el marco de "Ciudad de Poetas", impulsado desde el CCET por Adrian Bernal (que cuece un palpitante poemario próximo a publicar): 

"Inauguramos en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa el espacio "Ciudad de Poetas", un encuentro mensual entre jóvenes escritores, tanto emergentes como consolidados, y el público para escuchar las nuevas propuestas y corrientes literarias hondureñas, y establecer un diálogo abierto entre creadores y lectores.

En la "Ciudad de Poetas" de enero, que tendrá lugar el jueves 31 a las 6:30pm en el Redondel de los Artesanos (contiguo al CCET), la artista invitada es la escritora y gestora cultural Mayra Oyuela."

La segunda lectura de la noche de ayer, en Paradiso, fue la presentación del nuevo poemario de Edgardo Florián, una de las voces permanentes del circuito capitalino y quien ha consolidado su propio estilo poético, siempre alucinante.

La tercera lectura estuvo al mando de Albani, poeta y joven emergente que está tomando el toro por los cuernos, sin miedo alguno y con la señal de Caín en la frente. Así lo vi ayer, luego de su lectura en un bar de la zona del Maya, con sus poemas en el morral, con el semblante satisfecho, como un Teseo que acababa de matar al minotauro. Y me vi en él, allá por 1994, junto a mis compas de Casa Tomada, en los días en que no sabíamos hacia dónde nos llevaría esto.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Los párvulos aunque lleguen a la estatura del deseo de vivir y decir(se)con la palabra la historia suya y ajena, están en la arena de la vida al derecho y revés de la historia. Es decir no se dejan nada para escribirlo todo. Felicidades poetas de Tegucigalpa.